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Socio-Política: Wikileaks
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Respuesta  Mensaje 1 de 42 en el tema 
De: Marti2  (Mensaje original) Enviado: 24/09/2010 00:31
¿Por qué tienen miedo a Wikileaks los Gobiernos y los medios de comunicación?

A finales de julio de este año, Wikileaks publicaba su más sensacional leak (filtración): 92.000 páginas de documentos clasificados como top secret en los que se certifica la violencia de las acciones militares de la OTAN en Afganistán, la corrupción de los servicios secretos paquistaníes y la muerte de millares de civiles. Un historial de la guerra en Afganistán creado por soldados y oficiales de los servicios de inteligencia.

La publicación de estos “diarios afganos” por la página web había sido anunciada tres semanas antes a tres periódicos(el inglés The Guardian, el alemán Die Spiegel y el estadounidense New York Times), que se han limitado a denunciar la presencia de dicha documentación, esperando que fuese sacada en su totalidad por la misma página.

Como señalaba el 9 de agosto Christian Christensen en Le Monde Diplomatique, “no tomar anteriormente el contacto con estos periódicos hubiese causado una confusión de artículos y informaciones sobre el tema en todo el mundo”. Sin embargo, la delicadeza de los argumentos en cuestión ha hecho que los periódicos atacaran a Wikileaks: en el New York Times, ya se le llama “Wiki-kills” (wiki-mata).

“En EE UU desde el Watergate no ha habido otros casos de periodismo realmente enfrentado al poder”

En una entrevista publicada en la versión en inglés de Al Jazeera, Assange aseguraba que en los últimos dos años Wikileaks ha publicado más documentación que los demás medios juntos: “los medios de información están haciendo tan mal trabajo que un pequeño grupo de activistas ha hecho más que todos ellos juntos”. Lo que Assange dijo subraya que “el convencional periodismo de investigación hoy en día está bastante enfermo”, explica a DIAGONAL Vittorio Zambardino, periodista italiano de La Repubblica especializado en comunicación en internet. “Más que nada son los periódicos los que no ven la gran demanda que hay de este tipo de periodismo. En EE UU, a los que siempre se les mira como tierra feliz del periodismo de investigación, ha quedado claro a todos que desde el Watergate no ha habido otros casos de periodismo realmente enfrentado al poder”.

Según muchos medios, en el caso de los diarios de la guerra en Afganistán Wikileaks “se ha pasado”, al haber puesto en peligro la vida de los afganos que colaboraron con los militares estadounidenses a lo largo de la ocupación americana del territorio, publicando sus nombres en la web. Y no sólo los medios, sino algunas ONG, como Amnistía Internacional, la misma que en 2009 había premiado a Assange y su portal en la categoría Nuevos Medios por sacar a la luz informes sobre las matanzas en Kenya, denunciaron la posibilidad de repercusiones talibanes sobre estos colaboradores.

¿Revolución hacia la web libre?

La manera de actuar de Wikileaks es relativamente sencilla: cualquier usuario puede convertirse en whistleblower (literalmente, “quien hace sonar un silbato”), sin tener particulares conocimientos de informática, subiendo documentos a la página en el idioma que prefiera. Éstos son analizados (así ellos lo aseguran) por el equipo de Wikileaks, que los carga en la página sin que el usuario que los ha propuesto deje ningún tipo de rastro en la red, gracias al uso de tecnologías como FreeNet, Tor o Pgp (sistemas de comunicación y distribución de informaciones en línea descentralizadas, y por ello poco censurables o rastreables).

En este sentido, dicen en su página, “Wikileaks es incensurable”. Aspecto fundamental en la nueva era de internet, sobre todo por una página que se propone ‘ser el corazón de una revolución global’ en la que cualquiera pueda enfrentarse a las instituciones ‘a pesar de las mordazas virtuales y físicas o de su condición económica o conocimientos tecnológicos’.

