En las horas de enseñanza te hemos visto bajar tu mirada marchita, en donde se asoma con tristeza tu lágrima, como el que ha perdido toda esperanza; cuando con desconsuelo vez que tus anhelos de enseñanza han sido ignorados por lo que deben de escuchar para aprender, o ignorado por los que examinas.
Desconsolado por tanto trabajo, llegado el momento en el que te dan como trofeo su indiferencia o desprecio.
Orgulloso debes sentirte, porque el mañana te lo gratificará y a él se lo cobrará.
Con gran amargura recordará tus sabias enseñanzas, pero, sólo se, lo lamentará...
Colaboración de Raquel Ramírez