Según el censo realizado en Buenos Aires en 1778, uno de cada cinco hogares porteños tenía al frente a una mujer. De este dato se desprende, entonces, que existía un alto número de trabajadoras que eran el principal sostén económico de sus familias. La cifra incluye tanto a viudas como solteras (dentro del grupo de las "solteras" están comprendidas también las que vivían en concubinato, muy frecuente en los sectores populares pero mal visto para la sociedad en esa época).
Entre los trabajos más habituales entre este grupo de mujeres, se destacan los relacionados con la confección de ropa (costureras y bordadoras) y de alimentos preparados. También era común que se desempeñaran como maestras de "primeras letras", pulperas, puesteras de mercados, vendedoras ambulantes, encargadas y trabajadoras de tahonas y panaderías.
Por otro lado, en las quintas, chacras y estancias, el trabajo de los "labradores" no distinguía sexo ni edad. Si bien, en general, las tareas que se realizaban "a caballo" y todo lo relacionado con la ganadería solían quedar a cargo de los hombres, y el mantenimiento de la huerta a cargo de las mujeres, no en todos los casos fue así y existen registros de estas excepciones, en las cuales algunas mujeres desempeñaban tareas típicamente masculinas.