¿Entonces Wikileaks es un paso fundamental para la difusión de la web libre? “Es más un paso hacia adelante y dos atrás” explica a DIAGONAL Geert Lovink, teórico de los medios de comunicación y creador del Institute of Network Culture, “estamos hablando de grandes cantidades de material, y nosotros, la ‘gente normal’, necesitamos contextualización y análisis para que un caso concreto tenga sentido”. Sin embargo, en su opinión, no poniendo los hechos en un discurso comprensible, Wikileaks no deja claro si quiere comportarse “como proveedor de contenidos o como simple contenedor de datos filtrados”. A todo esto, concluye que “Wikileaks está dando un empujón a los medios para que vuelvan a hacer este tipo de trabajo de investigación”.

La verdad se debe publicar

Nacida a finales de 2006, empieza su actividad en julio de 2007, y desde entonces ha publicado 1,2 millones de documentos clasificados como secretos por numerosos gobiernos. La web nace tras las conversaciones en línea de su creador, Julian Assange, periodista y programador, con otros activistas.

Han tomado parte en su creación “disidentes chinos, periodistas, matemáticos y una nueva empresa de tecnología, procedentes de EE UU, Taiwan, Europa, Australia y Sudáfrica”. Según el principio de que “la mejor manera de hacer que se conozca la verdad sobre un asunto es publicar en su totalidad los documentos que la tratan”, Wikileaks apunta a que la tecnología del leaking pueda convertirse en un modelo. Hasta ahora, ha sobrevivido con un equipo de 5 personas, a los que se suma la colaboración de unas 800 personas.

Danielle Grasso
Diagonal



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Respuesta  Mensaje 2 de 42 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 24/09/2010 00:39
Por qué hay que proteger a Wikileaks
 
En su última columna publicada en el semanario británico New Statesman, John Pilger describe la importancia de Wikileaks como una nueva e intrépida forma de periodismo de investigación que amenaza tanto a los belicistas como a sus apologistas, especialmente a los periodistas que no son más que taquígrafos del Estado.


El 26 de julio Wikileaks publicó miles de archivos militares secretos norteamericanos sobre la guerra de Afganistán, en los que se documentaban operaciones de encubrimiento, una unidad secreta de asesinatos y la muerte de civiles. Archivo tras archivo, las brutalidades resuenan con eco colonial. De Malaya y Vietnam al Domingo Sangriento [en Derry, en Irlanda del norte] y Basora, poco ha cambiado. La diferencia estriba en que hoy hay un modo extraordinario de saber de qué modo se hacen en nuestro nombre estragos en lejanos países a modo de rutina. Wikileaks ha conseguido los registros de seis años de asesinatos de civiles tanto en Afganistán como en Irak, de los cuales lo publicado en The Guardian, Der Spiegel y el New York Times no son más que una pequeña porción.

Como es comprensible, hay una histeria sonada que exige que “se dé caza” y “se ponga a disposición” al fundador de Wikileaks, Julian Assange. En Washington entrevisté a un alto funcionario del Departamento de Defensa y le pregunté: “¿Puede usted garantizarme que los editores de Wikileaks su editor en jefe, que no es norteamericano, no se verán sometidos a la caza del hombre sobre la que leemos en la prensa?” Respondió: “No es ocupación mía dar garantías de nada”. Me remitió a la “investigación criminal en curso” sobre un soldado norteamericano, Bradley Manning, presunto filtrador. En una nación que arguye que su constitución protege a los que dicen la verdad, el gobierno de Obama persigue y procesa a más filtradores que cualquiera de sus modernos antecesores. Un documento del Pentágono declara sin rodeos que la inteligencia norteamericana tiene la intención de “marginar mortalmente” a Wikileaks. La táctica preferida consiste en la calumnia, con los periodistas empresariales siempre dispuestos a desempeñar su papel. [1]

