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1° parte
ABEL
A medida que pasan los años, con hijos crecidos o sin hijos, matrimonio de años, o divorcio, soltería o viudez,
se vuelve la vista atrás, y se recuerdan esas épocas de inocencia o estupidez con cariño y nostalgia.
Y empiezan a aparecer los primeros síntomas de un berretín llamado "volver a vivir". ¡Como si eso fuera posible!
Es entonces que se buscan nombres del pasado en guías telefónicas, viejas agendas, en Facebook o similar dependiendo de las épocas.
Cambia la tecnología pero el berretín es el mismo: queremos volver el tiempo atrás. Cuando eso ocurre es porque nos estamos poniendo mayores o ya lo somos.
Y extrañamos a " las chicas" aunque en su momento las consideráramos insoportables o queremos juntarnos con "los muchachos",
aquellos mismos que nos parecían unos plomos, cualquier cosa que nos ancle en épocas de Ilusiones y piel lozana.
Y eso mismo fue lo que le pasó a Gloria. Buscando en la guía telefónica a un cliente del mismo apellido que Abel, lo buscó también a él.
Había siete Abeles M. en Buenos Aires.
¿Como saber cuál sería él? Suponiendo que fuera uno de ellos, claro.
Descartó dos barrios por improbables como lugar de residencia. Quedaban cinco.
Empezó a llamar. Tres llamados rechazados. No encontraría allí al ex niño de los rulos al viento.
Quedaban solamente dos y no estaban en casa. Dejó un mensaje: Gloria T. su vecina del barrio de V. Pueyrredón,
la niña que vivía en la casa de enfrente, lo estaba buscando. Y, número de teléfono mediante, esperó.
Nadie llamó.
Entonces se dedicó a buscar a los otros ex niños.
En una sola cuadra habían vivido una docena de chiquilines de edades similares que habían sido amigos en esos años de inocencia.
Después de investigar unos días yendo al barrio personalmente y con guía telefónica mediante pudo comprobar que:
* uno se había mudado con destino desconocido
* uno vivía en Bariloche
* uno vivía en Brasil
* uno tenía problemas de adicción y entraba y salía de clínicas varias.
* seis habían fallecido.
* y estaban Abel
* y ella, Gloria.
Un niño adicto? Miguelito adicto? Gloria se estremeció. Calma se dijo. Recordá que son niños en tu mente solamente.
Han crecido y tomado rumbos de vida desconocidos. Suspiró.
Seis fallecidos? Seis? No podía creerlo. ¿Cómo que seis fallecidos?
Todavía eran jóvenes. A lo sumo arañaban los cincuenta. Y no todos.
Causas de muerte:
* un suicidio
* un accidente de auto
* un desaparecido en 1977
* tres casos de enfermedad.
Gloria se deprimió. Había perdido a sus amigos, había perdido su infancia. No había con quien reunirse y recordar esos hechos
y aventuras mínimas que van dibujando y dando forma a la vida cuando eres niño.
Esa "escondida" cuando un chico se le declaró detrás del sofá esa tarde de lluvia.
Aquella obrita de teatro en la cual se les había desmoronado el telón mientras los espectadores aplaudían entusiasmados creyendo que era parte de la obra.
O cuando jugando al "cuarto oscuro" alguien, en medio de la penumbra, la había abrazado susurrándole al oído "Patty, te amo".
Gloria sonrió al recordarlo. Ya no sabría quién había amado a Patty en ese cuarto oscuro.
O el glorioso día en que, jugando a la "botellita", Abel había bajado de su trono en el Olimpo, eligiéndola y la había besado,
doblando el cuello de forma tal que el beso fuera en los labios y no en la mejilla ...
Su primer beso!
Sus recuerdos se hicieron tibios. La acunaron y la reconfortaron en ese borde difuso que hay entre los sueños y el tiempo.
Y se quedó mirando por la ventana como si pudiera ver a través de ella a la inocente niña de trenzas que había sido alguna vez
y que había ido dando sus primeros pasitos como mujer entre medias de nylon, novelas de Agatha Christie y temas de Los Beatles.
Bueno, se dijo Gloria, todo eso ya pasó. Se iba a preparar un café cuando el timbre del teléfono la sobresaltó.
- Gloria? Gloria T? Soy yo, Abel.
¡Lo había encontrado! Y ahora no sabía qué decirle!
- Eh....
- Sos vos, Gloria? La del barrio?
Ay! Parecía el título de un teleteatro.
- Mmm, s...sí. Soy Gloria, la del barrio.
- Que alegría! Cómo se te ocurrió llamarme?
Gloria le contó de su proyecto para reunir los chicos y de los pobres resultados obtenidos.
- Uhhh....qué mal....
- Sí, bueno...era por eso. Pero no hay grupo con el cual reunirse.
-Así parece.
Se hizo un silencio ¡Dale! pensaba Gloria. Decí algo!!! Bué, tendría que apurarlo.
- No te entretengo más Abel. Espero que estés bien.
- Esperá! Podemos vernos vos y yo.
¡Bingo! pensó Gloria. No. No ella ya no era la de treinta años atrás.
Y así fue como Gloria y Abel se reencontraron.
La pasó a buscar por el departamento.
- Pero mirá vos! Gloria!, la miraba de arriba a abajo. Siempre linda. Te hubiera reconocido en cualquier lugar! Estás igual!
Gloria río tontamente. Era obvio que mentía.
Treinta años no pasan gratis por eso se había esmerado en el arreglo personal.
Lo miró. Estaba muy cambiado, pero quién no cambia con los años!
No había crecido mucho. Era un poco más alto que ella. Conservaba casi todo el pelo, con pocas canas.
Lo usaba un poco más largo de lo que se usaba que que daba un aspecto rebelde de "qué me importa lo que se usa".
Mantenía un tono castaño claro lo cual indicaba que había sido rubio durante mucho tiempo y no una de esas personas
a las cuales se le oscurece el cabello con los años.
Pero sus ojos, esos ojos que Gloria había amado, conservaban el hermoso verde cristalino... Verde? Verde???
Desde cuándo eran verdes???
Fueron a almorzar y entonces Gloria intentó contarle sobre la suerte de sus amigos comunes.
Percibió que era un tema que a Abel no le interesaba demasiado.
- Te acordás de Graciela, la chica de la esquina?- Cuál esquina?
No, no se acordaba. - -Te quería contar que....no importa.
Otro silencio. Abel comía y sonreía cuando la miraba.
- Mi hermano vive en Brasil.
- Jorgito?
- Se llama Sergio.
- Claro! Sergio! Jugaba al fútbol, no?
- Al básquet.
- Sí, por supuesto. Y sonreía.
- Y se fue a Perú?
- A Brasil. Sergio, mi hermano, vive en Brasil.
Otro silencio.
- Estás muy linda.
- Gracias.
Abel parecía cómodo y distraído. La comida le gustaba y parecía que ella también le gustaba
Para el café, Gloria había renunciado a encontrar recuerdos comunes.
Abel no había sido cercano a los chicos ni a las chicas por lo que ni sus nombres recordaba.
Buscando un tema común, se contaron sobre sus malogrados matrimonios.
Y fue entonces cuando Abel que contó la extraña historia de Felisa.
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Sigue ...
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