Viernes de la XIV Semana del Tiempo Ordinario
JULIO 8/2011
PRIMERA LECTURA
DEL Libro de Génesis 46,1-7.28-30.
Israel partió llevándose todos sus bienes. Cuando llegó a Berseba, ofreció sacrificios al Dios de su padre Isaac.
Dios dijo a Israel en una visión nocturna: "¡Jacob, Jacob!". El respondió: "Aquí estoy". Dios continuó: "Yo soy Dios, el Dios de tu padre. No tengas miedo de bajar a Egipto, porque allí haré de ti una gran nación. Yo bajaré contigo a Egipto, y después yo mismo te haré volver; y las manos de José cerrarán tus ojos".
Cuando Jacob salió de Berseba, los hijos de Israel hicieron subir a su padre, junto con sus hijos y sus mujeres, en los carros que el Faraón había enviado para trasladarlos.
Ellos se llevaron también su ganado y las posesiones que habían adquirido en Canaán.
Así llegaron a Egipto, Jacob y toda su familia - sus hijos y sus nietos, sus hijas y sus nietas - porque él había llevado consigo a todos sus descendientes.
Israel hizo que Judá se le adelantara y fuera a ver a José, para anunciarle su llegada a Gosen.
Cuando llegaron a la región de Gosen, José hizo enganchar su carruaje y subió hasta allí para encontrarse con su padre Israel.
Apenas este apareció ante él, José lo estrechó entre sus brazos, y lloró un largo rato, abrazado a su padre.
Entonces Israel dijo a José: "Ahora sí que puedo morir, porque he vuelto a ver tu rostro y que vives todavía".
PALABRA DE DIOS
¡TE ALABAMOS SEÑOR!
Salmo 37(36),3-4.18-19.27-28.39-40.
Confía en el Señor y practica el bien; habita en la tierra y vive tranquilo: que el Señor sea tu único deleite, y él colmará los deseos de tu corazón.
El Señor se preocupa de los buenos y su herencia permanecerá para siempre; no desfallecerán en los momentos de penuria, y en los tiempos de hambre quedarán saciados.
Aléjate del mal, practica el bien, y siempre tendrás una morada, porque el Señor ama la justicia y nunca abandona a sus fieles. Los impíos serán aniquilados y su descendencia quedará extirpada,
La salvación de los justos viene del Señor, él es su refugio en el momento del peligro; el Señor los ayuda y los libera, los salva porque confiaron en él.
PROCLAMACION DEL SANTO Evangelio según San Mateo 10,16-23.
¡GLORIA A TI, SEÑOR!
Yo los envío como a ovejas en medio de lobos: sean entonces astutos como serpientes y sencillos como palomas.
Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas. A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos.
Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes.
El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir.
Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará.
Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra, y si los persiguen en esta, huyan a una tercera. Les aseguro que no acabarán de recorrer las ciudades de Israel, antes de que llegue el Hijo del hombre.
PALABRA DEL SEÑOR
¡GLORIA A TI, SEÑOR JESUS!
MEDITACION
"Sagaces como las serpientes y cándidos como las palomas"
La imagen de las ovejas asimila al evangelizador con el Cordero “que quita el pecado del mundo” (Jn 1,29): Aquel que cargó con nuestras iniquidades y nuestros dolores (cf. Is 59,11), para realizar el proyecto de Dios que quiere que todos los hombres se salven (cf. 1Tim 2,4).
La mansedumbre y la no violencia del evangelizador no son nunca, sin embargo, debilidad, ni simpleza ni, menos aún, masoquismo.
Se trata de vivir dos virtudes que parecen, aunque no lo son, opuestas: la prudencia de la serpiente, como ejercicio de una inteligencia vigilante, realista y crítica, que se sustrae al engaño, y la sencillez de la paloma, como ejercicio del proceder limpio y confiado, propio de quien sabe que está en las manos de un Padre omnipotente y bueno.
La exhortación a llevar cuidado con los hombres (cuando se trate de “lobos” dispuestos a tramar perfidias) cae, por tanto, de la parte de la prudencia; la exhortación a no preocuparse por lo que haya que decir, poniendo más bien toda la confianza en el Espíritu del Padre, que se ocupará de inspirar lo que haya que decir, cae, en cambio, de la parte de la sencillez.
Se trata, en definitiva, de perseverar en el obrar contra el mal, aunque intentando huir de los perseguidores con la certeza en el corazón de que, dentro del discurrir de los días, sigue siendo inminente la venida del Hijo del hombre, con su victoria definitiva sobre el mal y sobre la muerte
Vivir las jornadas espiritualmente significa experimentar que ninguna potencia humana nos salva y que no es elaborando proyectos de autosuficiencia, ni poniendo nuestra confianza en nuestras obras como realizamos el Reino de Dios en nosotros y a nuestro alrededor. El secreto de una vida verdadera es, en primer lugar, el continuo retorno al corazón habitado por Dios.
Hacer memoria continuamente de Dios a lo largo de nuestras propias jornadas es lo que, en concreto, nos hace caminar con el Señor, dando frutos en él.
La estrategia consiste, por consiguiente, en hacer conciencia de que el Señor «mora» en nosotros, y volver a él con rápidos, pero igualmente frecuentes, contactos de amor.
Verdaderamente, será como "sentarse a su sombra" y encontrar reposo; será un florecer y un dar fruto también en el campo apostólico.
Lo sabemos: no se trata de una aventura fácil, pero el Señor será "rocío" de Espíritu Santo, que nos sugerirá cómo relacionarnos con el mundo en que vivimos para que podamos ser sencillos en la búsqueda de Dios y de todo lo que es verdad de amor, prudentes en el discernimiento de los caminos que no nos alejen de esta verdad.
La elección de un estilo de vida marcado por la mansedumbre del Cordero en una sociedad penetrada por grandes, sutiles y, aparentemente, triunfantes violencias nos asemeja al Señor Jesús: el Cordero que quita el pecado del mundo, nuestros mismos pecados.
En él y por El, dentro de una fe que lo envuelve todo, es como discurren los días serenos incluso en medio de las dificultades. Porque lo sabemos: "Ésta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe”
por la lectura del santo evangelio, sean perdonados nuestros pecados
¡amen!
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