El 31 de julio, la célebre reportera norteamericana Christiane Amanapour entrevistó al Secretario de Defensa, Robert Gates, en la cadena ABC. Invitó a Gates a que diera a los espectadores una idea de su “enojo” a causa de Wikileaks. Se hacía eco así de la línea del Pentágono según la cual “esta filtración tiene las manos manchadas de sangre”, dando así pie a Gates para que encontrase a Wikileaks “reo” de “culpabilidad moral”. Tal hipocresía proveniente de un régimen empapado de la sangre del pueblo de Afganistán e Irak – como dejan claro sus propios archivos – no es aparentemente razón para la investigación periodística. Apenas si resulta sorprendente hoy que una nueva e intrépida forma de señalar responsabilidades públicas, como la que representa Wikileaks, amenace no sólo a los belicistas sino a sus apologistas. Su actual propaganda estriba en decir que Wikileaks es “irresponsable”. Este mismo año, antes de dar publicidad al video tomado desde la cabina de un helicóptero de combate norteamericano Apache, en el que se mostraba a diecinueve civiles muertos en Irak entre los que se contaban periodistas y niños, Wikileaks envió gente a Bagdad para dar con las familias a fin de tenerlas preparadas. Antes de la publicación el mes pasado de los archivos concernientes a la guerra de Afganistán, Wikileaks escribió a la Casa Blanca pidiendo que identificaran aquellos nombres que pudieran sufrir represalias. Quedaron sin publicar más de 15.000 archivos y no lo serán, afirma Assange, hasta que hayan sido examinados “renglón por renglón” para borrar los nombres de quienes pudieran estar en peligro.

La presión sobre Assange parece implacable. En su país natal, la responsable de política exterior de la oposición, Julie Bishop, ha declarado que si su coalición derechista gana las elecciones el 21 de agosto, [2] se procederá a las “acciones apropiadas” “en caso de que un ciudadano australiano haya llevado a cabo deliberadamente una actividad que pudiera poner en riesgo las vidas de las fuerzas australianas en Afganistán o socavar nuestras operaciones de cualquier modo”. El papel de Australia en Afganistán, efectivamente de mercenario al servicio de Washington, ha tenido dos sorprendentes resultados: la matanza de cinco niños en una aldea de la provincia de Oruzgan y la abrumadora desaprobación de la mayoría de los australianos.

En mayo pasado, tras la publicación de la filmación del Apache, Assange vio cómo le confiscaban temporalmente su pasaporte australiano al volver a su país. El gobierno laborista de Canberra niega haber recibido la petición de Washington de detenerle y espiar a la red de Wikileaks. El gobierno de Cameron niega también lo mismo. Pero serían capaces, ¿verdad? Assange, que vino a Londres el mes pasado para trabajar en la revelación de los archivos bélicos de Afganistán, ha tenido que abandonar Gran Bretaña apresuradamente en busca, tal como él dice, de “climas más seguros”.

El 16 de agosto, el diario The Guardian, citando a Daniel Ellsberg, [3] describió al gran denunciante israelí Mordejai Vanunu como “héroe primordial de la era nuclear”. Vanunu, que alertó al mundo sobre las armas nucleares secretas de Israel, fue secuestrado por los israelís y encarcelado durante 18 años al quedar sin protección del diario londinense Sunday Times, que había publicado los documentos que les proporcionó. In 1983, otra heroica denunciante, Sarah Tisdall, una empleada de las oficinas del Foreign Office [Ministerio de Exteriores británico], envió al Guardian documentos que revelaban que el gobierno de Thatcher planeaba marear la perdiz respecto a la llegada de misiles Cruise norteamericanos a Gran Bretaña. The Guardian cumplió la orden de entregar los documentos y Tisdall acabó en la cárcel.

En cierto sentido, las revelaciones de Wikileaks avergüenzan al sector dominante del periodismo dedicado simplemente a tomar nota de lo que quiera contarle un poder cínico y maligno. Y eso es taquigrafía de Estado, no periodismo. Consúltese la página de Wikileaks y se podrá leer un documento del ministerio de Defensa que describe la “amenaza” que supone el periodismo de verdad. Y una amenaza es lo que debería constituir. Tras publicar la habilidosa denuncia de Wikileaks de una guerra que es una estafa, el Guardian debería conceder su más potente apoyo editorial sin reservas a la protección de Julian Assange y sus colegas, cuya forma de contar la verdad es tan importante como cualquiera de la que yo haya tenido experiencia en el curso de mi vida.

Me gusta la seca agudeza de Julian Assange. Cuando le pregunté si resultaba más difícil publicar información secreta en Gran Bretaña, me respondió que “cuando examinamos documentos catalogados bajo la Ley de Secretos Oficiales, vemos que establecen que es un delito retener la información y es un delito destruirla. De modo que la única opción posible que nos queda es publicar la información.”

