La Promesa Divina Cómo entender los caminos de Dios
Por Charles F. Stanley
Las condiciones de Dios
Veamos los requisitos que el Señor ha determinado como límites en torno a su promesa de suplir todas nuestras necesidades.
Obedecer. No podemos vivir en pecado y desobediencia a Dios, y esperar que Él nos dé todo lo que le pidamos. Salmo 84.11 dice: “No quitará el bien a los que andan en integridad”. Quienes andan en integridad no son puros o perfectos, sino de corazones inclinados hacia el Señor, deseosos de agradar a Dios.
Dios asume toda la responsabilidad de satisfacer las necesidades de quienes le obedecen, pero no apoyará un estilo de vida pecaminoso en sus hijos, porque eso no es lo que les conviene, y no le dará gloria a Él. A veces, por el propio bien de ellos, Dios los deja sin nada para hacerlos volver a Él (Lc 15.11-24).
Pedir. Tenga la disposición de pedirle a Dios lo que necesita. ¿Cuál es su primera respuesta cuando surge un problema inesperado? ¿Lo lleva de inmediato al Señor, o se inquieta pensando en cómo va a arreglarlo por su cuenta? La Biblia nos dice una y otra vez que vengamos a Él con nuestras peticiones (Fil 4.6). Pedir ayuda a Dios demuestra una actitud de humilde dependencia, no de orgullosa confianza en uno mismo. Aunque tengamos los recursos para valernos por nosotros mismos, debemos reconocer que todo lo que tenemos viene de Él.
Creer. Jesús hablaba con frecuencia de pedir con fe. “Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá” (Mr 11.24). Cristo quiere que tengamos tal confianza en la promesa del Padre de que suplirá nuestras necesidades, que debemos considerarla como ya cumplida aun antes de ver la respuesta.
No obstante, quiero hacerle una advertencia en cuanto al uso de este versículo para conseguir cualquier cosa que desee de Dios, por simplemente “tener suficiente fe”. La oración debe tener siempre un motivo puro, o será inútil. Santiago 4.3 dice: “Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites”.
Asimismo, nuestras peticiones deben ser hechas conforme a la voluntad del Padre (1 Jn 5.14, 15). Recuerde lo que dijimos sobre el contexto. Nunca tome un versículo de la Biblia para tratar de hacerle decir lo que usted quiere. Solo al considerar toda la Palabra de Dios logramos obtener un conocimiento preciso de sus promesas. Cuando la fe se basa en la verdad, y actúa en obediencia, tenemos entonces la plena certeza de que Él nos concederá nuestras peticiones.
Participar. Dios no hará nada por usted si le ha equipado para hacerlo. Supongamos que yo decidí confiar en que el Señor me dará un sermón para el próximo domingo, pero no hago ningún esfuerzo durante la semana para estudiar y orar. ¿Cree usted que el Señor simplemente dejará caer un mensaje en mi cabeza el domingo? No. Él me ha dado trabajo para hacer, y espera que lo haga.
La pereza no merece una bendición de Dios. Si Él le ha dado la capacidad de ganarse la vida, el Señor espera que usted trabaje. No estoy hablando de aquellos que quieren trabajar y no puede encontrar un empleo, sino de quienes esperan que el Señor les dé un ingreso, pero no hacen ningún esfuerzo para mantenerse a flote económicamente.
Esperar. Dios no solamente sabe lo que necesitamos; también sabe cuándo darlo. Algunas de las cosas que hemos pedido ya han sido aprobadas por el Señor, y simplemente están esperando el tiempo decretado para ser dadas. Él tiene planeado y decidido todo lo que dará, y nunca se adelanta o atrasa. El sabe siempre cuál es el mejor momento para concedernos nuestras peticiones.
Si usted se impacienta y trata de adelantarse a Él haciendo las cosas a su manera, se perderá de todo lo que Dios ha dispuesto darle. Según Isaías 64.4, Dios actúa a favor de quienes esperan en Él. Aunque pueda parecer que Él se ha olvidado de usted, si sigue confiando y esperando, Dios moverá cielo y tierra para venir en su ayuda.
Aceptar. La manera que tiene Dios de satisfacer nuestras necesidades puede no ser la que imaginamos o esperamos. ¿Alguna vez ha venido usted al Señor en oración con una petición urgente, diciéndole exactamente cómo debe intervenir? Tenemos que estar abiertos a la manera en que Él elija suplir nuestra necesidad. Es posible que su forma de intervenir carezca de sentido para nosotros, pero al confiar en su perspectiva omnisciente, podremos siempre volver la mirada hacia atrás con asombro por la sabiduría de su estrategia divina (Is 55.8, 9).
Priorizar. Debemos mantener nuestros ojos puestos en el Señor, no en nuestras necesidades. El enfoque adecuado se encuentra en Mateo 6.33: “Mas buscad primeramente el reino y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Nuestra máxima prioridad en la vida es de naturaleza espiritual, no material o física. Si nuestra principal preocupación es lo que necesitamos, entonces no estamos buscando el reino de Dios. De hecho, podemos invertir este orden al tratar de usar a Dios para conseguir lo que deseamos, en vez de poner todas nuestras peticiones bajo su autoridad, reconociendo su derecho de dar o negar.
Puesto que la prioridad del Señor en nuestras vidas es espiritual, podemos saber con seguridad que Él está trabajando en el reino invisible, aun cuando no veamos que haya algún cambio en nuestra situación externa. A veces, lo externo tiene que esperar mientras Él lleva a cabo el trabajo interno en nosotros o en otros. Aunque Él está comprometido a satisfacer todas nuestras necesidades, siempre lo hace de una manera que contribuye a su objetivo final de transformarnos a la imagen de su Hijo.
Recuerde esto: nuestras mayores necesidades no son los más evidentes, sino las que tienen que ver con el desarrollo de un carácter íntegro, de actitudes generosas, de mentes renovadas, y de voluntades rendidas. Esto es lo que debemos buscar y pedir al Señor que produzca en nosotros. En este tiempo de Acción de Gracias, dedique algún tiempo para dar gracias a Dios por sus bendiciones menos evidentes en su vida. Al concentrarse en las provisiones espirituales del Señor, usted adquirirá una nueva comprensión de sus caminos, y rebosará de gratitud.
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