El planeta Venus es realmente uno de los más misteriosos del Sistema Solar. Y los seres humanos tenemos la tendencia a creer que las cosas, especialmente en lo que se refiere al Sistema Solar, no han sufrido cambios a lo largo de muchos milenios. Pero todo parece indicar que ello no ha sido así. Para hacerle el honor que le corresponde, la mitología presenta a Venus como una importante diosa romana relacionada con el amor, la belleza y la fertilidad, que desempeñaba un papel crucial en muchas fiestas y mitos religiosos. Venus también se relaciona con la diosa griega Afrodita y la diosa etrusca Turan, diosa del amor y la vitalidad, patrona de la ciudad etrusca de Vulci. Usualmente se describía a Turan como una joven muchacha alada en las obras de arte. Las palomas y los cisnes negros eran sus animales sagrados, y su séquito se llamaban las Lasas. También era la esposa de Maris. Se asociaba con la griega Afrodita y la romana Venus. Como sucede con la mayoría de las demás deidades del panteón romano, Venus debe sus atributos a los mitos griegos de Afrodita o de Turan, la diosa etrusca de la vegetación y los jardines. En algunos mitos latinos se considera que el dios Eros era hijo de Venus y de Marte, el dios de la guerra.
Venus es el segundo planeta del Sistema Solar más cercano al Sol, y uno de los más pequeños. Se trata de un planeta de tipo rocoso, llamado con frecuencia el planeta hermano de la Tierra, ya que ambos son similares en cuanto a tamaño, masa y composición, aunque totalmente diferentes en temperatura y condiciones atmosféricas. Y su órbita es la más circular de todos los planetas. Su presión atmosférica es 94 veces superior a la terrestre, teniendo la presión más alta de todos los planetas rocosos. A pesar de estar más lejos del Sol que Mercurio, Venus posee la atmósfera más cálida, pues absorbe mucho más calor del Sol. Este planeta además posee el día más largo del sistema solar: 243 días terrestres, y su movimiento es retrógrado, por lo que en un día venusiano el Sol sale por el oeste y se esconde por el este. Al encontrarse Venus más cercano al Sol que la Tierra, solo se puede ver unas cuantas horas A pesar de ello, cuando Venus es más brillante, puede ser visto durante el día, siendo uno de los tres únicos cuerpos celestes que pueden ser vistos de día a simple vista, además de la Luna y el Sol.
El planeta Venus es normalmente conocido como la estrella de la mañana (Lucero del Alba) o la estrella de la tarde (Lucero Vespertino) y, cuando es visible en el cielo nocturno, es el segundo objeto más brillante del firmamento, tras la Luna. Por este motivo, se considera que el planeta Venus debió ser conocido desde los tiempos prehistóricos. Sus movimientos en el cielo eran conocidos por la mayoría de las antiguas civilizaciones, adquiriendo importancia en casi todas las interpretaciones astrológicas del movimiento planetario. El símbolo del planeta Venus es una representación estilizada del espejo de la diosa Venus: un círculo con una pequeña cruz debajo, utilizado también hoy para representar el sexo femenino. Siendo, al igual que Mercurio, un planeta interior, Venus nunca se aleja demasiado del Sol y por ello los antiguos mexicanos relacionaron este planeta con el astro rey. No es accidental que en distintas culturas Venus haya sido uno de los astros mas venerados. El especial interés en Venus persiste hasta nuestros días y es a Venus a donde se han enviado el mayor número de naves espaciales. En particular, la civilización maya elaboró un calendario religioso basado en los ciclos astronómicos, incluyendo los ciclos de Venus.
Venus tenía una gran importancia para los Mayas, que lo conocían bajo diversos nombres: Xux Ek o estrella avispa, ya que creían que en determinados momentos la luz del planeta era perjudicial; Nok Ek, la gran estrella; Sastal Ek, la estrella brillante, por su intenso brillo; Chac Ek, la estrella roja, por el color que adquiere cuando está cerca del horizonte. Venus es también Ahzab Kab Ek, la estrella que despierta a la Tierra. Venus está asociada al dios Kukulcan entre los Mayas, el equivalente de Quetzalcoatl. Cuando uno considera el movimiento de un planeta, el ciclo que rige su posición en el cielo es el denominado ciclo sinódico, que es el lapso de tiempo que tarda el planeta en cuestión en adquirir la misma posición relativa con respecto al Sol y la Tierra. En el caso de Venus su periodo sinódico de 584 días era dividido en cuatro partes por los Mayas: durante 236 días Venus es la estrella de la mañana (Ahzab Kab Ek); los 90 días posteriores corresponden al paso de Venus por detrás del Sol, o conjunción superior; después vienen 250 días en que Venus es la estrella de la tarde, seguidos por un breve, pero importante, período de 8 días en los cuales Venus se halla en la conjunción inferior, es decir delante del Sol, en que desaparece de la vista al no poder refleja su luz hacia la Tierra. Es al reaparecer después de los 8 días, que dura la conjunción inferior, en que se creía que su luz podía ser altamente perjudicial para los hombres, causando “muerte, pestilencia y destrucción“, dependiendo del día en que se produjera la reaparición dentro del calendario ritual de 260 días. La creencia de la mala influencia que podría tener Venus al reaparecer después de la conjunción inferior, persistió hasta los Aztecas, quienes de acuerdo a los anales de Quauhtitlán, pensaban que sus “penetrantes rayos” podían causar heridas.