NOTAS T.: [1] Prueba de ello son las acusaciones de violación y acoso sexual contra Assange en Suecia, recogidas por la prensa del país el sábado 21 de agosto, y que se retiraron casi de inmediato. [2] En el momento de concluir la versión traducida de este artículo, el resultado de las elecciones australianas no daba un claro vencedor, haciendo presagiar un gobierno de coalición. [3] Recuérdese que fue Ellsberg quien filtró al New York Times los celebérrimos Documentos del Pentágono sobre la guerra de Vietnam en 1970.

John Pilger, nacido en 1939 en Australia, es uno de los más prestigiosos documentalistas y corresponsales de guerra del mundo anglosajón. Particularmente renombrados son sus trabajos sobre Vietnam, Birmania y Timor, además de los realizados sobre Camboya, como Year Zero: The Silent Death of Cambodia y Cambodia: The Betrayal.
John Pilger
New Estatesman

Respuesta  Mensaje 3 de 42 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 22/10/2010 06:17
Los tres mitos de la era digital
 
Wikileaks, una fuente de información digital donde se publican documentos secretos, suscita el debate sobre el papel del periodismo en la actualidad. Su sistema se contrapone a la información “libre” pero poco confiable que aseguran sitios como YouTube, Facebook o Twitter y rompe con ciertos mitos clásicos de la era digital.


Traducción: Cristina Sardoy

La difusión de los “Diarios de la Guerra Afgana” en Wikileaks (http://wikileaks.org/wiki/Afghan_War_Diary,_2004-2010), con notas publicadas en The Guardian (www.guardian.co.uk/world/the-war-logs), The New York Times (www.nytimes.com/interactive/world/war-logs.html) y Der Spiegel (www.spiegel.de/international/world/0,1518,708314,00.html), gracias a un acuerdo con Wikileaks, fue noticia en el mundo entero. Le Monde diplomatique, conjuntamente con Owni y Slate.fr, también ofreció los documentos online a través de un sitio de Internet especial (http://app.owni.fr/warlogs/). Las consecuencias en materia de seguridad de la filtración de este material se discutirán durante años. Mientras tanto, la publicación de más de 90.000 documentos ha generado un debate sobre el poder creciente del periodismo digital (http://en.wikipedia.org/wiki/Digital_journalism) y de los medios sociales. Muchas de las discusiones están arraigadas en lo que denomino mitos digitales o de Internet; mitos arraigados, a su vez, en nociones deterministas y románticas de la tecnología.

Mito 1: El poder de los medios sociales

A los comentaristas y los expertos en medios se les suele preguntar qué significa el caso Wikileaks respecto del poder de los medios sociales en la sociedad contemporánea, especialmente en la cobertura de una guerra (www.huffingtonpost.com/phil-bronstein/the-wikileaks-incident-ho_b_527788.html). La pregunta no tiene nada de malo, pero ilustra una tendencia problemática que ubica todas las formas de medios sociales (blogs, Twitter, Facebook, YouTube, Wikileaks) bajo un mismo paraguas enorme. El mito es que los medios sociales son homogéneos en virtud de sus tecnologías. Pero Wikileaks no se parece en nada a Twitter o YouTube. Lo que lo separa de otras formas de medios sociales es el proceso de revisión por el que debe pasar el material presentado para ser subido al sitio (www.thelocal.de/society/20100730-28855.html). Esto podría parecer un detalle, pero da justo en el centro de las nociones “tecno-utópicas” de un “espacio común abierto” donde cada uno y cualquiera puede postear (casi) todo para que lo lean, escuchen y vean todos.

