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General: El Anillo Masónico -
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: Kadyr  (Mensaje original) Enviado: 03/11/2023 02:43
El Anillo Masónico    -                                                                                                   En principio, como expresión del simbolismo del circulo, el anillo
representaría a la unidad de la Creación como un todo, la eternidad
del tiempo cíclico y la plenitud; y también como el Ouroboros, la
serpiente o dragón que se devora a sí mismo, evoca una iluminación.
La forma circular del anillo, ya con el símbolo de la escuadra y el
compás, significan un compromiso para quien lo porta, una forma de
decirle a mundo, yo soy masón y debo comportarme como tal.
 En todos lo relatos griáliticos y del Anillo se observa un constante
mensaje: cuando  cualquiera  de ellos cae en manos equivocadas,
conduce al desastre de él que lo porta y de su entorno.
En este caso estamos ante una situación surgida de una tradición
iniciática común en muchas escuelas, la de poseer una anillo,
autodestructivo cuando quien lo posee no es un legitimo masón.
Esto ocurre, por ejemplo, con el mítico anillo mágico de Salomón, que según el Talmud permitía al rey sabio el control  de los elementos y por cuyo poder invocó a Asmodeo, el demonio patrón  del cálculo arquitectónico y las matemáticas, esto para construir el Templo de Jehová.
 El anillo masónico aludiría precisamente a la alianza entre todos los masones de la tierra, alianza sobre la cual se funda el poder unitivo de la Masonería,  unión tan real, como  también legitima entre los herederos de los Augustos misterios.  
En muchísimas culturas, hemos notado la presencia de un ente místico,
un símbolo realmente importante en la mitología o la religión, un
elemento imprescindible para la “magia” de la tradición. De alguna
manera, las leyendas metafísicas hacen presencia en el mundo real.
Algunas culturas han optado por la veneración a animales (las vacas en
la India), otras a alimentos (la hostia en el cristianismo), otras
simplemente usan objetos que representan sus dioses (como las estatuas
de los griegos, las imágenes de las iglesias, o los ídolos de las
tribus indias). 
El hombre ha tratado por todos los medios, llevar a cabo ese poder que
tienen sus dioses imaginarios. De ahí la creación de la magia, y como
rama a partir de ella, la ciencia. Pero a los magos no les bastaba con
hacer acto de presencia y decir un par de palabras mágicas para
formular hechizos y sanar enfermos. Además, tenían que portar un
objeto mágico que lo dotara de esta virtud, de este arte. Hablamos del
anillo. 
Pero el anillo no sólo aporta sabiduría a los magos, además tiene
connotaciones de riqueza, soberanía y majestuosidad. Para llegar a
esta conclusión he ido recopilando anécdotas de las culturas, leyendas
y, en definitiva, mitologías más célebres de la historia del hombre;
yo incluso me atrevería a decir que se trata de las más bellas. 
La tradición de cuentos de búsquedas de anillos nació incluso antes de
que se construyeran las pirámides de Egipto o de que se levantaran los
muros de Babilonia. Perduró a la gloriosa civilización griega y al
poderoso Imperio Romano. Sobrevivió a la caída de los dioses paganos,
y a la aparición de los iconos fundadores de las religiones más
importantes del mundo contemporáneo: Buda, Cristo y Mahoma. Mientras
la historia del mundo se abría paso y se iba tejiendo, las historias
de los anillos perdidos continuaban, detrás del telón. 
Las primeras leyendas de anillos aparecieron por vez primera entre los
pueblos tribales, mucho antes de que comenzara a usarse la escritura.
