"Asi que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios" Efesios 2:19
El ser ahora integrantes de la familia de Dios no significa que debamos negarnos a relacionarnos con los demás o dejar de demostrar interés y afecto por los que no comparten nuestra fe en Cristo. Al contrario, al brindar amor, ayuda y comprensión, seremos la luz que los guiará al Señor.
Pero no obstante esto, nuestro principal interés debería estar orientado hacia los que forman parte de la familia divina.
Se cuenta que un marinero por pasar tantas horas solo se convirtió en alcohólico. Pero cuando regresaba a su casa, no bebía una sola gota por temor del efecto que ello podría causar en su pequeño hijo; o sea que el hogar le ayudaba a sobreponerse al vicio, a controlar esa fuerza que se tornaba irresistible lejos de los que amaba. El calor del afecto lo alejaba de lo perjudicial.
De igual manera, nosotros, los que conocemos a Jesús, al recordar que somos miembros de la familia de Dios sentimos que el amor del Padre, el calor de Su presencia, Su poder, están a nuestra disposición. Y esto, nos aleja de los malos caminos.
Quizás usted está en una dura lucha, siente que ya no le quedan fuerzas, que está solo frente a lo que es tentación para su vida. No se desanime. Siéntase hoy un hijo, una hija de Dios.
¡Crea que es objeto de Su especial amor, experimente los beneficios que le da el ser parte de la familia divina, siéntase conciudadano de los millones de santos que hay en el mundo!.
Queridos amigos ¡declaren y tomen victoria en el Nombre de Jesús y prosiga a la meta en Cristo!
Graciela