El verdadero poder de Wikileaks no reside tanto en la tecnología (ayuda, pero hay millones de otros sitios en Internet dando vueltas) como en la confianza de los lectores en la autenticidad de lo que leen; ellos creen que quienes trabajan en Wikileaks avalan la veracidad del material. Hay literalmente centenares de videos de Irak y Afganistán en YouTube que muestran a las fuerzas de coalición participando en actos de agresión cuestionables y en algunos casos obviamente ilícitos (www.youtube.com/watch?v=LoFq9jYB2wo). Sin embargo, ninguno de esos clips tuvo un impacto como el del único video subido por Wikileaks (www.youtube.com/watch?v=5rXPrfnU3G0) donde se muestra a un montón de civiles (y dos periodistas de Reuters) abatidos por artillería aérea de alta potencia en un suburbio de Bagdad. ¿Por qué? Porque si bien la apertura total puede ser atractiva en teoría, la información sólo es valiosa en la medida en que es confiable, y Wikileaks tiene montada una estructura de revisión organizativa que Twitter, Facebook, YouTube y la mayoría de los blogs (por razones obvias) no. No todos los medios sociales son creados de la misma manera y por lo tanto su poder dista de ser igual.

Mito 2: El Estado-nación agoniza

Si hay algo que nos enseñó el caso Wikileaks es que el Estado-nación con toda seguridad no está en decadencia. Buena parte del discurso que rodea a Internet y, en particular, a los medios sociales, gira en torno de la premisa de que actualmente vivimos en una sociedad digital sin fronteras.

La noción de un Estado-nación en decadencia ha tenido mucha repercusión en ciertos ámbitos del mundo académico en los últimos años, pero los hechos de las últimas semanas deberían hacernos reflexionar. Quienes están a cargo de Wikileaks entienden claramente el papel vital del Estado-nación, sobre todo en lo que se refiere a la ley. A pesar de la afirmación de Jay Rosen, especialista en medios de la Universidad de Nueva York (http://journalism.nyu.edu/pubzone/weblogs/pressthink/2010/07/26/wikileaks_afghan.html), de que se trata de “la primera organización de noticias mundial sin Estado”, Wikileaks tiene un fuerte vínculo territorial.

Wikileaks está semi-oficialmente radicado en Suecia y cuenta con toda la protección ofrecida a los denunciantes y las garantías relativas al anonimato de las fuentes conforme al derecho sueco (www.euractiv.com/en/infosociety/sweden-gives-legal-shelter-controversial-wikileaks-site-news-426138). Tal como informó The New Yorker en junio de 2010 (www.newyorker.com/reporting/2010/06/07/100607fa_fact_khatchadourian), Wikileaks está conectado a un ISP (Proveedor de Servicio de Internet) sueco llamado PRQ (http://prq.se/?intl=1). El material presentado a Wikileaks primero pasa por PRQ y luego por servidores ubicados en Bélgica. ¿Por qué Bélgica?, se pueden preguntar. Porque Bélgica tiene la segunda legislación más fuerte en materia de protección de fuentes. Y el fundador de Wikileaks, Julian Assange, eligió Islandia como ubicación para decodificar la filmación aérea en video de las matanzas en Bagdad. Islandia sancionó recientemente la Iniciativa Islandesa de Medios Modernos (http://www.immi.is/?l=en), concebida para que el país sea un refugio global para los denunciantes, el periodismo de investigación y la libertad de expresión.

Además de Wikileaks, otros acontecimientos recuerdan la importancia de los Estados y las leyes en el fluido mundo digital: las recientes decisiones de los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita de instigar el bloqueo de la función de mensajes en los dispositivos BlackBerry (www.bbc.co.uk/news/technology-10866417), o el bloqueo aparentemente infinito de YouTube Turquía (www.csmonitor.com/From-the-news-wires/2010/0627/Internet-censorship-alive-and-well-in-Turkey-YouTube-some-Google-sites-blocked). Si bien es cierto que la estructura de Wikileaks está montada para eludir las leyes de determinados países (mediante la tecnología digital), también hace uso de las leyes de otros países. Wikileaks no ignora la ley; simplemente traslada todo el juego a lugares donde las normas son distintas.

