Le hemos dado a la palabra "metafísica" la connotación etimológica de "más allá de la física" y creemos que es la más clara, si entendemos, como los antiguos, que la física es la ciencia que estudia los fenómenos de la naturaleza, en toda la extensión de este término, y que lo que concierne al conocimiento metafísico es sobrenatural, y a la vez supra-humano y supra-cósmico, pues traspasa lo sensible y trasciende el mundo de la manifestación.
Para alcanzar lo metafísico no podemos utilizar los métodos de la filosofía y las ciencias profanas, que son racionales, discursivos e indirectos, y totalmente insuficientes, sino que hemos de apelar a un conocimiento directo y suprarracional, al que sólo se llega por la intuición más pura. Los símbolos y las palabras que utilizamos son soportes mágicos en los que bien podemos apoyarnos para elevar nuestro pensamiento a las esferas más sutiles del ser; pero lo metafísico –nos dice la doctrina– se encuentra más allá de todas las formas y contingencias, y aun más allá del Ser, pues pertenece al dominio del No Ser.
Mientras el intelecto individual, limitado por los sentidos, lo corpóreo y lo transitorio, se halla encerrado en sus propios límites, el intelecto trascendente y universal conoce directamente los principios inmutables y eternos. El hombre puede alcanzar este dominio de lo metafísico, pero no en tanto ser individual y transitorio, sino en cuanto que participa de esta inteligencia superior y está ligado a ella por una toma de conciencia de sus verdaderas posibilidades espirituales, que son más que humanas. Nuestra realidad individual es apenas una manifestación momentánea del ser verdadero, uno de sus múltiples estados, y el conocimiento metafísico trasciende al hombre mismo, y aun al cosmos, pues es absolutamente ilimitado. Es obvio que no nos estamos refiriendo a un conocimiento ordinario y profano sino a una experiencia de otro orden que trasciende todo lo que pudiera ser imaginado. Mientras los estados particulares del ser tienen una manifestación espacio-temporal, el ser mismo, en su principio metafísico, es eterno, y desde la eternidad todos esos estados son ahora, en la simultaneidad.
Es importante señalar que con esto no estamos negando lo físico, ni las posibilidades individuales del ser. Sólo queremos recalcar que lo metafísico es de orden superior, y que lo físico se encuentra incluido en él.
La verdad metafísica es eterna y única, y siempre ha habido seres que la conocen, pues participan plenamente de ese estado de Liberación y Unión.
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