Odio
Desear algo con todas mis fuerzas y saber que nunca podré conseguirlo, y resignarme. Y saber que tengo que resignarme, y saber que en el fondo no lo he admitido todavía porque todavía me parece imposible que no suceda nunca lo que tanto deseo. Porque la resignación es la muerte del espíritu, es el no voy a seguir intentándolo, es la derrota admitida, es la marcha de la esperanza. Y todo el mundo sabe que la esperanza es lo último que se pierde, luego de eso ya no queda nada más.
Siempre hay otra solución que no es la resignación, siempre se puede hacer algo más, pero suele ser complicado. Por eso odio resignarme, porque sé que siempre se puede hacer algo más, aunque no tenga la perspicacia para averiguar qué es ese algo más. Pero mi testaruda naturaleza me impide resignarme, y mi subconsciente, el muy traidor, que sabe que no me resigno, me lo recuerda en cada sueño que tengo y recuerdo.