Yeudi Morales me escribe algo muy interesante: “En la actualidad tenemos como 200 países, cada uno con sus propios intereses. En series futuristas se plantea la idea de que en un mañana nuestro planeta estará unido por un solo gobierno, y que eso será beneficioso. ¿Qué tan cierto sería eso y cuándo podría ser posible?”
Efectivamente, en la actualidad nuestro planeta está plagado con alrededor de doscientos países o entidades soberanas (curiosamente, nadie está del todo seguro de su cantidad, pues distintos organismos, con parámetros distintos para clasificar la idea de “país” o “nación”, plantean totales diferentes entre sí).
Esto es reflejo de la naturaleza humana. Las personas somos tribales, es decir, que nos identificamos con un grupo al que sentimos propio y del cual nos sentimos parte, sea por características étnicas, culturales (como el lenguaje y las costumbres), históricas, políticas, económicas, o una combinación de todo eso.
Cuando ese grupo, además, está íntimamente ligado con una región geográfica, nos encontramos ante lo que usualmente reconocemos como una nación, y con ello el concepto de nacionalidad.
Esto no sería tanto problema si no fuera porque al concepto de nacionalidad se le endosa casi como si fuera un sinónimo el concepto de “soberanía”, que tiene que ver con dos cosas: poder y posesión.
Poder en tanto expresa el derecho real o presunto de tal o cual grupo de gobernar, sea a sí mismo o a otros.
Posesión en el sentido de sentirse dueño (en cuanto a su propiedad y su uso) de los recursos que están bajo el dominio territorial que tal grupo, etnia o nación considera parte de su territorio.
Mientras el concepto de soberanía no varíe, será difícil que las distintas naciones opten por fundirse en un solo poder mundial.
En términos culturales, la cosa es más simple, y de hecho gracias a los ágiles medios de comunicación actuales, se puede constatar que, aunque cara región han mantenido más o menos incólumes los fundamentos de sus propios acervos culturales, se ha venido construyendo una cultura paralela, poco a poco, que va en camino de convertirse en universal.
Y todo ello sin lesionar la identidad básica de los pueblos, aunque claro, hay culturas que son dominantes (eso siempre ha pasado).
Pero mientras la soberanía (que en esencia es expresión de nuestro instinto territorial) impere como concepción geopolítica, será muy difícil que se llegue a un gobierno unificado en el mundo.
Pero planteémonos que llegara a ocurrir. ¿Cuál podría ser ese proceso? De eso hablaremos mañana.