Hace tres meses, la presidente argentina, Cristina Fernández, anunció en ocasión de una visita a New York, que Apple se instalaría en Tierra del Fuego. Fue uno de los tantos falsos anuncios a los que ya nos tiene acostumbrados. Hace pocos días, la empresa informó que eligió a Brasil para construir cinco fábricas que producirán componentes para tabletas electrónicas y teléfonos inteligentes con una inversión de unos u$s 500 millones que generará 10.000 nuevos empleos directos. Este tipo de decisión ya se va transformando en una costumbre, y no sólo en Brasil, ya que también Perú, Uruguay, Chile, Colombia y México han recibido inversiones que primitivamente estaban destinadas o programadas para la Argentina.
Hace dos semanas, nuestro país alcanzó los últimos puestos de la lista que mide las naciones con libertad económica. Hace un mes y medio, los rankings de educación internacionales mostraron la decadencia argentina dentro del marco de América Latina (ya estamos por debajo de Chile, Uruguay, México, Colombia y Brasil) y hace tres meses superamos a Venezuela en ser el país con mayor inflación del continente.
Y ayer, el FMI, con frases un poco más elegantes, le dio un ultimátum al gobierno argentino: si antes del 17 de diciembre no para de falsear sus estadísticas, habrá duras represalias internacionales.
Ante esta información, Cristina respondió con: "La Argentina es una nación soberana que toma sus decisiones y no acepta amenazas. Esto no es un partido de fútbol, es la crisis económica y política más grave que se tenga desde las década del 30", respuesta que probablemente produzca un orgasmo en los adeptos al nacionalismo argentino pero es muy equivocada en términos económicos, ya que con ella la presidente está aceptando que la crisis la autoriza o la justifica a mentir a la población sobre sus condiciones de vida. Mientras todo esto sucede, se insiste en mostrar una Argentina que “crece con inclusión”.
Por Enrico Udenio
¿QUÉ SE ENTENDERÁ POR INCLUSIÓN?
“Inclusión” es una de las palabras que el kirchnerismo más utiliza a la hora de defender el desenvolvimiento administrativo del gobierno. Cuando se les pide que demuestren esa inclusión, no logran bajar líneas claras y se aferran a los índices estadísticos del empleo, la pobreza, las reservas monetarias, el PBI, y la inflación que proporcionan el INDEC y el BCRA, lo cual no deja de ser una actitud hipócrita porque ellos –al igual que el FMI- también saben que se trata de una ficción.
Por lo tanto, llego a la conclusión de que los adherentes K que con sinceridad creen que estamos en un camino de desarrollo con inclusión social, deben confundir el verbo incluir con subsidiar.
Inclusión social es proporcionar a las clases más carenciadas de una sociedad las oportunidades para vivir con dignidad y ascender cultural y económicamente en las capas sociales. A su vez, sabemos que es a través de la educación, la cultura y el trabajo, que las personas pueden tener esas oportunidades.
A diferencia de este camino, el de los subsidios eternos a personas física y mentalmente capaces sólo degradan su condición humana pues el mensaje que emana de esa acción es: tu vida depende de un Estado benefactor, que se comporta contigo de la misma manera que lo haría con un discapacitado.
EDUCACIÓN, CULTURA Y TRABAJO
Los enormes índices de deserción escolar y la carencia de calidad en aquellos que tienen la suerte de finalizar sus estudios muestran que estamos a años luz de lograr una educación inclusiva.
La violencia verbal de los que están en el poder político, desde la presidente hasta sus militantes más ignotos; la altísima corrupción impune gracias a una justicia dependiente y servil del Poder Ejecutivo; y el discurso único que se quiere imponer agrediendo a todos aquellos que osan criticar (la presidente argentina descalifica esa crítica con la frase “cadena nacional del pesimismo”) instalaron en el país el odio y, en consecuencia, la “incultura”, entendiendo por cultura a la educación que permite instalar en los habitantes de una nación una convivencia con respeto hacia el prójimo diferente.
Finalmente, el trabajo, base fundamental del sentido de vida útil de una persona, se logra convenciendo a los que más tienen a que inviertan en servicios, industrias y comercio.
