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General: La Nube del No-Saber
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Respuesta  Mensaje 1 de 4 en el tema 
De: Evaristo  (Mensaje original) Enviado: 09/10/2013 11:03

La Nube del No-Saber

Uno de esos textos que más se mencionan en las conversaciones sobre tradiciones espirituales, misticismo, Occidente. De fuente anónima, y datado en el siglo XIV, eso no le quita ni una pizca de su sabor. Apartados 3 y 4.

3

Cómo se ha de hacer la contemplación; de su excelencia sobre las demás actividades

 

He aquí lo que has de hacer. Eleva tu corazón al Señor; con un suave movimiento de amor, deseándole por sí mismo y no por sus dones. Centra tu atención y deseo en él y deja que sea esta la única preocupación de tu mente y tu corazón. Haz todo lo que esté en tu mano para olvidar todo lo demás, procurando que tus pensamientos y deseos se vean libres de todo afecto a las criaturas del Señor o a sus asuntos tanto en general como en particular. Quizá pueda parecer una actitud irresponsable, pero, créeme, déjate guiar; no les prestes atención.

 

Lo que estoy describiendo es la obra contemplativa del espíritu. Es la que más agrada a Dios. Pues cuando pones tu amor en él y te olvidas de todo lo demás, los santos y los ángeles se regocijan y se apresuran a asistirte en todos los sentidos, aunque los demonios rabien y conspiren sin cesar para perderte. Los hombres, tus semejantes, se enriquecen de modo maravilloso por esta actividad tuya, aunque no sepas bien cómo. Las mismas almas del purgatorio se benefician, pues sus sufrimientos se ven aliviados por los efectos de esta actividad. Y por supuesto, tu propio espíritu queda purificado y fortalecido por esta actividad contemplativa más que por todas las demás juntas. En compensación, cuando la gracia de Dios llegue a entusiasmarte, se convierte en la actividad más liviana y una de las que se hacen con más agrado. Sin su gracia, en cambio, es muy difícil y, casi diría yo, fuera de tu alcance.

 

Persevera, pues, hasta que sientas gozo en ella. Es natural que al comienzo no sientas más que una especie de oscuridad sobre tu mente o, si se quiere, una nube del no-saber Te parecerá que no conoces ni sientes nada a excepción de un puro impulso hacia Dios en las profundidades de tu ser. Hagas lo que hagas, esta oscuridad y esta nube se interpondrán entre ti y tu Dios. Te sentirás frustrado, ya que tu mente será incapaz de captarlo y tu corazón no disfrutará las delicias de su amor.

 

Pero aprende a permanecer en esa oscuridad. Vuelve a ella tantas veces como puedas, dejando que tu espíritu grite en aquel a quien amas. Pues si en esta vida esperas sentir y ver a Dios tal como es, ha de ser dentro de esta oscuridad y de esta nube. Pero si te esfuerzas en fijar tu amor en él olvidando todo lo demás -y en esto consiste la obra de contemplación que te insto a que emprendas-, tengo la confianza de que Dios en su bondad te dará una experiencia profunda de sí mismo.

 

4

De la simplicidad de la contemplación; que no se ha de adquirir por el conocimiento o la imaginación

 

Acabo de describir un poco de lo que supone la actividad contemplativa. Ahora quiero estudiarla con más detenimiento, tal como yo la entiendo; a fin de que puedas proceder en ella con seguridad y sin errores.

 

Esta actividad no lleva tiempo aun cuando algunas personas crean lo contrario. En realidad es la más breve que puedes imaginar; tan breve como un átomo, que a decir de los filósofos es la división más pequeña del tiempo. El átomo es un momento tan breve e integral que la mente apenas si puede concebirlo. No obstante, es de suma importancia, pues de esta medida mínima de tiempo se ha escrito: «Habréis de responder de todo el tiempo que os he dado. Y esto es totalmente exacto, pues tu principal facultad espiritual, la voluntad, sólo necesita esta breve fracción de un momento para dirigirse hacia el objeto de su deseo.

