VIERNES 11 DE NOVIEMBRE/2011
PRIMERA LECTURA
DEL LIBRO DE LA SABIDURÍA: 13, 1-9
Insensatos han sido todos los hombres que no han conocido a Dios y no han sido capaces de descubrir, a través de las cosas buenas que se ven a "Aquel-que-es" y que no han reconocido al artífice, fijándose en sus obras, sino que han considerado como dioses al fuego, al viento, al aire sutil, al cielo estrellado, al agua impetuosa o al sol y a la luna, que rigen el mundo.
Si fascinados por la belleza de las cosas, pensaron que éstos eran dioses, sepan cuánto las aventaja el Señor de todas ellas, pues fue el Autor mismo de la belleza quien las creó. Y si fue Su poder y actividad lo que los impresionó, deduzcan de ahí cuánto más poderoso es aquel que las hizo; pues reflexionando sobre la grandeza y hermosura de las creaturas se puede llegar a contemplar a su Creador.
Sin embargo, no son éstos tan dignos de reprensión, pues tal vez andan desorientados, buscando y queriendo encontrar a Dios.
Como viven entre sus obras, se esfuerzan por conocerlas y se dejan fascinar por la belleza de las cosas que ven.
Pero no por eso tienen excusa, pues si llegaron a ser tan sabios para investigar el universo, ¿cómo no llegaron a descubrir fácilmente a su creador? PALABRA DE DIOS.
¡TE ALABAMOS, SEÑOR!.
Del salmo 18
R/. Los cielos proclaman la gloria de Dios. Los cielos proclaman la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día comunica su mensaje al otro día y una noche se lo trasmite a la otra noche.
R/. Los cielos proclaman la gloria de Dios.
Sin que pronuncien una palabra, sin que resuene su voz, a toda la tierra llega su sonido y su mensaje, hasta el fin del mundo.
R/. Los cielos proclaman la gloria de Dios.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO (Lc 21, 28)
R.- Aleluya, aleluya.
Estén atentos y levanten la cabeza, porque se acerca la hora de su liberación, dice el Señor.
R.- Aleluya, aleluya.
PROCLAMACIÒN DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS: 17, 26-37
¡GLORIA A TI, SEÑOR!
En aquellos días, Jesús dijo a sus discípulos:
"Lo que sucedió en el tiempo de Noé también sucederá en el tiempo del Hijo del hombre:
comían y bebían, se casaban hombres y mujeres, hasta el día en que Noé entró en el arca; entonces vino el diluvio y los hizo perecer a todos.
Lo mismo sucedió en el tiempo de Lot: comían y bebían, compraban y vendían, sembraban y construían, pero el día en que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y los hizo perecer a todos.
Pues lo mismo sucederá el día en que el Hijo del hombre se manifieste.
Aquel día, el que esté en la azotea y tenga sus cosas en la casa, que no baje a recogerlas; y el que esté en el campo, que no mire hacia atrás. Acuérdense de la mujer de Lot. Quien intente conservar su vida, la perderá; y quien la pierda, la conservará.
Yo les digo: aquella noche habrá dos en un mismo lecho: uno será tomado y el otro abandonado; habrá dos mujeres moliendo juntas: una será tomada y la otra abandonada".
Entonces, los discípulos le dijeron: "¿Dónde sucederá eso, Señor?". Y Él les respondió:
"Donde hay un cadáver, se juntan los buitres".
PALABRA DEL SEÑOR.
¡GLORIA A TI, SEÑOR JESÚS!.
MEDITACIÒN
El sabio que escribe estas reflexiones no está en manera alguna desinformado, puesto que conoce las explicaciones razonables sobre el origen del universo, formuladas por los filósofos de los pueblos vecinos.
Ese pensamiento no consiguió intuir la presencia del Creador.
Para el creyente, que dispone de una actitud de apertura hacia el Trascendente, resulta factible deletrear la acción creadora de Dios. Si no es sencillo indagar la cuestión del origen, tampoco será fácil comprender la cuestión del final.
El Evangelio de san Lucas despeja la confusión e incertidumbre relativa al término de la vida presente.
La venida futura de Jesús glorioso es impredecible y no tiene caso prestar oído a anuncios fantasiosos que pretendan generar temor o ansiedad.
El encuentro del creyente con Jesús es semejante al encuentro de dos personas que se aman:
anhelan reencontrarse.
Mediante dos comparaciones, los discípulos son invitados a la vigilancia:
a los vividores, a los que solamente viven al día y pasan de todo, a los que pueden llegar a creer que el hecho de rechazar a Jesús no tendrá consecuencias, les sucederá como a los contemporáneos de Noé y de Lot:
«Y de la misma manera que sucedió en los días de Noé, así sucederá también en los días del Hombre.
Igualmente, de la misma manera que sucedió en los días de Lot, esto mismo sucederá el día que el Hombre se manifieste» (17,26-30).
La situación se convertirá en catastrófica para todos los que no han hecho la opción por este Mesías rechazado y humillado.
La llegada del Hombre será tan imprevista como el fulgor del relámpago: nadie podrá preverla.
Como en tiempos de Noé y de Lot, los cálculos y las cábalas de los fariseos son completamente inútiles; los que se pasan a la clandestinidad, con el fin de organizar un levantamiento en el desierto, son unos farsantes. Jesús invita a no hacer caso de nadie. Sólo la vigilancia tiene sentido.
Lucas compara la situación descrita hasta ahora con el desastre de Jerusalén durante los sucesos de los años 66-70 y con la condición en que quedó la mujer de Lot (Gn 19,26).
El aferramiento a las cosas terrenales, a los valores del pasado, conducirá al desastre.
La caída de Jerusalén fue la consecuencia histórica de haber rechazado al Mesías; el desastre final, la de haber rechazado a Jesús y los valores que él encarnaba (vv. 31-33).
Compartir un mismo reposo o un mismo trabajo no asegura la misma suerte a los hombres. El fin de los que serán abandonados a su suerte es la de los cadáveres después del asedio (17,34-37).
POR LA LECTURA DEL SANTO EVANGELIO, SEAN PERDONADOS NUESTROS PECADOS.
¡AMÉN!
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