Jueves de la XIV Semana del Tiempo Ordinario
JUEVES 7 DE JULIO/2011
PRIMERA LECTURA
DEL Libro de Génesis 44,18-21.23b-29.45,1-5.
Judá se acercó para decirle: "Permite, señor, que tu servidor diga una palabra en tu presencia, sin impacientarte conmigo, ya que tú y el Faraón son una misma cosa.
Tú nos preguntaste si nuestro padre vivía aún y si teníamos otro hermano. Nosotros te respondimos: Tenemos un padre que ya es anciano, y un hermano menor, hijo de su vejez.
El hermano de este último murió, y él es el único hijo de la madre de estos dos que ha quedado vivo; por eso nuestro padre siente por él un afecto muy especial.
Tú nos dijiste: "Tráiganlo aquí, porque lo quiero conocer". tú nos volviste a insistir: "Si no viene con ustedes su hermano menor, no serán admitidos nuevamente en mi presencia".
Cuando regresamos a la casa de nuestro padre, tu servidor, le repetimos tus mismas palabras. Pero un tiempo después, nuestro padre nos dijo: "Vayan otra vez a comprar algunos víveres". Nosotros respondimos: "Así no podemos ir. Lo haremos únicamente si nuestro hermano menor viene con nosotros, porque si él no nos acompaña, no podemos comparecer delante de aquel hombre".
Nuestro padre, tu servidor, nos respondió: "Ustedes saben muy bien que mi esposa predilecta me dio dos hijos. Uno se fue de mi lado; yo tuve que reconocer que las fieras lo habían despedazado, y no volví a verlo más. Si ahora ustedes me quitan también a este, y le sucede una desgracia, me harán bajar a la tumba lleno de aflicción".
José ya no podía contener su emoción en presencia de la gente que lo asistía, y exclamó: "Hagan salir de aquí a toda la gente". Así, nadie permaneció con él mientras se daba a conocer a sus hermanos.
Sin embargo, los sollozos eran tan fuertes que los oyeron los egipcios, y la noticia llegó hasta el palacio del Faraón.
José dijo a sus hermanos: "Yo soy José. ¿Es verdad que mi padre vive todavía?". Pero ellos no pudieron responderle, porque al verlo se habían quedado pasmados.
Entonces José volvió a decir a sus hermanos: "Acérquense un poco más". Y cuando ellos se acercaron, añadió: "Sí, yo soy José, el hermano de ustedes, el mismo que vendieron a los egipcios. Ahora no se aflijan ni sientan remordimiento por haberme vendido. En realidad, ha sido Dios el que me envió aquí delante de ustedes para preservarles la vida.
PALABRA DE DIOS
¡TE ALABAMOS SEÑOR!
Salmo 105(104),16-17.18-19.20-21.
El provocó una gran sequía en el país y agotó las provisiones. Pero antes envió a un hombre, a José, que fue vendido como esclavo:
le ataron los pies con grillos y el hierro oprimió su garganta, hasta que se cumplió lo que él predijo, y la palabra del Señor lo acreditó.
El rey ordenó que lo soltaran, el soberano de pueblos lo puso en libertad; lo nombró señor de su palacio y administrador de todos sus bienes,
PROCLAMACION DEL SANTO EVANGELIO SEGUN San Mateo 10,7-15.
¡GLORIA A TI, SEÑOR!
Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente.
No lleven encima oro ni plata, ni monedas, ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón; porque el que trabaja merece su sustento.
Cuando entren en una ciudad o en un pueblo, busquen a alguna persona respetable y permanezcan en su casa hasta el momento de partir. Al entrar en la casa, salúdenla invocando la paz sobre ella. Si esa casa lo merece, que la paz descienda sobre ella; pero si es indigna, que esa paz vuelva a ustedes.
Y si no los reciben ni quieren escuchar sus palabras, al irse de esa casa o de esa ciudad, sacudan hasta el polvo de sus pies. Les aseguro que, en el día del Juicio, Sodoma y Gomorra serán tratadas menos rigurosamente que esa ciudad.
PALABRA DEL SEÑOR
¡GLORIA A TI, SEÑOR JESUS!
MEDITACION
Los discípulos de Jesús deben continuar la obra del Maestro. Deben anunciar la presencia del Reino. El poder hacer milagros de curación debe ser el argumento de la verdad de lo que anuncian: la presencia del reino de Dios.
Tanto la predicación de los discípulos como sus obras deben anunciar la proximidad del reinado de Dios. El anuncio del Reino, la invocación de Dios como rey, hace presente el Reino.
Este contenido de la predicación de los discípulos se halla expresado en nuestra sección en las afirmaciones relativas a la paz. El deseo de paz era el saludo habitual entre los judíos; pero aquí es algo más.
La paz está descrita con el mismo grado de eficacia que la palabra de Dios: si Dios manda algo, esto se realiza; si pronuncia una palabra, no vuelve a él vacía (Is 45, 23; 55, 11). Donde se desea la paz, realiza aquello que se ha pedido.
Se trata, pues, de la paz que equivale al reino de Dios. La paz eterna, la de Dios, la plena armonía entre Dios y el hombre, entre el hombre y el hombre… la reconciliación, todo esto se hizo realidad en la presencia de Cristo (Mc 5, 34; Rom 5, 1; Ef. 2, 14: Cristo nuestra paz). Por eso el anuncio de la paz es el anuncio de Cristo y de todo lo que él significa para el hombre. Una paz que permanecerá entre los dignos y que se ausentará de los indignos.
Esta personificación de la paz pone de relieve la doble actitud ante la palabra paz de Dios: actitud de aceptación o de rechazo.
No se trata de ninguna clase de maldición. Sencillamente la paz no se queda con aquéllos que la rechazan.
Lo que el Antiguo Testamento había dicho del Mesías, que sería el príncipe de la paz (Is 9, 5), se dice ahora utilizando únicamente la palabra del saludo normal, sólo que con mayor profundidad de sentido.
Sacudid el polvo de vuestras sandalias. La frase tampoco significa ninguna clase de maldición. Simboliza sencillamente la exclusión del Reino de aquéllos que se han excluido de él mediante el rechazo de la paz ofrecida: no tendrán parte en el Reino.
Este gesto de sacudir el polvo de las sandalias era corriente cuando un judío regresaba a la patria: se sacudía el polvo de los pies para indicar que los gentiles no tenían parte en el destino del pueblo elegido, en la posesión de la tierra prometida.
Pero este gesto tiene en las palabras de Jesús un significado más trascendente: la actitud de rechazo de la palabra de Dios, de la paz, tiene como consecuencia inevitable la palabra «condenación», exclusión definitiva del Reino, una suerte peor que la de Sodoma y Gomorra.
Las normas de absoluta privación que son impuestas a los discípulos: no llevéis ni oro, ni plata, ni sandalias, ni bastón... parecen absolutamente inviables. ¿Realmente se les pedía eso?
Estas exigencias parecen estar tomadas de las normas establecidas para asistir a dar culto a Dios en el templo: «que nadie entre en el templo con bastón, zapatos, ni con la bolsa del dinero...»
Partiendo de esta norma judía se diría simplemente que los discípulos, en la realización de su tarea evangelizadora, se hallan ante Dios (como en el templo) y deben conducirse como estando en la presencia de Dios, sabiendo que el éxito de la misión depende de Dios. Diríamos que se manda a los discípulos ir «desarmados» para poner de relieve que se trata de la obra de Dios, del anuncio de su palabra, no de una obra humana.
POR LA LECTURA DEL SANTO EVANGELIO, SEAN PERDONADOS NUESTROS PECADOS.
¡AMEN!
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