Era una extraña noche cálida de invierno y había quedado con Mónica al otro lado del río, donde nos encontramos todas las noches de viernes para cotillear sobre nuestras amigas, pero ese día yo estaba sola. No podía creer que Mónica hubiese olvidado la tradición de los viernes tan pronto, así que decidí llamarla a ver dónde se había metido. -¿Mónica? -¿Sí? -Soy Elena, ¿dónde estas? habíamos quedado, como cada viernes... -Si... estoy ocupada, Elena, -¿Qué es más importante que la noche de los viernes? -Estoy con David -¿Qué? No puedes estar haciéndome esto... -Sabes que él me prefiere a mí, no finjas que no te lo he dicho millones de veces -¡Pero esto no se hace a las espaldas, Mónica! -No sabíamos como decírtelo... -¡Si querías dejarme como una tonta, haberlo hecho a la cara, que no te costaba nada! -No quería dejarte como nada, Mónica, tú eres la que se había obsesionado con él, ¡pero sabes que no te quería! -Esa no es la excusa que esperaba oír. Puedes largarte donde quieras, no quiero que vuelvas siquiera a mirarme a la cara. - clic...
Me colgó con descaro y miré el móvil con asco hasta que recuperé el sentido de la realidad. Mi mejor amiga se había ido con mi mejor amigo, y amor platónico un viernes de cotilleo y los dos me habían dado una puñalada trapera por la espalda, por teléfono. Por un puñetero teléfono. Regresé a casa y me miré la cara con asco. ¿Soy yo? ¿Es que hago que la gente no quiera estar conmigo?¿O es que la gente es así de egoísta con todo el mundo? Mejor me voy a dormir... mañana será otro día. Pero ese día fue mucho peor. El sábado, mi padre me anunciaba que nos mudamos a Soria, muy lejos de aquí, de Madrid. Pero la verdad, no sé por qué me lamentaba, si ya no tenía amigas por las que quedarme y el único chico al que quería se había ido con ella. Con Mónica. -Elena, ya sabes que estoy avanzando mucho en mi trabajo... y me han dicho que en Soria hay un trabajo más apropiado para mí, y me suben el sueldo lo suficiente como para poder comprarnos otro coche. Así podremos tu madre y yo ir a sitios distintos sin discusiones. -Mira, papá, no voy a poner pegas, vámonos de este sitio y comencemos una nueva vida en Soria. -Elena... ¿estás bien? -Sí, papá -Es sólo... que pensaba que te iba a costar más este cambio... -Ya no me queda ninguna razón para quedarme aquí. Prefiero comenzar de nuevo. -De acuerdo, dentro de dos semanas nos dan la casa. Ve recogiendo todo lo que vas a necesitar y... gracias por entenderlo. -De nada papá, sé que es importante para tí.
Dos semanas después llegábamos al pueblo de Soria, Layna. Allí es todo muy rural, pero mi padre es forestal y diseñador de jardines. DOs profesiones que compagina muy bien y mantienen a la familia. Supongo que aquí podrá de verdad trabajar en un medio diferente a los escasos bosques de Madrid y los jardines de urbanizaciones muy cerradas. Aquí se respira tranquilidad y sosiego, un paraje pintoresco y que parece muy familiar. El invierno acaba de terminar y yo acabo de aterrizar en Layna. * * *
Primer día en el nuevo instituto, no hay mucha gente, es un pueblo pequeño, pero no parecen mala gente y yo soy abierta y extrovertida. Vamos, que no me cuesta hacer amigos... es solo que es taaaan difícil mantenerlos... Llegar a mi clase ha sido la parte fácil, hora de primer contacto con mis compañeros. MMM... acabo de ver a un chico de mi altura, rubio y con un moreno que indica que trabaja en el campo, igual con su padre o su abuelo. ¡Parece simpático! -¡Hola! ¿Eres nueva? -Sí, acabo de llegar con mis padres aquí. -Bien, me llamo Carlos. -Elena, y he venido desde Madrid -¡Oh! la "Gran Ciudad"! pues te costará acostumbrarte al silencio por la noche ¿no? -Pues la verdad, estos últimos días he dormido mejor que un bebé. -jaja,¡ pues entonces no hay ningún problema! Oye, te apetece venir con unos amigos al río y de paso te enseñamos el pueblo? -Bueno, le preguntaré a mi padre, pero creo que accederá. Os veo en... -Al lado de la iglesia, en la orilla del río. -Muchas gracias. -De nada, eres bienvenida en el pueblo.