Podemos asegurar que han pasado unos cinco mil años entre el primer
chamán que aseguraba tener un anillo mágico y la ópera prima de
Tolkien. Este profesor de inglés y estudiador de los orígenes de la
lengua anglosajona, se propuso ampliar, si no crear, la pobre
mitología inglesa. Conocía la mitología clásica, la nórdica y la
escandinava, y se lamentaba de que su tierra no tuviera una mitología
tan amplia como la de aquellos países. Casi sin quererlo, creó una
mitología épica muy amplia que abarcaba la eterna lucha entre el mal y
el bien, la ambición y la resignación, el poder y la humildad. En este
caso, la posesión del anillo significaba poder sobrenatural y poder
sobre el resto de seres. El anillo te convertía en un dios, pero a su
vez, te esclavizaba sin poder deshacerte de él. 
No todas los anillos en las diferentes culturas son como la concepción
Tolkieniana. Para ello, analizaremos fugazmente algunos hechos reales
aislados: 
La dactilomancia y las Guerras de los Anillos. 
Gran parte de la mitología europea se basa en la búsqueda del anillo.
Pero esta búsqueda no tuvo presencia exclusivamente en los cuentos de
hadas y las leyendas sino que, además, es una gran parte de la
historia real. La noción de que un imperio pudiera llegar a arruinarse
a causa de una guerra provocada por un anillo es un evento histórico
improbable, pero sí una sugerencia lícita: para el antiguo erudito
Plinio la causa directa de la caída de la República Romana fue una
disputa por un anillo. 
Plinio escribió que hubo una pelea entre el famoso demagogo Druso y el
jefe del senado Caepio por la posesión de un simple anillo. La disputa
se convirtió en una lucha sangrienta, que más tarde desembocaría en la
guerra civil, que acabó con la República Romana. 
Otra tradición histórica, atribuye directamente a un anillo la caída
del imperio marítimo de Venecia. En sus días de gloria, Venecia
gobernaba el Mediterráneo mediante una flota poderosa. Para celebrar
este poder marítimo, un día al año el Duque de Venecia salía al mar
Adriático para festejar el “matrimonio” entre Venecia y el mar, y
arrojaba un anillo de oro a las profundidades del mar Adriático.
Varios días después de una de estas celebraciones, el Duque organizó
una fiesta en la que se servía un gran pez. Cuando le sirvieron la
correspondiente ración al duque, se encontró en el vientre del pez el
anillo que él mismo había tirado. Esta devolución del anillo se
interpretó como un mal augurio para el Ducado, ya que el anillo
simbolizaba la alianza entre Venecia y el Mar. Pronto, los
acontecimientos confirmaron la profecía: ese mismo año tuvo lugar el
colapso del imperio veneciano. 
La dactilomancia, o uso de anillos para la adivinación y la magia, se
ha practicado seriamente a lo largo de la historia. También llevó a
confusión este uso de anillos “mágicos”, ya que no se sabía
exactamente dónde terminaba la magia y comenzaba la ciencia o la
medicina. Un ejemplo claro ocurrió en Holanda en el siglo XVI. El
hombre más instruido y el más excelente médico de la región de Arnhem
(en aquel entonces Gelderland) fue llevado ante el Canciller por ser
acusado de tener un anillo que le dotaba de sus poderes curativos.
Además declaraban que el médico consultaba constantemente al demonio
que estaba contenido en la alhaja. El médico fue proscrito de
inmediato por hechicería y sentenciado a muerte. Parece que se le dio
menos importancia al mago que al anillo, el cual fue destruido de un
martillazo. 
En el siglo XIV, se dio un caso de posesión de un anillo mágico en el
entorno a la casa real. La amante del Rey de Inglaterra Eduardo III,
Alice Perrers de Anglia, fue acusada por el parlamento de encantar al
rey a partir de anillos mágicos, y por esta razón, el rey abandonó la
reina. Como consecuencia, Alice fue desterrada para siempre de la
corte y de la sociedad de los nobles. 
Un caso muy curioso se dio en la antigua Bizancio hace unos diecisiete
siglos, cuyo rey fue tachado de incompetente. Por este motivo, los
aristócratas consultaron a un oráculo. Éste practicaba la
dactilomancia (adivinación por el anillo). La práctica consistía en
hacer oscilar un anillo amarrado de una cadena sobre una tabla con un
círculo con las letras escritas. Preguntaron quién sería el sucesor al
emperador, y según los presentes, el anillo de oro decididamente fue
de letra en letra hasta deletreas: T-E-O-D. El emperador regente,
mandó a matar a Teodoro (popular aristócrata) y continuó con el cargo.
