Si está leyendo estas líneas, es que se ha suspendido el Juicio Final. El macroproceso iba a empezar ayer, según Harold Camping, ingeniero y presidente de Family Radio, una cadena de emisoras fundamentalistas con base en Oackland (California, Estados Unidos). Sólo 207 millones de justos iban a ir al Cielo directamente y no tendrían que estar ya aquí. "¡La Biblia lo garantiza!", anunciaban desde hace semanas 3.000 vallas publicitarias en todo el mundo, Madrid, incluido. O el mundo posterior al Juicio Final no se diferencia en nada del anterior o este profeta de 89 años es un charlatán. Elija. La primera señal de que el Apocalipsis había comenzado debía haberse registrado ayer por la tarde en todo el planeta. Según contaba Camping recientemente en una entrevista concedida a New York Magazine, cuando el reloj marcara las seis de la tarde hora local, cada ciudad iba a ser sacudida por "un terremoto que haría que el último de Japón no pareciera nada". El seísmo global sembraría el caos y el terror, como paso previo a la destrucción del planeta el 21 de septiembre. ¿Cómo había llegado Camping a precisar las fechas del inicio del Juicio Final y del fin del mundo? A través de la Biblia, claro.
El dueño de la cadena Family Radio, 66 emisoras valoradas en 76 millones de dólares, cree que Adán y Eva existieron, y que el Diluvio Universal, el Éxodo y otros episodios míticos del Antiguo Testamento ocurrieron en realidad. Cree que la historia del mundo es la que narran los textos bíblicos. Según él, la Creación del mundo por Dios tuvo lugar en 11013 antes de Cristo (aC); el Diluvio ocurrió en 4990 aC; el Éxodo, en 1447 aC; y la muerte de Salomón, en 931 aC. Y fueron sus cálculos bíblicos los que le llevaron a establecer ayer como el día del Juicio Final.
No hay año en el que no sobrevivamos a un Apocalipsis anunciado por profetas, videntes o adoradores de los extraterrestres. El diseñador Paco Rabanne, miembro del segundo grupo entre puntada y puntada, predijo en su día que la estación espacial Mir iba a caer el 11 de agosto de 1999 sobre París, en coincidencia con el último eclipse total de Sol del segundo milenio. Aseguraba haberlo deducido de las Centurias de Nostradamus, un vidente francés del siglo XVI que, en realidad, nunca adivinó nada. Rabanne decía que la catástrofe -"ciertos barrios (de París) recordarán Hiroshima"- supondría el principio del fin, y aquí estamos. Por eso, desde entonces no se cansa de repetir que nunca habló del fin del mundo, aunque las hemerotecas se empeñan en lo contrario.
100 millones de dólares
Los profetas no suelen tener reparos en corregir sus vaticinios a posteriori y adaptarlos a la terca realidad. ¿Qué dirá hoy Camping, de 89 años? Lo más posible es que haga lo que apunta el biólogo y militante ateo Richard Dawkins: reconocer haberse confundido, recalcular la fecha del Juicio Final y volver a pedir dinero a sus crédulos fieles para contratar vallas publicitarias actualizadas. No en vano, es un veterano en estas lides: vaticinó en un libro publicado en 1992 la Segunda Venida para el 6 de septiembre de dos años después y hace unas semanas decía que aquel fue un estudio preliminar. El fallo no le hizo perder adeptos, como no los ha perdido casi ningún profeta apocalíptico.
William Miller, fundador de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, calculó el fin del mundo, según la Biblia, para el 21 de marzo de 1843 y, como no llegó, lo retraso al 22 de octubre de 1844. Charles Russell, fundador de los testigos de Jehová, lo predijo para 1874 y 1914; su sucesor, Joseph Rutherford, para 1918, 1925 y la década de 1940; y el sucesor de Rutherford, Nathan Knorr, para 1975. Tanta interpretación errónea de la Biblia no ha minado la credibilidad de estos líderes religiosos a ojos de su adeptos. A pesar del fallo de Camping de 1994, hay gente que confía ciegamente en él, como los voluntarios que han paseado su mensaje por las calles de Nueva York. El despliegue publicitario apocalíptico de Family Radio ha sido posible porque, en los últimos siete años, ha recaudado entre sus oyentes unos 100 millones de dólares en donativos para financiar la campaña del fin del mundo.
