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Socio-Política: Copenhague: las resistencias del capital
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Respuesta  Mensaje 1 de 23 en el tema 
De: Marti2  (Mensaje original) Enviado: 02/01/2010 23:47
Copenhague: las resistencias del capital
El capital sólo puede existir como fracciones privadas de valorización. Son las empresas: centros de acumulación enfrascadas en una lucha constante para aumentar el valor de su núcleo de capital. El cambio técnico es uno de los instrumentos más importantes de esa competencia intercapitalista. Por eso el capitalismo genera continuamente innovaciones técnicas.
Éste es un rasgo que resaltan tanto los aduladores del capital como sus críticos. Y de ahí muchos concluyen que el capitalismo está dotado de una gran capacidad de adaptación a los cambios que se producen a su alrededor.
Pero el capitalismo también está lastrado por inercias profundas que frenan su capacidad de cambio. La razón es que una vez que se han realizado las inversiones asociadas a una trayectoria tecnológica, el capital tiene que amortizarlas y resiste los cambios con la misma tenacidad con la que antes empujaba las transformaciones. Por eso los funcionarios de las empresas transnacionales, que llevan la lógica del capital hasta en las venas, resistirán con todas sus fuerzas cualquier amenaza a su base de poder. La flexibilidad de la economía capitalista tiene límites poderosos.
Por ejemplo, hay algo que no ha cambiado en la trayectoria tecnológica del capitalismo en los últimos 200 años. El proceso de acumulación ha estado cristalizado sobre una plataforma energética de combustibles fósiles. Desde los albores de la revolución industrial la base material del capitalismo, a escala global, depende de una manera u otra de la extracción y utilización de combustibles fósiles. Este perfil energético terminó por alterar la composición química de la atmósfera en estos dos últimos siglos.
Hoy sabemos con certeza que esto constituye la peor amenaza para la especie humana. La única manera de enfrentar estos cambios en la atmósfera implica transformaciones profundas en la estructura material que sostiene la acumulación capitalista. El capitalismo resistirá esos cambios, porque los costos asociados se presentan como insoportables a los funcionarios del capital. La conferencia de Copenhague sobre cambio climático es la prueba.
En esta importante conferencia la solución planteada desde los centros de poder descansa en dos vertientes que son funcionales a la acumulación privada. La primera es el mercado de carbono, una falsa solución que acabará por imponerse en la declaración final de Copenhague. En este esquema, miles de empresas recibirán gratuitamente cuotas permitidas de emisiones de gases invernadero. Podrán vender el excedente no utilizado en un mercado especial, supuestamente creando los incentivos para la gran transformación de la base energética. Es un premio para los contaminadores históricos, no un instrumento eficaz para reducir y estabilizar las emisiones de gases invernadero.
La segunda vertiente es el esquema de financiamiento para que los países pobres puedan reducir sus emisiones y adaptarse a los efectos del cambio climático. La Agencia Internacional de Energía calcula las necesidades de los países que no son miembros de la OCDE en 197 mil millones de dólares (mmdd) de inversiones para reducir las emisiones de carbono para el año 2020. Si, como se propone por los países ricos, esos recursos son manejados por el Banco Mundial, ya nos podemos despedir de cualquier cosa que se parezca al desarrollo sustentable.
Obama piensa que los países ricos pueden llegar a un acuerdo sobre la cifra de 10 mmdd anuales en Copenhague. Pero también ha señalado que a largo plazo la mayor parte de los recursos deben provenir del sector privado. Para ello, la Casa Blanca y el Banco Mundial insisten en que los países pobres deben ofrecer incentivos para las inversiones que podrían reducir las emisiones de carbono. Ya sabemos cuáles son esos incentivos: apertura, privatización, desregulación. Es decir, hay que perpetuar el modelo neoliberal para asegurar una solución al cambio climático.
Así se cierra el círculo. Por un lado se exigirá a los países pobres mantener incentivos para atraer inversiones extranjeras necesarias que supuestamente reducirán las emisiones de gases invernadero. No importa que el modelo neoliberal sea un insulto social y ambiental. Por el otro lado, se va a garantizar que tengan acceso a un buen mercado internacional de bonos de carbono con el fin de canalizar más recursos para reducir las emisiones de carbono. No importa que el mercado de carbono sea un gran fracaso anunciado.
El capital y sus centros de poder prefieren llevar a la ruina al mundo entero, antes que sacrificar sus fuentes de privilegios. Las grandes corporaciones cuya capacidad productiva descansa en los combustibles fósiles van a oponer feroz resistencia a todo lo que suene a cambio. Poco importa que la perspectiva de procesos de cambio climático descontrolados constituya la peor amenaza para la humanidad y la biósfera. El capital, en su delirio de acumulación sin fin, está dispuesto a sacrificarlo todo. Si las organizaciones sociales no ejercen la presión suficiente, la conferencia de Copenhague será un espacio para profundizar la destrucción ambiental y la explotación social.
Alejandro Nadal,  es economista, profesor investigador del Centro de Estudios Económicos, El Colegio de México.
Sin Permiso


