Explicábamos ayer que la ciencia pretende comprender la realidad basándose en los hechos, en los fenómenos. Para ello sigue una serie de pasos que son denominados “método científico”, que en esencia lo que procuran es que la experiencia realizada para llegar a tal o cual conclusión pueda ser reproducida de modo que se permita comprobarla o refutarla.
Dicho de otro modo, la ciencia, al menos en su fundamento, parte de dos premisas: los seres humanos somos falibles, y los seres humanos no tenemos la capacidad, en dado momento, de comprender ciertas cosas.
Al contrario de lo que ocurre con las pseudociencias, la verdadera ciencia no procura dar explicaciones ante aquello que no comprende como si fueran afirmaciones. Un ejemplo es el fenómeno OVNI: la ciencia no niega el fenómeno como tal, pero refuta que se le endose necesariamente un origen extraterrestre, sin que haya pruebas irrefutables de ello, máxime cuando existen fuertes argumentos en contra también. Como suele decirse, la ausencia de prueba no significa ausencia de hecho, pero tampoco representa un argumento en favor de la presencia.
Es perfectamente válido especular cuando no se tienen suficientes datos como para poseer una explicación válida y comprobable, y de hecho la ciencia hace justamente eso: primero especula con posibles explicaciones, es el primer paso que todo científico efectúa. Lo que no se vale es tomar una especulación no probada como argumento válido, puesto que no ha sido validado.
Por ejemplo, la Teoría de la Relatividad de Einstein tardó casi dos décadas en poder ser comprobada. Mientras no obtuvo esa comprobación, no era más que una hermosa especulación, que cuadraba bien con los hechos, pero nada más. Fue sólo cuando en un eclipse se demostró que la luz de las estrellas realmente era curvada por el campo gravitacional que por fin se le dio el espaldarazo oficial de la ciencia.
Actualmente, por ejemplo, se dieron dos casos similares: uno era el bosón de Higgs, una partícula que presuntamente daba su masa a la materia, y que no fue sino hasta recientemente que al parecer ha sido corroborada como real. Y otra es la Teoría M, o de las Supercuerdas, que aunque igualmente explica maravillosamente el mundo subatómico, no ha sido corroborada (ni parece que pueda serlo por mucho tiempo), por lo que por ahora es simplemente una especulación muy inteligente, que casi con seguridad debe ser cierta, pero la ciencia la va a mantener así, como especulación, mientras no sea comprobada.
Continuamos mañana.