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General: Diario de vida
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De: Laura Frias (Mensaje original) |
Enviado: 12/10/2015 22:32 |
Hace un tiempo, Vilma reclamó que no escribíamos, ni comentábamos y estaba aburrrida. Supongo que el sentimiento es compartida por los demás. Si se trata de escribir, nada más fácil que hacer algo parecido a un diario de vida, o sea, ir anotando los aconteceres diarios (aunque sean una lata).
Por mi parte, yo escribí una especie de memorias de la infancia, titulada "De memoria" y otro de la juventud hasta 1973, que se llamóp "Huellas en el aire". La primera se las di a leer a mi amiga más antigua y a la más reciente. La antigua, (de 80 años) me dió a leer unos poemas románticos que había escrito en la juventud y la reciente, de 30, apareció con una botella de vino y ¡8 diarios de vida! Le dimos el bajo a la botella mientras leíamos los diarios.
Me encantaron.
No siempre son tan inofensivos. Cuando le regalé el segundo tomo a mi media hermana, me quitó el saludo hasta el día de hoy. Y eso que me cuidé de ser en extremo objetiva, sin poner opiniones de mi cosecha.
Les propongo escribir asuntos personales, reflexiones, lo que sea, con tal de que sean palabras propias.
¿Que les parece?
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De: diana72 |
Enviado: 07/11/2015 00:58 |
De las cosas antiguas nada queda, los muebles desaparecieron, dieron paso a otros más acordes, como los típicos camarotes que acogieron a mis hijos y al crecer ellos dieron paso a las camitas de una plaza... los antiguos cuadros, esos de retratos pintados, también quedaron lejos, pero lo que siento en el alma es haber perdido las fotos color sepia de mis padres, los cambios de casa, defunciones, etc. influyeron en que hubiera un desordenado desvalijamiento (?) o pérdida ... recuerdo que la más preciada era una en que mis padres aparecían sentados en la arena, en plena playa . Todo el desbarajuste fue creado porque tanto ella como él tenían otros matrimonios. El, uno anterior, con cuatro hijos, y ella con uno posterior, también con cuatro. Había otra foto donde aparecíamos las dos posando en un estudio fotográfico, ella bella, vestida y peinada acorde a la época, luciendo sus sandalias de gamuza, y yo muy chica, con un trajecito marinero ( qué antiguo!!) y con un enorme bebé en brazos, no tengo esas fotos, me queda la esperanza de averiguar si algo queda por ahí en manos de alguno de mis medio hermanos, que por cierto hoy son muy mayores ... Ni siquiera conservé fotos del álbum de mi casamiento, cuando tenía pocos años de casada, entraron y robaron todo. Ignoro, qué valor presentaron esas fotos para los malandrines, quizás estábamos demasiado lindos ??
Ni siquiera conservo los antiguos discos de acetato... con el tiempo atiné a comprar algunas reproducciones, algo es algo.
Ver el jarrón de Laura, me puso nostálgica y ya ven el resultado. |
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Ese es un perro Fo o Fu, depende. Se usaba para custodiar los templos budistas en China. En realidad parece león, pero no hay leones allá. En cambio, los perros chinos tienen aspecto leonino, como el chow chow. Tuve uno pequeño de piedra jabón cuando preescolar. Se perdió. Quizá se usaría tenerlos en esa época, pero lo ignoro, porque sólo los vendedores de tiendas chinas parecen conocerlos. Anduve buscando uno, como amuleto de buena suerte o alguna superchería similar.
Ahora necesito uno. O un trago, o ambos.
A minutos de salir, me resbalé colgando ropa a secar y ¡zas! al suelo. La misma rodilla de siempre, y las palmas de las manos soportanto el impacto de una importante cantidad de kilos. Estuve un buen rato en el pavimento, primero, porque el dolor inmobiliza y produce náuseas y segundo, porque no sabía dónde afirmarme para intentar ponerme de pie. En fin. Hice la diligencia que debía, provista de bastón y con poquísima fuerza en las manos para mover el volante. Pero fui y llegué viva a casa. Me llamaron para una importante cita, justo en el día que me operan de cataratas, la persona con quien debía comunicarme no puede hablar por un problema serio a la laringe. Apenas puedo mover en el teclado un dedo de la mano en peor estado.
