Por buen ánimo y gozo
Señor, te adoro sobre todas las cosas. Eres mi Creador, mi Padre celestial, mi Dios Todopoderoso. Eres mi luz y mi salvación, eres la fortaleza de mi vida.
Aunque en esta vida es normal sentir tristeza, y no hay en ello condenación, no es conveniente para mí sucumbir o dejarme dominar por ella. Reconozco que la desilusión y el desaliento pesan en mi corazón. He permitido que permanezcan estos sentimientos; aquello que me atormenta y me roba la paz ha ocupado espacio que no le corresponde en mi vida. Las causas de esta tristeza pueden ser muchas, pero el origen, sólo uno: Satanás. El enemigo de mi alma ha susurrado palabras de temor y duda y yo no las he resistido como es debido. Estos sentimientos traen consigo el abatimiento, la desesperación y si no acudo al Señor, la muerte.
Pero Tú, Señor me has dado la salida. Renuncio a los pensamientos que socavan mi fe o cuestionan tu soberanía y poder y los reemplazo con alabanzas y acción de gracias por tu constante presencia en mi vida. Hablo a mi alma y le ordeno que te alabe, que se regocije en ti, porque tus misericordias son nuevas cada mañana. Decido que el gozo sea una parte intrínseca de mi vida, indistintamente de lo que atraviese. El gozo, como las demás manifestaciones del Espíritu, es real en mi diario vivir, porque no me dejo gobernar por mis emociones.
El corazón no dicta el curso de mi vida, las circunstancias no definen quién soy ni lo que puedo hacer. Mi vida está escondida en Cristo y Él ordena mis pasos, de forma que estoy donde debo estar y soy más que vencedor en Jesús, porque me ama. Él es mi escondedero, el que levanta mi cabeza y me rodea con cánticos de liberación para alabanza de su nombre.
Precioso Redentor, no hay otro Dios como Tú, que sanas mi corazón quebrantado y vendas mis heridas. Gracias porque cambias mi lamento en baile y me das nuevas fuerzas. Gracias porque tu perfecto amor quita todo temor, lléname con tu paz y permíteme ser testimonio de tu fidelidad en medio de la adversidad ante quienes todavía no te conocen. Gracias, Señor porque como Jesús, yo también sé que siempre me oyes. Amén.
(Sal. 27:1; 55:22; 30:5; Col. 3:3; Sal. 119:133; Ro. 8:37; Sal. 32:7; 147:3; Jn. 11:42)
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Fondo/Gemma
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