El nombre oficial del estado es Coahuila de Zaragoza, en honor del General Ignacio Zaragoza. El origen del nombre Coahuila no se conoce con certeza. Cuando los españoles llegaron a este territorio se encontraron con habitantes indígenas que se hacían llamar coahuiltecos. Algunos historiadores piensan que en náhuatl significa: víbora que vuela, (coatl, serpiente y huila, volar); otros piensan que significa: lugar de muchos árboles (quautli, arbol y la, abundancia). Orígenes Siguiendo la trayectoria de restos de mamut y los vestigios de lanzas y otros artefactos de piedra, los científicos piensan que cuando menos hace 40 mil años ya habían llegado a América los primeros habitantes. Se sabe que el hombre caminó a lo largo de miles de años desde Asia hasta América. En el norte de nuestro estado se han encontrado vestigios que nos permiten asegurar que hace 12 mil años llegaron al Río Grande o Bravo algunos grupos de cazadores-recolectores. El reciente descubrimiento de huellas humanas petrificadas en el valle de Cuatro Ciénegas hace pensar que la presencia humana en ese lugar puede remontarse hasta más de 10 mil años atrás, aunque aún hacen falta estudios científicos que lo demuestren. Conforme pasó el tiempo y el clima de la región cambió, los cazadores-recolectores se adaptaron a su medio sin alterar mucho su forma de vida. Posteriormente integraron tribus o bandas que se dispersaron en todo el continente americano. Primeros Pobladores El territorio del hoy estado de Coahuila, al igual que la mayor parte del ahora norte de México, fue originalmente habitado por nómadas cazadores-recolectores. Eran hábiles cazadores y utilizaban el arco e instrumentos primitivos fabricados con piedras talladas. Sólo en algunos lugares propicios, como la Región Lagunera, los indios enriquecían su alimentación practicando la pesca. No se han encontrado indicios de fundaciones permanentes que permitan suponer sedentarismo, pero, en cambio, estos nómadas dejaron huella de su presencia en piedras grabadas (petroglifos) y pinturas rupestres. Los nómadas de esta región carecieron de un nombre genérico que los identificara. Para los habitantes de Mesoamérica, pertenecientes a sociedades más desarrolladas y constructores de impresionantes templos y ciudades, eran “chichimecas”, denominación con fuerte carga despectiva, pero de significado dudoso. Gracias a documentos coloniales conocemos decenas de nombres de tribus que habitaron en territorio coahuilense. Algunos investigadores proponen agruparlas en cinco grandes colectividades: huauchichiles, coahuiltecos, tobosos, irritilas y rayados. Calificados de “gente bárbara y salvaje”, los primitivos habitantes del territorio se mantenían en constante movimiento, empujados por la necesidad de conseguir alimentos. No parece que hayan tenido una idea de divinidad, aunque temían a los remolinos de polvo, a los que atribuían poderes malignos y llamaban “cachinipas”. Eran frecuentes las guerras entre los distintos grupos y organizaban fiestas (“mitotes”), en las cuales el consumo del peyote formaba parte del ritual. Desconocedores de la cerámica, almacenaban alguna cantidad de alimento moliendo vainas del mezquite hasta convertirlas en harina. El trabajo de machacar las vainas lo realizaban en morteros portátiles y en morteros fijos —hoyos en la roca—, de los que todavía existe gran cantidad. Los nómadas del septentrión mexicano, a quienes el historiador Carlos Pereyra aplicó el calificativo de “gallardos”, jamás se integraron, como grupo social, a la vida sedentaria de los occidentales. Todos los esfuerzos de los misioneros por asimilarlos a la, para ellos nuevas formas de cultura, fueron infructuosos. No hubo mucho mestizaje debido a las causas describidas anteriormente, desaparecieron como expresión cultural particular. No queda memoria de su historia y los pocos vestigios que nos dejaron resultan insuficientes para reconstruirla. |