Pero a lo que los Mayas daban la mayor importancia era a los ciclos de Venus. Esto es algo que todavía hoy en día constituye un enigma. 5 ciclos sinódicos de Venus corresponden a 8 años de 365 días (5 * 584 días venusianos = 8 * 365 días terrestres = 2920 días). La conexión con el “año ritual” de 260 días se daba después de un Huehuetiliztli, período de 104 años que corresponde a 65 ciclos sinódicos venusinos y 146 “años rituales“. Estos números están redondeados, ya que el ciclo sinódico de Venus es en realidad de 583.92 días mientras que el año terrestre dura 365.24 días. Los Mayas tenían precisas tablas para corregir las pequeñas discrepancias entre el periodo sinódico de Venus, el año terrestre y otros ciclos. Así, al haber transcurrido 301 ciclos de 584 días, los Mayas habían restado en total 24 días, tal como nosotros hacemos al agregar un día cada cuatro años, y con este ajuste podían predecir la posición de Venus con un error de tan solo 2 horas en 481 años. ¡Realmente increíble! El conocimiento de este ajuste por parte de los Mayas es sin duda uno de los descubrimientos más sorprendentes de la astronomía antigua. Esta enigmática importancia que los Mayas daban a Venus influyó en el diseño del templo de El Caracol, considerado como el mas importante observatorio astronómico de los Mayas, que está fuertemente relacionado con la trayectoria de Venus en el cielo.
El culto a Venus persistió hasta el tiempo de los Aztecas, quienes la denominaban Huey Citlalín, la gran estrella, que en su carácter de estrella de la mañana se relacionaba con Quetzacoatl. Todo indica que los mayas tenían unos grandes conocimientos. No solamente nos legaron un calendario fabuloso sino también cálculos increíbles. Conocían el calendario venusino de 584 días y, sin tener aparentemente los medios tecnológicos actuales, estimaron la duración del año terrestre en 365,2420 días, muy próximo al cálculo actual de 365,2422. Los mayas dejaron cálculos para increíbles períodos de 64 millones de años. Y en las últimas inscripciones se han encontrado cálculos que llegan a la fantástica de 400 millones de años. La fórmula venusina de los mayas parece imposible que se haya podido formular sin la utilización de algún tipo de ordenador: El Tzolkin tiene 260 días, el año terrestre 365 días y el venusino 584 días. Estas cifras esconden la posibilidad de una sorprendente división y suma. 365 es divisible cinco veces por 73 y 584 es divisible 8 veces. Así que la increíble fórmula nos ofrece los siguientes resultados: Para la Luna: 20 x 13 = 260 x 2 x 73 = 37960; para el Sol: 8 x 13 = 104 x 5 x 73 = 37960; y para Venus: 5 x 13 = 65 x 8 x 73 = 37960. Vemos que todos los ciclos coinciden sorprendentemente después de 37.960 años. La mitología maya dice que los “dioses” vendrían al gran lugar de descanso.
Las leyendas de los pueblos preincaicos dicen que las estrellas estaban habitadas y que los “dioses” vinieron desde la constelación de las Pléyades. Las inscripciones cuneiformes que se han encontrado en las antiguas culturas sumeria, asiria, babilonia y egipcia coinciden en presentar la misma imagen de “dioses” viniendo de las estrellas y regresando a ellas; viajaron a través de los cielos en naves de fuego, poseían armas terroríficas y prometieron la inmortalidad a los hombres. Podemos considerar como algo natural que los pueblos antiguos buscasen sus dioses en el cielo y liberasen su imaginación al describir su magnificencia y sus fantásticas apariciones. Pero, aún así, todavía quedan muchas incógnitas por resolver. El interés de los mayas en la astronomía no parece justificación suficiente para explicar esta supuesta relación con inteligencias de otros planetas. Entre los enigmas está el conocer cómo sabían los mayas la existencia de planetas como Urano y Neptuno. Otro enigma lo constituye el hecho de que el observatorio de Chichén Itzá no está dirigido hacia las estrellas más luminosas. Chichén Itzá (que significa “Boca del pozo de los brujos de agua”) es uno de los principales sitios arqueológicos de la península de Yucatán, en México, ubicado en el municipio de Tinum, en el estado de Yucatán. Es uno de los vestigios más importantes de la civilización maya.