Ésta terca costumbre de beber la poesía y embriagar la locura De encontrar lo que no busco y alcanzar lo que no sueño Ésta absurda ironía de ser piedra y llenar de musgos mis mañanas. Estas vanas ideas de canjear en el verbo el latido y la risa, de mirar sin miradas y quebrarme en las luces. De calar en la noche una sombra confusa. Estas huellas sin pasos, éste nombre sin letras, ésta rama sin árbol. Este beso sin labios, esta voz sin palabras, éste mudo alarido. Y aquel otro segundo, aquel otro momento, Aquel soplo preciso que alojaba mis manos en la piel de tu cuerpo Aquel hijo dormido ¡ Magdalena ingenua! que buscabas ansiosa mirando mis ojos subir a tu vientre. Aquel sitio prohibido de atisbos y leyes Aquel trino extraviado, aquél sol iracundo, aquel cuarto creciente. Entre estos y aquellos han pasado los años Ofrendé a tu memoria dos pedazos de alma un nirvana de ensueños, un clavel de obsesiones, un vellón de esperanzas. Aterrizó mi lengua en misterios de pájaros Despegó mi secreto palpitando las sienes Intenté rescatar de tu cielo fugado la última estrella… pero todo fue vano Está torpe intriga de borrar con los dedos las manchas del planeta Esta resistencia inútil de pensarte dormida ignorante del beso De dormir con un sueño y esperar sin anuncios milagrosos regresos. Ésta maldita rutina de estar vivo, día a día, en el sepulcro de la vida De trepar a una espiga masticando la harina del trigal y la hierba. Esta herida tan triste, éste claro de luna… éste pálido verso.-