CESACION DE LOS DONES
(3ra. PARTE)
Al hablar sobre el Espíritu Santo
arriesgamos cometer el pecado grave de blasfemar. Negar al
Espíritu es blasfemarlo. Rechazar su palabra es
también ser culpable de blasfemia contra El. Asimismo,
podemos blasfemar al atribuirle al Espíritu e actos que
él no ha autorizado, y palabras, revelaciones y mensajes
que él no ha inspirado. Ciertamente, nos toca a todos
nosotros proceder con mucha prudencia, cautela, paciencia y
oración en el estudio del Espíritu Santo.
Hemos afirmado, y seguimos afirmándolo,
que los dones sobrenaturales, habiendo servido su propósito
de revelar y confirmar toda la verdad, ya han cesado; que fueron
limitados al primer siglo, y que cesaron de acuerdo con el plan
que Dios mismo había trazado. Al oír tal
declaración algunos gritan, "Blasfemia, blasfemia," y lo
hacen sin examinar bien lo que se está proclamando. Lo que
estamos enseñando no será blasfemia si la Biblia la
apoya, ¿verdad? Y sabemos que la Biblia la sostiene. "Pero,"
dirá alguien, "La Biblia enseña que los dones
durarían hasta el fin del mundo." Preguntamos,
"¿Donde?" Creemos que los pasajes citados con miras a
sostener la teoría de que los dones durarían hasta
la venida de Cristo han sido torcidos. Veremos por qué
decimos esto.
"Pero," responderá otro, "Yo sé
que los dones siguen porque yo tengo uno y sé que otros
también los han recibido." Pregunto, ¿qué es la
prueba irrefutable que me ofrece para sostener su
aseveración? Yo también he visto lo que llaman
manifestaciones del Espíritu Santo mediante lo que llaman
dones. Hasta ahora no se me ha presentado, ni en público ni
en privado, ninguna evidencia incontrovertible de que siquiera una
persona tenga, en este siglo presente, un don sobrenatural.
¿Chocante? Sí, yo sé. ¿Blasfemia?
¿Quién es capaz de probarlo? Lo pregunto con toda
humildad, siendo Dios mí Testigo.
A este punto en el estudio, tenemos a bien
presentarles un resumen conciso de las conclusiones que hemos
hecho respecto a la duración de los dones. Son: (1) que el
Espíritu Santo dio los dones durante un tiempo determinado
por Dios mismo; (2) que dichos dones fueron dados a la iglesia en
su infancia para revelarla toda la verdad durante el tiempo cuando
no tenía el Nuevo Testamento en forma escrita; (3) que la
propia Biblia enseña cuándo y por qué los
dones cesarían; (4) que los dones cesaron antes del
año 150 de esta era, probablemente mucho antes de esa
fecha; (5) que los pasajes citados para probar la duración
de los dones hasta el presente no lo prueban; (6) que lo que se
llaman dones hoy día no son iguales a los dones
sobrenaturales del primer siglo, o sea, que lo que se llama
profecía hoy día no es profecía, las llamadas
lenguas no son las lenguas extrañas de la Biblia, etc; (7)
que las manifestaciones atribuidas hoy día al
Espíritu Santo no son de él, sino del
espíritu de emocionalismo humano, para no decir carnal y
(8) que hay envuelto en lo que vemos hoy día las
señales y prodigios mentirosos mencionados en la
Biblia.
Bueno, ahí tiene, amigo, lo que yo creo,
con todo mi corazón, ser la verdad sobre los dones.
Sí, me doy cuenta de que miles y miles no están de
acuerdo. Entonces, ¿por qué he querido presentar esas
conclusiones? En primer lugar, porque siempre tenemos que hablar
la verdad. Y en segundo lugar, para ayudar a algunos a salir de
mucha confusión, de engaños grandes y
escándalos indecibles! Obsérvese esto: que cuando un
pueblo intenta restaurar lo que Dios mismo ya ha hecho cesar, cae
en ridículo y sale con un embrollo tan grande que se nos
hace casi imposible el desenredarlo. Esto es lo que ha pasado a
los que, no comprendiendo que Dios ha abolido el Antiguo
Testamento, guardan el sábado, no comen ciertas carnes,
queman incienso, enseñan el diezmo, etc. Lo mismo pasa en
el caso de los que obligarían al Espíritu Santo a
que les diera dones cuando el tiempo de los dones llegó a
su fin cientos y cientos de años atrás.
¿Qué hay entre tales? En vez de dones sobrenaturales,
hay solamente la capacidad de actuar y hablar a base de un poder
humano cuya eficacia depende de emociones excitadas e infladas.
Hay profecías, pero no se cumplen. Hay un hablar no
sobrenatural sino anormal, uno sin significado alguno, que no
tiene valor edificador alguno. En vez de guardar "la unidad del
Espíritu en el vinculo de la paz," como dice Efesios 4:3,
han despedazado al Espíritu y han roto el vínculo de
la paz mil veces. Divisiones, contradicciones, contiendas,
prácticas y doctrinas no bíblicas es lo que hay.
¡Todo en el nombre del Espíritu Santo!
¡Contemplarlo da susto! Cuando las almas comprendan que el
Espíritu Santo es un ser inteligente que usaba dones por un
tiempo para comunicar al mundo todo el Nuevo Testamento, luego
dejó de darlos cuando toda la verdad fue revelada; cuando
las almas comprendan que es esta verdad revelada y confirmada que
salva, no algún poder misterioso e incomprensible, entonces
saldrán de esa confusión grande que hay. Dios es
todopoderoso y puede hacer cualquier cosa. Pero, si él
mismo ha limitado los dones sobrenaturales a la época de la
infancia de la iglesia, entonces en vano los buscarán. No
es cuestión del poder del Espíritu Santo, ni de la
fe del cristiano, sino de la voluntad de. Dios. Si el ha hecho
cesar los dones, ¿quién los dará? Ni el propio
Espíritu Santo podría hacerle frente a Dios en este
asunto, o en cualquier otro.
¿Qué es la voluntad de Dios
respecto a la duración de los dones? "Que seguirían
hasta el fin del mundo," alegan muchos y citan 1 Cor. 12 y 14:1
donde la Biblia dice, "Procurad los dones espirituales." A la
iglesia en Corinto Pablo dirigió estas palabras. Para
comprender el porqué de tal mandamiento tenemos que tomar
en consideración ese factor que siempre será de
mucha importancia para el entendimiento recto de los dones: La
iglesia en Corinto no tenía el Nuevo Testamento escrito; no
tenía toda la verdad. ¿Cómo podría
aprender la nueva ley? ¡Mediante los dones! Pues, los
miembros fueron mandados a buscarlos para que mediante dichos
poderes supieran cómo trabajar, adorar, organizarse, etc.
Ahora nosotros tenemos toda la verdad escrita en el Nuevo
Testamento. No dependemos de dones para recibirla. No tenemos por
qué buscar los dones. Además, las Escrituras
enseñan que ya los dones han cesado.