Mito 3: El periodismo está muerto (o casi)

Los informes de la muerte del periodismo han sido muy exagerados (parafraseando a Mark Twain). El caso Wikileaks expresa el poder de la tecnología para hacernos repensar qué significa para nosotros “periodismo” a comienzos del siglo XXI. Pero también consolida el lugar del periodismo convencional dentro de la cultura contemporánea. Wikileaks decidió entregar los documentos afganos a The Guardian, The New York Times y Der Spiegel semanas antes de que fueran publicados online, –fuentes de medios convencionales y no a publicaciones “alternativas” (presumiblemente afines) como The Nation, Z Magazine o IndyMedia–. La razón es seguramente que las tres fuentes convencionales de noticias son las que establecen la agenda informativa internacional. Pocas fuentes (dejando de lado empresas de radio y televisión como la BBC o CNN) tienen tanta influencia como The New York Times y The Guardian; y el hecho de ser publicados en inglés les da mayor visibilidad. La gente de Wikileaks supo darse cuenta de que cualquier publicación de los documentos online sin un contacto previo con fuentes de noticias importantes generaría una precipitación caótica de artículos en el mundo entero.

De este modo, la atención se volvió directamente a los tres diarios en cuestión, donde un gran número de documentos ya había sido analizado y resumido. Y el papel de Wikileaks no se perdió en la avalancha de información. En la tesis de la muerte del periodismo (como en la de la muerte del Estado-nación), se confunde cambio con eliminación. La publicación de los Diarios Afganos muestra que el periodismo convencional todavía mantiene una buena cuota de poder, pero la naturaleza de ese poder cambió (respecto de 20 o 30 años atrás). Un ejemplo es el relato que hizo el editor ejecutivo Bill Keller del contacto entre el personal editorial de The New York Times y la Casa Blanca luego de la publicación de los documentos: “A pesar de condenar fuertemente a WikiLeaks por publicar estos documentos, la Casa Blanca no sugirió que The Times no debía escribir al respecto. Al contrario, en nuestras discusiones previas a la publicación de nuestros artículos, funcionarios de la Casa Blanca cuestionaron algunas de las conclusiones que habíamos extraído del material pero nos agradecieron por manejar los documentos con cuidado y nos pidieron que instáramos a WikiLeaks a retener información que pudiera costar vidas. Nosotros transmitimos ese mensaje” (www.nytimes.com/2010/07/26/world/26askthetimes.html?ex=1295755200&en=f5e76af6999f3d76&ei=5087&WT.mc_id=NYT-E-I-NYT-E-AT-0728-L5).

Se trata de una declaración sorprendente por parte del editor ejecutivo del diario más respetado de Estados Unidos. Por dos razones. La descripción del encuentro muestra orgullo por el elogio de la Casa Blanca, enfrentada con las ideas tradicionales de la prensa como contralor de los que están en el poder. Segundo, el papel de The New York Times como intermediario entre el gobierno estadounidense y Wikileaks ilustra una interesante dinámica nueva de poder en la noticia y la información en Estados Unidos.

En el centro del mito de la muerte del periodismo (y del mito del papel de los medios sociales) se encuentra la suposición de una relación causal entre el acceso a la información y el cambio democrático. La idea de que el mero acceso a la información en bruto lleva de hecho al cambio (radical o de otro modo) es una noción tan romántica como la de que el mero acceso a la tecnología puede hacer lo mismo. La información, como la tecnología, solamente es útil si están presentes el conocimiento y las capacidades necesarias para activar dicha información. Wikileaks eligió sus tres diarios no porque representaran necesariamente almas gemelas ideológicas para Julian Assange y sus colegas, sino porque estaban profesional, organizativa y económicamente preparados para la tarea de decodificar y distribuir el material aportado.

En un mundo digital que se redefine constantemente como no-jerárquico, sin fronteras y fluido, Wikileaks nos recordó que la estructura, las fronteras, las leyes y la reputación todavía importan.

Christian Christensenes profesor asociado en el Departamento de Informática y Medios en la Universidad de Uppsala, Suecia.

http://www.eldiplo.org/


Respuesta  Mensaje 4 de 42 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 22/10/2010 06:19
La prensa contra Wikileaks
 

Algunas voces han presentado el caso Wikileaks como un ejemplo de otro tipo de periodismo que está naciendo gracias a las nuevas tecnologías, un periodismo que enriquece y trabaja en sinergia con el tradicional, como podría pensarse después de que tres tradicionales periódicos (New York Times, The Guardian y Der Spiegel) publicarán las informaciones de Wikileaks.

