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LA PALABRA DE DIOS: LECTURAS Y SANTO EVANGELIO DEL MIERCOLES 6 DE JULIO/2011
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De: ADMINISTRADORES  (Mensaje original) Enviado: 06/07/2011 07:12
 
 
 
 

Miércoles de la XIV Semana del Tiempo Ordinario

JULIO 6/2011

PRIMERA LECTURA

DEL Libro de Génesis 41,55-57.42,5-7a.17-24a.


Cuando también los egipcios y el pueblo sintieron hambre, y el pueblo pidió a gritos al Faraón que le diera de comer, este respondió: "Vayan a ver a José y hagan lo que él les diga".


Como el hambre se había extendido por todo el país, José abrió los graneros y distribuyó raciones a los egipcios, ya que el hambre se hacía cada vez más intensa.
Y de todas partes iban a Egipto a comprar cereales a José, porque el hambre asolaba toda la tierra.


Así llegaron los hijos de Israel en medio de otra gente que también iba a procurarse víveres, porque en Canaán se pasaba hambre.


José tenía plenos poderes sobre el país y distribuía raciones a toda la población. Sus hermanos se presentaron ante él y se postraron con el rostro en tierra.


Al verlos, él los reconoció en seguida, pero los trató como si fueran extraños y les habló duramente. "¿De dónde vienen?", les preguntó. Ellos respondieron: "Venimos de Canaán para abastecernos de víveres".
E inmediatamente, los puso bajo custodia durante tres días.


Al tercer día, José les dijo: "Si quieren salvar la vida, hagan lo que les digo, porque yo soy un hombre temeroso de Dios.

Para probar que ustedes son sinceros, uno de sus hermanos quedará como rehén en la prisión donde están bajo custodia, mientras el resto llevará los víveres, para aliviar el hambre de sus familias.


Después me traerán a su hermano menor. Así se pondrá de manifiesto que ustedes han dicho la verdad y no morirán". Ellos estuvieron de acuerdo.


Pero en seguida comenzaron a decirse unos a otros: "¡Verdaderamente estamos expiando lo que hicimos contra nuestro hermano! Porque nosotros vimos su angustia cuando nos pedía que tuviéramos compasión, y no quisimos escucharlo. Por eso nos sucede esta desgracia".

 

 Rubén les respondió: "¿Acaso no les advertí que no cometieran ese delito contra el muchacho? Pero ustedes no quisieron hacer caso, y ahora se nos pide cuenta de su sangre".


Ellos ignoraban que José los entendía, porque antes habían hablado por medio de un intérprete.

 

 José se alejó de ellos para llorar; y cuando estuvo en condiciones de hablarles nuevamente, separó a Simeón y ordenó que lo ataran a la vista de todos.

PALABRA DE DIOS

¡TE ALABAMOS SEÑOR!

Salmo RESPONSORIAL 33(32),2-3.10-11.18-19.

RESPONSO:

:  Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti”


Dad gracias al Señor con la cítara,
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas;
cantadle un cántico nuevo,
acompañando los vítores con bordones.
R/.

El Señor deshace los planes de las naciones,
frustra los proyectos de los pueblos;
pero el plan del Señor subsiste por siempre,
los proyectos de su corazón, de edad en edad.
R/.

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre.
R/.
 

PROCLAMACION DEL SANTO Evangelio según San Mateo 10,1-7.

¡GLORIA A TI, SEÑOR!


Jesús convocó a sus doce discípulos y les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier enfermedad o dolencia.


Los nombres de los doce Apóstoles son: en primer lugar, Simón, de sobrenombre Pedro, y su hermano Andrés; luego, Santiago, hijo de Zebedeo, y su hermano Juan;
Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo;
Simón, el Cananeo, y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó.


A estos Doce, Jesús los envió con las siguientes instrucciones: "No vayan a regiones paganas, ni entren en ninguna ciudad de los samaritanos. Vayan, en cambio, a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca.

PALABRA DEL SEÑOR

¡GLORIA A TI, SEÑOR JESUS!

MEDITACION

DE LA PRIMERA LECTURA

 

La historia de José, uno de los doce hijos de Jacob, ocupa trece capítulos del Génesis. Recordemos lo esencial.

 

José era uno de los preferidos de Jacob. Sus hermanos, por envidia, lo venden a un comerciante de esclavos.

 

En Egipto está en la cárcel por haberse resistido a las insinuaciones de la mujer de un alto dignatario del Faraón. Ahì interpreta los sueños del Faraón y pasa a ser su primer ministro.

 

Durante siete años de «vacas gordas» hace reservas de trigo en vista a los siete años de sequedad que había previsto.

Esta historia quiere ya demostrar que Dios se sirve de los acontecimientos en apariencia más desfavorables para llevar a cabo sus proyectos. Todo parecía confabularse contra José, pero todo girará en provecho suyo.


«Dios escribe recto en líneas torcidas...» es capaz de sacar bienes de nuestros males.

Durante los siete años de sequedad anunciados por José todo el país de Egipto sufrió hambre... El Faraón dijo: « Id a José». Entonces José sacó todas las existencias y vendió trigo a los Egipcios.