Esa tarde, fui a la orilla donde me había indicado Carlos, y él y sus amigos estaban ya allí cuando llegué. -Hola Elena! Estos son José, Gabriel y Tina. -Hola! -¿Vamos a ir a dar una vuelta y te enseñamos todo? -Perfecto
Me enseñaron el pueblo entero, desde el cerro más alto hasta la orilla del río donde pescan los mayores del pueblo. Y según me dijeron hay un torneo de pesca cada mes. Se despidieron de mí sobre las siete de la tarde, y cinco minutos después, echaba de menos a Carlos. Según me había podido enterar, Gabriel y Tina eran novios, y José era un alma libre sin complicaciones. Carlos estaba soltero y trabajaba cada fin de semana con su padre cuidando un montón de ovejas para lana. Pero se pasaba las tardes en el río con sus amigos.
Mi padre estaba contentísimo con su trabajo, estudiaba cada árbol y cuidaba cada arbusto como si fuese su propia casa.
* * *
Después de varios días, me hice amiga de la mayoría de la clase, pero Carlos seguía siendo mi prioridad, y sus amigos eran ahora también mi pandilla. Nos pasábamos las tardes en el río, que cada dia que pasaba iba subiendo de temperatura, hasta que en verano, pudimos por fin bañarnos. Los estudios iban bien, pero mi padre seguía pensando que echaba de menos Madrid, cuando mi corazón ya pertenecía a Layna. Una tarde, Carlos quedó conmigo a solas y me enseñó una parte del pueblo que nadie mas que él conocía. Me llevó río abajo hasta una cueva bastante grande, de donde salía un manantial de agua cristalina que iba a parar al río discretamente entre las rocas. Ese era su refugio secreto, y nadie mas que él sabía que existía, y ahora, yo también. Me llevó allí varias tardes, hasta que una noche fuimos solos y me besó. Fue como el beso de el agua cristalina del manatial que nos rodeaba, como si el resplandor de la luna que se infiltraba por las grietas besase el agua azulada y me llenase de frescor. Y allí me quedé con él, que me abrazaba y me quitaba el frío que emanaban las rocas, que me daba su cariño en la noche de verano que se cernía sobre Layna. Y allí, nos quedamos toda la noche, soñando.
A los pocos días, ocurrió un accidente, el bosque empezó a arder y mi padre estaba atrapado sin poder salir de las llamas que se avalanzaba sobre su precioso bosque. Todos los bomberos vinieron desde la ciudad más próxima, pero ya era tarde para el bosque, y para mi padre. Al parecer, unos turistas rurales dejaron algún objeto incandescente que, con las malas hierbas secas del bosque en pleno verano, contribuyeron a hacer un gran incendio, el incendio que acabó con la vida de mi padre. Mi madre y yo estábamos destrozadas, y aunque intentamos continuar en Layna, mi madre no podía mantenernos sin un trabajo, y tuvimos que...
Volver a Madrid. Esa era mi peor pesadilla. No podía dejar mi vida en Layna, ya era parte de mí su río, su gente, sus edificios viejos y pintorescos, sus casas, sus vecinos y sobre todo: Carlos. No podía dejarle allí. Me moriría. pero comprendía la situación en la que la muerte de mi padre nos dejaba. Sin nada. Sin comida, sin casa, sin coche... Y un mes después del incendio, volví a Madrid, volví al INFIERNO. |