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Socio-Política: La otra Cara del Mundial
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Respuesta  Mensaje 1 de 15 en el tema 
De: Marti2  (Mensaje original) Enviado: 12/06/2010 00:34
 
Los perdedores del Mundial

En la puerta hay un pequeño piquete de vigilancia que pregunta adónde vas. "Tengo una cita con el obispo". "Un momento" responde el improvisado guarda antes de mirar en una lista para comprobar que se espera a un periodista a esta hora. La Catedral Metodista de Johannesburgo es un colosal edificio construido con la mentalidad de mostrar la gloria y poder de su iglesia en el mismo centro de negocios de la ciudad. Pero hoy su tamaño se ha aprovechado para otros fines, pues es capaz de albergar hasta 2.000 refugiados africanos -sobre todo zimbabuenses, aunque también los hay de países como el Congo, Ruanda, Sudán o Somalia- "apadrinados" por el obispo Paul Verryn.

Verryn es un viejo conocido de las luchas sociales sudafricanas desde los años ochenta, cuando era pastor de una pequeña parroquia de Soweto y se dedicaba a oficiar los entierros de los activistas asesinados por la policía. Quizás por que ya las ha visto de todos los colores no se le ve para nada preocupado ante la orden de destitución del Consejo Metodista Sudafricano. "El Consejo se ha doblegado ante las presiones del Gobierno al que le molestan los refugiados -cuenta, a pesar de la prohibición expresa de hablar con la prensa- pero toda la congregación está muy unida en torno a este proyecto y van a fracasar".

Verryn y "sus refugiados", como los llama la prensa local, son en realidad víctimas del Mundial. Y además no son las únicas. Por todo el país hay miles de personas, sobre todo las más pobres, que han sido desplazadas por la construcción de infraestructuras directa o indirectamente relacionadas con el evento, que han visto cómo su forma de vida pasaba a ser criminalizada o que, como en el caso de los refugiados de la Catedral Metodista, sencillamente "molestaban". Se trata de la otra cara del Mundial, de la gente que difícilmente tendrá algo que celebrar aunque la selección de su país lograse llegar a la final y levantar la codiciada copa.

"Hace más de seis años que mantenemos nuestro programa de asistencia a refugiados e indigentes sudafricanos y no sólo nunca hemos tenido ningún problema, sino que hemos recibido numerosas muestras de apoyo por parte del Gobierno", continúa Verryn, pero a medida que se acercaba el Mundial las cosas empezaron a cambiar. "Su argumento es que quieren reducir la inseguridad, ¿pero con esto están diciendo que los pobres son todos criminales? -se pregunta- En realidad lo que pretenden es esconder la pobreza como si fuera polvo que se barre bajo la alfombra. No quieren que el mundo conozca la verdadera Sudáfrica".

Un mercado vivo

Durban, a unos 600 kilómetros al sudeste de Johannesburgo, es el mayor puerto de África oriental y plaza fuerte de la comunidad india que habita el país. Es una ciudad moderna y con una economía dinámica y pujante, cuyas playas son objeto de culto para los amantes del surf de todo el mundo. Como en la mayoría de las grandes metrópolis sudafricanas, tras el fin del apartheid, el centro urbano fue tomado por la población negra que trataba de acceder a un puesto de trabajo allí donde se encontraban. Aquí se encuentra el Early Morning Market -el Mercado de Temprano por la Mañana- el mercado tradicional más grande de esta parte del continente. En él se puede encontrar desde la fruta y la verdura que producen los agricultores locales hasta productos de plástico made in China, pasando por discos y películas piratas, un plato de comida o las hierbas necesarias para preparar remedios tradicionales. Y todo a unos precios asequibles para los más pobres. Aunque ninguna guía lo recomiende -en Sudáfrica todo lo que huele a africanidad rápidamente se asocia a peligroso- un paseo por el mercado es un goce para los sentidos y un verdadero chapuzón de cultura sudafricana. El mercado es un verdadero hormiguero que nunca para y que invade las calles contiguas en un magma sin control aparente. Pero lo que aún es más importante, el Early Morning Market representa el sitio de trabajo de entre 7.000 y 10.000 personas, la mayoría de las cuales difícilmente encontrarían otro empleo. "No se puede subestimar la importancia del mercado -asegura Richard Dobson, coordinador de la ONG Asiye Etafuleni- pues la mayoría de los ingresos que consiguen las mujeres del mercado se gastan luego en los townships [los barrios obligatorios para los negros durante el apartheid] donde viven, convirtiéndose en un dinamizador increíble de la economía de una gran parte de la población de la ciudad".

Pero el mercado -situado en el centro de la ciudad y justo al lado de las estaciones centrales de ferrocarril y autobús- es demasiado estratégico para dejarlo en manos de los pobres. O al menos esto debían de pensar los responsables de Isolenu, un potente grupo inversor que propuso al Ayuntamiento crear un moderno centro comercial para "dignificar" el centro de la ciudad pensando en los miles de turistas que van a visitarla. Obed Mlaba, alcalde de la ciudad, declaró que no se podía "desaprovechar la oportunidad que implicaba la inversión de 400 millones de rands [40 millones de euros]". Para Harry Ramla, presidente de la asociación de vendedores del Early Morning Market todo esto no es más que una excusa para "dejar este espacio fabuloso a un puñado de grandes empresas, aún a costa de que se pierdan miles de empleos y se destruya el edificio centenario" que alberga parte del mercado y está calificado de interés cultural.

"El Mundial se ha convertido en una excusa formidable para imponer planes de desarrollo de consecuencias desastrosas para los más vulnerables -cuenta Pat Horn, coordinadora de StreetNet, una red internacional de vendedores callejeros- y privatizar los centros de las grandes ciudades en beneficio de una economía globalizada que excluye a una mayoría de las personas humildes".

Desalojos cero

En el extremo sur del continente se encuentra Ciudad del Cabo, bastión "blanco" de la nación del Arco Iris. Este es el único gran municipio y provincia que no está gobernado por el Congreso Nacional Africano, sino por la Alianza Democrática (DA, en sus siglas inglesas), el partido heredero de los opositores moderados al apartheid y que hoy agrupa los votos de la minoría blanca.

Ciudad del Cabo es también uno de los centros de peregrinaje de la jet set internacional que acostumbra a dejarse ver en sus restaurantes de lujo y en sus tiendas más exclusivas. Por poner un ejemplo, Victoria Beckham ya ha alquilado un espacioso apartamento con una piscina que cuelga espectacularmente de un acantilado sobre el mar para pasar el Mundial.

Pero aquí también se encuentran los peores "asentamientos informales" -un eufemismo local que designa los campos de chabolas- de todo el país. Se trata de un verdadero anillo de pobreza, violencia y desesperación que literalmente rodea la ciudad formal. En estos barrios no hay alcantarillado, ni agua corriente ni luz eléctrica que no provenga de algunos cables conectados ilegalmente a las torres de alta tensión. A pocos kilómetros de la piscina de Victoria Beckham es imposible encontrar un baño con una cadena.

Un asedio que se ha estrechado tanto que para poder construir el Green Point -el modernísimo estadio en primera línea de mar y con capacidad para 70.000 espectadores edificado exclusivamente para el Mundial a un coste de 440 millones de euros- hubo que desalojar a centenares de residentes. Y los antiguos habitantes de Green Point no son los únicos afectados.

"Los desalojos se han multiplicado en los últimos años -cuenta Tshawe, dirigente comunitario de Joe Slovo, uno de estos "asentamientos" nombrado así en honor al histórico dirigente comunista sudafricano- en parte por el aumento del precio de la tierra y en parte porque el Ayuntamiento no nos quiere tan cerca del centro, donde los turistas pueden vernos. La Campaña Anti Desalojos, una red local que coordina a las diferentes comunidades afectadas, cifra en "decenas de miles" las personas desahuciadas desde el año 2000, cuando se fundó la organización. En el caso de Joe Slovo el "problema" se encuentra en su proximidad a la autopista, que revaloriza los terrenos donde se erigen sus barracas. "Pero es que nosotros tampoco nos instalamos aquí por casualidad. Si nos vamos a un sitio dejado de la mano de Dios, ¿como vamos a poder acceder a un puesto de trabajo?" se pregunta Tshawe.

Tres historias de resistencia

Aunque los antiguos dirigentes de la lucha antiapartheid sean hoy los gestores del Mundial y de una buena parte de los proyectos que dificultan la vida de los más pobres en Sudáfrica, también es cierto que la cultura de la resistencia que creó aquel conflicto sigue hoy profundamente arraigada en la conciencia popular. A menos de un mes para que suene el pitido inaugural tanto los refugiados de la Catedral de Johannesburgo como los vendedores del mercado de Durban, como los residentes de Joe Slovo aún no han sido expulsados y siguen oponiéndose firmemente a los planes que, en nombre del desarrollo, pretenden empeorar sus ya difíciles vidas.

Cantando viejas canciones de lucha los comerciantes del Early Morning se encerraron en su mercado y quemaron neumáticos hasta que la empresa inversora, viendo que ya era imposible inaugurar el centro comercial para el Mundial tiró la toalla, al menos de momento.

El Obispo Paul Verryn también es optimista: "en enero de 2009 ya trataron de asaltar policialmente la iglesia y detener 1.500 personas. Sólo la presión mediática internacional logró pararles los pies. A día de hoy, con más tensión informativa que nunca, ya no se atreverán a dar otro paso similar".

Sudáfrica es hoy el segundo país del mundo con más protestas por habitante. Una extensa red de movimientos sociales y asociaciones comunitarias mantiene vivas las promesas de que con el fin de la segregación la vida sería mucho mejor para todo el mundo. En este sentido el Mundial quizás es una oportunidad para ejecutar planes de desarrollo elitista, pero también lo es para que el mundo vea la capacidad de resistencia del pueblo sudafricano.

Un Mundial neoliberal

"Éste es un país donde sorprenden los niveles de riqueza y pobreza puestos de forma contigua. La Copa del Mundo, lejos de ayudar a cambiar esta situación es sólo una lupa que amplifica todos los defectos de este sistema post-apartheid". Esta frase, contra lo que podría parecer, no proviene de ningún activista social o un académico marxista, sino de Dave Zirin, uno de los periodistas deportivos más famosos de los Estados Unidos. Pero es que Sudáfrica es, desde el año pasado, el país más desigual del mundo y es imposible que a ningún visitante mínimamente curiosos se le escape el contraste entre los hoteles de cinco estrellas y los inmensos barrios de chabolas de cartón y lata. Y a medida que se acercaba el evento deportivo -el más grande celebrado nunca en todo el continente- han ido en aumento las voces que denunciaban que el Mundial ha acentuado aún más estas desigualdades en vez de, como prometía el Gobierno, desarrollar el país y ayudar a la gente a salir de la pobreza.