Pero cuando el imperio comenzó a decaer, los visigodos atacaron al
emperador, y en medio de esta confusión, subió al trono un despiadado
general cuyo nombre era: TEODosio, conocido más tarde como el
Emperador Teodosio el Grande. 
Que lo creamos o no, es un asunto personal, pero sí podemos afirmar la
presencia de una creencia popular, hasta el punto de llegar a condenar
a muerte a personas por la posesión de anillos con poderes extraños.
Es comprensible la creencia de antaño en una magia incierta que
consistía a veces en sanar a personas o que engatusaba a personas de
las que después se decía que habían sido “encantadas”. 
Más casos de acusaciones 
Otros casos que merecen ser fugazmente nombrados son los de Juana de
Arco, acusada de utilizar anillos mágicos para hechizar y curar; el de
Jerónimo, el Canciller de Mediolanum, cuya ruina y perdición se debió
a la falsa sabiduría de un anillo profético que le hablaba; el de un
tal Joalium Cambray, que se había convertido en esclavo de un anillo
de cristal en el que podía ver todo lo que los demonios de su interior
le demandaban; el de un artista veneciano llamado Pythonikes, acusado
de obtener su virtud para la escultura de un anillo encantado
(llegando a creer él mismo que su fama se debía al anillo) que además
lo sometía a su poder, sin poder deshacerse de él (como el efecto que
hace el Anillo Único en Frodo); etc. Todos estos casos se encuentran
resumidos en un libro que escribió el célebre Sir Walter Scott. 
Todos estos testimonios son reales. Es una evidencia de que la
dactilomancia o “adivinación por el anillo” era muy usual en la
antigüedad. Todos creían en esta magia y, en consecuencia, en demonios
y brujas. 
Reflexión sobre la creencia y el nacimiento de la magia 
El nacimiento de la magia como tal, se debe en cierta manera, a la
ignorancia del pueblo (atribuían poderes a anillos, en vez de
atribuírselos a posibles plantas medicinales o aromas que se aplicaban
en la misma sesión) o incluso al autoengaño, tratándose en este caso
de cuestiones psicológicas (creerse uno mismo tener poderes
sobrenaturales y aplicando placebos que “sanan” a los enfermos).
Imagínese como agravaría la credibilidad en brujas si uno mismo
experimentase sensaciones psiconáuticas (como los casos de Salem,
donde las víctimas de muchas brujas sufrían “viajes” y alucinaciones
por causa de la ingestión de un hongo alucinógeno). Pero tal vez esto
se trate de un simple caso de paranoia individual que finalmente
desemboca en esquizofrenia colectiva. 
Eran numerosas las técnicas a seguir en la dactilomancia, y eran
usadas popularmente como método de detección de mentiras. Una de ellas
era llenar un cuenco de agua, y un anillo que colgaba del dedo se
balanceaba sobre el cuenco, y así, según la pregunta planteada, se
obtenía una declaración, o confirmación, de su falacia o verdad. Si lo
que declaraba era cierto, el anillo, sin ningún impulso exterior,
golpeaba los lados del cuenco un cierto número de veces. La confianza
en un acusado dependía de la simple oscilación de un anillo sobre un
cuenco lleno de agua. Muchas atrocidades pueden ser contempladas en la
historia de la humanidad, pero para que podamos retractarnos de
nuestros errores, hemos tenido que cometerlos con anterioridad. Y
podemos asegurar que son estos errores los que han hecho que en la
actualidad juzguemos con un podo más de cautela. 