 

Si por la gracia fueras restablecido a la integridad que el hombre poseía antes de pecar, serías dueño total de estos impulsos. Ninguno de ellos se extraviaría, sino que volaría al único bien, meta de todo deseo,

 

Dios mismo. Pues Dios nos creó a su imagen y semejanza, haciéndonos iguales a él, y en la Encarnación se yació de su divinidad, haciéndose hombre como nosotros. Es Dios, y sólo él, quien puede satisfacer plenamente el hambre y el ansia de nuestro espíritu, que, transformado por su gracia redentora, es capaz de abrazarlo por el amor. El, a quien ni hombre ni ángeles pueden captar por el conocimiento, puede ser abrazado por el amor. El intelecto de los hombres y de los ángeles es demasiado pequeño para comprender a Dios tal cual es en si mismo.

 

Intenta comprender este punto. Las criaturas racionales, como los hombres y los ángeles, poseen dos facultades principales: la facultad de conocer y la facultad de amar.

 

Nadie puede comprender totalmente al Dios increado con su entendimiento; pero cada uno, de maneras diferentes, puede captarlo plenamente por el amor. Tal es el incesante milagro del amor: una persona que ama, a través de su amor, puede abrazar a Dios, cuyo ser llena y trasciende la creación entera. Y esta maravillosa obra del amor dura para siempre, pues aquel a quien amamos es eterno. Cualquiera que tenga la gracia de apreciar la verdad de lo que estoy diciendo, que se tome a pecho mis palabras, pues experimentar este amor es la alegría de la vida eterna y perderlo es el tormento eterno.

 

Quien, con la ayuda de la gracia de Dios, se da cuenta de los movimientos constantes de la voluntad y aprende a dirigirlos hacia Dios, nunca dejará de gustar algo del gozo del cielo, incluso en esta vida. Y en el futuro, ciertamente lo saboreará plenamente. ¿Ves ahora por qué te incito a esta obra espiritual? Si el hombre no hubiera pecado, te habrías aficionado a ella espontáneamente, pues el hombre fue creado para amar y todo lo demás fue creado para hacer posible el amor. A pesar de todo, el hombre quedará sanado por la obra del amor contemplativo. Al fallar en esta obra se hunde más a fondo en el pecado y se aleja más de Dios. Pero, perseverando en ella, surge gradualmente del pecado y se adentra en la intimidad divina.


Por tanto, está atento al tiempo y a la manera de emplearlo. Nada hay más precioso. Esto es evidente si te das cuenta de que en un breve momento se puede ganar o perder el cielo. Dios, dueño del tiempo, nunca da el futuro. Sólo da el presente, momento a momento, pues esta es la ley del orden creado. Y Dios no se contradice a sí mismo en su creación. El tiempo es para el hombre, no el hombre para el tiempo. Dios, el Señor de la naturaleza, nunca anticipará las decisiones del hombre que se suceden una tras otra en el tiempo. El hombre no tendrá excusa posible en el juicio final diciendo a Dios: «Me abrumaste con el futuro cuando yo sólo era capaz de vivir en el presente».

 

Veo que ahora estás desanimado y te dices a ti mismo: «¿Qué he de hacer? Si todo lo que dice es verdad, ¿cómo justificaré mi pecado? Tengo 24 años y hasta este momento apenas si me he dado cuenta del tiempo. Y lo que es peor, no podría reparar el pasado aunque quisiera, pues según lo que me acaba de enseñar, esa tarea es imposible por naturaleza, incluso con la ayuda de la gracia ordinaria. Sé muy bien, además, que en el futuro probablemente no estaré más atento al momento presente de lo que lo he estado en el pasado. Estoy completamente desanimado. Ayúdame por el amor de Jesús».

 

Bien has dicho «por el amor de Jesús. Pues sólo en su amor encontrarás ayuda. En el amor se comparten todas las cosas, y si amas a Jesús, todo lo suyo es tuyo. Como Dios, es el creador y dispensador del tiempo; como hombre, aprovechó el tiempo de una manera consciente; como Dios y hombre es el justo juez de los hombres y de su uso del tiempo. Únete, pues, a Jesús, en fe y en amor de manera que perteneciéndole puedas compartir todo lo que tiene y entrar en la amistad de los que le aman. Esta es la comunión de los santos y estos serán tus amigos: nuestra Señora, santa María, que estuvo llena de gracia en todo momento; los ángeles, que son incapaces de perder tiempo, y todos los santos del cielo y de la tierra, que por la gracia de Jesús emplean todo su tiempo en amar. Fíjate bien, aquí está tu fuerza. Comprende lo que digo y anímate. Pero recuerda, te prevengo de una cosa por encima de todo. Nadie puede exigir la verdadera amistad con Jesús, su madre, los ángeles y los santos, a menos que haga todo lo que está en su mano con la gracia de Dios para aprovechar el tiempo. Ha de poner de su parte, por pequeña que sea, para fortalecer la amistad, de la misma manera que esta le fortalece a él.