Según datos ofrecidos por Pravin Gordhan, Ministro sudafricano de Economía, del 2,5% de crecimiento del PIB calculado para 2010 un 0,5 estará relacionado directamente con la organización del Mundial. Pero es que este tirón solo se explica por una colosal inversión pública. En los últimos años el país entero ha hecho una "puesta a punto" y hoy puede presumir de carreteras, aeropuertos, estadios y centros urbanos totalmente remodelados, cuando no directamente nuevos. "El problema es que se ha hipotecado gran parte del presupuesto público en unas infraestructuras que refuerzan el modelo de desarrollo neoliberal en vez de centrarse en una apuesta social y sostenible -cuenta el profesor de economía de la Universidad de Kwa Zulu Natal, Patrick Bond- cuando no se han dedicado directamente a instalaciones totalmente inútiles como son los estadios, que en conjunto han costado 3.000 millones de rands [300 millones de euros]. Y éste es un dinero que ha salido de las partidas para agua potable, vivienda social, sanidad o educación". O tal y como expresaba el recientemente fallecido Dennis Brutus, considerado una de las estrellas deportivas nacionales, "si quieren ayudar al deporte que hagan canchas en los colegios".
 
Joan Canela i Barrull
Directa


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Respuesta  Mensaje 3 de 15 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 12/06/2010 01:26
 
 
  • Tarjeta amarilla contra la FIFA
  • Por una real libertad de prensa
  • No al trabajo infantil
  • Contra el abuso sexual

La euforia futbolística estalla. En apenas algunas horas, a partir de este viernes 11 de junio y durante exactamente un mes –hasta la esperada final del 11 de julio- el planeta se mimetizará en un gran balón.

El mundial de fútbol ocupará entonces el epicentro mediático internacional. Nada, o muy poco, se escapará a la fiebre deportiva estimulada por enormes intereses económicos. Derechos de televisión varias veces millonarios; ganancias extraterrestres para las firmas auspiciantes; premios indecentes para los triunfadores... Excitación –comprensible- de la mano de beneficios económicos –inimaginables- en el mayor carnaval planetario jamás vivido hasta ahora. Con el escenario particular de un país de África. Continente que por primera vez en la historia acogerá al Mundial de la FIFA (Federación Internacional del Fútbol)

El apartheid social

Organizaciones sociales sudafricanas aumentaron en las últimas horas el tono de la denuncia. Acusan a las autoridades municipales del *Cap* y de otras ciudades del país de expulsar a miles de “sin techo” hacia zonas periféricas alejadas de la vista de los visitantes.

Derrotado heroicamente el apartheid en 1994, sin embargo el impacto colonial no ha sido superado radicalmente en estos tres lustros de la nueva Sudáfrica, principal potencia económica del continente.

Si bien desde 1995 el ingreso mensual medio de la mayoritaria población de color aumentó en un 37 %, en igual período el de la población blanca superó el 83%. África del Sur es una de las diez naciones del mundo con mayor desigualdad interna.

El 20 % de las familias más ricas concentran el 62 % de los ingresos a nivel nacional, mientras que el 40 % más pobre de la población total araña apenas el 10 %.

El desempleo explota junto con la desesperación. Oficialmente, el 24.3% de la población en edad productiva no tiene trabajo. Cifra que en realidad oscila en el 40%. Uno de cada dos jóvenes esta excluido del proceso productivo. Tasa que aumenta sensiblemente entre los jóvenes negros: 70% de ellos no tiene acceso al trabajo al concluir la escuela.

Cuatro de cada diez sudafricanos viven con menos de 2 dólares diarios –frontera del concepto de la pobreza según las Naciones Unidas-. Desde 1990 a la actualidad la esperanza de vida media descendió de 62 a 51 años.

¡Fuera de juego!: tarjeta amarilla a la FIFA

Más de 13 mil suizos sostuvieron con su firma la campaña lanzada en abril pasado contra la FIFA y en solidaridad con los sectores más excluidos de la población sudafricana.

Iniciativa promovida por la “Ayuda Obrera Suiza” (AOS), que dio así continuidad a la Campaña Internacional a favor del “Trabajo Digno” lanzada por las principales centrales sindicales mundiales en el marco del Foro Social Mundial de Nairobi, Kenya, en enero del 2007. Ya entonces se anticipaban los potenciales estragos sociales que llegarían de la mano del mundial 2010.

Esa organización de solidaridad helvética acusa a la Federación con sede en Zürich de pasividad o falta de compromiso activo en tres áreas sensitivas .

No presionar a los países organizadores de competencias (en este caso África del Sur) para que sus empresas y auspiciantes respeten las normas mínimas de trabajo digno y consulten a los sindicatos.

No denunciar la violación de derechos humanos, en particular las expulsiones de los “sin techo”. Y en tercer lugar, no respetar a fondo la libertad de prensa.

Organizaciones del sector denuncian las restricciones impuestas para el trabajo informativo y las condiciones para la acreditación de sus miembros. En particular, el inciso que estipulaba que la actividad periodística “no debe atacar la reputación de la FIFA”. Esa fuerte reacción llevó a la Federación a relativizar ese punto.

La presión internacional y la movilización social interna produjeron frutos parciales. El caso de los obreros que construyeron los estadios fue significativo. Lograron pasar de los 2500 *Rands* por mes a 3000 *Rands* (en torno a los 460 dólares estadounidenses). Sin embargo todavía menor a los 700 dólares exigidos como salario mínimo – vital por parte de los sindicatos sudafricanos.

Flagelos sociales contra la niñez

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) convocó el jueves 10 de junio a su campaña “Ir derecho hacia el arco” para eliminar las peores formas de trabajo infantil hasta 2016.

Al tiempo que crece la excitación planetaria por el Campeonato Mundial de fútbol, señala la OIT, “215 millones de niños en todo el mundo deben trabajar para sobrevivir. Para ellos, la educación y el juego son un lujo”, sentencia.

Y es al organismo internacional de convocar, en este caso en colaboración con la FIFA, a la jornada “Tarjeta roja al trabajo infantil” a realizarse en 60 naciones, el mismo viernes de la apertura del Mundial.

En paralelo la Organización de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), aprovecha del telón de fondo de la competencia futbolística para lanzar un alerta sobre el riesgo de abusos sexuales potenciales contra niños y niñas durante esa competencia que reunirá a casi 3 millones de espectadores locales.

Sergio Ferrari


Respuesta  Mensaje 4 de 15 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 12/06/2010 01:41
 
El fútbol, entre lo sagrado y lo profano

Escribo como aficionado al fútbol que ha esperado pacientemente la celebración de un nuevo Mundial con un sentimiento encontrado por la excesiva y grosera comercialización de que es objeto tanto el fútbol como deporte, así como la selección nacional, que se convierte en portadora de un patrioterismo ramplón. Sin embargo, como estudioso del fenómeno religioso, no dejan de sorprenderme las analogías entre las tendencias religiosas que mayores adeptos capturan hoy día y el fútbol, que pueden resumirse en una sola expresión: la exaltación de la emoción. La dimensión lúdica del fútbol alcanza, por su simplicidad y eficacia, las audiencias más diversas en términos sociales, culturales y geográficos. Excitación de los sentidos, pérdida momentánea del discernimiento sobre la realidad y el reencantamiento del mundo son fórmulas que los movimientos religiosos pentecostales y el fútbol comparten para ser altamente eficaces y así capturar el interés de las masas. En la sociedad actual, la religión supone el agrupamiento de las personas alrededor de los sentidos y de estética para la identificación conjunta de un disfrute colectivo. El fútbol ha invadido esta esfera; la concepción tradicional de lo religioso resulta insuficiente como relato metasocial, mientras que el fútbol, a diferencia de lo religioso, es un acto temporal de construcción social de sensaciones y sentimientos.

Hace algunos años era novedoso correlacionar la religión con el fútbol como un nuevo rito pagano de la sociedad posmoderna, hoy es un lugar común. Los aficionados se vuelven fanáticos al alza mientras las religiones tradicionales, especialmente cristianas, están dramáticamente a la baja en un mundo secularizado. El fútbol es más que un deporte, un espectáculo o un negocio millonario: es un fenómeno social a escala planetaria que levanta pasiones y su influencia se deja sentir en diferentes esferas de la vida social. La máxima de Eduardo Galeano, escritor uruguayo: El fútbol es la única religión que no tiene ateos, conserva su vigencia, máxime que se trata de uno de los primeros intelectuales que salieron del clóset para aceptarse devoto del futbol hace más de 30 años. Ricos y pobres, sabios e ignorantes, hombres y mujeres, se entregan con fervor a un juego casi sagrado de reglas sencillas e imperfectas.

Sudáfrica se convierte en un nuevo lugar de peregrinaje y sus estadios en consagrados santuarios. Estos espacios de celebración y de ritos serán testigos de los desenlaces cargados de gloria, de héroes y de fracasos. Culpa y pecado también están presentes en la religión civil del fútbol. El fútbol se convierte así en el espectáculo total, a escala planetaria, que mayor expectativa levanta. Es más que un deporte, es uno de los negocios más lucrativos a escala internacional, que gracias a los grandes medios de comunicación se constituye en el pan y circo de la era global.

Hace cuatro años decíamos en las Formas religiosas del fútbol, que la falta de significación de la sociedad moderna suscita búsquedas de nuevos sentidos de vida, y el fútbol, por ser una respuesta lúdica y momentánea de reencantamiento, llena vacíos y necesidades de significación. M. Eliade, en su libro Lo sagrado y lo profano, sostiene que la irreligiosidad en estado puro no existe, aun en personas y sociedades altamente secularizadas. El universo de los tabúes, los misterios, las supersticiones, las liturgias de origen mágico, se enmascara al orden laico, bajo aparentes nuevos significados desacralizados en fiestas, ceremonias y rituales seculares; sin embargo subyacen formas pararreligiosas híbridas que otorgan nuevos y poderosos sentidos a la sociedad. Sería arbitrario determinar una relación directa entre fútbol y religión; sin embargo, la sociología de las religiones está reinterpretando con mayor agudeza el fenómeno.

No se trata sólo de afirmar que el fútbol sustituya formas religiosas, sino que la religión también invade la esfera y la cultura del fútbol. Los futbolistas son en buena parte portadores de supersticiones, cábalas y comportamientos que exaltan el politeísmo de las masas. El gol es la exaltación absoluta de la liturgia: los fanáticos celebran el gol como shock catártico que libera una masa de energía primitiva y clímax. El fanatismo y el comportamiento irracional de muchas porras o barras contraviene la racionalidad y el orden social. Francisco Alcaide, en su libro Fútbol, fenómeno de fenómenos (Editorial Leo, Madrid, 2009), en las conclusiones señala que el fútbol ha sido un instrumento generador de ideologías y también un medio para afirmar o rechazar posturas políticas. La politización del fútbol o la "futbolización" de la política son armas de doble filo de las que las clases políticas buscan sacar provecho con riesgos. El fútbol, en tanto juego regido por normas, puede tener una dimensión de evasión de la realidad, como algunas religiones, de embrutecimiento masivo y enajenación funcional al statu quo; sin embargo, esta dimensión de opio puede contrastarse con el lado lúdico, de fiesta, de exaltación y liberación de sentidos que coadyuva a sobrellevar una realidad cotidiana llena de incertitudes, inseguridades y opacidades. Siendo sólo un juego de pelota, el fútbol incide en la vida.

Bernardo Barranco V.
La Jornada


Respuesta  Mensaje 5 de 15 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 12/06/2010 07:48

 

El lado “B” de Sudáfrica: Un mundial de contrastes

 
En unas cuantas horas el mundo despertará a un nuevo dia y pondrá los ojos en la Copa Mundial de Sudáfrica.
La fiesta ha comenzado y miles de turistas continúan llegando desde todas partes del mundo, las calles se han convertido en un carnaval multicolor donde cientos de personas pasean por las calles vistiendo las camisetas de sus selecciones.