La descripción, por desgracia, es muy realista. No podemos dejar de pensar en la inmensa multitud de hombres, mujeres y niños del Tercer Mundo, que hoy pasan hambre.

Los hijos de Israel, mezclados a otros viajeros, fueron a comprar trigo pues había hambre en el país de Canaán... En cuanto José vio a sus hermanos los reconoció.

Cambio de situaciones. Algunos años antes fueron ellos los que condenaron a José a la esclavitud.

Hizo como si no los reconociera y les habló duramente. Los puso bajo custodia... Luego los soltó.

Fue una especie de prueba que les impuso para forzarlos a reflexionar sobre su conducta pasada. Y esto da fruto.

«En verdad que expiamos ahora lo que hemos hecho a nuestro hermano cuya angustia veíamos cuando nos pedía que tuviésemos compasión y no le hicimos caso...» En la desgracia se despiertan los recuerdos. Toman conciencia de su culpabilidad. Sufriendo ellos, se dan cuenta de que han hecho sufrir.

Pero no siempre es así. Desgraciadamente podemos permanecer inconscientes del daño. Te pedimos, Señor, ser más lúcidos respecto al daño que hemos podido infligir a nuestros hermanos.

Esta historia simboliza la de todas aquellas familias que se dividen por razón de envidias o de intereses.

Rogamos por la reconciliación de los hermanos enemistados.

Cabe pensar que José hubiera podido entonces aprovechar el poder que le daba su cargo para saciar su resentimiento. Por el contrario veremos que toma una actitud evangélica: «el perdón de las injurias».

Perdónanos nuestras ofensas como nosotros perdonamos.

MEDITACION DEL SANTO EVANGELIO

 

Jesùs llamando a los doce discípulos, les dio potestad.

Los grandes hombres intentan formar personas que puedan sustituirlos. Pero no pueden darles un poder eterno.



Humanamente hablando, los doce apóstoles no estaban en òptima situación; sin embargo, se han convertido en las columnas de la Iglesia, porque el poder de Cristo estaba con ellos, según su promesa: «Yo estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos» (Mt 28,20).



En la vida profana la vocación es una elección, con mucho de exámenes, para descubrir lo que conviene hacer y lo que se es capaz de hacer.

 

Sin embargo, Dios, cuando llama, Él mismo da las capacidades necesarias para realizar aquello a lo que se es enviado. Es un don puro, desinteresado, como la primera vocación y la creación de la nada. «Dios formó al hombre del lodo de la tierra, y le inspiró en el rostro un soplo de vida» (Gn 2,7), Algo parecido se verifica en cada vocación al servicio divino.


El alma del apostolado proviene de la inspiración divina, del Espíritu Santo. «Por la gracia de Dios soy lo que soy», escribe san Pablo (1Co 15,10).

 

 Por eso, incluso los grandes apóstoles de la humanidad, que han convertido a pueblos enteros y cambiado el curso de la historia, no tenían dificultad para conservar la humildad. Se consideraban grandes pecadores, temían no estar a la altura de su vocación y sentían que llevaban, como dice san Pablo, la gracia preciosa de Dios en vasijas de barro, siempre en peligro de romperse (2Co 4,7).


Según san Agustín, la humildad cristiana se parece a un árbol: cuanto más profundas son las raíces, más grande crece.

 

Cuando doy mérito a otro por un trabajo, me disminuyo a mí mismo y mi valor. Sin embargo, cuando le atribuyo el mérito a Dios, esto aumenta la gracia de Dios hacia mí. Confieso que es Él quien actúa en mí, es decir, soy un hombre de Dios.

 

La palabra «apóstol» expresa, precisamente, esto. El término viene del griego y significa embajador.

Los humildes siervos de Dios experimentan que servir a Dios significa reinar, como dice el evangelio. Sabemos muy poco de la suerte de los doce apóstoles dispersos por el mundo, pero sus efigies han sido pintadas o esculpidas en las columnas de las iglesias. Sobre las columnas de apoyo, el edificio se puede alzar cada vez más; y así siguen haciendo sus sucesores.

En lo más profundo de nosotros, seglares y laicos, advierte el alma un movimiento que la atrae hacia Dios. Este le dice, de manera imperceptible, que todo irá bien con tal de que le deje hacer y no viva de otra cosa que de su fe auténtica en medio de un abandono total.

«Ciertamente —dice Jacob— el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía» (Gn 28,16). ¿Buscas a Dios, querida alma? Has de saber que está en todas partes. Todo te lo anuncia, todo te lo da. Incluso ahora ha pasado junto a ti, a tu alrededor, dentro, a través.

 

Mora en ti y tú lo buscas. ¡Cuidado! Buscas la idea de Dios en su sustancia, buscas la perfección, y ésta se encuentra en todo lo que te sale al encuentro. Tus mismas acciones —si las haces por Dios y con Dios—, tus sufrimientos, tus atracciones: todo es enigma bajo el que Dios elige entregarse a ti. El no necesita tus ideas sublimes para habitar en ti.


 por la lectura del santo evangelio, sean perdonados nuestros pecados.

¡amen!

                                                                                       


 
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