Identidad en Cristo (I)
Yo soy hijo/a de Dios porque he nacido de la simiente incorruptible de la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre. He sido perdonado/a de todos mis pecados y lavado/a en la Sangre de Jesús y, por ello, soy una nueva criatura, soy el templo del Espíritu Santo.
He sido libertado/a de la oscuridad y trasladado/a al Reino de Dios. La maldición de la ley ya no tiene potestad sobre mí porque estoy redimido/a, soy bendito/a, he sido santificado/a, justificado/a. Soy cabeza y no soy cola, voy encima de las circunstancias y no debajo. No hay condenación en mi vida, porque puedo llevar cautivos mis pensamientos a la obediencia en Cristo Jesús y mi mente es renovada por medio de la transformación de mi entendimiento, pues yo soy prosperado/a en todo y tengo salud así como prospera mi alma. Soy amado/a por Dios, elegido/a desde antes de la fundación del mundo y establecido/a hasta el final. Yo amo a Dios porque, ¡oh misterio y alegría! Él me amó primero.
Cristo en mí me hace ser más que vencedor, soy victorioso/a frente a las circunstancias, tengo paz en mi corazón. Soy fuerte en Él, mi corazón está firme en la Roca inconmovible que es Cristo. Me someto a Dios, resisto al diablo y éste huye de delante de mí. Soy coheredera con Cristo de las preciosas y grandísimas promesas que la Palabra promete a los que, como yo, hemos sido sellados con el Espíritu Santo de la promesa en Cristo Jesús por Sus hechos.
Mi identidad está completa y plena en Él. Él me acepta y me ama, vivo, existo, me muevo y soy en Él. Para mí el vivir es Cristo, es mi deseo que yo mengüe y que Él sea glorificado en mí y a través de mí para bendición de otros. Estoy agradecido/a porque Él me tuvo por fiel para para ponerme en la obra, soy Su ministro competente del nuevo pacto, calificado/a para llevar a cabo obras mayores que las que Jesús hizo porque Él va a al Padre.
Estoy firmemente arraigado/a, edificado/a, establecido/a en mi fe y abundo en gratitud y buenas obras. La palabra de verdad me ha sellado y apartado, pero como vivo en el mundo, soy luz resplandeciente y sal a dondequiera que voy. Soy entendido/a en los tiempos, no ignoro las maquinaciones del enemigo y el Espíritu en mí me muestra el buen camino a seguir.
Las bendiciones que la Palabra describe para los hijos de Dios son mías. Entre ellas, yo disfruto de salud divina, paz, seguridad, una comunión íntima con mi Padre celestial, victoria en la vida diaria, prosperidad financiera y en toda área soy más que vencedor porque he aprendido a contentarme en Cristo. No soy conformista, pero sí tengo contentamiento. Sé cuál es la visión que Dios tiene delante de mí para mi vida. Mis ojos han sido abiertos y conozco el propósito por el cual Dios me creó en este tiempo y en este lugar. Declaro que me desarrollo y corro para alcanzar la meta de mi destino en Cristo Jesús.
Amén.
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