Pero que hay del otro lado de la algarabia y las ansias de que la ceremonia comience y que el balón ruede durante más o menos un mes en los estadios sudafricanos? Un país donde las desigualdades sociales son más que evidentes, donde pocos son muy ricos y muchos son muy pobres, un país donde el SIDA aqueja a millones de habitantes, un país donde la trata de personas es un delito con números alarmantes, donde miles de niños deambulan por las calles, un país donde son asesinadas alrededor de 18,000 personas al año, un país de contrastes, un país violento en muchos aspectos. Veamos algunas historias de ese lado “B” de Sudáfrica que no nos cuentan los cronistas ni los enviados especiales de los canales de deportes.

Una de las zonas más afectadas por la pobreza es la comunidad de Khayelitsha a las afueras de Ciudad del Cabo. La zona es pobre, con altos niveles de delincuencia y desempleo masivo. - Khayelitsha es muy pobre y casi nadie tiene agua ni electricidad. Tampoco hay baños y la gente hace sus necesidades en la calle, dice Andile Madondile habitante Khayelitsha. Él vive en una “chavola” en la zona con su mujer y dos hijos. Él describe un día normal en el que domina la violencia y la pobreza desesperada. “Aquí están la gran mayoría de las personas desempleadas y la delincuencia está en todas partes”

La proporción de personas que viven con el VIH en Khayelitsha se encuentra entre las más altas del país. Andile Madondile mismo es VIH positivo y sólo sobrevive gracias al trabajo de Médicos Sin Fronteras en la zona. ” Las violaciones son el pan de cada día. Sólo en Khayelitsha se denuncian tres violaciones cada día. El número real es probablemente mucho más alto que eso, violaciones que se producen dentro de las casas detrás de las puertas cerradas” Madondile supo que tenía VIH hace casi cinco años. Ahora él difunde conocimiento sobre la enfermedad y espera que la Copa del Mundo pueda crear visibilidad sobre los problemas del país. Madondile no sueña con entradas para los partidos. Él es feliz si tiene comida para su familia y sueña con una casa propia. “Tengo el VIH. Por eso realmente quiero tener una casa para que mis hijos tengan un lugar donde vivir cuando yo me haya ido. Pienso mucho en eso ahora”

El VIH en Sudáfrica En ninguna parte del mundo viven tantos con el VIH como én Sudáfrica. En el grupo de 15-49 años son un 19 por ciento seropositivos. Esto significa 5,7 millones. Más de la mitad de las muertes en el país son por causa del VIH/SIDA y sin una expansión sustancial del acceso al tratamiento este porcentaje se elevará en breve. De las personas infectadas recibe cerca de un millón droga modificadora de la enfermedad (bromsmedicin), conocidos como antirretrovirales (ARV). El país sin embargo depende económicamente de la ayuda externa paraa permitirse el lujo de tratar a los enfermos. La crisis financiera ha hecho que la ayuda para combatir el Sida en África probablemente disminuya.

Viviendo en Sudáfrica Más allá del glamour del campeonato hay una país pobre y peligroso – “El campeonato del mundo no significa nada para nosotros” dice Madondile al ser entrevistado. El campeonato se ha descrito como una fiesta para todo el continente y una enorme oportunidad para Sudáfrica. Pero para muchos sudafricanos la Copa del Mundo es un sueño distante. Millones de personas viven en la pobreza y el 19 por ciento de los sudafricanos de entre 15 y 49 años tienen el VIH. Las casas de los barrios de gente pudiente están rodeadas de murallones y alambres electrificados. Lugares exclusivos donde unos cuantos viven con todas las comodidades y lujos de primer mundo. Las casas de familias menos pudientes están rodeadas de paredes no tan inexpugnables, y de alambres electrificados. Y ni hablar de los habitantes pobres, que sobreviven con salarios paupérrimos, con hijos desnutridos que en la mayoría de los casos abandonan la escuela por no contar con los medios para continuar estudiando. La BBC señalaba que en Sudáfrica se cometen 50 asesinatos por día. Son 18.000 asesinatos por año y otros 18.000 intentos de homicidio. Destaca el caso de la ciudad de Johannesburgo, considerado como una de las ciudades del mundo con mayor nivel de criminalidad. En los últimos meses, sin embargo, las autoridades locales y nacionales están llevando a cabo una serie de medidas para cambiar esta tendencia. Y para mostrar una imagen positiva al mundo durante el mundial de futbol.

Las recomendaciones a los turistas Es preciso estar vigilante a la hora de utilizar los cajeros autómáticos. Es muy conveniente permanecer en grupo (en particular de noche) y no utilizar taxis sin recomendación del hotel en el que se hospede el turista. se consideran como “Zonas de riesgo” los siguientes lugares En Johannesburgo, evitar a cualquier precio el barrio de Hillbrow, Yeoville, Berea, y tener precaución en el de Bruma. Hay que tener cuidado en el Central Business District (CBD) y, en particular, la terminal de autobuses de Rotunda. En Durban, evitar el paseo marítimo de Victoria de noche, los pasos subterráneos del Workshop Shopping Centre, y los del embarcadero Victoria, así como Point Road, los alrededores del Wheel Shopping Complex, y tener siempre cuidado por la zona de la playa. En Ciudad del Cabo no conviene de noche ir a pie desde los hoteles en el centro, hasta la zona del Waterfront, ni pasear por el centro de la ciudad. Evitar el interior y los alrededores de las estaciones ferroviarias por la noche y tener cuidado durante el día. No utilizar nunca el tren que hace el trayecto Hohanesburgo-Pretoria ni, en general, los trenes de cercanías que van a las playas o lugares turísticos. Asi mismo se les está recomendando a los turistas no llevar aparatos ostentosos, no llevar demasiadas tarjetas de crédito, no llevar mucho dinero en efectivo al hacer los recorridos turisticos, y no caminar demasiado alejado del grupo de personas con quienes este visitando el país.

 Así las cosas mis estimados y respetados bloggers el mundial ya casi ha comenzado, con sus dichas y alegrías, con sus conflictos y polémicas, con sus personajes y estrellas, con los favoritos de siempre, y las sorpresas que se puedan dar…Ya casi me voy a dormir porque me quiero levantar tempranito a ver aunque sea una horita el inicio de la ceremonia jeje y después a chambear!!!  saludos a todos y muy buen fin de semana!!!
Bunkita

Respuesta  Mensaje 6 de 15 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 14/06/2010 05:54

 

Copa del Mundo: ¿diversión o maniobra diversiva de masas?

 

Debo aclarar, antes que nada, que desde hace más de 75 años, o sea, casi desde que el amateurismo fue sustituido por el incipiente fútbol profesional, soy hincha de ese deporte. Pero pienso que no darse cuenta de la utilización ideológica y política del campeonato mundial de fútbol por el capitalismo, es dar prueba de enorme superficialidad y gran ingenuidad. Porque el fútbol hace décadas que dejó de ser un deporte para transformarse en un negocio que mueve centenares de miles de millones de dólares y, en particular, desde la utilización que le dio el nazismo en los años treinta, en herramienta de propaganda política para obtener aunque sea una momentánea unión nacional detrás de los gobiernos.

No es necesario recordar la promoción del deporte de Estado por Mussolini, Hitler o Stalin, o lo que fue para la dictadura el Mundial de Fútbol que Argentina ganó en Buenos Aires, mientras fuera de los estadios desaparecían decenas de miles de los mejores jóvenes y otros luchadores, entre ellos cientos de deportistas y atletas profesionales. Ese fútbol donde unos cuantos muy bien pagados juegan ante millones de personas que jamás podrán practicar un deporte porque no tienen campos, salarios ni alimentación suficientes, ni tiempo libre al terminar sus trabajos extenuantes y mal pagados, y por eso simplemente miran la caja idiota que, de paso, se populariza y redime cada tanto de sus crímenes contra la conciencia política y la cultura populares, aunque aparezca como una diversión es, en realidad, una maniobra diversionista.

Como en la época de los emperadores romanos, si no hay mucho pan se da circo para que la gente no piense o, mejor dicho, que piense en cosas sin importancia, creyendo participar y ser sujeto en un espectáculo promovido por los dueños del poder para controlar incluso los sentimientos y dar una falsa sensación de alegría a las víctimas del capital, desviando su atención de las crisis, las matanzas, el desastre ecológico, la desocupación, las hambrunas, la explotación y la opresión.

Como las drogas, este tipo de fútbol crea una burbuja, un mundo ficticio. Es más, hoy, en la mayoría de los países el fútbol profesional es el verdadero opio del pueblo, mucho más que la religión, pues ésta no llena la vida de los hinchas desde el lunes hasta el miércoles y desde el viernes hasta el fin de semana con la misma intensidad ni de la misma manera absoluta. También como las drogas, la prostitución o las industrias del juego y de los entretenimientos (o sea, de los instrumentos cotidianos de dominación del capital y de encarrilamiento del tiempo libre de las clases dominadas), ese tipo de deporte pasivo y tramposo es un excelente negocio.

La FIFA (Federación Internacional del Fútbol Asociado) posee más de mil millones de dólares y el año pasado ganó 300 millones simplemente cobrando comisiones a las federaciones integrantes. Y la compra-venta de jugadores –quienes encuentran en un mundial una vidriera para su exposición– mueven cientos de millones de dólares que quedan en manos de los dirigentes de los clubes, de los intermediarios y representantes, y de otros tantos coyotes, y sólo en muy pequeña medida llegan a los modernos gladiadores de este circo.

Por supuesto, aunque en todas partes del mundo se presenta la utilización capitalista de un deporte popular (Silvio Berlusconi es propietario del Milán y en ese carácter obtiene votos de imbéciles, y Mauricio Macri, el gobernador de la ciudad de Buenos Aires, fue elegido porque fue presidente del Boca Juniors, con el voto de miles de hinchas despistados), la magnitud de esa utilización varía de acuerdo con la orientación política de los diversos gobiernos.

En efecto, en todas partes se cuecen habas, pero, como decía Juan Gelman, en algunas se cuecen sólo habas… Los gobiernos mal llamados populistas en particular, intentan hacer del deporte (pasivo, televisivo) una herramienta ideológica para construir una efímera unión nacional y una fuente de gloria moderna y barata, de cartón pintado.

En Argentina, por ejemplo, el gobierno le quitó al monopolio Clarín el fútbol por abonamiento televisivo (un negocio de 4.000  millones de dólares) y lo transmite gratis, para todos, y con motivo de este mundial regaló más de un millón de decodificadores digitales para que todos lo pudieran ver. Sin duda, esas medidas constituyen una democratización de los espectáculos. Sin embargo, hay un pero: el canal oficial –el 7– se saturó de fútbol, eliminó los programas informativos y de opinión, así como los debates de todo tipo, y así dio un importante impulso a la estupidización de la opinión pública y a la utilización demagógica de los recursos públicos, que podrían haber sido destinados a usos culturales, reforzando la campaña diversionista del capital mundial.

De modo que, en la mayor crisis económica y social del capitalismo mundial y en una crisis ecológica que podría ser fatal para el destino de la civilización y del planeta, viviremos preocupados durante un mes por unas pelotas y, perdónenme la expresión, por unos pelotudos charlatanes y explotadores de la ingenuidad. También en esto, una civilización en profunda descomposición imita los métodos de la decadencia del siglo III de nuestra era, durante el Bajo Imperio Romano.