La Iglesia y el Anillo 
Para la Iglesia, el anillo simbolizaba las creencias paganas, y por
tanto, el enemigo. La Santa Inquisición era la perseguidora de brujas
y magos, y el anillo era la clara identificación de todos ellos. Así
como el cristianismo está representado con una cruz, no cabe duda que
la imagen representativa de las creencias paganas era el anillo.
Además, era el símbolo dominante en la cultura vikinga, enemigo nato
de la cristianización europea a finales del primer milenio (el anillo
simbolizaba la adoración a Odín, dios vikingo). Después de la caída
del Imperio Romano, los asentamientos cristianos, las iglesias y los
monasterios en Europa recibieron el azote de la cultura vikinga
durante siglos, por tanto, no es raro que la Iglesia viera en el
anillo la mayor amenaza para la autoridad de la cruz. 
Pero dentro de la misma Iglesia, el anillo representa una unión
inseparable entre la relación divina y humana, por tanto, también es
un elemento importante para los católicos: el Papa lleva un anillo
como símbolo de posición y cargo como símbolo de sumisión perenne a
Dios, como el resto de cardenales y sacerdotes que asumen una
responsabilidad con la Iglesia; los matrimonios cristianos también
llevan un anillo en su dedo como símbolo de alianza mutua e
irrompible, donde Dios está como testigo; las monjas se “casan” con
Cristo con un anillo de oro mediante el cual simbolizan su sumisión a
él... 
El anillo en sí es un icono popular, y tiene un fuerte significado.
Hay bastantes acepciones del anillo: unión, sabiduría, poder... pero
eso lo explicaré en otro apartado. 
El anillo era también el símbolo del alquimista. El anillo en este
caso tiene una forma determinada: lo forma una serpiente que se muerde
la cola, representando la búsqueda del conocimiento prohibida por la
Iglesia. Este anillo tiene nombre propio: Ouroboros. A causa de las
persecuciones que sufrían los alquimistas, se vieron obligados a
ocultar su sabiduría disfrazando sus escritos (que trataban de sus
experimentos) en registros codificados. Para ello, transmitían sus
estudios místicamente, al igual que la Biblia está basada en metáforas
y fábulas, e inventaron un lenguaje secreto. 
El secreto del anillo radica en su fabricación. En definitiva, la gran
sabiduría de los alquimistas se basaba en el conocimiento de la
metalurgia, que se ocupa del secreto de la fundición y la forja del
hierro. Este arte fue descubierto hace unos tres mil años en las
montañas del Cáucaso. Fue el secreto primordial de la época (la Edad
de Hierro), que además fue celosamente guardado, ya que quien conocía
el arte de la fundición del hierro era capaz de ganar cualquier
batalla (nacimiento de las primeras espadas y lanzas). Además era un
condimento fundamental para la creación de herramientas. La Edad de
hierro transformó a simples campesinos en feroces guerreros culpables
del despojo de tierra de aquéllos que no conocían el hierro. El héroe
que conocía los secretos del anillo del alquimista, salvaba
literalmente su nación. 
Si uno examina en diferentes culturas el anillo como icono, se
encontrará con ciertas constantes: el mago, el herrero, la espada, el
enano, la doncella, el tesoro y el dragón. Son símbolos
característicos de la fantasía épica, donde se ve mezclada la realidad
con la aparente ficción. 
Ningún pueblo en la historia estuvo tan obsesionado con la búsqueda
del anillo como los vikingos. El anillo significaba para ellos
riqueza, honores, fama y destino para esta gente guerrera. Tal vez
porque lo relacionaban con el poder de la metalurgia o de los
alquimistas. Además, su mitología está ligada con este símbolo
circular, ya que los dioses eran señores del anillo de los cielos y
los reyes, eran señores del anillo de la tierra. 
Entre los vikingos, el anillo de oro era una forma de valor corriente,
un don honorífico, y a veces una herencia de héroes y reyes. Los
barcos con anillos en la proa eran presagio de fuego, muerte y
destrucción. He aquí un ejemplo de símbolo de poder bélico


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