La paradoja de tener más o tener menos
El porqué nunca estamos satisfechos
Quiero más
Esto es lo que nos impulsa a la mayoría de nosotros. Queremos más tiempo, más dinero,
más cosas, más reconocimiento. Queremos cosas más nuevas, cosas mejores, y cosas diferentes.
Más es el credo de nuestra época, el clamor de nuestros corazones, y aunque la mayoría de
nosotros somos demasiado educados para decirlo sin rodeos, esto es lo que sentimos, pensamos
y ansiamos. Quiero más que esto.
Muchos de nosotros somos apenas una versión en pequeña escala del antiguo rey Salomón en lo
referente a los desenfrenados excesos que él describe en Eclesiastés: corrió tras más, y más, y más
—para encontrar menos, menos, y menos. Finalmente, después de acceder a todos sus caprichos y
acabar con las manos vacías, descubrimos, como él, una verdad sorprendente: que puedo estar
contento con lo que ya tengo.
Ojalá hubiéramos empezado por allí. Una vez dicho esto, quiero decirle algo que le va a sorprender:
usted debe desear más. No debe estar satisfecho con lo que tiene frente a usted. Esa, también,
es una receta para marchitar el alma.
La paradoja
El problema no está en querer más. Es que, por lo general, deseamos las cosas que no satisfacen,
y al mismo tiempo somos muy exigentes con las que sí satisfacen. Quizás el Sermón del Monte lo
dice mejor. Allí, en un breve discurso sobre el codiciar las riquezas materiales, el Señor Jesús advierte
en cuanto a lo destructivo que puede ser el deseo de querer tener más. “Si la luz que hay en ti es
oscuridad, ¡qué densa será esa oscuridad! (Mt 6.23). Sin embargo, inicia el sermón de esta manera:
“Dichosos los que tienen hambre y sed…” (5.6). Bendito sois si queréis más.
Querer más no es el problema. El truco es querer más y querer menos al mismo tiempo. Es querer más
de Dios, de su reino, y de su justicia, pero menos de la acumulación de riquezas materiales. El truco
está en saber cuál es cuál.
Pero aunque sepamos la distinción, hay que hacer una diferencia aun más profunda.
Usted ya tiene todo lo que necesita
En los dos primeros versículos de esta segunda carta a la iglesia primitiva, Pedro comienza a desenterrar
una mina de oro al arrojar luz sobre un tremendo secreto acerca de nuestras vidas, y de Dios. “Su divino
poder… nos ha concedido todas las cosas que necesitamos para vivir como Dios manda” (2 P 1.3). Primero
que nada: usted ya tiene suficiente, ¡todo lo que necesita!
Pero Pedro dice después: “Esfuércense por añadir a su fe…” y luego hace una lista de siete virtudes:
bondad, entendimiento, dominio propio, constancia, devoción a Dios, afecto fraternal, y amor...
[en abundancia]”
(vv. 5-8). En otras palabras: usted necesita más.
Pero, ¿por qué debe usted querer más de algo, si Dios le ha dado ya todo lo que necesita?