FRANCISCO PINO
Reseña biográfica
Poeta español nacido en Valladolid en 1910. Perteneciente a una importante familia burguesa, nunca se interesó por los intereses económicos familiares, y por el contrario, apoyado por su madre, de quien recibió una estricta educación religiosa, se inclinó por el camino intelectual.En 1927 comenzó la carrera de Derecho en la Universidad de Valladolid. Posteriormente viajó a Francia en 1930 donde cursó estudios de Filología Francesa y se involucró con el movimiento surrealista. En 1933 estudió en la Universidad de Londres, y regresó a España en 1935 para matricularse en la Universidad Central de Madrid. Al finalizar la guerra civil, durante la cual sufrió traumáticas experiencias, continuó participando activamente en la vida intelectual, y produciendo de manera casi oculta una importante labor poética, de la que dan fe unos setenta títulos que contienen su poesía experimental, visual y religiosa.
En 1989 recibió el Premio de las Letras de Castilla y León y la Medalla de Oro del Círculo de Bellas de Madrid. La Academia Castellano Leonesa de Poesía le entregó en el año 2000 un premio por el conjunto de su obra. En Abril de 2002, pocos meses antes de su muerte, publicó su último libro «Claro decir, Canto a la vejez».
Esta tierra
No me busques en los montes por altos que sean, ni me busques en el mar por grande que te parezca. Búscame aquí, en esta tierra llana, con puente y pinar, con almena y agua lenta, donde se escucha volar aunque el sonido se pierda ...
Las huellas
¿ Habrá algo más hermoso que quedarse sin huellas ? Sólo el pájaro sabe de esta gracia y el horizonte aquel que de la luz se arranca sin dolor, con un leve marcharse ajeno al tiempo,
al calendario triste que siempre deja huella. Andar, andar, andar esperando que un día la tierra no nos sienta; querer la lejanía donde el hombre se evade de los ojos.
¿Así será la muerte? Si es así será dulce. Diluirse en el aire, ser el después sin rastro de una nube. Y andando seguir y ver la tierra, al fin sin nuestras huellas, con nuestros propios ojos.
De "Cuaderno salvaje" 1983
Breverías
" Un viejo tronco seco habrá en mi fuego,
rebasará mi copa un viejo vino,
un viejo libro para mi sosiego,
un viejo camarada por vecino,
un viejo perro fiel, con el que juego,
mientras que, viejo, acabo mi camino.
Y en esta mansa, idílica vejez,
tal vez estarás tú, tal vez, tal vez. "
Brevería 2769
El masoquista que en nosotros vive se encadena a su propio sufrimiento, sin querer detenerse en el declive por el que rueda en pánico y lamento.
Es el fin, se repite, no hay salida; y experimenta cierta complacencia dentro de su miseria dolorida, incapaz de iniciar la resistencia.
No entiende que placeres y pesares son brisas, nada más, en los pinares.
Tus hermanas, las cosas
Vas por la vida y pisas la caricia que te brinda la tierra, como si no entrañara relevancia; de idéntica manera que avanza el aldeano por sus campos sin percibir la agonizante queja que, bajo el peso de sus burdas botas, exhalan las violetas. ¿Por qué tal desapego? ¿Por qué vas, arrogante carabela, indiferente al mar que te sostiene, y al viento que te impele con su fuerza, si eres sólo molécula integrante de un todo a quien adeudas dependencia? Todas las cosas, la montaña, el río, las nubes, la arboleda, y las otras, las menos presumidas, el barro entorpeciéndote la senda, el matorral, tan libre y descuidado, el caserón sin puertas, en todas late cierta etérea vida, poseen todas una historia inédita, y son hermanas tuyas, que te saludan al pasar, tan quedas. Escúchalas, que atisban tu paso firme, el roce de tu seda, la fragancia añadida ante el espejo, y se hablan entre sí de tu presencia. Contémplalas amable, con ternura, como viejas amigas que se enredan frente a tus ojos, a tus pies, y sienten, aunque no las entiendas. Sea leve tu pie, risueño el gesto, y nunca, nunca ciega; que sepan que las ves, y les sonríes, que eres feliz sabiendo que te esperan.
Tengo sueños en venta
Tengo sueños en venta. ¿Quién los compra? Los ofrecí gratuitos en el foro de cada gran ciudad, remota aldea; los de cristal, aupados a mis hombros, siguiéndome descalzos los de arcilla, los de oro y plata al fondo de mis ojos. Sin detener el paso en sus andanzas, los miraba el gentío, cauteloso de cualquier altruísmo, sospechando motivos camuflados en el fondo. Los estrené en mis tiempos de esperanza, proyectos de vivir fantasmagóricos que no acertaron a cuajar, y aún nuevos, los archivé en estuches de abandono. Los contemplaba, a veces, en mis tardes nostálgicas de otoño, cuando suelen tener mayor vigencia, tal vez por su carácter melancólico, pero sin decidirme a liberarlos. Aun así había un algo entre nosotros. Fueron parte integral de mi engranaje, mucho más que un adorno, mucho más que un estilo; mis propias alas, si tornara en cóndor.
Se me han hecho imposibles, por eso es que los vendo. De algún modo podría regalarlos, mas sería desvalorización de mi tesoro. Mi moneda de cambio es el suspiro que nunca halló acogida, el alborozo que jamás se produjo, el aislamiento que descargó su atmósfera de plomo
Quizá alguien, al soñar mis utopías conquiste el territorio que me fuera negado, sin hacerse ni tan irracional ni tan remoto.
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