Glorioso Señor, Dios fuerte y temible, eres el León de Judá y el Cordero, el Principio y el Fin. En tu mano está nuestra vida y todo lo que somos, gracias porque podemos abandonarnos en tu presencia y sabernos amados. Pedimos que los guatemaltecos se vuelvan de todo corazón a ti para que Tú traigas sanidad y medicina a esta tierra; cúranos y revélanos abundancia de paz y de verdad. Oramos barriendo el camino, allanando la calzada, quitando todo estorbo, impedimento y distracción que impide que los guatemaltecos se acerquen a ti. Como Juan el Bautista, vamos delante de la presencia del Señor para preparar el camino de los guatemaltecos, para que puedan conocer la salvación –la salud y todos los beneficios que la salvación conlleva–, para que en Jesús reciban el perdón de sus pecados. Jesús, Tú salvaste y sanaste totalmente la vida de todos los que tocaron el borde de tu manto; hoy pedimos que igualmente los guatemaltecos se extiendan a ti y Tú seas propicio a su clamor y les toques. Gracias porque ahora no tenemos que conformarnos con sólo tocar el borde de tu manto, sino que podemos acercarnos confiadamente hasta el trono de la gracia para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. Es el deseo entrañable de tu corazón que seamos conformados a la imagen de Cristo, que seamos prosperados en todas las cosas y que tengamos salud. Manifiesta tu poder sanador en los creyentes en Guatemala, para la honra y gloria de tu nombre. Con tu virtud sanadora toca nuestros cuerpos y vivifícalos. Creemos que la Palabra de Dios es eficaz en nuestro cuerpo, tomamos el yelmo de la salvación (pues ésta incluye la liberación y preservación de nuestros cuerpos) y llevamos cautivos los pensamientos a la obediencia a Cristo. Echamos fuera el temor y declaramos que tu perfecta presencia nos hace libres. ¡Reprendemos al espíritu inmundo de enfermedad que ha querido acabar con la confianza en que Jehová es nuestro Sanador! Fuera, en el nombre de Jesús. El Nombre de Jesús es sobre todo nombre, lo que incluye (mencione aquí la enfermedad o dolencia de la que quiere ser libre). En ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos. Cristo es Cabeza de la Iglesia, la cual es su cuerpo y Él es su Sanador. ¡Él nos libra, salva, rescata de la mano del enemigo! En el nombre de Jesús, Amén.
Ministerio Mujeres en Victoria Somos siervas de Dios que trabajamos por la restauración integral del Cuerpo de Cristo y especialmente en la restauración de la mujer en todas las áreas
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