Cualquier estudiante de economía sabe que, dentro del sistema capitalista, esto se logra con un discurso político equilibrado, el respeto a las leyes, la protección de los derechos de propiedad, la innovación tecnológica, la apertura comercial sin desproteger los rubros básicos de la economía, la libertad de precios promoviendo la abundancia de ofertas, el equilibrio fiscal y comercial, y una política monetaria que defienda el valor del dinero local.
Y es aquí que nos encontramos con la madre del borrego: las acciones y el discurso del oficialismo van por el camino opuesto, con el inevitable resultado de espantar las inversiones.
Hoy, la presidente Cristina Fernández está en New York intentando convencer a los grandes capitales para que elijan a la Argentina a la hora de arriesgar sus patrimonios.
¿Recuerdan al día siguiente de tomar con la fuerza policial a la petrolera YPF-Repsol, hace ya más de cinco meses? En esa ocasión, tanto Kicillof como De Vido informaron que había una larga lista de interesados en invertir en YPF. Pues aún no apareció ni uno.
Lamentablemente, ni siquiera en uno de los rubros actuales más rentables, el petróleo, logra convencer a los inversionistas.
¿Es ceguera, incapacidad o estupidez?
EL DESCONOCIMIENTO DE LA NATURALEZA HUMANA
Es tanto el desconocimiento que los intelectuales kirchneristas parecen tener con relación a la naturaleza humana y los comportamientos sociales, que necesitarían recibir algunas clases sobre empatía económica, indispensable para hacer buenos negocios, de este modo el país se ahorraría tantos desaciertos.
“Todos y todas” deberían aprender que así como la propiedad privada es el fundamento de la sociedad burguesa, el capital es la sangre que circula para darle movimiento al sistema. No importa con cuánto afán se quieran practicar todas las demás actividades que definen a una economía capitalista, sin inversiones privadas no hay desarrollo sustentable. A lo sumo habrá buenas intenciones y buena voluntad destinadas al fracaso.
Habría que enseñarles algunos puntos básicos:
¿Cómo se produce el capital?
Con ahorro.
¿Cómo se acumula este ahorro?
Ganando más de lo que se gasta o gastando menos de lo que se gana. Nunca hay que gastar esos ahorros en consumo si con ello pierde capital. Aquí cabe perfectamente el dicho popular “mejor que darle pescado al hambriento, es enseñarle a pescar”
¿Qué se debe hacer cuando se cuenta con ese capital?
Invertir.
¿Qué significa invertir?
Hacer negocios para obtener un beneficio económico.
¿Qué debe hacer un Estado en la economía privada?
Defender la libertad de acción, controlar la evasión y el abuso de los más fuertes para cuidar a las empresas más débiles, dar seguridad jurídica, y construir infraestructura para que los privados puedan seguir haciendo negocios con mayor facilidad. El dinero es extremadamente sensible y reacciona en forma inmediata cuando no se siente protegido por leyes claras y permanentes en el tiempo.
Lamentablemente, según su discurso y acciones, el intelectual kirchnerista parece no comprender o adherir a estos conceptos. Se burlan de la clase media, agreden a los más pudientes, atacan el libre comercio, transgreden los contratos establecidos e incumplen las leyes, a tal nivel que ni siquiera acatan las ordenes de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
Para ellos las instituciones son organismos establecidos por los poderosos para su propio beneficio y la alternancia en el poder es un instrumento anti-revolucionario. Justifican la utilización de cualquier medio violento para llegar al fin deseado. Buenos ejemplos de ello son la expropiación de YPF, incumpliendo contratos y cláusulas establecidas por la misma constitución, y la adulteración de los datos estadísticos del país, una mentira que la propia presidente argentina hoy justificó en el recinto de las Naciones Unidas.
Por esto, parece incomprensible que la presidente y sus funcionarios no comprendan el porqué el empresariado nacional e internacional no invierte en la Argentina. Pero no están solos, esa gran parte de la población que sigue apoyando a este gobierno, no parece estar muy molesta por ello.
¿Ceguera, incapacidad o estupidez?
Enrico Udenio . 25 de septiembre 2012
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