La suerte de amar
La asesora de crecimiento personal, Kathy Freston, asegura que todas las parejas pueden ser nuestras almas gemelas, ya que cada relación, buena y sobre todo las malas, son una oportunidad para crecer.
¿Cómo saber si has conocido a tu alma gemela? Esta pregunta que, probablemente, todo el mundo se ha hecho, la plantea Kathy Freston. La mujer, conocida como la autora de la serie de libros que hablan del bienestar cuántico, y por ser colaboradora en el famoso blog The Huffington Post, ha lanzado un nuevo trabajo, esta vez, dedicado al amor y llamado “Tu alma gemela” (Urano).
Allí, la autora responde a la crucial pregunta humana, y asegura que “sea cual sea tu relación actual, esa persona (tu actual pareja) es exactamente la que necesitas en este momento. No hay posibilidad de error ni años perdidos, sólo oportunidades que aprovechar”.
Para comprender más el pensamiento de Freston, se debe tomar en cuenta que para ella una relación, un vínculo o la búsqueda de una relación ideal, es un puente hacia la superación personal. Por ejemplo, los problemas de pareja pueden llegar a transformarse en un excelente motor para indagar en los problemas más profundos de uno.
“En cuestiones amorosas, tener éxito no radica en encontrar pareja y conservarla durante toda la vida; el triunfo consiste en considerar el amor un camino para seguir aprendiendo acerca de uno mismo y del mundo que lo rodea (...) de tal modo que todas las experiencias -ya sean maravillosas, tristes o frustrantes- se conviertan en un hilo más del tejido de la evolución personal”, asegura la autora.
Pero el camino no es fácil. Freston entrega una serie de reflexiones acerca del ego y cómo la desconfianza y el miedo pueden trabar esta oportunidad de limpieza espiritual que entregan las relaciones amorosas.
Al respecto, comenta la típica instancia de inicio de un affair, esos momentos mágicos en que los dos enamorados se sienten capaces de superarlo todo y dejarlo todo con tal de que la relación prospere y esa persona especial se quede a su lado. Pero a los meses de andar, en general, la relación empieza inevitablemente a enfriarse, “dejamos de esforzarnos por dar lo mejor de nosotros mismos. Aun sabiendo que nuestro comportamiento habitual tal vez no sea sano ni constructivo, tendemos a repetirlo. Sucede así porque, cuando actuamos por costumbre, sabemos quiénes somos”, comenta la escritora, como una manera de explicar que a la larga, parece imposible escapar de los temores que produce el sentirse diferente, vulnerable, confiado, inocente y ante el temor, los seres humanos activamos el “piloto automático”, conductas aprendidas del pasado y por ende, no obtenemos ninguna superación.
Freston invita, entonces, a abrir los propios límites y el corazón al amor. “Sólo si nos comportamos como si cada persona que se cruza en nuestro camino fuera un ángel enviado por Dios, llegaremos a trascender el pequeño yo para dar paso a nuestro gran Ser”, asegura.
Un puente entre el otro y yo
La química inicial de una relación no va a ser la base que mantenga a dos personas unidas, sino que la comprensión, compañerismo, complicidad o “sintonía mutua”, como lo llama la autora, que se ha alcanzado a construir con el tiempo.
Para eso, Freston subraya la importancia de una buena comunicación, donde no sólo es preciso prestar oído a las palabras, sino que respetar y dar espacio. La autora aconseja tener en cuenta:
La cortesía: “Escuchar sin interrumpir ni juzgar”. Esto no significa oír sin más. Como dice Freston, “es importante lo que nuestra pareja tiene que decir y después contestar haciéndole saber que la hemos entendido. Presta atención”.
La responsabilidad: Asumir nuestras emociones y dejar de culpar al otro por lo negativo que nos provoca.
La expresión sincera y asertiva: Poder comunicar de manera sana lo que pensamos, esperamos y queremos. “No podemos pretender que el otro presienta cuándo y dónde vamos a necesitar ayuda o adivine cómo paliar nuestro dolor. Lanzar indirectas o ser reservados sólo provoca confusión y malentendidos”, advierte.
El fluir: “Si mantenemos abiertas las líneas de comunicación con el otro, a la vez que respetamos su espacio, superaremos los contratiempos con relativa facilidad”, dice la autora. Esto implica no quedarse estancada en situaciones a veces incómodas para uno y aprender a simplificar las circunstancias. Como ejemplo, comenta el caso de un esposo que dice sentirse cansado, de mal humor y sin ganas de hablar. Tal vez no sea lo que se espera de una pareja, pero en vez de recriminarle eso, Freston propone darle su espacio, respetarlo y no presionarlo, y dejarle claro que ahí estará una persona que lo ama para cuando quiera conversar.
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