 

No debes, pues, descuidar esta obra de contemplación. Procura también apreciar sus maravillosos efectos en tu propio espíritu. Cuando es genuina, es un simple y espontáneo deseo que salta de repente hacia Dios como la chispa del fuego. Es asombroso ver cuántos bellos deseos surgen del espíritu de una persona que está acostumbrada a esta actividad. Y sin embargo, quizá sólo una de ellas se vea completamente libre de apego a alguna cosa creada. Q puede suceder también que tan pronto un hombre se haya vuelto hacia Dios, llevado de su fragilidad humana, se encuentre distraído por el recuerdo de alguna cosa creada o de algún cuidado diario. Pero no importa. Nada malo ha ocurrido: esta persona volverá pronto a un recogimiento profundo.

 

Pasamos ahora a la diferencia entre la obra contemplativa y sus falsificaciones tales como los ensueños, las fantasías o los razonamientos sutiles. Estos se originan en un espíritu presuntuoso, curioso o romántico, mientras que el puro impulso de amor nace de un corazón sincero y humilde. El orgullo, la curiosidad y las fantasías o ensueños han de ser controlados con firmeza si es que la obra contemplativa se ha de alumbrar auténticamente en la intimidad del corazón. Probablemente, algunos dirán sobre esta obra y supondrán que pueden llevarla a efecto mediante ingeniosos esfuerzos. Probablemente forzarán su mente e imaginación de un modo no natural y sólo para producir un falso trabajo que no es ni humano ni divino. La verdad es que esta persona está peligrosamente engañada. Y temo que, a no ser que Dios intervenga con un milagro que la lleve a abandonar tales prácticas y a buscar humildemente una orientación segura, caerá en aberraciones mentales o en cualquier otro mal espiritual del demonio engañador. Corre, pues, el riesgo de perder cuerpo y alma para siempre. Por amor de Dios, pon todo tu empeño en esta obra y no fuerces nunca tu mente ni imaginación, ya que por este camino no llegarás a ninguna parte. Deja estas facultades en paz.

 

No creas que porque he hablado de la oscuridad y de una nube pienso en las nubes que ves en un cielo encapotado o en la oscuridad de tu casa cuando tu candil se apaga. Si así fuera, con un poco de fantasía podrías imaginar el cielo de verano que rompe a través de las nubes o en una luz clara que ilumina el oscuro invierno. No es esto lo que estoy pensando; olvídate, pues, de tal despropósito. Cuando hablo de oscuridad, entiendo la falta o ausencia de conocimiento. Si eres incapaz de entender algo o si lo has olvidado, ¿no estás acaso en la oscuridad con respecto a esta cosa?

 

No la puedes ver con los ojos de tu mente. Pues bien, en el mismo sentido, yo no he dicho «nube», sino «nube del no-saber». Pues es una oscuridad del no-saber que está entre ti y tu Dios.




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Respuesta  Mensaje 2 de 4 en el tema 
De: Evaristo Enviado: 09/10/2013 11:17

La Nube del No-Saber 

Apartados 5 y 6.

5

Que durante la oración contemplativa todas las cosas creadas y sus obras han de ser sepultadas bajo la nube del olvido

 

Si deseas entrar en esta nube, permanecer en ella y proseguir la obra de amor de la contemplación, a la cual te estoy urgiendo, tienes que hacer otra cosa. Así como la nube del no-saber está sobre ti, entre ti y tu Dios, de la misma manera debes extender una nube del olvido por debajo de ti, entre ti y todo lo creado. La nube del no-saber te dejará quizá con la sensación de que estás lejos de Dios. Pero no, si es auténtica, sólo la ausencia de una nube del olvido te mantiene ahora alejado de él. Siempre que digo «todas las criaturas», me refiero no sólo a todo lo creado, sino a todas sus circunstancias y actividades: No hago excepción alguna. Tu obligación es no vincularte a criatura alguna, sea material o espiritual, ni a su situación ni hechos, sean buenos o malos. Para expresarlo brevemente, durante este trabajo has de abandonarlos a todos ellos bajo la nube del olvido.