Sin embargo, una vez que el gobierno estadounidense, a través del Departamento de Defensa y el FBI, inició su enfrentamiento contra este portal de internet, los grandes medios han dejado claro en qué bando estan. El 23 de agosto el Wall Street Journal sembraba dudas sobre la financiación de Wikileaks: "La falta de transparencia de Wikileaks contrasta con la total transparencia que exige a los Gobiernos y las empresas". Como si supiéramos las contabilidades del resto de las empresas de comunicación.

El columnista Marc A. Thiessen, del Washington Post, llegó a decir que Wikileaks "es una empresa criminal". Incluso el New York Post le cambió el nombre a la organización por el de Wikikills (un juego de palabras, sustituyendo el término leaks, filtraciones, por el de kills, muertes), y dijo en su editorial: "Ayuda a los talibanes a matar en Afganistán".

La conclusión es clara, cuando se enfrentan un colectivo que trabaja por difundir la verdad sobre los asesinatos del ejército de Estados Unidos y el gobierno de ese país que quiere ocultarla, los grandes medios de comunicación estadounidenses no tienen duda a favor de quien posicionarse. Con el segundo.

La prensa del Orinoco


Respuesta  Mensaje 5 de 42 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 22/10/2010 06:24
Suecia niega el permiso de residencia a Julian Assange, fundador de WikiLeaks
 

Suecia no concederá el permiso de residencia que Julian Assange había solicitado, según ha informado la Junta de Inmigración de aquel país. Únicamente se le ha concedido tres semanas para apelar. Sin más explicaciones ni comentarios.

Por otro lado, un colaborador de WikiLeaks, muy cercano a su fundador, ha afirmado que “Wikileaks publicará algo muy pronto pero no hoy”. De esa manera ha salido al paso de la noticia recogida por toda la prensa mundial sobre la inminente publicación (entre el domingo y el lunes) de información confidencial relacionada con la guerra de Iraq.

No hacemos comentarios sobre lo que estamos trabajando y oficialmente no damos ninguna fecha exacta

Este portavoz no ha precisado, en cambio, si algunas noticias publicadas, hoy han aprovechado “información de WikiLeaks” para corroborar datos, fuentes y encajar la última pieza del puzzle.

El portavoz de WikiLeaks no ha relacionado en nigún momento la problemas que llegan de Suecia, precisamente hoy, ni los graves problemas financieros ocasionados por Moneybookers, un servicio similar a PayPal, que ha bloqueado la principal cuenta abierta por WikiLeaks para recibir donaciones, como incovenientes de última hora que han hecho naufragar el Día D. No había día D, explican.

http://www.nacionred.com/derechos-humanos/suecia-niega-el-permiso-de-residencia-a-julian-assange-fundador-de-wikileaks


Respuesta  Mensaje 6 de 42 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 15/11/2010 07:21
Wikileaks: ¿Complicidad de EEUU en torturas en Irak?
 

El sitio de internet Wikileaks, especializado en publicar informaciones militares secretas, anunció hoy que mañana realizará "un anuncio importante" que según la televisora árabe Al Jazeera refiere a la complicidad estadounidense en casos de torturas en Irak, lo que puso en alerta al Pentágono y la OTAN. "Importante anuncio de Wikileaks en Europa a las 10 de la mañana" del sábado, anunció el sitio a través de un mensaje en Twitter sin otras precisiones. El sitio está actualmente en fase de mantención programada. La cadena de televisión satelital Al Jazeera anunció que las revelaciones prometidas por Wikileaks señalan que el ejército norteamericano "cubrió" las torturas practicadas por iraquíes y mató a cientos de civiles en puestos de bloqueo norteamericano en el país asiático. Los documentos secretos militares se vinculan al período que va desde enero de 2004 al 31 de diciembre del 2009, según la emisora.

