1 Entonces los hombres me sacaron de allí y me llevaron al tercer cielo, colocándome en medio del paraíso.
2 Es éste un lugar de una bondad incomprensible, en el que puede ver toda clase de árboles en pleno florecimiento, cuyos frutos estaban en sazón y olían agradablemente. (Vi asimismo) alimentos de toda especie que habían sido traídos allí y despedían al bullir un aroma suavísimo.
3 Y en el centro se encontraba el árbol de la vida, precisamente en el mismo lugar en que suele reposar el Señor cuando sube al paraíso. Este árbol, indescriptible tanto por su calidad como por la suavidad de su aroma, es de una hermosura superior a todas las cosas existentes. Por cualquier lado que se le mire tiene un aspecto como de color tojo y gualda, parece como de fuego y cubre todo el paraíso; (al mismo tiempo) participa de todos los demás árboles y de todos los frutos y tiene sus raíces dentro del paraíso, a la salida de la tierra.
4 El paraíso está situado entre la corrupción y la incorrupción.
5 Allí brotan dos fuentes: de la una mana leche y miel (y de la otra) vino y aceite, formando cuatro caudales que discurren alrededor (del paraíso) plácidamente y salen al jardín del Edén entre la corrupción y la incorrupción. Desde allí siguen su curso subdividiéndose en cuarenta (meandros), atravesando palmo a palmo la tierra y observando la evolución de su ciclo como los demás elementos de la atmósfera.
6 Allí no hay traza de árboles estériles, sino que todos y cada uno producen frutos sazonados y es un lugar de bendición.
7 De la vigilancia del paraíso están encargados trescientos ángeles, brillantes en extremo, que con voz incesante y canto agradable sirven al Señor todos los días.
8 Y exclamé: ―¡Qué bueno es este lugar!
9 A lo que los dos hombres repusieron: ―Este lugar, Henoc, está reservado a los justos que estén dispuestos a soportar toda clase de calamidades en su vida y mortifiquen sus almas y cierren sus ojos a la injusticia y hagan un juicio equitativo, dando pan al hambriento, vistiendo al desnudo, levantando a los caídos y ayudando a los huérfanos y ofendidos; a los que caminen sin defecto ante la faz del Señor y a él solo sirvan. A todos éstos está reservado este lugar como herencia sempiterna.
10 Entonces me llevaron aquellos hombres a la región boreal y me mostraron un lugar terrible, donde se dan cita toda clase de tormentos: tinieblas impenetrable y niebla opaca sin un rayo de luz, un fuego oscuro que se inflama continuamente y un torrente de fuego que cruza por doquier, fuego por una parte y hielo por otra, quemando y helando (a la vez).
11 Las cárceles son de espanto, y sus guardianes –brutales e implacables– llevan armas crueles y torturan sin compasión.
12 Entonces exclamé: ―¡Ay de mí, que lugar éste tan terrible!
13 A lo que los dos hombres respondieron: ―Este lugar está preparado, Henoc, para los que no veneran a Dios y cometen perversidades en la tierra, (tales como) embrujos, conjuros, encantamientos por malos espíritus; a los que se ufanan de sus propias fechorías; a los que asaltan a los hombres a escondidas, oprimiendo a los pobres y sustrayéndoles sus pertenencias
; a los que se enriquecen a sí mismos a costa de aquellos a quienes humillan; a los que, teniendo posibilidad de saciar a los hambrientos, los matan de hambre; a los que, pudiendo vestir al desnudo, lo despojan en su misma desnudez y, finalmente, a los que –lejos de reconocer a su Creador– adoran a dioses fatuos y sin alma, forjando ídolos y adorando la obra abominable de sus manos. A éstos les está reservado este lugar como herencia perpetua.