 

Pues aunque en ciertos momentos y circunstancias es necesario y útil detenerse en situaciones y actividades concretas que atañen a personas y cosas, durante esta actividad es casi inútil. El pensamiento y el recuerdo son formas de comprensión espiritual en las que el ojo del espíritu se abre y se cierra sobre las cosas como el ojo del tirador sobre su objetivo. Pero te insisto en que todo aquello en lo que te detienes durante esta actividad resulta un obstáculo a la unión con Dios. Pues si tu mente está bloqueada con estas preocupaciones, no hay lugar para él.

 

Y con toda la debida reverencia, llego hasta a afirmar que es completamente inútil pensar que puedes alimentar tu obra contemplativa considerando los atributos de Dios, su bondad o su dignidad; o pensando en nuestra Señora, los ángeles o los santos; o en los goces del cielo, por maravillosos que sean. Creo que este tipo de actividad ya no te sirve para nada. Desde luego, es laudable reflexionar sobre la bondad y el amor de Dios y alabarle por ello. Sin embargo, es mucho mejor que tu mente descanse en la conciencia de él mismo, en su existencia desnuda y le ame y le alabe por lo que es en sí mismo.


6

Breve explicación de la contemplación en la forma de un diálogo

 

Pero tú dices: «¿Cómo puedo hacer para pensar en Dios tal cual es en sí mismo?». A esto sólo puedo responder: «No lo sé».

 

Con esta pregunta me llevas a la misma oscuridad y nube del no-saber a la que quiero que entres. El hombre puede conocer totalmente y ponderar todo lo creado y sus obras, y también las obras de Dios, pero no a Dios mismo. El pensamiento no puede comprender a Dios. Por eso, prefiero abandonar todo lo que puedo conocer, optando más bien por amar a aquel a quien no puedo conocer. Aunque no podemos conocerle, sí que podemos amarle. Por el amor puede ser alcanzado y abrazado, pero nunca por el pensamiento. Por supuesto, que hacemos bien a veces en ponderar la majestad de Dios o su bondad por la comprensión que estas meditaciones pueden proporcionar. Pero en la verdadera actividad contemplativa has de dejar todo esto aparte y cubrirlo con una nube del olvido. Deja, pues, que tu devoto, gracioso y amoroso deseo avance, decidida y alegremente, más allá de esto, llegue a penetrar la oscuridad que está encima. Si, golpea esa densa nube del no-saber con el dardo de tu amoroso deseo y no ceses, suceda lo que suceda.



Respuesta  Mensaje 3 de 4 en el tema 
De: Evaristo Enviado: 09/10/2013 11:24

La Nube del No-Saber 

Apartados 7 y 8.


7

Cómo se ha de conducir una persona durante la oración respecto a los pensamientos, especialmente respecto a los que nacen de la curiosidad e inteligencia natural

 

Es inevitable que las ideas surjan en tu mente y traten de distraerte de mil maneras. Te preguntarán diciendo:

 

«¿Qué es lo que buscas?, ¿qué quieres?». A todas ellas debes responder: «A Dios solo busco y deseo, a él solo».

 

Y si te preguntan: «¿Quién es este Dios?», diles que es el Dios que te creó, que te redimió y te trajo a esta obra. Di a tus pensamientos: «Sois incapaces de captarle. Dejadme». Dispérsalos volviéndote a Jesús con amoroso deseo. No te sorprendas si tus pensamientos parecen santos y valiosos para la oración. Con toda probabilidad te encontrarás a ti mismo pensando en las maravillosas cualidades de Jesús, su dulzura, su amor, su gracia, su misericordia. Pero si prestas atención a estas ideas, verás que han conseguido lo que deseaban de ti, y continuarán hablándote hasta inclinarte hacia el pensamiento de la Pasión. Vendrán después ideas sobre su gran bondad y si continúas atento, estarán complacidas. Pronto te encontrarás pensando en tu vida pecadora y quizá con este motivo te podrás acordar de algún lugar en que viviste en tu vida pasada, hasta que de repente, antes de que te des cuenta, tu mente se habrá disipado por completo.

