Para los que de sangre salpicaron la patria, pido castigo.
Para el verdugo que mandó esta muerte, pido castigo.
Para el traidor que ascendió sobre el crimen, pido castigo.
Para el que dio la orden de agonía, pido castigo.
Para los que defendieron este crimen, pido castigo.
No quiero que me den la mano empapada con nuestra sangre. Pido castigo. No los quiero de embajadores, tampoco en su casa tranquilos, los quiero ver aquí juzgados en esta plaza, en este sitio.
Por Carlos Alberto Montaner / Periodista y escritor cubano / El Comercio María Corina Machado electrizó a los asistentes con su entrada apresurada al gran salón de actos. Acababa de llegar a Lima tras un viaje incierto. Todos nos pusimos de pie conmovidos, incluidos los ex presidentes Felipe Calderón y Sebastián Piñera. Unos jóvenes venezolanos entonaron el himno de la patria y desplegaron la bandera. Algunos lloraban de emoción. Ocurrió a fines de marzo en la Universidad de Lima en un acto convocado por Mario Vargas Llosa y la Fundación Internacional para la Libertad.
El novelista explicó por qué era tan importante la visita de la joven ingeniera y diputada. En ese país se jugaba el destino de la democracia americana y en ese momento nadie representaba mejor a los estudiantes que protestaban en las calles de veinte ciudades venezolanas que esta mujer decidida a darlo todo por la libertad de su país. Cuando ella hablaba ya habían sido asesinados 40 jóvenes por los represores de la Guardia Nacional y los paramilitares armados con pistolas y fusiles que los acompañaban a bordo de motocicletas.
¿Asumía Vargas Llosa una postura compartida por los peruanos o era la visión sesgada de los liberales? Una encuesta reciente de IPSOS confirmaba que esta vez Mario no nadaba contra la corriente. El 94% de los peruanos condenaba al chavismo tajantemente y rechazaba a Nicolás Maduro.
A mi juicio, esa encuesta, hecha en cualquier país de América Latina, arrojaría resultados parecidos. Los peruanos no son diferentes al resto de los latinoamericanos. Tras 15 años de disparates y violencia, el chavismo y el socialismo del siglo XXI han demostrado su carácter intolerante, empobrecedor y antidemocrático. Los pueblos no los quieren.
¿Pero, y dentro de Venezuela? ¿Cuánto ha calado en esa sociedad el clientelismo chavista, la propaganda abusiva contra la oposición, los insultos y descalificaciones personales, el control casi total de los medios de comunicación?
Afortunadamente, ya lo sabemos con bastante certeza: el oficialismo chavista está en franca minoría y cae en picada. Al menos dos encuestas muy profesionales lo revelan con un margen de error insignificante.
Ambas aparecieron en marzo. Una se debe a Alfredo Keller, un encuestador muy prestigioso. La otra es conocida como Venebarómetro, y la llevó a cabo el Instituto Venezolano de Análisis de Datos. Las dos coinciden en los resultados generales y confirman el juicio del analista Joaquín Pérez Rodríguez, tal vez el mayor experto electoral del país. Estos documentos se pueden localizar fácilmente en Internet. Basta con googlearlos.
Entre el 62% y el 72% piensa que Venezuela está a las puertas de un colapso económico. Los dos peores y crecientes problemas son la inseguridad y el desabastecimiento. Lo afirman más del 70% de los venezolanos. El 65% rechaza las milicias paramilitares formadas, en gran medida, por delincuentes que disparan a matar y asaltan tiendas y supermercados. Los malandros asesinan a 25.000 personas al año. Simultáneamente, crece por horas la lista de los productos básicos que no se encuentran. Ni siquiera harina para hacer arepas o leche para los niños.
La población no cree la versión oficial de que la crisis se debe a los burgueses. Es demasiado burda. El 51% está convencido de que la responsabilidad es del gobierno. El 57% piensa que de Maduro directamente. Apenas el 16% culpa a los empresarios y el 8% a Estados Unidos. El 81% de los venezolanos respalda la existencia de las empresas privadas. Solo el 18% se opone. El mensaje colectivista y el loco proyecto comunal, sencillamente, no han calado.
Los venezolanos no quieren navegar “hacia el mar cubano de la felicidad”, como les propuso Hugo Chávez. El 63% tiene una visión desfavorable de Cuba, país al que acusan de haber convertido Venezuela en una colonia de la isla caribeña con el objeto de saquearla. Solo el 31% simpatiza con el régimen comunista creado por los hermanos Castro.
La institución más valorada es el llamado movimiento estudiantil, con un 66,4 de aprobación. El 57% apoyaría una forma constitucional de salir del gobierno de Maduro. Solo lo respalda el 36%. Cualquiera de estos tres opositores derrotaría fácilmente a Maduro en las urnas: Henrique Capriles, Leopoldo López o María Corina Machado.
¿A dónde conducirá este contundente rechazo? Probablemente, a un encontronazo entre militares que rechazan al chavismo y militares que (todavía) lo defienden. Las noticias de generales presos y coroneles insubordinados es todo un síntoma de este malestar dentro de las Fuerzas Armadas.
También es posible un resquebrajamiento en la zona política del chavismo. Muchos opinan que Maduro es un mal calco del militar desaparecido, carente de carisma. Apenas es respaldado por “los cubanos”, a quienes les atribuyen haberlo colocado en la presidencia, tras imponérselo a un Chávez moribundo y sin voluntad, pese a la evidente violación de las normas legales, a la legendaria incapacidad de Maduro y al tiempo que pierde hablando con los pajaritos.