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Respuesta  Mensaje 2 de 23 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 09/01/2010 02:31

Respuesta  Mensaje 3 de 23 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 09/01/2010 02:34
Matrix climática



Durante las negociaciones de Naciones Unidas sobre cambio climático en Copenhague, Dinamarca, en diciembre pasado, la delegación de Bolivia comparó lo que allí sucedía con la película Matrix. Agregó que los únicos que tomaban la pastilla roja (que en la película permite ver la realidad como es) eran los que marchaban protestando por las calles de Copenhague. Es una de las imágenes más atinadas que he escuchado.

Al contrario de lo que uno creería, esa convención no trata de las causas y soluciones reales al cambio climático, sino sobre todo de cómo gestionar y aumentar las ganancias con el comercio del cielo y el aire limpio –materias cada vez más escasas (y, por tanto, más rentables) gracias al desastre climático, a su vez provocado por los que más lucran ahora con ese comercio.

Afuera convergen en la protesta los que tienen las alternativas reales para salir de las crisis –campesinos, indígenas, pescadores artesanales, comunidades en resistencia contra megaproyectos energéticos y otros– con miles de jóvenes que, como tantas veces en la historia, se niegan a participar en esta farsa que les roba el futuro. Son reprimidos porque nada hay más peligroso para los dueños de la Matrix que jóvenes decididos a ver la realidad, a no venderse y a autogestionar su vida, o campesinos e indígenas que pretenden seguir en sus tierras y culturas produciendo sus alimentos y los de la mayoría de la gente mientras cuidan el planeta. Pero lo que a los señores les resulta realmente insoportable es que se pongan de acuerdo, que es justamente lo que sucedió en Copenhague.

El 16 de diciembre, mientras comenzaban dentro de la cumbre climática los discursos de más de 110 primeros mandatarios y aumentaban a niveles absurdos los controles policíacos, comenzó una marcha desde fuera y desde dentro de la propia convención, reclamando justicia climática. La idea era forzar el muro que los dividía para instalar la Asamblea de los Pueblos, lo cual sucedió horas más tarde, en las orillas del Bella Center. Allí, pese a abundantes golpes, gas pimienta y represión, a las detenciones de cientos de jóvenes antes y durante la manifestación, la marcha no se detuvo y siguió avanzando en ordenadas y apretadas filas tomada del brazo. Finalmente, en medio de un muro triple de policías vestidos de robocops y varias filas de camiones policiales se logró instalar la Asamblea de los Pueblos con la consigna Cambiar el sistema, no el clima. Sentados en el suelo, bajo lloviznas de nieve y en un ambiente de tremenda tensión externa, los asambleístas compartieron sus denuncias y alternativas. Vía Campesina habló de cómo los campesinos están enfriando y alimentado el planeta; ambientalistas de base e indígenas de Ecuador, Canadá y otros países de por qué hay que dejar el petróleo, el carbón y las arenas bituminosas en el suelo; pescadores artesanales, sindicalistas, activistas sociales y de derechos humanos, que venían en caravana desde Suiza contra la OMC y el cambio climático, y muchos más de distintas partes del mundo, fueron tejiendo un complejo y diverso panorama que mostró que no sólo saben qué sucede con el cambio climático y quiénes lo provocan, sino también cómo enfrentarlo y tienen las soluciones.

