La Miel Según los entendidos la Miel podría ser considerada como el alimento perfecto, porque, además de su agradable sabor, la miel tiene propiedades no sólo nutricionales sino también terapéuticas y por ello muy utilizada desde hace muchísimos años en la “medicina casera” de los diferentes pueblos. Trabajadoras como nadie, las abejas, además de ser excelentes arquitectos, podrían ser consideradas como los mejores y más sabios alquimistas de la naturaleza. Al fin y al cabo, su invento, la miel, ha sido utilizado como alimento en todas las épocas y en todas las culturas de la humanidad, y desde siempre se han conocido sus cualidades nutritivas y medicinales. Ya los sabios y curiosos griegos encontraron en ella propiedades antisépticas, calmantes, tonificantes, diuréticas y laxantes. Incluso se han encontrado registros históricos, que ya en la cultura egipcia formaba parte de los elementos rituales utilizados para la momificación, además era incluida en la lista de alimentos que el difunto llevaba para no pasar hambre durante su viaje hasta el más allá. Por sus componentes, la miel está clasificada dentro del grupo de los alimentos hidrocarbonados, es decir, los que están formados por hidrógeno, carbono y oxígeno, elementos que proporcionan calorías al organismo, lo que se traduce en energía.
En la composición de la miel participan más de 70 sustancias diferentes, de acuerdo a la variedad, que depende del tipo y la cantidad de flores libadas por las abejas, el tipo de colmena y las condiciones climáticas y regionales. Un 60 a 80 por ciento de la miel está compuesto por monosacáridos, azúcares simples que el organismo asimila directamente; 1,7% de sacarosa; 4,8% de dextrina; 0,2% de gomas naturales, las cuales, junto a la dextrina, impiden que la miel cristalice; 0,8% de materias nitrogenadas proteínas y aminoácidos, entre otras; 2,8% de materias no azucaradas; 20% de agua si es mayor esta proporción, se acelera el proceso de deterioro de vitaminas y enzimas, y 0,3% de ácidos orgánicos, entre otros, ácido cítrico, láctico, fórmico y fosfórico.
Además la miel contiene minerales como el potasio (especialmente las oscuras, provenientes de bosques) y el fósforo, este último elemento importante para la metabolización de los hidratos de carbono; oligoelementos, como aluminio, cadmio, silicio, boro, titanio, plomo, níquel, cinc, litio, estaño, cromo y radio; pequeñas cantidades de vitaminas del grupo B, vitamina C y ácido pantoténico; enzimas tanto vegetales como animales (provenientes del polen de las flores y de las mismas abejas), que son las encargadas de facilitar que el organismo asimile fácilmente los azúcares sin causar problemas digestivos, e inhibinas, las cuales aportan su acción antibiótica y, actuando conjuntamente con los monosacáridos y la acetilcolina la cual, además, favorece la irrigación sanguínea aportan a la miel una acción curativa sobre heridas. Esta es pues una de las razones por las que se debe evitar someter a la miel a altas temperaturas, debido a que las inhibinas se destruyen por acción de la luz y el calor (sugiriéndose no sobrepasar lo 20º C al someterla al baño María cuando intentamos volverla líquida). Cien gramos de miel contienen 325 calorías; por esto es que la Miel resulta especialmente recomendable para quienes requieren dosis adicionales de energía, como deportistas, personas que realizan actividades con altas exigencias físicas e intelectuales, niños y ancianos. Si bien la Miel es asimilada perfectamente por la inmensa mayoría de las personas, pueden darse algunos casos en que se presente alguna reacción adversa, como por ejemplo aquellos que son alérgicos al polen y, por supuesto, los DIABÉTICOS.
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