Guillermo Almeyra
La Jornada


Respuesta  Mensaje 7 de 15 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 21/06/2010 11:10
Cada cuatro años durante los meses de junio y julio toda actividad se impregna de la “Copa Mundial de Fútbol”. La saturación futbolística obnubila las mentes, las transporta de la realidad cotidiana a un mundo intrascendente. Las necedades de los comentaristas deportivos, con sus cábalas, pronósticos, filosóficas disquisiciones futboleras y publicidad insidiosa, elevan el fanatismo al clímax. La alienación del fútbol coloca, en segundo plano, los despidos laborales, rebaja del salario, pérdida de la seguridad social, que los gobiernos de Europa aplican para salvar sus maltrechas economías. De igual manera, la futbol manía pretende hacer olvidar que en La Franja de Gaza hay millón y medio de palestinos sometidos al bloqueo genocida que les impone el sionismo. O el acto de guerra contra la “Flotilla de la Libertad” en aguas internacionales. O las provocaciones que ponen al borde de la guerra a Corea del Norte, Irán, Kirguistán. O la tragedia ecológica en el Golfo de México por el derrame petrolero. O la realidad social de Sudáfrica que, para cumplir el papel de anfitrión, construyó estadios monumentales, avenidas, trenes, hoteles cinco estrellas para deleite de turistas enardecidos de patrioterismo futbolero, en un país con el 70% de la población en situación de pobreza, sin trabajo, sin agua, sin vivienda y con cinco millones de enfermos de SIDA. Para solventar la crisis social nunca hay dinero.

La FIFA, transnacional del deporte, cumple dentro de la división del trabajo, la adecuación del espectáculo futbolístico a los intereses del capital y para ello blande, en lugar del látigo de cuero - como en el anfiteatro romano contra los gladiadores – el látigo de los euro/dólares. Todo jugador llega al mundial con la chequera llena, pero, con una historia médica bajo el brazo que detalla fracturas, intervenciones, reposos, tratamientos de rodilla, de tobillo, de ligamentos y distenciones musculares. En el rostro reflejan su condición física de cansancio, agotamiento mental y sicológico. Durante los meses y años anteriores a la “Copa Mundial” han sido exprimidos hasta la extenuación en campeonato de “liga”, “de campeones”, “Libertadores/”, “copa del rey”, “de Europa”, de la “UEFA”, de “América”, de encuentros amistosos, del trajinar constante por los aeropuertos para cumplir compromisos deportivos con el club o la selección del país de origen. ¿Dónde queda el lema “mente sana en cuerpo sano”? El resultado de todo este empeño se condensa en los 2.3 mil millones de euros que la FIFA percibirá por este Mundial.

Se dice que en este Mundial el ruido estridente de las “vuvuzelas” dificulta a los jugadores oír el pito del árbitro, las ordenes del Director Técnico y el diálogo entre sí para coordinar las jugadas. ¿Será la extenuación de los jugadores o el ruido de las “vuvuzelas” la causa de la escasa producción de goles y el bajo rendimiento de la mayoría de los equipos? Ante la crisis económica mundial, el fútbol deja ¡Cero pan y mucho circo!

Respuesta  Mensaje 8 de 15 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 26/06/2010 06:26
Quienes disfrutamos y los que sufren con el fútbol, por igual, coinciden que este deporte-espectáculo es un fenómeno político y social que entre otras funciones opera como un mecanismo de identidad nacional. Tampoco hay dudas sobre el hecho de que el fútbol-espectáculo posibilita la manipulación de la sociedad en pos de afianzar el modelo político-económico y el statu quo, disuadiendo el cambio social y, a la vez, abriendo las puertas a las enormes ganancias de pocas empresas trasnacionales.

Ciao Italia, ciao

Al fútbol se le considera el deporte más popular del mundo, ya que unos 300 millones de personas lo practican a lo largo y ancho del orbe, desde Corea del Norte hasta Estados Unidos, desde Palestina a la caribeña Turcos y Caicos.

Es entretenimiento, diversión y pasión, pero también es una actividad muy lucrativa tanto para las federaciones nacionales, para la Federación Internacional de fútbol Asociación (FIFA) y para las empresas trasnacionales, socias de esta institución en la organización de los torneos locales, regionales, intrarregionales, interregionales e, incluso, las copas mundiales.

Hace ya 24 años, cuando el Mundial e México, escribíamos una nota-ficción junto a Víctor Ego en la que especulábamos que quizá en el futuro los mundiales se jugarían entre los contratados por Nike contra los de Adidas, los de Coca Cola contra Gatorade… Ni tan lejos estábamos: Internacionales de Milán, campeón de Italia y de Europa, es supuestamente un equipo italiano donde generalmente no se alinea a ningún italiano.

Sin dudas, el fútbol tiene implicaciones políticas, sociales y culturales muy amplias, y dentro de esta teoría neoliberal de dejar todo librado al mercado, el Mundial sirve para que, a través de los medios cartelizados de comunicación, estas grandes empresas trasnacionales garanticen nuevos mercados para sus productos.

Hay jugadores que ganan más por ser “modelos” de estas empresas trasnacionales, que por su labor profesional. Las empresas pelean el mercado para que los mejores jugadores usen tal o cual calzado o ropa deportiva, se afeiten o no, tomen este refresco o la otra bebida energizante, usen este reloj, aquel automóvil. Son los mejores referentes para el consumismo: Fulanito triunfó porque usó esta marca y tú también puedes (si usas la misma marca, claro).

Hay más selecciones nacionales (199) en la Federación Internacional que países reconocidos en las Naciones Unidas (186). La FIFA reconoce a Escocia, Gales, Irlanda del Norte y hasta ha admitido a Palestina. Parafraseando al estratega prusiano Karl von Clausewitz, se podría concluir que “el fútbol es la continuación de la guerra con otros métodos”.

Y no sería la primera vez que este mecanismo de identidad nacional tenga derivaciones bélicas (o sirva de excusa para ello), como ocurriera en 1969 en la tragedia armada vivida por Honduras y El Salvador.

La crisis del capitalismo europeo

Por eso, ¿permitirá la FIFA y sus socios que un pequeño país –y, a la vez pequeño mercado- se apodere de la Copa del Mundo? ¿A quién le venderán, entonces, los cientos de millones de camisetas, de zapatillas, cervezas, refrescos, electrodométicos, automóviles, televisores, etcéteras, etcéteras… y hasta vuvuzelas? ¿Lo permitirán árbitros que muchas veces han inclinado la balanza en favor de los más poderosos? (Basta recordar la clasificación de Francia con el manotón de Thierry Henry.)

La crisis capitalista en Europa trajo aparejada la debacle de los dos últimos finalistas del Mundial: Francia e Italia. También se fueron Grecia, Serbia y Dinamarca. De Inglaterra y Alemania sobrevivirá apenas uno hasta cuartos de final. Desaparecieron grandes mercados para colocar los productos y entre los africanos (presuntos mercados emergentes) apenas clasificó Ghana. Hay preocupación en la FIFA.

Quedan varios mercados emergentes de países subdesarrollados, como los latinoamericanos, que metieron a Brasil, Argentina, Uruguay, Chile, Paraguay y México entre los 16 mejores. Si es por mercados potenciales, Brasil, Argentina y México son los más rescatables, y, además, en los dos primeros la crisis del capitalismo ha sido contenida con medidas oportunas. Y, junto a ellos, aparecen los outsiders asiáticos, Japón y Corea del Sur.

En su desesperación por sobrevivir deportivamente, aquellos orgullosos equipos blancos europeos debieron abrir sus puertas a los inmigrantes e hijos de inmigrantes: Francia salió campeona del mundo con muchos jugadores nacidos o hijos de nativos de sus ex colonias. En la selección holandesa de los años 1980-90 había varios nacidos en Surinam, por ejemplo. Después de muchos años, hay negros, polacos y turcos jugando en la selección alemana (y hasta un brasileño), olvidando aquello de la raza aria… Aparecen brasileños incorporados a la selección portuguesa, un argentino en la italiana.

En 1924, Uruguay, un país –entonces- de casi dos millones de habitantes, entró a puntapiés en la geografía mundial, al clasificarse Campeón Olímpico, hazaña que repitió cuatro años más tarde. Y en 1930, esos blancos, mulatos, zambos y negros de un “paisito” que casi se cae del mapa, que se divertían jugando al fútbol, fueron los primeros campeones mundiales, proeza que repetirían en Brasil 20 años después.

Pero Uruguay no es el único ejemplo, aunque sí, quizá, el primero. Ahí estuvo Costa Rica con sus tres millones de habitantes llegando a cuartos de final en 1990, y la Bolivia aymara en la Copa estadounidense de 1994. O la presencia de Eslovenia, con apenas dos millones de habitantes, y Eslovaquia, con 5,4 millones, en el mundial de Sudáfrica. Eslovenia casi clasifica a octavos de final y Eslovaquia, parte de la antigua Checoslovaquia, lo logró y nada menos que ante Italia, el último campeón.

El fútbol debiera servir para integrar símbolos nacionales, como estilos, ritmo, movimientos, dinámica, que tengan que ver con la propia historia e idiosincrasia de los pueblos y las naciones. Decía el argentino Dante Panzeri que el fútbol es la dinámica de lo impensado. Claro, Panzeri se refería al deporte y a sus cultores, y no al espectáculo profesional –y el circo asociados- auspiciado por las grandes trasnacionales.

Pero cuando vemos hoy, en Sudáfrica, que las selecciones africanas, en su mayoría, son dirigidas por “mercenarios” entrenadores europeos, observamos cómo se les quiere amputar esa identidad en pos de un supuesto “juego moderno y competitivo”. Cuando se salen de los rígidos esquemas de entrenadores que vienen del frío, es cuando renace la alegría del juego africano, cuando se oyen de fondo los tambores de la selva, y no solo las vuvuzelas.

¿Se juega como se piensa? Esa es una buena pregunta. Porque lo que quedó demostrado en Sudáfrica es el aburguesamiento del profesional europeo, que parece haber perdido (salvo honrosísimas excepciones) la alegría de jugar, para calcular cada paso que da en la cancha y sus alrededores. Los han vuelto metrosexuales, modelos de otras mercancías (y no de su arte, que es el jugar al fútbol) y de consumismo, alejados de sus gentes, de su idiosincrasia,  su historia. Hoy se juega más de acuerdo a los cálculos que haga la federación de cada país y las ideas o esquemas que tenga el entrenador (y si es foráneo, peor).

El negocio

¿Quiénes manejan la FIFA? Hasta el 1974 fueron los europeos, pero era otra época más romántica del fútbol (obviamente dejando de lado los campeonatos mundiales ganados por Italia en plena dictadura de Mussolini). El brasileño Joao Havelange rompió esa hegemonía europea hasta que nuevamente la tomó el suizo Joseph Blatter, quien está ahora al frente de las decisiones del organismo.

Dicen que fue Havelange y su visión empresarial la que globalizó y el fútbol y lo convirtió en mercancía, generando ingresos millonarios para ciertos consorcios trasnacionales. En 1994 llevó al Mundial a un país donde el fútbol era muy poco popular. Ahí hizo caso de las influencias de las empresas trasnacionales, asociadas ya a la FIFA en el negocio. Lo mismo pasó con las Olimpíadas, cuando Delta Airlines y Coca Cola lograron imponer la sede de Atlanta.