Es justo lo que se llama estar meada de perro, aunque sea por el sagrado perro Fo.
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De: diana72 |
Enviado: 09/11/2015 14:48 |
Laura tan apreciada, qué de cosas te pasan, y yo presa del yoismo y del pobrecita yo" ... qué egoismo superlativo ! pero, tengo que decir que estoy superando ese estado. Ojalá, te sientas muy pronto regia estupenda como mereces.
Te cuento que laris, rolando, galvarino y no sé qué más, me pidió la dirección para venir, pero ya hace rato, o sea, se arrepintió? sería un aporte, ya que hombres no veo por acá. Es raro, pero, a los varones no les gusta integrar espacios así. Estuve en un grupo real" y había unos tres varones, pero no decían pío ... qué desmotivante ! |
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Lo siento, Diana, eso de contar los contratiempos de todos los días, pero como que de repente se juntan...
Sería estupendo que nuestro dilecto amigo se decidiera por entrar al grupo. Quizá a los hombres no les es tan familiar eso de contarse cosas, de colocar imágenes demasiado idealizadas, no sé. Quizá es algo más simple: las mujeres vivimos más años. Vivo en Maipú, en todos los grupos de ancianitos abundan las mujeres, los hombres llegan a sentirse cohibidos por ellas y terminan por irse. Pero hay una excepción, un grupo formó una asociación en torno al patrimonio de la comuna, son todos mayores. Mujeres hay muy pocas. Reconozco que yo entré al grupo con la ilusa idea de introducir alguna variante a la voz mayoritaria.
A veces se hace difícil encontrar interlocutores de un nivel parecido. Hace un .par de días lo comentaba con una amiga. No se puede negar que es más facil compartir con quienes tienen el mismo lenguaje común, se puede dar por la edad similar, las creencias, las ideas, la educación. De pronto la convivencia se hace difícil, pues ese presunto ideal de complacer a todo el mundo es una ilusión....y una pérdida de tiempo. A menos, claro, que uno esté en plan de candidatearse para algún cargo oficial.
Trataré de comunicarme con Galvarino, etc. para invitarlo al grupo. Sería estupendo que se decidiera por ingresar.
Cariños
Laura |
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Elementos de construcción no le faltaban; ramillas de jacarandá, barro, hojas secas, y hasta los más usados en los últimos años: fibras del techo del cobertizo y otras del felpudo. Pero doña Tórtola no es la gran arquitecta. Habitualmente sus frágiles nidos instalados en lugares absurdos terminan en el suelo, y los huevitos estrellados.
Esta vez, ni siquiera se dio el trabajo de armar la casita. Simple; se instaló en un macetero colgante y a pleno sol. Capaz que se achicharre porque no sale de allí.
Ahora enfrento el gran dilema: ¿A quien favorecer? ¿La sobrevida de dos huevos o la estrella de belén, regalada por doña Zoila hace 35 años, cuando trabajó en la casa? Es una planta que no se encuentra en el comercio, porque corresponde a esas tan comunes y corrientes que pasan de mano en mano y de patilla en mano, junto al manto de eva, boina de vasco y otras similares.
La planta bien puede vivir otros tantos años, que serán mucho más que los míos. La vida de los pichones, si llegan a abrir los ojos, dependerá que no se caigan del nido antes de tiempo. Eso ocurre con frecuencia y me he visto tratando de poner a algún caído que aún no le crecen las alas en lugar seguro. ¿Seguro? No en un barrio lleno de gatos, y zorzales que los botan del nido. Hace alrededor de un mes, mi hija iba saliendo del pasaje y me llamó porque le había caído algo así como un balde de barro en el parabrisas: era un nido con tres pichones recién nacidos. Los recogimos y los dejamos en una rama del árbol. Al otro día, sólo quedaban restos de nido en el suelo. Nada más. No hay nada tan precario como la vida de los pequeños animales o bichos. Años atrás, hice todo lo que pude para que las larvas de mariposa llegaran a crisálida. Fracaso total. La cadena alimenticia de la que formamos parte es implacable.
