FUERA DE MÍ
He andado fuera de mí, buscando como desesperada
lo que otros podían darme. He buscado una palabra en tu garganta,
una lágrima en tus ojos, una caricia en aquella mano,
la tibia y mansa comunicación de tu aliento en mi nuca. He perseguido colibríes inalcanzables, rápidas mariposas,
alas celestes de ángeles custodios. Intenté forzar las puertas que me dejaran entrar en los demás,
recorrerlos como si fueran jardines, espiar sus plantaciones, conocerlos. Adiviné los paraísos ajenos, sus luces fugitivas,
el horario impuntual de las sonrisas
y de las confidencias.
Fui sacando de mí, como de un cofre, las ganas de querer, de ser querida,
el canto de alegrar, el de arrullar, el canto de atraer sueños. Saqué de mí la miel, la hiel, el hijo, las siembras de mi sangre. Dejé mis dientes clavados en trozos de manzanas,
mis uñas en las costras de los troncos,
las yemas de mis dedos en sus cuerpos. Mis ojos enloquecidos quedaron enredados en cortinas opacas
y mis llaves girando
sin descanso en cerraduras a las que no correspondían. La lengua de mi sed lamió los largos caminos de letras de los libros,
los salados senderos de tu piel
y nunca halló la fuente de agua clara. Los pájaros del mundo bebieron mi saliva
y el ruido infinito de mi océano interior les dio sonido
a caracolas de nácar, a palabras de seda. Mis pies buscaron pasos tras sus pasos, sin alcanzarlos nunca. Mis manos se estiraron sin apresar a nadie. Yo no pedía mucho. Pedía solamente un sonido que mi imaginación pudiera confundir
con la palabra amor.
Y el silencio fue terco. Pedía de regalo uno de esos días de verano que andan sueltos
entre diciembre y marzo esperando a su habitante
de veinticuatro horas. Pedía una mirada intensa, de apenas tres segundos pero sólo para mí...
una mirada sin pensamientos de otros como telón de fondo,
una mirada entera para mí.
No eterna, ni larga, ni agotadora, no, apenas un relámpago.
Me hubiera conformado con un pétalo de una sola flor
entre todas las flores
si lo hubieran arrancado para mí...
yo, tantas veces florecida para todos, vaciada por todos. Pero no pudieron darme nada más que temores y fantasmas,
nada más que remordimientos
y despertadores sonando para marcar
las horas de la despedida. ¡He andado fuera de mí tanto tiempo!
Buscando fuera de mí durante tanto tiempo, sin encontrar... Y ahora regreso. Entro en el desierto de mi cuerpo, en sus solitarios laberintos. Tengo que acomodarlo todo. Ah... pero si hay aquí hasta un pequeño caminito
con las huellas de los zapatos de mi infancia.
Y gajos que prendieron y tienen hojitas verdinuevas.
Y emociones lustradas con el pañuelo de lustrar ciruelas. Cruzo los brazos.
Los aprieto.
Lo poquito que tengo no quisiera perderlo. Lo único que poseo en la vida es lo que traía en mí. Busqué inútilmente afuera.
Inútilmente. Pero no va a volver a suceder. Ahora pongo las cosas en su lugar.: la palabra en mi garganta,
la lágrima bajo el párpado, la miel en mi sonrisa,
las uñas clavadas en mis palmas;
¡ y los cantos, las ganas, los temblores en mi corazón! Todas las llaves pertenecen a sus cerraduras.
Le doy una vuelta con cada una y las arrojo al viento
que va al fondo de la tierra. Nunca más podrá nadie sacar nada de mí. Ni yo.
Poldy Bird- Argentina-
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