Y hoy llegaron a Sudáfrica, a África por primera vez, buscando nuevos mercados para los mismos productos, cuyas ventas bajaron sensiblemente en el último año en Europa y Estados Unidos, gracias a la crisis de modelo económico y político. En Sudáfrica, la mayoría negra se contagió de la fiebre mundialista, mientras los blancos estaban más interesados en el partido de rugby que jugaron los Sprinboks con Francia.

Obviamente, la FIFA olvidó a quienes generan al negocio, a las futbolistas, la mayoría de los cuales (exceptuando los pocos cientos de privilegiados) sufren situación de servilismo por parte de los clubes (e intermediarios) que trafican sus fichas y sus futuros.

La página web de la FIFA señala que las Copas del Mundo “generan ingresos sustanciales (…) a través de la venta de boletos, los derechos de transmisión, los patrocinadores y la mercancía alusiva.” También señalan que “los beneficios fluyen a los equipos finalistas, mientras que la FIFA retiene únicamente los fondos que necesita para financiar sus costos administrativos y las actividades centrales para el siguiente período de cuatro años”.

Suena demasiado altruista, ¿no?, sobre todo cuando se sabe que las ganancias de la institución superaron los 400 millones de dólares en el mundial anterior, cifra exponencialmente superior a los gastos administrativos que pueda tener.

¿Habrá posibilidad para que un país “chico” se alce con la Copa? Claro, sería un muy mal negocio para los mercaderes, pero ¡que bueno sería para el fútbol!

Aram Aharonian
Question digital


Respuesta  Mensaje 9 de 15 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 28/06/2010 04:22

 

Fútbol, competencia y geocultura

 
Se ha discutido ampliamente en fechas recientes el parentesco entre el fútbol y la política. Incluso en este mismo espacio que Milenio El Portal nos ha concedido hemos abordado el tema con cierta insistencia premeditada. Y es que la coyuntura de la “fiesta” mundialista nos compromete moral e intelectualmente a revisar los contenidos subyacentes a la realización de eventos deportivos de magna envergadura.

Pese a estar extensamente documentado el nexo entre los negocios, el fútbol y los gobiernos, considero que aún falta ahondar en ciertos aspectos de corte sociocultural que se han omitido, a mi entender, indebidamente.

El fútbol ha rebasado su carácter meramente deportivo y lúdico. Este deporte, como muchos otros, ha degenerado en espectáculo-mercancía. Si nos remitimos al frío testimonio de las cifras, advertiremos que la FIFA –órgano que regula y administra el “deporte rey” a escala global- consolida su agudo proceso de enriquecimiento financiero en la década de los 80. Esta acumulación de poder y riqueza coincide con la proliferación de las políticas neoliberales y el auge del mercado global. En este contexto, el fútbol, como fenómeno social antes que deportivo, entra en un violento proceso de comercialización y transnacionalización. Se ve de pronto inmerso en esta nueva realidad de los Estados de Competencia.

Cuando las selecciones nacionales de fútbol se enfrentan entre sí, el aficionado concibe a su equipo como la “representación competitiva” de su país. En el rectángulo verde se pone a prueba la destreza de la nación en materia de competencia: El “hincha” alimenta su sentido de pertenencia e identidad y, a la par, celebra y preconiza los valores “competitivos”. En síntesis, se trata de un neo-nacionalismo de “competencia” que se monta sobre el nacionalismo tradicional, asociado con la sangre y la tierra.

Acaso por esta razón ciertos eventos deportivos como el Mundial de Fútbol despiertan tal cantidad de pasiones enardecidas: Esta en juego el orgullo, la casta, la efectividad, el valor y, sobre todo, la reputación de la nación frente a la mirada expectante y antagónica de cientos de millones de espectadores y de países “competidores”.

Me parece insuficiente alegar que el fútbol es un mecanismo de distracción en relación con la discusión de los asuntos públicos sustantivos. Como toda mercancía, el fin supremo del fútbol-espectáculo es su consumo. Y un consumo preferentemente dirigido, orientado y masivo. Las mercancías no sólo producen satisfacción, también incluyen aspiraciones, concepciones, sentimientos. El fútbol conforma visiones identitarias y colectivas: El aficionado que simpatiza con un club por su mística aguerrida (simpatía que comparte con otros individuos y/o grupos); aquél que apoya a una selección nacional por determinaciones de corte “nacionalista” (la nación es una comunidad que, aunque abstracta, confiere un sentido social de pertenencia); aquél que distingue el carácter global del fútbol y le concibe como un trampolín para alcanzar la condición de “ciudadano universal”.

En fin, se trata de una construcción ideológica en torno al deporte; ideología que, por otro lado, promueve y vivifica los principios del mercado competitivo.

Acaso por esta razón la FIFA anuló en 2007 la política de rotación de continentes. Ahora, el país sede para la Copa del Mundo se seleccionará con base en un sistema de competencia que arrojará como anfitrión al ganador de un riguroso concurso. El criterio de selección es uno: aquél que cuente con la más óptima infraestructura.

No es casual que la televisión sólo ofrezca imágenes –escrupulosamente seleccionadas- del rostro “moderno”, “civilizado”, de Sudáfrica. La tele-audiencia muerde el anzuelo: Hoy todos hablan de la Sudáfrica de los centros comerciales, de los flamantes estadios, de las zonas metropolitanas cosmopolitas.

Los medios omiten, por negligencia deliberada, la vida infrahumana de los “townships” (barrios marginales, análogos a los “proyects” en EE.UU.), las aparatosas desproporciones socioeconómicas (Sudáfrica es la nación con mas desigualdades sociales del mundo), el apartheid de facto que aún permea la vida social y económica de los sudafricanos (el 83% de las tierras están en manos de los blancos), y el insufrible estado de violencia que padecen diariamente los conciudadanos de Nelson Mandela (Sudáfrica es uno de los países más violentos del mundo).

En suma, el Estado, el mercado y el capital han conseguido incorporar el fútbol al universo de actividades y símbolos promotores de la competencia a ultranza entre pueblos e individuos, fomentando, a la par, una visión fragmentaria de la realidad, en la que sólo cabe el horizonte moderno, suntuoso y opulento de las distintas sociedades que cohabitan en el mundo.

¡Que ruede la pelota!

 
Arsinoé Orihuela Ochoa
Colectivo la digna voz

Respuesta  Mensaje 10 de 15 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 29/06/2010 22:40
 

“Waka – Waka”, algo más que espectáculo deportivo: tráfico de mujeres, prostitución y Copa del Mundo Surafrica 2010

Desde hace ochenta años, el campeonato mundial de fútbol, en una espiral creciente de inversiones capitalistas, mercados de emociones, industrias culturales, tratos geopolíticos y tráficos legales e ilegales, concita multitudes en torno a este fenómeno deportivo que permite múltiples abordajes. El campeonato mundial de fútbol se institucionalizó en 1930 en Uruguay y ya han sido 18 las citas mundiales que se han celebrado hasta este primer evento en el continente africano. Cada uno de estos encuentros incorpora nuevos elementos instalándose en el marco de escenarios de la globalización capitalista.

Las coyunturas del desarrollo capitalista han interferido en las transformaciones de este deporte y esto se puede ver cuando el "fordismo" de las décadas de 1930 y 1940 -enfoque capitalista post crisis económica de 1929- reemplazó las condiciones técnicas iniciales por las tácticas y la sistematización de juego en equipo. El fútbol contemporáneo es uno de los principales negocios en el marco de los deportes profesionales haciendo alusión a la era del capitalismo financiero con el inmenso negocio de las marcas, la publicidad y el mundo del marketing mediático, pero también incorporando los tráficos y consumos ilegales de los tiempos de globalización.

A partir de la inauguración del campeonato de fútbol 2010 con sede en Sudáfrica millones de televidentes centraran su atención en los partidos de fútbol, mientras se ponen en paréntesis las profundas desigualdades sociales y económicas propias del mundo contemporáneo. En Colombia y a pesar de no tener representación con la selección nacional en esta cita, se concentra la atención en los encuentros de equipos extranjeros, al tiempo que se mantienen o agudizan el desempleo, la crisis política, los escándalos de corrupción, la violación a los derechos humanos entre otros, mientras los titulares de telenoticieros y de prensa escrita se dedican a la descripción de la anécdota o el gol del día, durante todo un mes.

El fútbol y el campeonato se han venido transformando en mercancía. Antes el fútbol estaba en manos de sociedades deportivas, pero desde hace varios años las sociedades deportivas fueron transformándose en sociedades anónimas, siendo ésta una de las grandes victorias del capitalismo y la propiedad privada frente a la propiedad pública. Son muchos los intereses que confluyen alrededor del fútbol y más si se trata de un campeonato mundial, por aquí desfilan los propietarios de los clubes, empresas deportivas, empresas publicitarias, los medios de comunicación y hasta los jugadores de fútbol que tejen alianzas con marcas deportivas y obtienen jugosas ganancias por publicidad.

Entonces, las mayores ganancias y el mayor rendimiento de un encuentro de masas cómo es el campeonato mundial de fútbol tienen un carácter privado. Por ejemplo, la audiencia de los partidos finales del Mundial de Fútbol de Alemania 2006 llegó a los 33.000 millones de telespectadores, por lo que la FIFA obtuvo ganancias de 1.800 millones de dólares procedentes de proveedores y de derechos de televisión, destacándose así el carácter privado del aprovechamiento de los resultados de un fenómeno que agrupa a millones de personas, hecho que caracteriza la esencia del capitalismo: algo sucede por obra de muchos, pero son unos pocos quienes se lucran y de modo desorbitado.

El campeonato mundial de fútbol resulta ser un multimillonario negocio que mueve 500.000 millones de dólares anuales y este año esta en un país con el 40% de desempleo y en donde más de la mitad de la población vive con menos de un dólar al día. La mayoría de la población desempleada plasmó sus ilusiones en la creciente industria del turismo que se preparó para recibir a los miles de aficionados al fútbol. Pero las menos beneficiadas en este país por la coyuntura futbolera son las personas que viven por debajo del nivel de pobreza y que son la mitad de la población. Es bien sabido que la industria turística ofrece trabajos temporales y mal pagados, además la organización del trabajo en el turismo fortalece las configuraciones y categorías sociales que excluyen a los sectores marginales de la sociedad. Las jerarquías de raza, género, edad y clase se postran en la línea discriminatoria para la asignación de trabajos en el sector turístico.

La pobreza extrema, la prostitución y la trata de mujeres son algunas de las caras ocultas tras el mundial de fútbol en Sudáfrica, cara que se ha querido ocultar tras campañas que el Gobierno sudafricano adoptó para “barrer” a mendigos y prostitutas de las calles de las principales ciudades. El Gobierno sudafricano ejecutó el mensaje de un inspector de la FIFA, cuando declaró ante la prensa que los espectadores no desean ver “chabolas y pobreza” en la televisión. La principal tarea de la FIFA es abrir mercados, y el país organizador, en este caso Sudáfrica, debe cederle los derechos para todo, desde la publicidad y el mercadeo, hasta el control de los espacios que rodean los estadios, convirtiéndose la FIFA en una especie de estado soberano en los estadios en donde se juegue el mundial.