Pero, no se puede ni mencionar eso. Sólo se debe gozar del vuelo de las bellas mariposas, aunque sepamos que en ese vuelo está la desesperada búsqueda de cierta planta de la que podrán alimentarse las larvas, que, aunque la mariposa los deposite en el revés de la hoja, las primeras en llegar serán las avispas...
O escuchar con embeleso el canto de los pájaros, pero nunca aventurarse a interpretar su sentido, ni darse por aludida con las peleas furiosas entre ellos por las tardes, por un lugar donde dormir.
Por ahora, trato de no pasar muy seguido por el macetero habitado por la intrusa, sólo he insertado un tubo para echar un poquito de agua, para intentar que la planta no sucumba.
Podría escribir un poema sobre el tema, pero no sería muy romántico. Lo evito.
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De: paty |
Enviado: 27/11/2015 00:35 |
Es un deleite leerlas Diana y Laura.
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De: diana72 |
Enviado: 27/11/2015 01:50 |
Laura, me recordaste lo apreciados que eran los mantos de eva para adornar la entrada de una casa... otorgaban una frescura al entorno muy especial. Y me trajiste a la memoria también el día que una hija me trajo como gran regalo una gran jaula con varios pajarillos, que me dijo , me cantarían por las mañanas. Pero, el gran pero, es que no contó con un fiero gato que venía desde la parcela de más allá ... quién otro podía cometer ese acto de crueldad? amaneció a los pocos días la jaula totalmente inservible y ni rastros de las lindas avecillas. Nunca más quise tener ese adorno para mi hogar ... |
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En la foto, con dieciséis o diecisiete años, con el perro "Huacho", en el cerro Santa Lucía. Mis primeros años transcurrieron entre el barrio Lastarria, la tercera cuadra de Vicuña Mackenna y la primera de Bustamente. O sea, el Santa Lucía, el Forestal, el parque Balmaceda ex Gran Bretaña y ex Japonés, hasta el parque Bustamante, cuyos árboles ví crecer.
El Huacho comenzó siendo un cachorrillo insignificante, flaco y cubierto de peste, que mi tía encontró en la calle. Con los cuidados pertinentes, se convirtió en un ejemplar de largo pelo blanco, que en la borrosa fotografía no se aprecia porque era verano, cuando esos perros botan el pelo lanoso del invierno. Era un buen compañero. Pero en cierta oportunidad, desapareció. Tras múltiples pesquisas por el barrio y luego de ¡un año! de búsqueda, se logró reencontrarlo. Ocurre que lo había recogido un carabinero de guardia ante la Embajada de EEUU, entonces en calle Merced y después fue cedido a un grupo de boy scouts que lo usaban para arrastrar un carrito en sus paseos. Cuando volvió con nosotros, se le observó una conducta inusual: cuando la gente se abrazaba, por ejemp.lo, en Año Nuevo, el perro se lanzaba encima a separarlos, sin morder, por supuesto, pero haciendo valer su peso físico. Fue siempre gentil, amoroso y obediente. Cuando murió, tuvimos la pena de haber perdido a un muy querido compañero. Como correspondía, fue enterrado por un jardinero en el Cerro Santa Lucía.
Recordé esto a propósito de haber sacado prestado del Bibliometro un libro de Roberto Merino: "Todo Santiago, Crónicas de la ciudad". Hace tiempo, me prometí a mí misma que no volvería a comprar libros porque en mi pequeña casa, ya no hay más espacio para ellos, de manera que los pido prestados en las numerosas bibliotecas a nuestra disposición.
Héctor Soto introduce el libro con las siguientes palabras:
"Los médicos deberían prescribir las crónicas de Roberto Merino como terapia.....estos textos entrenan la inteligencia, favorecen la memoria, reducen la ansiedad, exaltan la curiosidad, contienen la ira, elevan el ánimo, mejoran los ratos libres, flexionan el humor, relativizan los dogmas y las teorías absolutas, entretienen a rabiar.... etc."