¿Qué impide que el poderoso chavismo antimaduro, tal vez mayoritario, le pida la renuncia al presidente y busque una salida constitucional a la crisis?
Sencillo: el miedo. Los narcogenerales temen acabar perseguidos por la DEA. Los cleptochavistas piensan que pueden terminar ante los tribunales y perder sus bienes mal habidos. Los represores saben que hay instituciones internacionales que juzgan y condenan a los genocidas. Le ocurrió a Milósevic.
Como en el poema de Borges, a los chavistas no los une el amor, sino el espanto. Si la oposición no se divide y los estudiantes persisten en las calles, acabarán triunfando.
Un grupo de manifestantes opositores al gobierno de Nicolás Maduro se enfrenta a miembros de la Policía Nacional Bolivariana (PNB).
POR PEDRO CORZO Muchos consideran que los principales rubros de exportación del castrismo son los servicios médicos y otras categorías de profesionales, pero olvidan incluir otros más singulares y productivos, que aunque habían sido facilitados a otros países, ha sido en Venezuela donde mejor se ha podido apreciar su sofisticación y los grandes beneficios que recibe el proveedor, Cuba, a cambio.
Venezuela es para el régimen de los hermanos Castro una especie de laboratorio en el que han podido ensayar nuevas tácticas represivas, desestabilizadoras, divisivas, readaptar viejas fórmulas restrictivas e instrumentar sistemas de control acordes con los nuevos medios de comunicación.
Es una realidad que las más de cinco décadas de régimen totalitario de los Castro les han permitido sumir al pueblo cubano en niveles de pobreza extrema y en una lastimosa crisis de valores que solo se revertirá cuando el compañero se convierta en ciudadano, recupere la esperanza y sea capaz de construir su propio futuro.
Pero el fracaso al no procurar para los gobernados un mejor nivel de vida y de oportunidades no ha afectado a los funcionarios del régimen, ya que han adquirido sustanciales y variados conocimientos y experiencias en ramas del poder, que aunque no son propiamente productivas, hacen posible que conserven el mando y reciban beneficios tangibles e intangibles cuando exportan a mercados especiales, ávidos de ese conocimiento.
En todo el hemisferio no hay un aparato represivo con la experiencia del cubano, ni con similar capacidad de mutar de victimario a víctima. Los fusilamientos de las décadas de los 60, 70 y 80 no guardan similitud con la oleada represiva de la Primavera Negra, salvo las largas sentencias a prisión, y éstas no se parecen a los arrestos temporales del presente.
Los represores cubanos lo mismo actúan como oficiales de un cuerpo del estado o como ciudadanos indignados, léase paramilitares.
Otro renglón que le produce a la dictadura insular muchos beneficios son sus conocimientos sobre actividades de espionaje, infiltración y desinformación. Sin dudas fueron alumnos aventajados de los soviéticos y alemanes, porque a pesar de sus errores, cuentan con recursos para influir o al menos desviar de sus objetivos, a algunos rivales y adversarios.
Para ejercer influencia y control sobre sus enemigos cuentan con el conocimiento de la condición humana que les han otorgado cincuenta y cinco años de tortura física y mental, la oportunidad de haber manipulado a grandes masas de individuos, la regulación de la miseria y la concesión de privilegios, pero también poseen una noción de cómo puede actuar un individuo ante diferentes circunstancias.
El chantaje o el soborno el castrismo lo ha llevado a cotas difíciles de imaginar. Graban hasta lo más insignificante de una persona de interés, incluidos amigos y aliados. Su uso depende de las características del objetivo. La cartera de recursos es tan amplia como situaciones que la persona quiera ocultar.
Controlar o al menos influir en el campo enemigo es de vital importancia. Sitúan topos, gente que se presenta muy dispuesta, capaz y obediente, que se gana la confianza de quienes le rodean y que sutilmente incentiva las diferencias entre quienes lideran una posición o proyecto.
El servicio exterior de Cuba tiene vasta experiencia, son pocos los países que tienen un cuerpo diplomático tan capaz y tan comprometido con su gobierno, y no con el estado que supuestamente representan y ese es en la actualidad el objetivo de la cancillería venezolana.
Los diplomáticos venezolanos deben ser militantes. Individuos comprometidos con el pensamiento oficial. Defensores a ultranza del régimen y agresores contra los que disientan.
Los sujetos de la diplomacia cubana reciben beneficios proporcionales al servicio que prestan. Reciben una fuerte preparación en los entramados de la diplomacia. Son burócratas inocuos que cuando sus superiores lo determinan, se transforman en espías protegidos por su inmunidad.
No hay gobierno que tenga más diplomáticos expulsados por espiar que el cubano, y es de esperar que sus pares venezolanos estén recibiendo preparación en ese sentido.
Por supuesto que las Fuerzas Armadas Venezolanas son el más importante objetivo del castrismo. Catequizar a los altos mandos, pero también a los oficiales de menor graduación en la ideología oficial es determinante, al igual que detectar los individuos que por sus convicciones o por intereses son imposibles de captar.
Habrá excepciones, pero los altos mandos militares de Venezuela están politizados o corrompidos por los favores que les otorga el Ejecutivo. El número de oficiales superiores que prestan servicios en las diferentes ramas de la administración pública es muy elevado, una situación similar a la cubana.
Enfrentar estos regímenes genera muchos mártires. Cuba y Venezuela tienen sus siembras de patriotas, pero aún le restan muchos hombres y mujeres capaces de derrotar una estructura despiadada del poder que a pesar de su fortaleza, no es invencible.