Entrevista de Sergio Israel (Uruguay) a
José Antonio Ferrer Benimeli
Gentileza del Q:. H:. Ruben Preschel
José Antonio Ferrer Benimeli nació en la provincia de Zaragoza (España) casi
al mismo tiempo que la dictadura de Francisco Franco —que comenzó el 18 de
julio de 1936— y por ello creció escuchando que masones, rojos y judíos eran
la causa de todos los males. Convertido en sacerdote jesuita y en un
historiador con más de 50 libros publicados acerca de las logias masónicas,
visitó Montevideo para dar algunas conferencias invitado por la Gran Logia de
la Masonería del Uruguay.
El martes 29, ante un auditorio de la principal sala del Ateneo de Montevideo,
Ferrer Benimeli habló de la historia de la hermandad y adjudicó la presencia de
tanto público a que ésta "sigue suscitando morbo".
Durante una entrevista con Búsqueda se refirió a la persecución que hubo en
su país, al carácter de masón del ex presidente Tabaré Vázquez y opinó que
en el mundo la fraternidad buscada "está cada vez más lejos".
—En su conferencia habló del "fracaso de un ideal". ¿Piensa que los principios
de libertad, igualdad y fraternidad han logrado impregnar a las sociedades en
las que actúa la Masonería?
—Si el objetivo de la Masonería es buscar una sociedad cada vez más fraternal
entonces ha fracasado porque estamos cada vez más lejos de esa fraternidad.
Pero el fracaso es de todas las iglesias y de todos los líderes, porque si lo que
pretendemos es una sociedad cada vez más fraternal es muy difícil entender lo
que hoy mismo está pasando en Siria, los países islámicos y en los países
europeos o aquí, con esas divergencias que hay entre clases y posiciones más
ricas y menos ricas. Hoy estamos en crisis, lo tenemos que reconocer todos.
Crisis universitaria, crisis de valores, crisis económica, crisis política. Las
mismas iglesias están en crisis, no hay vocaciones. O se cambian bastantes
cosas o de aquí a 10 o 15 años no va a haber demasiados ministros de culto.
Por eso la prisa por incorporar al laico en ciertas actividades.
—En España, particularmente, en términos históricos se ha reducido la
influencia de la Masonería, ¿no es así?
—España es un fenómeno atípico porque ha estado prohibida la Masonería
desde el año 1738. Se funda en 1717, así que imagínese. Y ha sido legalizada
por primera vez en 1982. Sobre todo fue reprimida en los últimos años de la
dictadura franquista. Es que Franco estaba obsesionado con la Masonería. No
había discurso en el cual no se refiriera a ella como a un enemigo a abatir.
—¿Eso de debió a que la II República tenía muchos masones en su gobierno?
—Bueno, nosotros los historiadores lo que podemos constatar es el hecho; las
raíces creo que corresponde más al psiquiatra que al historiador. No sé si se
debió a una experiencia personal, a un rechazo de la Masonería hacia él; no lo
podemos saber con exactitud. Lo que sí podemos afirmar es que estaba
obsesionado. Llegó incluso a escribir un libro contra la Masonería, que firmó
con un seudónimo y el guión de una película, "Raza". Y en el último discurso,
cuatro semanas antes de morir, en el balcón del Palacio de Oriente, volvió a
hablar del contubernio comunista-judeo-masónico. Hemos sido educados en un
concepto de que la Masonería eran unos señores que se vestían de negro, se
reunían en sótanos y asesinaban niños; una leyenda verdaderamente
demencial.
—En Uruguay, Gabriel Terra, que fue gran maestro de la Masonería, dio un
golpe de Estado en 1933 y durante la dictadura que gobernó entre 1973 y 1985
fue perseguida al principio pero después mantuvo en su seno a destacados
miembros del régimen. ¿Qué explicación tienen esas diferencias con España?
—Esa es una situación normal. El caso nuestro es atípico. Aunque las
dictaduras de preguerra en Europa como las de Mussolini, Hitler, Petain o
incluso de la Unión Soviética también persiguieron a la Masonería. Ya en el
congreso de la III Internacional de 1921 se declara la incompatibilidad de ser
comunista y masón en cualquier país del mundo porque la Masonería estaba
dominada por los países imperialistas y porque el dogma de la fraternidad va
en contra del dogma de la lucha de clases. Eso es lo curioso de Franco, que
luego identificaba a los masones con los comunistas y judíos. ¿Eso a cuento de
qué? Y además, Franco estaba dando pasaporte a judíos para escapar de la
persecución de los nazis. Franco era astuto, era gallego. Tenía un lenguaje
para el exterior y otro para el interior. Cuba fue el único país socialista en el
cual no desapareció la Masonería porque los líderes de la revolución
independentista, los padres de la patria, fueron masones y el abuelo del propio
Fidel Castro también. Fidel, como Napoleón, no entró pero controló a través de
ella. En Cuba hay dos poderes: el de Fidel y Raúl y el del Partido, que no es
exactamente lo mismo. La Masonería en Cuba está muy vigente y la integran
clases medias y bajas, que viene a ser como una sociedad de socorros mutuos
debido a las dificultades por las que se está pasando.