Al leer todo esto, pensé Zaaaaaaaa. como diciendo ¡qué exageración!. Pero no la hay. Yo leo solamente por las n oches, al acostarme. Estuve los primeros días leyendo (y riéndome) hasta cerca de las 4 de la madrugada, sin darme cuenta de la hora.
Por eso, lo recomiendo especialmente, claro, a la gente que vive o haya vivido en Santiago, pues leerlo es volver a pasar por esos barrios en otras épocas, como también en las actuales, recordando locales, como la fabulosa Casa de la Luna Azul de Lastarria, la discoteque El Loro Perjuro, de Merced, la Plaza del presunto Roto Chileno y personajes que vivieron y la revolvieron en su tiempo.
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Laura no te haces una idea lo que me entretengo leyendo tus escritos. Son geniales. No he tenido jamás el hábito de la lectura a pesar de que desde mi madre de 90 años a mi hermana menor de 63 son excelentes lectoras. Pero nosotros " sus mellizas " no leemos más que el diario. |
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Hoy, domingo 29, ojeo distraídamente el suplemento "Vida actual" de El Mercurio de ayer. Aparece una foto de la bella Virginia Zeani, soprano rumana destacadísima, a quien conocí fugazmente, junto a su marido, el bajo Nicola Rossi Lemeni, contratados por el Teatro Municipal de Santiago en 1957. La noticia dice que ella cumplió noventa años y lo celebró, agregando su mi natural al Happy Birthday de rigor, en su casa de Palm Beach.
Y entonces, esa memoria de los viejos, especialmente afilada para los tiempos remotos me lleva al entorno de esos años, tan, pero tan recontra diferentes al actual. Me veo con mi marido en un almuerzo con los bailarines Vadim Sulima, su esposa Nina, el pequeño Vadim. de pocos años, el maestro de ballet Dimitri Rostoff, quien por ese entonces dirigía el Ballet del Perú, más el regidor (antiguo concejal) Osvaldo Marquez, encargado de asuntos cultrales del municipio. Se celebraba el viaje de los Sulima a EEUU, ya aburridos de la burocracia estatal que los tenía más o menos congelados en el Ballet del Municipal.
Lo que me quedó archivado en la sesera, fue la muy entusiasta descripción del ruso Rostoff de la personalidad y talento de un bajo, poeta y pintor de pintorescos antecedentes.llamado Nicola Rossi Lemeni.
Por esos tiempos, no tenía problema alguno en entrar a todas las funciones del Municipal ni otros teatros, ya que, por un lado colaboraba en un programa cultural semanal que había creado mi marido, y por otro, redactaba una serie de artículos para una cadena de diarios del sur.
Llegó el momento en que dicho bajo apareció en cartelera en la ópera Fausto de Gounod. También tomaba parte su talentosa mujer, Virginia Zeani.
Debo aclarar que en esa época, la ópera "en vivo" tenía un serio inconveniente: el aspecto de los cantantes y sus movimientos escénicos poco tenían que ver con los personajes interpretados. Por un lado, mujeres y hombres ocupaban bastante espacio en la escena (para no decir que eran obesos) y por el otro, se plantaban en su sitio y cantaban, con uno que otro movimiento mecánico. Un entusiasta del bel canto, debía cerrar los ojos y escuchar. Luego abrirlos al término y aplaudir, o abuchear, si era el caso.
Esta vez, fue distinto. De pronto apareció en escena Mefistófeles, o sea, Rossi Lemeni. Un tipo alto,maquillado convenientemente y en él vimos al demonio mismo, vital, convincente, arrebatador encarnando al seductor del pobre Fausto (un Ferruchio Taliavini de bella voz, pero insignificante en lo demás). Causó sensación, pues nunca habíamos visto un cantante que fuera buen actor de veras. En camarines, cuando lo entrevistamos, se veía tan distinto al personaje, que era difícil reconocerlo.
