Plantando las semillas adecuadas: «todo lo puro, todo lo amable... en esto pensad»
En la mente humana los sentimientos están en gran parte determinados por los pensamientos. La forma de pensar es lo que nos hace sentir bien o mal, amar u odiar, resentidos o en paz. En este sentido, podríamos comparar la personalidad -el corazón- a un jardín en el que estamos constantemente plantando semillas, los pensamientos. Las semillas que yo siembre van a determinar qué plantas crecen. Si es un pensamiento de ánimo, me hará sentir bien, si es un pensamiento de hostilidad producirá resentimiento, etc. Aun sin darnos cuenta, estamos todo el tiempo enviándole al cerebro mensajes que influirán mucho en nuestro estado de ánimo, en nuestras reacciones e incluso en nuestra salud.
En la Biblia encontramos numerosos pasajes que aluden a esta realidad. En Filipenses 4 tenemos una formidable «vacuna» para evitar el odio y el resentimiento y transformarlo en paz. Es una perla inestimable que debería adornar todas nuestras relaciones. Aprehender y practicar el mensaje contenido en este memorable pasaje es una ayuda inestimable cuando nos sentimos humillados y ofendidos:
«Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad» (Fil. 4:8).
¡Cuánta tendencia tenemos los humanos a invertir esta exhortación! Si hay algo negativo, algún defecto, alguna ofensa, algún motivo de queja, algún agravio en esto pensamos y nos obsesionamos! Y así, al cultivar estos pensamientos negativos, vamos creando el caldo de cultivo idóneo para que crezcan el odio y el resentimiento. ¡Cómo cambiarían nuestras actitudes y relaciones si aplicáramos este versículo a aquellas personas que nos han ofendido! Si en vez de pensar «cuánto mal me ha hecho» logro decirme «¿qué hay de bueno en él/ella,? ¿qué puedo encontrar de noble y de justo en esta persona?», poco a poco crecerán en el jardín de mi mente las plantas que llevan al sosiego y la paz.
Es importante observar cómo las ocho cualidades de la lista tienen una clara connotación moral. Afectan no sólo mis sentimientos y emociones, sino también mi conducta. El beneficio no es sólo psicológico para mí -relax mental, un efecto ansiolítico-, sino ético, afectará también a los demás. En la medida que yo cultive -«pensar en»- esta lista de virtudes, ello influirá no sólo sobre mi mente, sino también en mis reacciones y en mis relaciones.
El verbo «pensar» en el texto (logizomai) no significa tanto tener en mente o recordar, sino sobre todo «reflexionar, ponderar, sopesar el justo valor de algo para aplicarlo a la vida». De manera que su efecto positivo no es fugaz, como el relax que proporciona un breve rato de meditación trascendental. Va mucho más allá porque afecta a mi vida de forma profunda y duradera. Se convierte en un hábito que moldea mi conducta.
Paz para mí y en paz con los demás: «Una paz que sobrepasa todo entendimiento»
Cuando mi mente se ocupa en pensar el bien -lo bueno- ello tiene unas consecuencias en la vida diaria que se resumen en una sola: la paz. No es por casualidad que, como majestuosa puerta de entrada a todo el pasaje sobre el contentamiento, aparece esta áurea afirmación: «Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones en Cristo Jesús» (Fil. 4:7). No se trata sólo de una paz subjetiva -«me hace sentir bien a mí»- sino también objetiva -se proyecta a mis relaciones con los demás.
El apóstol Pablo destaca tres observaciones sobre esta paz:
- Su fuente es Dios mismo. No emana de ningún recurso humano, sino de la relación
personal con Él a través de Cristo. Hay una relación inseparable entre la paz de Dios y el Dios de paz.
- Sus efectos beneficiosos alcanzan a toda la personalidad. No sólo la mente,
sino también el corazón (implicando las emociones y la voluntad) son guardados por esta paz.
- Su resultado cardinal es que nos mantiene «guardados» -cobijados- en Cristo Jesús.
El verbo usado aquí es un término militar que se aplicaba a los soldados que hacían guardia para proteger -«guardar»- una determinada plaza. La paz de Dios no es tanto un sentimiento como una posición existencial. Pablo mismo describió esta posición con palabras muy hermosas: «Quién nos separará del amor de Cristo? ... Porque estoy seguro de que ninguna cosa creada podrá separarnos del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro» (Ro. 8:35, 38-39).
Pensar el bien -centrarse en lo bueno- y rehusar odiar es el primer gran antídoto contra el resentimiento. Es el primer paso para transformar el enojo por la ofensa en paz.
Dr. Pablo Martínez Vila
Fondo hecho por Ho hie el 14 de Junio 09
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