Cada cuatro años se pone en juego una multimillonaria suma de dinero de negocios lícitos pero también una incalculable suma fruto negocios ilícitos, cómo es la prostitución unida a la trata de mujeres. El mundial de fútbol de Alemania 2006 marcó la conexión entre el fútbol y la compra de sexo. Junto al alcohol Alemania se preparó para “vender”, “ofrecer” otro “producto” de manera abierta: mujeres. Para entrar a tono con los requerimientos de esta industria capitalista, Alemania a cuenta de su campeonato mundial en 2006, legalizó la industria sexual. Entre los millones de personas que viajaron a Alemania durante la copa mundial de la FIFA 2006, muchas de ellas entraron a ese país en contra de su voluntad, mujeres jóvenes, niñas y niños víctimas del tráfico humano para la explotación sexual procedentes de países pobres de África y Europa oriental.

En las principales ciudades alemanas se inauguraron cientos de megaburdeles. Por ejemplo en Berlín, a pocos metros de la conocida puerta de Brademburgo, miles de personas visitaron la llamada “Milla del Fanático”, un gran corredor formado por tiendas dotadas de pantallas gigantes y que se caracterizó por la venta de cerveza y otras sustancias y por la afluencia de turistas a prostíbulos de diferentes clases. En esta ciudad se construyó un megaburdel de 3.000 metros cuadrados, muy cerca del principal estadio del mundial, el cual se daba el lujo de reportar que llegó a albergar hasta 650 clientes simultáneamente. No fue exagerado el nombre de “Ciudad del sexo” que adoptó por estos días Berlín.


Respuesta  Mensaje 11 de 15 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 29/06/2010 22:40
 

Más de 40.000 mujeres se necesitaron para satisfacer la demanda de los burdeles adicionales que se instalaron, y más de la mitad de ellas fueron engañadas con falsas promesas de empleos temporales o directamente raptadas de sus países de origen, convirtiéndolas en esclavas sexuales. A los pocos días de la inauguración de Alemania 2006, las autoridades empezaron a recibir llamadas de mujeres que denunciaban situaciones de esclavitud sexual y solicitaban ayuda, fueron varios los centros médicos y clínicas alemanas que atendieron a mujeres víctimas de violaciones múltiples y otros malos tratos. Diferentes testimonios de mujeres procedentes de países pobres que llegaron a Alemania denunciaron que fueron obligadas por proxenetas a tener sexo con grupos enteros de hinchas.

Varias organizaciones de carácter social y civil denunciaron el aumento del tráfico humano con fines sexuales durante el mes que duró el campeonato de fútbol en Alemania. Una organización internacional feminista “Coalición Contra el Tráfico de Mujeres” lanzó una campaña mundial para protestar contra la promoción y el despliegue público de la prostitución en Alemania durante el mundial. La asociación de fútbol sueca fue presionada para que su selección se retirara del mundial, entendiendo que Suecia tiene un rígido historial en materia de restricción a la prostitución, ya que este país a finales de la década de los noventa penalizó no sólo la prestación de servicios sexuales, sino también, y de manera más severa, la compra y distribución de éstos, todo después de una prolongada campaña feminista respaldada por muchas parlamentarias.

A pesar de las diferentes y diversas demandas por parte de la sociedad y organizaciones de carácter feminista, el Gobierno alemán mantuvo la despenalización junto con las consecuencias que ella trajo. En el contexto de demandas y denuncias se criticó la frialdad de la FIFA cuando se le solicitó que pusiera información en su página web sobre la prostitución forzada con el objetivo de sensibilizar al público. Voceros de selecciones como la inglesa mostraron una indiferencia total frente al tema, en varias ocasiones declararon que el tema de las mujeres y trata de mujeres no era de su incumbencia diciendo que “las mujeres no nos importan”. Los mundiales de fútbol resultaron ser la oportunidad para cambiar las leyes, no podemos perder de vista que cualquier país que desee organizar una copa del mundo debe someterse a la autoridad de la FIFA, lo que incluye cambios en la legislación.

El campeonato mundial de fútbol en Sudáfrica tampoco se escapó de requerimientos de esta índole. La FIFA presionó al Gobierno sudafricano para que despenalizara la prostitución, argumentando que los seguidores del fútbol estaban considerando ir o no a Sudáfrica por temor a ser contagiados con el virus del sida, y que la solución alemana: la construcción de megaburdeles en zonas claves de las ciudades surafricanas, era la solución. Recordemos que lamentablemente Sudáfrica ocupa el primer lugar con personas contagiadas con el virus, de aproximadamente 48 millones de habitantes, 6 millones viven con el virus. El diario británico “The Guardian” justificó la relación fútbol-sexo, en un informe en el que exige legalizar la prostitución en Sudáfrica al menos durante el tiempo que dure el mundial, ya que los eufóricos seguidores corren el riesgo de contraer VIH, si no se regula el mercado sexual.

Ejercer la prostitución en Sudáfrica sigue siendo un delito tipificado en el que las trabajadoras sexuales deben pagar exorbitantes sumas de dinero por multas, mientras proxenetas y traficantes siguen lucrándose con incalculables ganancias; por algo la trata de humanos actualmente está considerada como uno de los negocios del capitalismo criminal más grandes del mundo. El tráfico de mujeres hacia el mercado sexual sudafricano ha aumentado vertiginosamente por el incremento del turismo sexual en torno al mundial. Estudios de la investigadora zambiana Merad Kambamu, revelan denuncias y pruebas de la creciente desaparición de mujeres jóvenes y niñas de toda la región que aparecen en burdeles y casas de masajes en las grandes ciudades de Sudáfrica. Silvia Mahumane, vocera de la policía de Maputo, declaró la existencia de redes que se dedican al tráfico de mujeres vendiéndolas a 670 dólares cada una.

El espacio del fútbol se ha venido configurando cómo un espacio socialmente construido para los arquetipos de la masculinidad del capitalismo patriarcal, en el que se permiten manifestaciones que no se mostrarían ni aceptarían en otros espacios, como es pagar por sexo. Por ello, resulta repugnante la naturalización que se hace de la relación entre compra de servicios sexuales y fútbol, arguyendo que los fans no sólo muestran una insaciable sed de fútbol y alcohol, sino que también demandan sexo pagado para saciar su viril fanatismo. Así queda demostrado el espectacular triunfo del capitalismo patriarcal que penetra los más íntimos deseos del consumo personal.

Vemos entonces que la imagen femenina y el cuerpo de las mujeres se usa cómo mercancía. La prostitución y su conexión con la trata de mujeres se mueve alrededor de estos acontecimientos deportivos en el marco del capitalismo patriarcal, mezcla de proxenetismo y explotación humana que ofrece sexo al por mayor junto al estadio. La celebración de grandes eventos deportivos como es un mundial de fútbol, lleva asociadas agresiones sexuales a las mujeres u otras formas de violencia de género como es la prostitución hasta un extremo que reclama una seria reflexión.

Martha Yanneth Valenzuela R.

* La autora es licenciada en Ciencias Sociales – UPN. Docente de Ciencias Sociales del Colegio Entre Nubes IED. Integrante del Equipo de Trabajo Viento del Sur.


Respuesta  Mensaje 12 de 15 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 06/07/2010 13:42
En Sudáfrica las organizaciones civiles alertaron sobre un incremento de la trata de personas y la propagación del VIH/SIDA, tras el arribo de miles de hinchas de fútbol de distintos países para el campeonato internacional de fútbol masculino. Mientras la FIFA y las autoridades locales distribuyen preservativos gratuitos, la organización Ejército de Salvación habilitó una línea telefónica para la recepción de denuncias sobre trata.

Varias organizaciones civiles alertaron sobre un incremento del crimen de la trata de personas en Sudáfrica, debido a la convocatoria de la Copa Mundial de Fútbol 2010. Las principales víctimas de las redes mafiosas de tratantes son las mujeres y las niñas que explotan a través del comercio sexual, y según la prensa suráfricana unas 40.000 mujeres de Zimbabue, Mozambique, Rumanía y Rusia, entre otros países, desembarcaron en ese país para ejercer la prostitución en las calles y los burdeles.

Si bien la prostitución está prohibida en Sudáfrica y es un delito penado con fuertes multas, mujeres de diferentes edades ofrecen servicios sexuales en las cercanías de los hoteles, entre ellos el Michelangelo, donde se aloja el presidente de la FIFA, Joseph Blatter. El torneo ha reunido a varones dispuestos a pagar por sexo, y según un medio local gastan unos 1.300 rands (135 euros) por servicio sexual.

Las organizaciones civiles en alerta advierten también sobre el crecimiento de la enfermedad VIH/SIDA. Se estima que 5,7 millones de personas viven con el VIH, 500.000 se infectan cada año y un 35 por ciento de mujeres portan el virus. Las prostitutas saben que pueden infectarse, pero dicen que muchos clientes se niegan a utilizar el condón. Las autoridades reparten preservativos gratuitos en diferentes barrios, mientras que la FIFA ha impulsado una distribución en las zonas habilitadas para los hinchas.

Por su parte la organización internacional Ejército de Salvación ha habilitado una línea telefónica gratuita antitrata de personas (0800-RESCUE o 0800-7372830800-737283), que recibe las 24 horas denuncias sobre posibles situaciones de trata de personas por índole sexual y explotación laboral. 'Donde quiera que haya un evento grande internacional, aumenta la demanda de prostitución. Esto involucra tanto a gente de Sudáfrica como a extranjeros', señaló Marieke Venter, coordinadora del grupo designado para este tema.

La Coalición contra la Trata de Mujeres y Niños sostiene que 'a nivel internacional más de un millón de niñas y niños del mundo son vendidos, y el 87 por ciento son explotados sexualmente por medio de pornografía, prostitución, turismo y tráfico infantil. Las mujeres y las niñas son los principales objetivos de las grandes mafias que trafican personas con fines sexuales'.


Respuesta  Mensaje 13 de 15 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 06/07/2010 13:45

La fiebre futbolística dominante estos días ha hecho que algunos de los más curiosos entre los aficionados al balón abran el atlas para situar las ciudades sudafricanas en cuyos estadios se dirime el honor nacional. Pero quizá pocos de los que hayan localizado Durban (la ciudad en cuyo estadio se congeló temporalmente el optimismo hispánico frente a la escuadra helvética) hayan advertido una curiosa anomalía geopolítica, situada a unos 300 km al oeste de esa ciudad: el reino de Lesotho.

Su más evidente característica es la de ser un enclave en el interior de Sudáfrica. No menos sorprendente es su naturaleza política: un reino cuya dinastía se remonta al primer tercio del siglo XIX. Fue instaurado para unir a los basutos ante las amenazas de otros pueblos vecinos y rivales, sobre todo el poderoso reino de los zulúes. Cuando el panorama se agravó con la amenaza de los boers, el soberano basuto creyó conveniente pedir la protección británica. Y esto fue lo que ha permitido a su reino sobrevivir hasta hoy, pues al Imperio británico le convenía impedir que el Estado Libre de Orange tuviera salida al mar a través de las tierras de los basutos. Como es común en gran parte de África, muchas fronteras fueron arbitrariamente trazadas para satisfacer los intereses de las potencias colonizadoras y acabaron definiendo el mapa político africano cuando el continente alcanzó la independencia.

Regresando ahora de la geopolítica al fútbol, el hecho es que hace ya algunas semanas Sudáfrica endureció los requisitos para entrar en su territorio, por motivos de seguridad, durante el desarrollo de la competición. Por esta razón, miles de lesothenses se vieron privados de su medio habitual de vida, trabajando en la vecina Sudáfrica y atravesando a diario la frontera.