Y pasó algo curioso. Durante el intermedio, yo recorrí los pasillos y el hall central, como buscando a quien comunicar mi entusiasmo. Y me encontré a bocajarro, con Karoly Szedenyi, mi maestro del ballet, con el cual había peleado y en público lo que se suponía nos había convertido en enemigos mortales. Pero, nos vimos y corrimos a abrazarnos apretadamente. No era reconciliación ni mucho menos, se trataba de la emoción de haber visto y escuchado a alguien excepcional (ambos amábamos el teatro). Esa fue la última vez que nos vimos.
Lo mismo que los bailarines Sulima,el maestro Szedenyil se fue a los EEUU donde se convirtió en un respetado maestro de ballet, y falleció en Nueva York a los noventa y tantos.
De haberlo sabido, lo habría visitado durante mi primer viaje a esa ciudad.
Afuera, el perro Niki González metido en su casucha, ladra y ladra. Sé muy bien lo que eso significa. Es una manifestación de protesta por no haberlo sacado a pasear.
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De: diana72 |
Enviado: 30/11/2015 02:02 |
Grandes temas Laura, se ve que tienes un baúl con tus vivencias. Muy entretenido y excelentemente descrito todo. Me encanta, gracias |
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De todos ustedes esperamos nos relaten sus vivencias. A veces, hay recuerdos que reflotan en la memoria, momentos que no se olvidan, pueden aparecer por asuntos triviales, aparentemente sin importancia, pero si permanecen, es que han tenido relevancia para nosotros.
Hay pequeños acontecimientos diarios. Puede ser que una noche cualquiera, nos topemos con un caracol que trabajosamente se abre paso a través de la terraza. Habitualmente los destruímos para que no devoren nuestras plantas, sin embargo, a veces, no nos atrevemos a interrumpirlos y les perdonamos la vida. Puede que coincida con días en que estamos enfermos, hasta tememos por nuestra vida y eso nos insta a respetar las pequeñas vidas ajenas.
¿Por qué no compartir?
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De: paty |
Enviado: 01/12/2015 00:29 |
Laura como dice Diana posees un baúl de vivencias. Y nos haces disfrutar con esas vivencias de un bagaje cultural increíble. Parece que tu vida ha sido muy entretenida. |
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Anoche, última hora, me comunicaron la noticia. Se había marchado nuestro compañero de muchos años, el profesor, director, ensayista y poeta, Enrique Darío Lamas Morales. Viajó a Francia, como todos los años, a compartir el verano europeo con su hija. Padecía de un cáncer rebelde. No sobrevivió al tratamiento. Nos costó asimilar la noticia. En su casa lo esperaba sólo el Pitufo, el perro viejo, medio ciego, recogido de la calle, el único compañero de su viudez.
Copio aquí uno de los poemas de la antología "Revuelo de Palabras" - que compartimos - publicada el pasado año:
HISTORIA DEL TIEMPO
Enrique Darío Lamas
De un telégrafo de palomas que picoteaban en morse llegó el comunicado: “El tiempo que viajaba con todos sus relojes en la antigua diligencia del Oeste, fue asaltado, detenido, secuestrado. No pudieron impedirlo los veloces y apocalípticos caballos ni el sol furioso, ni los lagartos vigilantes en las más altas rocas.” ¿Es que vamos a creerles a estas avecitas poetisas- periodistas sensacionalistas? Muchas veces intentamos detener al señor tiempo: vaciamos las arenas de relojes embudos, nos bebimos el agua de las bellas clepsidras, reventamos las horas con campanas guerreras. Pero nada. Pobre tiempo desnudo con las manos vacías que lanza sus instantes desde ese cielo puro, sin dar un paso en falso, lanzándose al vacío. Intentamos cercarlo con ayuda de crónicas, calendarios, almanaques, agendas y repiques y con discursos llorosos por el fin de los tiempos. Lástima por la juventud que dice no tener tiempo. Pero este renace como Lázaro y entrega sus momentos. Señoritas: palomas poetisas, periodistas palomas, el tiempo es un ser inasible, el tiempo no tiene historia.
