El sentido de la vocación nos conduce de
hecho por la senda del heroísmo legítimo, aoen
cuando tengamos que soportar etóicamente toda
clase de infamias, traiciones y calumnias. El día
que un hombre pueda decir en verdad: “Yo sé
quien soy y cuál es mi verdadera vocación”, desde
ese instante comenzará a vivir con verdadera rectitud
y Amor. Un hombre así vive en su obra y su
obra en él.
Realmente son muy pocos los hombres que
pueden hablar así con verdadera sinceridad del
corazón. Quienes así hablan son los selectos,
aquellos que tienen en grado superlativo el sentido
de la vocación.
Hallar nuestra verdadera vocación es fuera
de toda duda el problema social más grande, que
se encuentra en la base misma de todos los
problemas de la sociedad. Encontrar o descubrir
nuestra verdadera vocación individual, equivale de
hecho a descubrir un tesoro muy precioso.
Cuando un ciudadano encuentra con certidumbre
y fuera de toda duda su verdadero y legítimo
oficio, se hace por este sólo hecho, insustituible.
Cuando nuestra vocación corresponde
total-mente y en forma absoluta al puesto que
estamos ocupando en la vida, ejercemos entonces
nuestro trabajo como un verdadero apostolado, sin
codicia alguna y sin deseo de poder.
Entonces el trabajo en vez de producirnos
codicia, aburrimiento o deseos de cambiar de
oficio, nos trae dicha verdadera, profunda íntima,
aún cuando tengamos que soportar pacientem
En la práctica hemos podido verificar que
cuando el puesto no corresponde a la vocación del
individuo, entonces éste sólo piensa en función del
más. El mecanismo del Yo es el más. Más dinero,
más fama, más proyectos, etc., y como es apenas
natural, el sujeto suele tornarse hipócrita,
explotador, cruel, despiadado, intransigente, etc.
Si estudiamos la burocracia detenidamente,
podemos comprobar que rara vez en la vida el
puesto corresponde a la vocación individual.
Si estudiamos en forma minuciosa los
distintos gremios del proletariado, podemos
evidenciar que en muy raras ocaciones el oficio
corresponde a la vocación individual.
Cuando observamos cuidadosamente a las
clases privilegiadas, ya sean éstas del Este o del
Oeste del mundo, podemos evidenciar la falta total
del sentido vocacional. Los llamados “niños bien”
ahora asaltan a mano armada, violan indefensas
mujeres, etc., para matar el aburriemento. No
habiendo encontrado su puesto en la vida, andan
desorientados y se convierten en
“rebeldes sin causa”
como para variar un poco. Es espantoso el estado
caótico de la humanidad por estos tiempos de crisis
mundial.
Nadie está contento con su trabajo porque
el puesto no corresponde a la vocación; llueven
solicitudes de empleo porque nadie tiene ganas de
morirse de hambre, pero las solicitudes no corresponden
a la vocación de aquellos que solicitan.
Muchos choferes deberían ser médicos o
ingenieros. Muchos choferes deberían ser médicos
e ingenieros. Muchos abogados deberían ser
ministros y muchos ministros deberían ser sastres.
Muchos limpiadores de calzado deberían ser ministros
y muchos ministros deberían ser limpiadores
de calzado.
Las gentes están en puestos que no les
corresponden, que nada tienen que ver con su
verdadera vocación individual. Debido a esto, la
máquina social funciona pésimamente. Esto es
semejante a un motor que estuviese estructurado
con piezas que no le corresponden, y el resultado
tiene que ser inevitablemente el desastre, el
fracaso, el absurdo.
En la práctica hemos podido comprobar
hasta la saciedad que cuando alguien no tiene
disposición vocacional para ser guía, instructor
religioso, líder político o director de alguna
asociación espiritualista, científica, literaria,
filantrópica, etc., entonces sólo piensa en función
del más y se dedica a hacer proyectos y más
proyectos con secretos propósitos inconfesables.
Es obvio que cuando el puesto no
corresponde a la vocación individual el resultado
es la explotación.
Por estos tiempos terriblemente materialistas
en que vivimos, el puesto de maestro está siendo
arbitrariamente ocupado por muchos mercaderes
que ni remotamente tienen vocación para el
magisterio. El resultado de semejante infamia es la
explotación, crueldad y falta de verdadero Amor.
Muchos sujetos ejercen el magisterio
exclusivamente con el propósito de conseguir
dinero para pagar sus estudios en la Facultad de
Medicina, Derecho o Ingeniería, o simplemente
porque no encuentran nada más que hacer. Las
víctimas de semejante fraude intelectual son los
alumnos.
El verdadero maestro vocacional hoy en día
es muy difícil encontrarlo y es la mayor dicha que
pueden llegar a tener los alumnos y alumnas de
escuelas, colegios y universidades.
La vocación del maestro está sabiamente
traducida por aquella pieza de prosa conmovedora
de Gabriela Mistral titulada “La Oración de la
Maestra”. Dice la maestra de provincia
dirigiéndose a lo Divinal, al Maestro Secreto:
“Dame el Amor único de mi escuela: que ni la
quemadura de la belleza sea capaz de robarle mi
ternura de todos los instantes. Maestro, hazme
perduráble el fervor y pasajero el desencanto.
Arranca de mí este impuro deseo de mal entendida
justicia que aún me turba, la mezquina insinuación
de protesta que sube de mí cuando me hieren, no me
duela la incomprensión ni me entristezca el olvido
de las que enseñé.
Dame el ser más grande que las madres, para poder
amar y defender como éllas lo que no es carne de
mis carnes. Dame alcance a hacer una de mis niñas
mi verso perfecto y dejarle en élla clavada mi más
penetrante melodía, para cuando mis labios no
canten más.
Muéstrame posible tu Evangelio en mi tiempo,
para que no renuncie a la batalla de cada día y de
cada hora por El.”
¿Quién puede medir la influencia psíquica
maravillosa de un maestro así inspirado con tanta
ternura por el sentido de su vocación?
El individuo da con su vocación por una de
éstas tres vías.
Primera: el autodescubrimiento de
una capacidad especial.
Segunda: la visión de
una necesidad urgente.
Tercera: la muy rara
dirección de los padres y maestros que
descubrieron la vocación del alumno/alumna
mediante la observación de sus aptitudes
Muchos individuos han descubierto su
vocación en determinado momento crítico de su
vida, frente a una situación seria que reclamaba
inmediato remedio.
Gandhi era un abogado cualquiera cuando
con motivo de un atentado contra los derechos de
los indoees en el Africa del Sur, hizo cancelar su
pasaje de regreso a la India y se quedó a defender
la causa de sus compatriotas. Una necesidad
momentánea señaló la vocación de toda su vida.
Los grandes benefactores de la humanidad
han encontrado su vocación ante una crísis situacional
que reclamaba inmediato remedio. Recordemos
a Oliverio Cromwell, el padre de las libertades
inglesas; Benito Juárez, el forjador del nuevo
México; José de San Martín y Simón Bolívar,
padres de la independencia suramericana, etc.
Jesús el Cristo, Buddha, Mahoma, Hermes,
Zoroastro, Confucio, Fu-Ji, etc., fueron hombres
que en determinado momento de la historia
supieron comprender su verdadera vocación y se
sintieron llamados por la voz interior que emana
del Íntimo.