Los medios estadounidenses cuentan que muchos seguidores de Camping han vendido sus propiedades y liquidado sus ahorros para contribuir a la causa porque, lógicamente, ese dinero no les iba a servir para nada en la otra vida. Para esas personas que se han deshecho de todos sus bienes materiales por su fe ciega en el profeta, ayer sí fue el fin del mundo tal y como lo conocían hasta ahora. Es posible que tarden en darse cuenta, pero se han quedado sin nada mientras que su líder espiritual sigue siendo el propietario de un emporio radiofónico. Por la gracia de Dios.
El dueño de la cadena Family Radio, 66 emisoras valoradas en 76 millones de dólares, cree que Adán y Eva existieron, y que el Diluvio Universal, el Éxodo y otros episodios míticos del Antiguo Testamento ocurrieron en realidad. Cree que la historia del mundo es la que narran los textos bíblicos. Según él, la Creación del mundo por Dios tuvo lugar en 11013 antes de Cristo (aC); el Diluvio ocurrió en 4990 aC; el Éxodo, en 1447 aC; y la muerte de Salomón, en 931 aC. Y fueron sus cálculos bíblicos los que le llevaron a establecer ayer como el día del Juicio Final.
No hay año en el que no sobrevivamos a un Apocalipsis anunciado por profetas, videntes o adoradores de los extraterrestres. El diseñador Paco Rabanne, miembro del segundo grupo entre puntada y puntada, predijo en su día que la estación espacial Mir iba a caer el 11 de agosto de 1999 sobre París, en coincidencia con el último eclipse total de Sol del segundo milenio. Aseguraba haberlo deducido de las Centurias de Nostradamus, un vidente francés del siglo XVI que, en realidad, nunca adivinó nada. Rabanne decía que la catástrofe -"ciertos barrios (de París) recordarán Hiroshima"- supondría el principio del fin, y aquí estamos. Por eso, desde entonces no se cansa de repetir que nunca habló del fin del mundo, aunque las hemerotecas se empeñan en lo contrario.
100 millones de dólares
Los profetas no suelen tener reparos en corregir sus vaticinios a posteriori y adaptarlos a la terca realidad. ¿Qué dirá hoy Camping, de 89 años? Lo más posible es que haga lo que apunta el biólogo y militante ateo Richard Dawkins: reconocer haberse confundido, recalcular la fecha del Juicio Final y volver a pedir dinero a sus crédulos fieles para contratar vallas publicitarias actualizadas. No en vano, es un veterano en estas lides: vaticinó en un libro publicado en 1992 la Segunda Venida para el 6 de septiembre de dos años después y hace unas semanas decía que aquel fue un estudio preliminar. El fallo no le hizo perder adeptos, como no los ha perdido casi ningún profeta apocalíptico.
William Miller, fundador de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, calculó el fin del mundo, según la Biblia, para el 21 de marzo de 1843 y, como no llegó, lo retraso al 22 de octubre de 1844. Charles Russell, fundador de los testigos de Jehová, lo predijo para 1874 y 1914; su sucesor, Joseph Rutherford, para 1918, 1925 y la década de 1940; y el sucesor de Rutherford, Nathan Knorr, para 1975. Tanta interpretación errónea de la Biblia no ha minado la credibilidad de estos líderes religiosos a ojos de su adeptos. A pesar del fallo de Camping de 1994, hay gente que confía ciegamente en él, como los voluntarios que han paseado su mensaje por las calles de Nueva York. El despliegue publicitario apocalíptico de Family Radio ha sido posible porque, en los últimos siete años, ha recaudado entre sus oyentes unos 100 millones de dólares en donativos para financiar la campaña del fin del mundo.
Los medios estadounidenses cuentan que muchos seguidores de Camping han vendido sus propiedades y liquidado sus ahorros para contribuir a la causa porque, lógicamente, ese dinero no les iba a servir para nada en la otra vida. Para esas personas que se han deshecho de todos sus bienes materiales por su fe ciega en el profeta, ayer sí fue el fin del mundo tal y como lo conocían hasta ahora. Es posible que tarden en darse cuenta, pero se han quedado sin nada mientras que su líder espiritual sigue siendo el propietario de un emporio radiofónico. Por la gracia de Dios.