Las palabras son gregarias como nosotros. Solitarias pierden su ser, su brillo. Si decimos libertad o igualdad cada una por su cuenta, ya no dicen lo que alguna vez dijeron. Algunos las preferirán batalladoras y conducirán insultos, agresiones y calumnias; las escucharemos con las manos apretadas en las sienes para que no huyan enfurecidas las palpitaciones; pero en nuestro territorio, el de Huidobro de la Mistral, Neruda y tantos otros y otras de aquí y de allá, la palabras paroles, words o como usen llamarlas debemos primeramente dejarlas mansitas con un poquito de cariño y después esquilarlas; con la esquila tejer sueños, con el balido, baladas y canciones, Más allá de las palabras sentiremos el vértigo del salto desde lo finito a lo infinito el tironeo de la cuerda que distancia lo real de lo absurdo, de lo que nos sucede con lo intemporal la oscilación constante entre lo posible y lo imposible, la conversación trivial de lo cotidiano y lo mágico. Más allá de las palabras habrá una epifanía y un refugio seguro anudado al universo.
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Resignada a no contar con el auxilio del fiel “machucado” , que ya no puedo conducir por mi visión en condiciones precarias, emprendo el viaje a través de unas pocas, pero bravas, cuadras de mi barrio. Por esos asuntos mas o menos burocráticos, me apronto al recorrido. Aconsejada por el socio, dejo la cartera en casa, pongo mi carné en el bolsillo y meto cartas, afiches y documentos en un bolso desechable. Por no tener la visión suficiente para buscar mis sombreritos protectores, pido prestado el del maestro constructor. Ayudada con un bastón, heredado de un tío mucho más alto, emprendo la peregrinación, cerro arriba.
Resulta curioso ver los detalles del paisaje paso a paso y entrevistos, apenas, desde un vehículo. Aparecen las piedras sueltas, el pavimento desigual, la basura en los bordes de la acera. También aparece una “animita” al pie de un verdadero acantilado de tierra blancuzca. Quien sabe quien fue aquel que murió en el lugar. Para que se lo recuerde de tal manera, es que falleció de muerte violenta. El los muros, lucen los rayados y pinturas de aquellos a quienes no les bastan los muros de sus casas y se sienten casi forzados a expresarse a todo lo abarcable de la geografía. Encuentro mensajes en el suelo. A lo largo de tres cuadras, alguien se preocupó de escribir: “16 de junio, 2015 el día más feliz de mi vida”, después de unos cuantos tramos, siguen los escritos: corazones unidos, unos Te amo, otros Gracias por Existir, los nombres de esa pareja feliz: Kevin y Dafne. Nombres inspirados en teleseries y que calzan mal con sus posibles apellidos. Nombres de pueblo, de inspiración popular, que no se resignan a los tradicionales. Me cruzo con otro transeúnte enbastonado. Nos lanzamos una oblicua mirada cómplice.
Llego, por fin, con el auxilio del bastón – demasiado grande – y de las gafas de sol, oscurísimas, que sirven para proteger el ojo operado, pero de poca utilidad para la visión, al primer destino. El interlocutor es amabilísimo. Cumple su esperada labor, porque se trata de una sede política. Me dirijo al segundo, y al pasar por un café conocido, de aquellos que preparan café “de verdad”, con acompañamientos ad hoc, recuerdo que no traje dinero, y me siento miserable. Dicho café es regentado por una pareja de californianos, en una esquina de cerro y que cuentan con una enorme estantería llena de libros para que se entretengan los clientes. Demasiado bueno para el barrio. Ojalá les vaya bien y se queden por largo tiempo.
Mi segunda diligencia se logra cumplir rápido y me devuelvo a la tercera. Allí me encuentro con funcionarios municipales habituados a tratar a los consultantes como si fueran discapacitados mentales. Además, arrogantes. No resisto la tentación de contagiarme.
Regreso, absorbiendo cada detalle de los antejardines, las huellas que cada uno va dejando en el paisaje, me demoro y observo todo con ojos nuevos. Pero, como son ojos que están perdiendo la visión, todo lo que entra por ellos es valioso, refleja el cuidado y el descuido de los vecinos, la basura, pero también el esmero.
Llego por fin a casa, cansada, pero contenta. Sólo lamento no haber llevado la cámara para captar todos esos detalles que sólo se aprecian caminando.
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