Si Lesotho es considerado uno de los más bellos países africanos, su pueblo roza los límites del desastre general. Entre sus dos millones de habitantes sobreviven más de 400.000 niños a los que el sida ha dejado sin familia. Un tercio de la población es seropositiva. La esperanza de vida ha bajado a 34 años, según se informa en The Guardian Weekly. Los salarios son miserables: un trabajador que gana 300 $ al mes en Sudáfrica, se tendrá que conformar con unos 90 $ mensuales en las plantas textiles chinas instaladas en Lesotho.

Ante esta situación no debe extrañar que muchos ciudadanos hayan pedido a Sudáfrica que se anexione Lesotho. En los tiempos que corren, esto es también una novedad geopolítica, ya que las tendencias centrífugas de las nacionalidades tienden a moverse en sentido contrario. Además de buscar en el exterior el modo de salir de un infortunio galopante que avanza en el interior, hay otras razones que apoyan la demanda. Al fin y al cabo, en la Sudáfrica segregacionista lo que hoy es Lesotho fue un bantustán cuya principal misión era proveer de mano de obra al país gobernado por y para la población blanca.

Un reciente informe de la Unión Africana relativo a la situación en Lesotho advierte de que en este país existe "una amenaza permanente de conflicto interno", denuncia problemas de corrupción y falseamiento de las cuentas públicas y aconseja "su integración económica en Sudáfrica". Un destacado jefe local opinaba que el pueblo se sentía unido a la monarquía pero no a sus políticos. Y añadía: "El maloti [moneda local] no vale nada. Ni siquiera lo imprimimos y lo traemos de Inglaterra. Tiene el mismo valor que el rand [moneda sudafricana], así que podríamos suprimirlo". Un dirigente del movimiento unionista insistía en que no hay "razón alguna para que Lesotho exista como un Estado con moneda y ejército propios".

En apoyo de la demanda de integración se resalta también el hecho, a la vez sentimental e histórico, de que el Congreso Nacional Africano -origen de la resistencia armada al apartheid y del fin del Estado racista- fue fundado precisamente en Lesotho por el rey Letsie II. Se trata de reforzar los argumentos que vinculan Lesotho a Sudáfrica. El objetivo final consistiría en convertir el reino lesothense en la décima provincia sudafricana.

La miseria y el subdesarrollo son incompatibles con el desarrollo de la soberanía y todo lo que de ésta se deriva: ejercicio del poder, relaciones exteriores, justicia y ordenación política, entre otras cosas. Primum vivere, deinde philosophare podría traducirse en este caso, y en muchos otros similares, como "primero comer y luego organizarse políticamente". Cuando el brillante foco de la atención mundial abandone Sudáfrica, concluido el torneo, pocos serán los que se preocupen por el destino de ese pueblo pequeño, olvidado y casi siempre manipulado desde fuera, sobre el que parecen abatirse todas las desgracias de los tiempos modernos. Gracias al fútbol hemos podido dedicarle un mínimo de atención, y con esto seremos capaces de olvidar el hecho estremecedor de que solo con los ingresos anuales de las opulentas estrellas del llamado "deporte-rey" que hoy pasean por Sudáfrica, el reino de Lesotho vería algo de luz al final de un túnel, hoy por hoy tan negro como la muerte.

Fuente: http://www.javierortiz.net/voz/piris/entre-el-futbol-y-la-geopolitica

Respuesta  Mensaje 14 de 15 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 06/07/2010 13:47
 
La celebración del Mundial de fútbol en Suráfrica ha colocado a este país en el primer plano de la actualidad política y mediática internacional. Este es precisamente el objetivo del Gobierno del presidente Zuma, quien intenta presentar el evento como un punto de inflexión en la historia surafricana y como una palanca para su desarrollo económico y social. Incluso, como un símbolo más general del “renacimiento de África”. Sin embargo, la realidad muestra que la celebración del Mundial se inserta en la continuidad de las políticas económicas neoliberales que han impactado duramente en la población, adoptadas en 1996, dos años después de la llegada del Congreso Nacional Africano al poder, con un programa de tipo neo-keynesiano, que sería implementado solo muy parcialmente y rápidamente abandonado.

Las consecuencias sociales del ajuste neoliberal han sido muy drásticas. El desempleo se ha disparado de un 16% en 1990 hasta un 40% en la actualidad (aunque las cifras oficiales hablan del 23%). La tasa de pobreza es de en torno al 50% y afecta de forma mucho más drástica a la población negra. Así, el 75% de los niños vive en la pobreza por un 5% de los blancos. La polarización de la renta se ha acentuado, y el coeficiente Gini, que mide la desigualdad social (siendo 1 el valor de máxima desigualdad), se situó a comienzos de los años 2000 en un 0,77 %,
frente al 0,68% de 1992. El 10% de los hogares más ricos del país concentra el 50% de la riqueza, mientras que el 40% más pobre, sólo el 7%. La privatización de los servicios públicos impulsada a comienzos de los años 2000, bajo una política considerada “modélica” en su día por el Banco Mundial, comportó un fuerte aumento del precio de servicios básicos como el agua o la luz, lo que provocó cortes masivos del suministro a unos diez millones de familias por no poder pagar las facturas.
Estos procesos de aumento de las desigualdades han ido acompañados por el surgir de una pequeña nueva clase media negra y una pequeña élite empresarial negra, cuyos intereses son diferentes de los de la mayoría de la población pobre. Por todo ello, la evolución de la sociedad surafricana ha sido definida por muchos analistas críticos como una transición desde el apartheid racial al apartheid de clase, en el que los cambios políticos acontecidos después del fin del régimen racista no han ido acompañados de cambios sustanciales en el terreno material y de los derechos sociales.
La Suráfrica que acoge el Mundial es un país dividido y con fuertes contradicciones sociales, y en el que los beneficios del evento serán para una pequeña minoría, empezando por las grandes firmas del sector de la construcción. En cierta forma, como señala el reputado comentarista deportivo Dave Zirin, el Mundial ha sido una especie de “Caballo de Troya neoliberal, que ha permitido una serie de políticas que no habrían sido aceptadas por parte de la sociedad surafricana en caso de no haber tenido el honor de albergar el Mundial”.
La crítica más extendida al Gobierno es su enorme gasto, un total de 9.500 millones de dólares, financiados esencialmente a través del endeudamiento público en la construcción de grandes instalaciones deportivas cuya utilidad posterior al Mundial está muy poco clara, y en infraestructuras de transporte de lujo. Entre ellas, el tren de alta velocidad Gutrail, destinado a la élite de los negocios y a los sectores acomodados.
El desvío de las inversiones públicas a proyectos faraónicos y de poca utilidad social, u orientados a una minoría, contrasta con la incapacidad del Gobierno de satisfacer algunas necesidades sociales básicas, como construir una red de transporte público eficiente o solucionar el gravísimo problema de la vivienda. En Suráfrica, miles de personas viven en chabolas y la burbuja inmobiliaria de los años recientes de crecimiento económico y boom especulativo ha hecho aumentar el precio de la vivienda en un 400%. Así, se calcula que el gasto para el Mundial equivale a todo lo invertido entre 2000 y 2010 en vivienda pública. En palabras del Foro Contra la Privatización de Johannesburgo, “el Gobierno ha conseguido, en muy poco tiempo, construir infraestructuras de primera división de las que la mayoría de surafricanos no va a beneficiarse ni poder disfrutar”. También hay perjudicados directos por el evento como los vendedores ambulantes, expulsados de las proximidades de las grandes instalaciones deportivas, o los pescadores en zonas como Durban, que han visto restringidas sus áreas de pesca habituales.
El impacto de las políticas neoliberales provocó la emergencia desde finales de los años noventa de crecientes resistencias sociales, en contra de la privatización y los recortes sociales y convirtiendo a Suráfrica de nuevo en una referencia para la protesta social en el continente africano. Unas luchas sociales que entroncan, en otro contexto histórico, con el movimiento contra el apartheid y su espíritu de liberación social. Muchos de estos movimientos, como el Abahlali baseMjondolo, que agrupa a los habitantes de las chabolas de las grandes urbes, intentan estos días, a pesar de la restricción oficial a cualquier tipo de manifestación hasta el 15 de julio, hacerse visibles y explicar al mundo su historia de exclusión y marginación.
“Cuando los elefantes están de fiesta, la hierba sufre”, reza un viejo proverbio africano. Es una buena forma de tener presente esta otra Suráfrica que no debemos
Josep María Antentas y Esther Vivas
Público

Respuesta  Mensaje 15 de 15 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 06/07/2010 13:49
El fútbol, ese leal amigo del capitalismo

Si mala cosa es el Gobierno de Cameron para quienes pretenden un cambio radical, la Copa del Mundo es todavía peor. Nos recuerda a todos lo que probablemente seguirá atravesándose en el camino de ese cambio mucho tiempo después de que la coalición [liberal-conservadora] haya muerto. Si cualquier fundación intelectual derechista tuviera que dar con un esquema capaz de distraer al populacho de la injusticia política y compensarlo por una vida de durísimo trabajo, la solución siempre sería la misma: fútbol. Salvo el socialismo, no se ha imaginado manera más refinada de resolver los problemas del capitalismo. Y en la concurrencia entre socialismo y fútbol, el fútbol va varios años luz por delante.

Las sociedades modernas niegan a los hombres y a las mujeres la experiencia de la solidaridad, experiencia que el fútbol proporciona hasta el extremo del delirio colectivo. Muchos mecánicos y muchos dependientes de comercio se sienten excluidos de la alta cultura; pero una vez a la semana son testigos de representaciones artísticamente sublimes, ejecutadas por hombres para los que el calificativo de genios no resulta, a veces, hiperbólico. Como en una banda de jazz o en una compañía de teatro, el fútbol amalgama talento individual deslumbrante y abnegado trabajo colectivo, resolviendo así un problema sobre el que los sociólogos han venido devanándose los sesos desde tiempos inveterados. Cooperación y competición, astutamente equilibradas. La lealtad ciega y la rivalidad a muerte gratifican algunos de nuestros más potentes instintos evolutivos.

El juego, además, mezcla encanto con ordinariez en sutiles proporciones: los jugadores son de factura heroica, pero una de las razones por las que los reverenciamos es por su carácter de alter ego; fácilmente podrían ser cualquiera de nosotros. Sólo Dios es capaz de combinar de esta guisa intimidad y otredad, y hace tiempo que ha sido rebasado en celebridad por este otro Uno indivisible que es José Mourinho.

En un orden social desnudo de ceremonia y simbolismo, el fútbol ingresa para enriquecer estéticamente la vida de gentes para las que Rimbaud es un grande del cine. El deporte es un espectáculo, pero, a diferencia del ofrecido por las paradas militares, un espectáculo que invita a la intensa participación de sus espectadores. Hombres y mujeres, cuyo trabajo es cualquier cosa menos intelectualmente exigente, pueden exhibir una asombrosa erudición a la hora de recordar la historia del juego o de describir analíticamente las destrezas de los jugadores. Doctas disputas, dignas de los foros de los antiguos griegos, afloran rebosantes en bares y mercados. Como en el teatro de Bertolt Brecht , el juego convierte en expertas a las gentes del común.

