Anunciando paz
Nuestras palabras no son nuestras palabras hasta
que no nos apropiamos de ellas a través
del ejercicio de poner práctica aquello que pronunciamos.
Cuando eso sucede, el mágico encanto de transitar
un camino se vuelve hermoso y feliz, porque
hemos empezado a ser libres desde la verdad
de una realidad y desde el alma de una verdad.
Para que ello suceda, para que la felicidad se vuelva
materia y desde la materia, eternidad,
debemos empezar a ejercitar la valentía.
Nadie resiste a la verdad, nadie quiere
enfrentarse a una verdad.
El ser humano huye cuando la verdad se posa
frente a su rostro y se muestra todo tal cual es,
porque la misma es como un sol que devela todo
cuanto existe en su verdadera dimensión.
Es por eso que la verdad solo puede ser expresada
cuando se reviste con el lenguaje de la apariencia
construida desde la creencia y la imaginación.
De cierta forma es que la verdad solo puede
ser admitida si está bajo la forma de una mentira.
Sin perjuicio de los efectos de su presencia, aún
cuando disfrazada o velada, la verdad siempre está.
Cuando la misma se presenta abierta, franca y visible
a todo el mundo, nadie apuesta
que allí pueda existir una verdad.
Todo camino que lleve a la felicidad,
necesariamente debe pasar por el tamiz de la verdad.
Y como en todo tamiz, las cosas se unen, se separan
y se reducen en elementos más simples.
Y en ese proceso, lo que se experimenta siempre es dolor.
Un dolor que es necesario para reconocer
luego el valor que sobreviene después.
Hablamos del objetivo último, la felicidad,
desde la carencia, porque creemos que la felicidad
es tener todas aquellas cosas que nos adormecen
en una eterna sonrisa para no preocuparnos por nada más.
Pero nada de eso es cierto, el no tener de qué ocuparnos,
no nos hace más felices, simplemente nos hace menos
perceptibles para el mundo y menos blanco atención
de otros, por lo cual parecerá que estamos en paz.
Cuando decidimos tomar el timón de nuestras vidas
y nos arriesgamos en diversos rumbos, es posible
que nos empecemos a enfrentar a las verdades
de las que no queríamos nada saber, sin embargo,
cuando uno empieza, otros intentarán detener y es
uno finalmente quien debe terminar el rumbo iniciado
con valor ante la adversidad.
Cuando por fin, podemos mirar las cosas de frente,
sin temor ante la verdad, es cuando aparece una
nueva luz en nuestras vidas que nos alumbra el camino
hacia la paz.
Porque hemos hecho lo justo y
lo justo se complace en la verdad.
Verás y toma en cuenta esto: tus problemas
en la vida, reclaman respuesta de verdad,
y a ella solo se accede con decisión y valentía,
para cuando esto suceda y hayas asumido
las cosas tal como son, entonces vendrá el momento
esperado, el momento de la paz, para cuando la paz
se instale en tu alma y tu alma solo emita paz, verás
que serás una luz en el mundo, verás entonces a
la verdadera felicidad.
Porque estarás en paz contigo
mismo y con todos los demás.
© Miguel Ángel Arcel
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