 

Y, sin embargo, no eran malos pensamientos. En realidad eran pensamientos buenos y santos, tan valiosos que todo el que desee avanzar sin haber meditado con frecuencia en sus propios pecados, en la Pasión de Cristo, la mansedumbre, bondad y dignidad de Dios, se extraviará y fracasará en su intento. Pero una persona que ha meditado largamente estas cosas ha de dejarlas detrás, bajo la nube del olvido, si es que quiere penetrar la nube del no-saber que está entre él y su Dios.

 

Por eso, siempre que te sientas movido por la gracia a la actividad contemplativa y estés determinado a realizarla, eleva con sencillez tu corazón a Dios con un suave movimiento de amor. Piensa solamente en Dios que te creó, que te redimió y te guió a esta obra. No dejes que otras ideas sobre Dios entren en tu mente. Incluso esto es demasiado. Basta con un puro impulso hacia Dios, el deseo de él solo.

 

Si quieres centrar todo tu deseo en una simple palabra que tu mente pueda retener fácilmente, elige una palabra breve mejor que una larga. Palabras tan sencillas como «Dios» o «Amor» resultan muy adecuadas. Pero has de elegir una que tenga significado para ti. Fíjala luego en tu mente, de manera que permanezca allí suceda lo que suceda. Esta palabra será tu defensa tanto en la guerra como en la paz. Sírvete de ella para golpear la nube de la oscuridad que está sobre ti y para dominar todas las distracciones, fijándolas en la nube del olvido, que tienes debajo de ti. Si algún pensamiento te siguiera molestando queriendo saber lo que haces, respóndele con esta única palabra. Si tu mente comienza a intelectualizar el sentido y las connotaciones de esta «palabrita», acuérdate de que su valor estriba en su sencillez. Haz esto y te aseguro que tales pensamientos desaparecerán. ¿Por qué? Porque te has negado a desarrollarlos discutiendo con ellos.

 8

Una buena exposición de ciertas dudas que pueden suscitarse respecto a la contemplación; que la curiosidad del hombre, su saber y su natural inteligencia han de abandonarse en este trabajo; de la distinción entre los grados y las partes de la vida activa y contemplativa

 

Pero ahora me dices: «¿Cómo he de juzgar estas ideas que actúan sobre mí cuando rezo? ¿Son buenas o malas? Y si son malas, me extraña mucho porque despiertan grandemente mi devoción. A veces son un alivio real e incluso me hacen llorar de pena ante la Pasión de Cristo o de mis propios pecados.

 

Por otras razones también estoy inclinado a creer que estas santas meditaciones me hacen un gran bien. Por eso, si no son malas sino positivamente buenas, no comprendo por qué me aconsejas que las deje debajo de una nube del olvido».

 

Las preguntas que me haces son muy buenas y trataré de responderlas lo mejor que pueda. Quieres conocer, en primer lugar, qué clase de pensamientos son, ya que parecen ser tan útiles. A esto respondo: son las ideas claras de tu inteligencia natural que la razón concibe en tu mente. A lo de si son buenas o malas, insistiré en que son siempre buenas en sí mismas, ya que tu inteligencia es un reflejo de la inteligencia divina. Son buenas, ciertamente, cuando con la gracia de Dios te ayudan a comprender tus pecados, la Pasión de Cristo, la bondad de Dios o las maravillas que obra a través de la creación. Nada de extraño si estas reflexiones arraigan tu devoción. Pero son malas cuando, hinchadas por el orgullo, la curiosidad intelectual y el egoísmo, corrompen tu mente. Pues entonces has dejado a un lado la mente humilde de un sabio, de un maestro en teología y ascética para ser como esos sabios orgullosos del demonio, expertos en vanidades y mentiras. Lo digo como una advertencia para todos. La inteligencia natural se inclina al mal siempre que se llena de orgullo y de curiosidad innecesaria sobre negocios mundanos y vanidades humanas o cuando egoístamente anhela las dignidades mundanas, las riquezas, los placeres vanos, o la vanidad.