Fue una imagen fuerte: la gente organizada desde las bases, en diversidad y solidaridad, compartiendo como cotidianamente alimentan y sanan al planeta, pero rodeados de un ambiente tremendamente hostil y agresivo instalado desde el poder para defender a los ricos –gobiernos y transnacionales– reunidos al otro lado del muro. Muy similar al mundo real, donde la mayoría de la gente vive, construye, sueña, lucha y resiste desde sus milpas, sus barrios y comunidades, pese a que unos pocos con fuerza bruta o manipulaciones matan gente y destruyen el planeta para su lucro, intentando hacernos creer, como en Matrix, que es el orden que todos debemos mantener.

Hubo también muchas otras protestas y manifestaciones –incluso una de más de 100 mil personas, la más grande de Dinamarca en las últimas décadas– que denunciaron realidades que contribuyen al cambio climático: contra las transnacionales y los sistemas de libre comercio; contra la producción industrial de carnes y el círculo vicioso con la soya y maíz transgénico que representan; contra los agrocombustibles y los grandes monocultivos y árboles transgénicos, y contra la explotación petrolera, así como luchas por el reconocimiento de la deuda climática, en favor de los migrantes, por los derechos indígenas y campesinos, y en defensa del agua.

También un gran espacio de talleres y debates llamado KlimaForum. Los organizadores de ese espacio habían tomado distancia públicamente de manifestaciones como la del 16 de diciembre, organizada por la red Acción por Justicia Climática, Vía Campesina y Justicia Climática Ahora, entre otras agrupaciones, pero finalmente asumieron como propio el lema Cambiar el sistema, no el clima. Parte de la dinámica de Matrix es hacernos creer que la desobediencia civil, incluso pacífica y por más justificada que esté, debe ser evitada por el castigo que recibiremos. Creo que también por eso debemos agradecer a esos jóvenes, campesinos y otros activistas de base que, a sabiendas que recibirían golpes, gases –y varios de ellos siguen aún detenidos– se tomaron la pastilla roja y llevaron un trocito de la dignidad de todos contra el muro del absurdo en Bella Center.

* Silvia Ribeiro es Investigadora del Grupo ETC

Silvia Ribeiro


Respuesta  Mensaje 4 de 23 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 09/01/2010 02:35


Respuesta  Mensaje 5 de 23 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 09/01/2010 02:36


Respuesta  Mensaje 6 de 23 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 09/01/2010 02:37


Respuesta  Mensaje 7 de 23 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 09/01/2010 02:41


Respuesta  Mensaje 8 de 23 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 09/01/2010 02:42
 
Tiene que cambiar, ya no dá para mas.
Lo sucedido en la cumbre de Copenhague es un punto álgido en la temperatura que están tomando los acontecimientos.
Quizás los más jóvenes, a mas de poner su humanidad en peligro, son los que tomen verdadera conciencia de lo que ha ido sucediendo en nuestra historia hasta llegar a este cruce de caminos en donde se hace ya insoportable el aceptar una dominación que está terminando con el planeta entero. Son los que heredarán este caótico mundo en el que ya no se puede vivir, y parece que han comenzado a reaccionar en defensa de lo que les pertenece: su futuro.
Hasta que punto ha tenido que llegar todo!!! y aún así hay gente dormida, o que como dice el artículo, que prefieren la pastilla azul.
Busquen, investiguen, material hay mucho, esto es una gran bola de nieve que ya nos alcanza a todos.
Viendo estas cosas, a mi me da la esperanza que todo tenga un giro para bien, yo siempre preferí la pastilla roja, y no me arrepiento de ello.


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