—Una de sus conferencias versó sobre Masonería e Iglesia, un asunto asaz
controvertido. ¿Cómo es la relación de la Masonería con la Iglesia Católica?
—Es un tema muy largo. El primer enfrentamiento no es de la Iglesia Católica
contra la Masonería; el primer enfrentamiento es por razones puramente
políticas. La Masonería nace con una idea de tolerancia después de las
guerras de religión en Europa. Eso lo podemos entender hoy si lo comparamos
con los países con fundamentalismo islámico, en los cuales en el nombre de
Dios se mata. Eso es una cosa muy peligrosa. En aquella época, la primera
asociación que rompe con el estatus social de intolerancia son los masones.
Son los primeros en admitir a quienes piensen de cualquier forma política y de
cualquier religión y, en el sentido del siglo XVIII, fue revolucionaria. No es de
extrañar que las autoridades protestantes, musulmanas —como el sultán de
Constantinopla en 1748— o católicas, prohibieran las reuniones de los
masones en base al Derecho Romano y por razones políticas, no religiosas.
Muchos religiosos se convierten en masones. En los archivos vaticanos hay
documentos que prueban que se condenó a la Masonería sin conocer qué era.
La revolución francesa termina con la Masonería tal como se conocía hasta ese
momento. Luego, Napoleón Bonaparte, que no era masón, fomentó una
Masonería a su servicio nombrando maestros a todos sus generales y
mariscales, con fines imperialistas, militares, que mantiene la estructura
exterior pero a su servicio. Esto dura hasta la batalla de Waterloo, que es la
batalla donde más masones mueren, a ambos lados.
—En Uruguay, Tabaré Vázquez, que es un masón, fue el primer jefe de Estado
electo por un partido de izquierda y podría volver a la Presidencia. Eso, según
se ha informado, provocó un crecimiento de la Masonería en el país. ¿Cómo
valora usted esos dos acontecimientos?
—No conozco muy bien la historia de la Masonería en Uruguay pero puedo
hacer la transposición a otras que sí conozco. Existe una creencia popular de
que haciéndose masón uno puede ascender y será ministro la semana que
viene. El masón, cuando quiere entrar en logia, tiene que pasar por unas
encuestas masónicas que se llaman el balotaje. Designan tres masones para
que se entrevisten con él, hagan un informe y en base a eso se vota con
bolillas blancas y negras, bastando una negra para que no se le acepte. La
experiencia que hemos hecho en los archivos de la Masonería donde figuran
estos informes es que los que ingresan para mejorar social o políticamente son
los primeros en salir cuando se dan cuenta de que eso es falso. Y si la gente es
suficientemente noble cuando le están haciendo las encuestas le dicen: Basta,
ya te puedes ir.
—En Uruguay, con Vázquez presidente, por primera vez en muchos años los
comandantes en jefe de las tres fuerzas fueron masones. ¿Usted sabe eso?
—No conozco este tipo de historia en Uruguay pero en España hay un viejo
refrán de la época de la II República entre los militares: "¿Quién está por
encima del escalafón? El que es masón". Pero tampoco corresponde a la
realidad. Hemos estudiado mucho la relación de los militares masones en
España e incluso hemos publicado un diccionario con la biografía masónica y
profana. Nos hacemos siempre la pregunta: ¿qué es lo primero? ¿Ser militar o
ser masón? Y la respuesta es muy sencilla: el ser militar. Predomina en todos
ellos el ser militar. Cuando Franco se subleva contra la República, el jefe de la
región de Zaragoza, el general (Miguel) Cabanellas, era masón. El gobierno de
la República manda un general masón de aviación para lograr que se
mantenga leal y no apoye el levantamiento. Cabanellas lo fusila a él y al piloto.
Hubo masones a ambos lados. Franco reprimió a los masones entre los
militares. Luego de terminada la guerra, cuando se enteró que militares que
habían combatido con él, como el coronel Agrados en Huesca, eran masones,
los expulsó del Ejército y hasta lo dejó sin pensión. No conozco el caso de
Tabaré Vázquez pero no es un argumento que el presidente sea masón para
que haya un crecimiento. La Masonería no tiene ningún poder. No va a ningún
lado; es un mito. El mito del poder mundial de la Masonería viene del siglo XIX
y es alimentado por la antimasonería.
—El carácter secreto o al menos reservado que se mantiene en Uruguay,
¿ayuda al mito?
—Puede ser. Hoy están tratando de abrirse un poco más. Al menos en la
mayor parte de los países de Europa se pueden visitar sus templos, tienen
hospitales, universidades. Aquí hay un atraso en ese aspecto pero va en esa
línea. La Masonería auténtica se debe mantener al margen de la política y de la
religión. No se dan o no deben darse directrices.
—¿Por qué no aceptó integrar una logia?
—Amo la libertad más que los masones por eso no he ingresado aunque me
han invitado. La otra respuesta es: porque los conozco demasiado. Pero lo más
importante es que el investigador debe mantenerse neutral. Si me hago de una
de las 16 logias que hay en España me enfrento con las otras 15, porque
desgraciadamente están fraternalmente enfrentadas entre sí.