El vívido sentido de la tradición contrasta con la amnesia histórica de la cultura postmoderna, para la que cualquier cosa ocurrida hace 10 minutos tiene que ir a parar al basurero de las antigüedades. Hay incluso un punto de inflexión de género, porque los jugadores combinan la fuerza del púgil con la gracilidad de la bailarina. El fútbol ofrece a sus seguidores belleza, drama, conflicto, liturgia, carnaval y la impar marca de la tragedia, por no hablar de la oportunidad de viajar a África y volver sin abandonar la borrachera. Como alguna que otra fe religiosa, el juego determina qué tienes que vestir, con quién tienes que asociarte, qué himnos has de cantar y qué relicario de verdades transcendentes has de adorar. Junto con la televisión, es la suprema solución al inveterado dilema de nuestros amos políticos: ¿qué hay que hacer con ellos, cuando no están trabajando?

Durante siglos, y en toda Europa, el carnaval popular, al tiempo que proporcionaba a las gentes del común una válvula de escape para sus sentimientos subversivos –profanando imágenes religiosas y haciendo ludibrio de sus señores y amos—, constituía un acontecimiento genuinamente anárquico, un anticipo de la sociedad sin clases.

Con el fútbol, en cambio, puede haber estallidos de populismo airado y rebelarse los aficionados contra los peces gordos empresariales que sacan pecho en sus clubs, pero en nuestros días el grueso del fútbol es el opio del pueblo, si no su crack cocaínico. Su icono es el impecablemente tory y servilmente conformista David Beckham. Los Rojos ya no son los bolcheviques. Nadie que sea serio y esté a favor de un cambio político radical puede eludir la necesidad abolir este juego. Y cualquier grupo que lo intentara tendría sobre poco más o menos las mismas posibilidades de llegar al poder que el máximo ejecutivo de British Petroleum de recibir una donación de Oprah Winfrey .


Terry Eagleton , internacionalmente reconocido crítico cultural en la tradición marxista británica de Raymond Williams, es profesor de literatura en la Universidad de Manchester. Se ha publicado recientemente en castellano (editorial Debate) su interesante libro de memorias: El portero.


Respuesta  Mensaje 16 de 15 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 30/07/2010 08:13
La vida después del Mundial
 
Millones de banderas se desplegaron al viento por toda Sudáfrica para dar la bienvenida a las 32 selecciones de todo el mundo y a los seguidores y cámaras de televisión que venían detrás y que, durante un mes, convirtieron este esquinado país en centro del mundo. La mayoría eran, obviamente, las coloridas enseñas de la Nación del Arco Iris, pero había muchísimas de todos los participantes y también otras de las que costaba entender con que intención habían sido colgadas. Un amigo me aseguró, incluso, que en una entidad bancaria había visto una Ikurriña. El mundo miraba Sudáfrica y esta le daba la bienvenida con este ondear orgulloso y alegre. Era el Mundial y nada podía simbolizar mejor la alegría y la ilusión con que los sudafricanos recibieron el evento.

Pero este ya ha pasado y de un día para otro, las brillantes banderas han quedado viejas y deshilachadas. “Recuerdas que una vez organizamos un Mundial?” parece que digan con su ondear cansino. Los sudafricanos, pero, aun se resisten a arriarlas, como si aún no se creyeran que la fiesta ha acabado y que toca volver a poner los pies en el suelo. Si se tuviera que describir en un solo concepto como se vive en el país este momento se podría hablar de estado de shock masivo. “Parece imposible de creer. El Mundial ya se ha ido. Tanto esperar. Falta un año para el Mundial, faltan 100 días, faltan diez... y ahora ya está. Parece difícil de creer que aquí algún día se celebró un Mundial”, cuenta Smiley Mussa -una estrella del fútbol nacional de los años 70- poniéndole palabras a los sentimientos de todo un país.

Más gráfico, Zapiro -el dibujante de viñetas más famoso e influyente de Sudáfrica- mostraba, la semana pasada, un avión del que, a desgana, se iban tirando en paracaídas ciudadanos diversos aún vestidos con las pelucas y los cascos de los fans del fútbol. “Vuelta a la realidad” rezaba en la rampa de saltos. Aquí el Mundial ha significado una especie de vacaciones extras en pleno invierno: las escuelas estaban cerradas y en muchas empresas trabajaban a medio gas con un ojo puesto siempre en los partidos. “En mi oficina compraron una televisión para evitar que la gente se escapara para ver el fútbol” reconocía una empleada de un organismo internacional. Y esto sin contar que cuando jugaban los Bafana -la selección sudafricana- era fiesta oficial. Con sus ciudades llenas de turistas ociosos y un ambiente colectivo dominado por la euforia, muchos sudafricanos se dejaron arrastrar hacia una fiesta tremenda que, al sonido de las populares vuvuzelas, ha durado un mes entero y a la que han participado con entusiasmo millones personas.

Proyecto nacional

Pero si solo se tratara de las últimas semanas se podría hablar de simple depresión postvacacional. Lamentablemente todo es más profundo y complejo. En Sudáfrica el Mundial ha durado seis años. Durante todo este larguísimo período -desde el momento en que se aprobó su candidatura- absolutamente todo en el país ha girado en torno a este evento. Desde los presupuestos públicos a las esperanzas personales de muchísima gente, pasando por las prioridades en las infraestructuras, las inversiones privadas o las conversaciones familiares. El Mundial ha centrado la vida social hasta extremos difíciles de concebir.

Y ahora, finalmente llega la hora de hacer balance y, también, de buscar nuevos proyectos colectivos. Es lo que algunos analistas ya han llamado la Vida Después del Mundial (LAWC, por sus siglas en inglés, en esta costumbre tan aglosajona de crear una sigla para cada concepto). “Espero que los sudafricanos se pongan pronto a trabajar, pues de alguna forma habrá de superar este enorme sentimiento de pérdida -declaraba Danny Jordaan, presidente del Comité Organizador y que ha dedicado casi 16 años de su vida a este proyecto.- Es como si usted organizara una fiesta enorme pero al final siempre llega la mañana siguiente”.

El problema, quizás, es hacia que dirección hay que ponerse a trabajar. Mucha gente, incluido Jacob Zuma, el Presidente del país, ya están hablando abiertamente en una candidatura -Durban o Ciudad del Cabo- para los Juegos Olímpicos de 2020, en una especie de huida hacia adelante, en que “la fiesta debe continuar”. La periodista especializada en temas médicos, Elma Carolissen, en cambio, se formula una pregunta en una dirección muy diferente: “Cómo puede ser que Sudáfrica sea capaz de organizar un evento de primera magnitud planetaria y no garantizar la atención sanitaria para sus habitantes?”. Una cuestión difícil de explicar, teniendo en cuenta los recursos y alta capacidad organizativa que ha mostrado Sudáfrica durante el Mundial. Por contra, en un país en que aún mueren niños de enfermedades tan simples como una diarrea, un ambicioso plan de reforma del sistema de salud incluido en el programa electoral con el que Zuma ganó las elecciones del año pasado quedó pospuesto sine die por problemas de presupuesto.

El propio Jordaan le da la razón a Carolissen cuando reconoce que “para evitar que el orgullo actual se desvanezca en 90 minutos tendremos que demostrar que somos capaces de resolver asuntos urgentes como la vivienda, la educación, el empleo o la sanidad”.

Frustración

“Sudáfrica, bien hecho!”, resumía Graça Machel, esposa del ex-presidente Nelson Mandela. Y es que este ha sido el anfitrión de un Mundial que ha sufrido la mayor campaña de presión más negativa. Durante meses se llegó a especular incluso en que la FIFA tenía un Plan B para trasladar la sede del Mundial en el último momento. Al final, pero, no ha habido ninguna masacre de turistas ni ataques de bestias salvajes ni bandas de negros con machetes por las calles -tal y como habían llegado a pronosticar algunos tabloides ingleses- y se ha vencido el afropesimismo occidental mediante el trabajo duro y eficiente. Hay razones para estar contento. “Cualquier sudafricano que no se sienta orgulloso debe de estar loco”, asegura contundente Dennis Davis, Magistrado del Alto Tribunal de Ciudad del Cabo.

Y por ahora este sentimiento de orgullo aún continua siendo mayoritario. Pero este también es el país más desigual del globo y para mucha gente está siendo muy duro volver a su vida de siempre marcada por la pobreza, las chabolas de lata y la falta de perspectivas de mejora.

“El Mundial ha sido una gran oportunidad para el desarrollo y para iniciar proyectos a largo y medio término -defiende Yunus Ballim, Vicerector de la Universidad de Witts, la mayor del país, e implicada en el evento como sede de la selección holandesa- pero no se podía pensar como un maná mágico que resolvería todos nuestros problemas. Plantearlo así era un error”.

Un error que Ballim tiene que reconocer que se ha cometido -conscientemente o no- reiteradamente y que mucha de la gente más pobre tenía puestas las esperanzas en el Mundial para mejorar rápidamente sus vidas. “Ahora el riesgo de frustración en algunos sectores es enorme”, asume.

Los primeros síntomas de esta frustración llegaron incluso antes que el gol de Iniesta. Lemas amenazantes del estilo de “cuando acabe el Mundial vendremos a por vosotros” o “con los turistas se irán también los extranjeros” empezaron a circular en SMS o panfletos anónimos en algunos de los campos de chabolas más pobres y con más presencia de inmigrantes de otros países africanos.

En Kya Sand, uno de estos deprimidos y violentos barrios, se dieron ya las primeras agresiones -con cinco heridos- haciendo saltar todas las alarmas en una sociedad que siempre parece a punto para el estallido y que ya en junio de 2008 sufrió una oleada de ataques xenófobos que dejaron 62 muertes y una estela de decenas de miles de refugiados, casas y negocios quemados, heridos y violaciones.

Desde el Parlamento nacional hasta una amplia coalición de movimientos sociales, iglesias y organizaciones comunitarias se están movilizando para tratar de evitar que se repitan aquellos hechos. Incluso el coronel Sipho Matolweni, ha reconocido que la situación es “volátil” y ha advertido que el “ejército está en alerta roja y listo para usar la fuerza para parar ataques xenófobos”.

Pero muchos inmigrantes no han querido esperar a saber que pasará y han empezado a abandonar sus casas hacia no se sabe muy bien donde. El gobierno de Zimbabwe ha instalado tiendas y otra infraestructura en la frontera en previsión de que miles de sus nacionales -una de las mayores comunidades foráneas en Sudáfrica- puedan llegar repentinamente. Paul Verryn, obispo metodista de Johannesburgo y uno de los mayores activistas por los derechos de los inmigrantes alertaba recientemente que la xenofobia es “una de las mayores amenazas para la democracia sudafricana”.

Futuro prometedor

Pero peligros, evidentes y reales, a parte, este continua siendo un gran momento para Sudáfrica. “Una nueva generación crecerá creyendo que los mayores retos son posibles” declaraba el Arzobispo de Ciudad del Cabo y Premio Nobel de la Paz, Desmond Tutu, para defender los beneficios intangibles del Mundial.

Ahora el reto es, en palabras del juez Dennis Davis, “lograr por nosotros mismos, sin ningún evento especial ni la imposición de ningún término, mantener esta alegría y este espíritu de comunidad. Hacer que vaya más allá de un solo mes. ¿Porqué no tendría que ser posible dotarle de una base más permanente?”

Joan Canela i Barrull
Berria


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