Llevamos intentando capturar burbujas dentro de una botella muchos siglos. Los romanos apreciaban las aguas carbonatadas naturales y, aunque ya entonces trataban de envasarlas, no fue hasta el siglo XVI cuando se empezó a intentar crearlas en un laboratorio. El primer sistema que industrializó la fabricación de agua con gas lo realizó Jean Jacob Schweppe en 1783 (sí, el de la tónica). En España, las primeras fábricas de estas “bebidas artificiales” datan de 1836. De todas formas, el verdadero auge no se da hasta comienzos del siglo XX, siendo la posguerra su momento de mayor expansión. Muchas de estas fábricas rellenabas sifones, así como todo tipo de refrescos e incluso cerveza.
A Silvia Isábal (Binéfar, Huesca, 1963) le gusta definirse como rebuscadora. Sin embargo, el trabajo de investigación y recopilación que realiza en su blog, La historia antigua del sifón y los demás refrescos (sifonesantiguos.blogspot.com), demuestra una profundidad propia de un libro de historia. Hija, nieta, prima y sobrina de fabricantes de gaseosas, actualmente regenta la bodega Isábal, en su lugar de origen. “Mi abuelo empezó con 14 años a trabajar para un señor que tenía una fábrica en el pueblo de gaseosas y sifones. Al jubilarse le dejó la empresa a él y a un socio”, cuenta Isábal. En los años cincuenta, más de cinco mil pequeñas fábricas de gaseosas, sifones y refrescos se distribuían a lo largo de todo el territorio. “Cuando se hizo la transición al envase no retornable, la industria pegó un gran bajón y empezaron a morir estos pequeños negocios”, junto a la concatenación de las fábricas de refrescos. A lo largo de más de 13 años, Isábal ha recopilado información y archivos sobre estos productos: su historia, la evolución de sus envases y formatos, curiosidades y las fábricas más importantes que hubo en España y, especialmente, en Aragón.