 

Me preguntas ahora: si estos pensamientos no sólo son buenos en si mismos sino que además pueden usarse para bien, ¿por qué los debo dejar bajo una nube de olvido? Responder a esto precisa cierta explicación. Comenzaré diciendo que en la Iglesia hay dos clases o formas de vida, la activa y la contemplativa. La vida activa es inferior, y la contemplativa superior. Dentro de la vida activa hay también dos grados, uno bajo y otro más alto. Pero estas dos vidas son tan complementarias que, si bien son totalmente diferentes entre sí, ninguna de las dos puede existir independientemente de la otra. Pues el grado superior de la vida activa se introduce en el grado inferior de la contemplativa, de manera que, por activa que sea una persona, es también al mismo tiempo parcialmente contemplativa. Y cuando el hombre es tan contemplativo como puede ser en esta vida, en cierta medida sigue siendo activo.

 

La vida activa es de tal naturaleza que comienza y termina en la tierra. La contemplativa, sin embargo, puede ciertamente comenzar en la tierra pero continuará sin fin en la eternidad. Y ello porque la vida contemplativa es la parte de María que no le será quitada. La vida activa, en cambio, se ve turbada y preocupada por muchas cosas, pero la contemplativa se sienta en paz con la única cosa necesaria.

 

En el grado inferior de la vida activa la persona hace bien ocupándose en buenas acciones y obras de misericordia. En el grado superior de la vida activa (que se funde con el grado inferior de la vida contemplativa) el hombre comienza a meditar en las cosas del espíritu. Ahora es cuando debe ponderar con lágrimas la maldad del hombre hasta adentrarse en la Pasión de Cristo y los sufrimientos de sus santos con ternura y compasión. Es ahora también cuando crece en el aprecio de la bondad de Dios y de sus dones y comienza a alabarle y darle gracias por las maravillosas maneras con que actúa en su creación. Pero en el grado más alto de la contemplación -tal como la conocemos en esta vida- todo es oscuridad y una nube del no-saber Aquí uno se vuelve a Dios con deseo amoroso de sólo él mismo y permanece en la ciega conciencia de su desnudo ser.

 

Las actividades del grado inferior de la vida activa dejan gran parte del potencial humano natural del hombre sin explotar. En esta etapa vive, como si dijéramos, fuera de si mismo o por debajo de si mismo. A medida que avanza hacia el grado superior de la vida activa (que se funde con el grado inferior de la vida contemplativa) se va haciendo más interior, viviendo más desde las profundidades de si mismo y haciéndose más verdaderamente humano. Pero en el grado superior de la vida contemplativa se trasciende a si mismo porque consigue por la gracia lo que por naturaleza está por encima de él. Pues ahora se encuentra unido a Dios espiritualmente en una comunión de amor y de deseo. La experiencia enseña que es necesario dejar a un lado por un tiempo las obras del grado inferior de la vida activa, a fin de adentrarse en el grado superior de la vida activa, que, como dijimos, se funde en el grado inferior de la vida contemplativa. De la misma manera, llega un momento en que es necesario dar de lado estas obras también a fin de avanzar hacia el grado superior de la vida contemplativa. Y así como es error que una persona que se sienta a meditar piense en las cosas que ha hecho o que hará sin mirar si son buenas y dignas en si mismas, de la misma manera no está bien que una persona que debiera estar ocupada en la obra de la contemplación en la oscuridad de la nube del no-saber deje que las ideas sobre Dios, sus dones maravillosos, su bondad o sus obras le distraigan de la atención a Dios mismo. Es esta una cuestión distinta del hecho de que se trate de pensamientos buenos que reportan confort y gozo. No tienen lugar aquí!.

 

Por ello te apremio a que deseches todo pensamiento sabio o sutil por santo o valioso que sea. Cúbrelo con la espesa nube del olvido porque en esta vida sólo el amor puede alcanzar a Dios, tal cual es en sí mismo, nunca el conocimiento. Mientras vivimos en estos cuerpos mortales, la agudeza de nuestro entendimiento permanece embotada por limitaciones materiales siempre que trata con las realidades espirituales y más especialmente con Dios. Nuestro razonamiento, pues, no es jamás puro pensamiento, y sin la asistencia de la misericordia divina nos llevaría muy pronto al error.



Respuesta  Mensaje 4 de 4 en el tema 
De: Dulce Alborada Enviado: 17/10/2013 04:12
gracias!!!!


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