"Los documentos de Wikileaks ilustran numerosos casos de tortura y abusos en relación a prisioneros iraquíes por parte de policías y soldados iraquíes. Además revelan que Estados Unidos estaba al corriente del uso de la tortura autorizada por el Estado (iraquí), pero ordenó a sus tropas no intervenir", añadió la televisión qatarí. Al Jazeera, que cita los documentos de Wikileaks, agregó que "cientos de civiles fueron asesinados durante el conflicto en puestos de bloqueo del ejército estadounidense". Poco antes de conocerse estas revelaciones, el Pentágono afirmó que los documentos militares secretos que serán publicados en el sitio digital "pueden amenazar a las tropas estadounidenses y a los iraquíes que cooperan con los estadounidenses" en el país asiático. Un portavoz del Pentágono, Geoff Morrell, subrayó que los documentos en cuestión se refieren a un período de la guerra en Irak ya ampliamente contada "en diarios, libros e incluso en el cine" y "no dan ningún nuevo elemento". Sin embargo, Morrell solicitó a Wikileaks "restituir los documentos hurtados". El Pentagono puso a trabajar la semana pasada una "task force" integrada por 120 personas para examinar las posibles consecuencias de la difusión de estos documentos. El sitio Wikileaks fue fundado en 2006 y se especializaba en divulgar información secreta. En julio pasado, publicó unos 77.000 documentos sobre la guerra de Afganistán y prometió sumar otros 15.000 en el futuro.

Ansa Latina


Respuesta  Mensaje 7 de 42 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 15/11/2010 07:24
Una nueva revelación de Wikileaks desnuda el oficialismo de CNN
Los grandes medios no sólo han perdido la capacidad de realizar periodismo investigativo, sino que al servicio del gobierno norteamericano, cumplen con el deshonroso deber de acosar a quienes sí poseen el valor de hacerlo. Tienen sus motivos, como dijo Julian Assange –fundador de Wikileaks- en la conferencia de prensa, efectuada este 23 de octubre en Londres, “bajo el presidente (Barack) Obama ha habido más procesamientos por filtraciones que bajo todos los gobiernos anteriores de ese país juntos”.

Sin embargo, de la cadena de televisión estadounidense CNN se esperaba al menos una actitud más profesional. Assange, acordó ofrecer una entrevista a CNN tras la conferencia de prensa que versó sobre la publicación de cerca de 400 000 documentos que prueban los crímenes de Estados Unidos en Iraq. Cualquiera pensaría que el encuentro era para comentar las revelaciones pero la entrevistadora, Akita Shubert, comenzó a hacer preguntas sobre la situación jurídica de Asssange, ya que en Suecia se le sigue una investigación por supuesto abuso sexual en el que la propia fiscalía de ese país ha tenido una actuación muy contradictoria, y que muchos no han dudado en incluir entre las presiones provenientes del gobierno norteamericano para evitar las filtraciones.

“La entrevista es sobre algo distinto”, contestó el fundador de Wikileaks al primer cuestionamiento de la periodista pero Shubert insistió reiteradamente sobre el mismo tema. “La entrevista trata sobre otra cosa”, repitió Assange, para añadir: “me voy a marchar si sigue contaminando la muerte de 104.000 personas con ataques contra mí”.

A pesar de las advertencias, la periodista insistió en cumplir lo que obviamente era su misión y el hombre más temido por el Pentágono en estos días, dejó plantada a la portavoz…

Iroel Sánchez
La pupila insomne


Respuesta  Mensaje 8 de 42 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 15/11/2010 07:27
Las cifras de muertos de la guerra de Iraq revelados por WikiLeaks sólo son la punta de un iceberg
Los documentos sobre la guerra de Estados Unidos en Iraq publicados por WikiLeaks contenían datos de 15.000 iraquíes asesinados en incidentes no recogidos ni por los medios occidentales ni por el Ministerio de Sanidad de Iraq y que, por tanto, no figuraban en los recuentos de los muertos de guerra iraquíes de Iraqbodycount.org. Los medios occidentales se han puesto diligentemente a añadir estas 15.000 muertes a sus supuestas “estimaciones” de la cifra total de iraquíes asesinados en la guerra. Pero esa cifra es engañosa en grado sumo. Lo que las muertes no recogidas demuestran es que la metodología pasiva de esos recuentos es una forma deplorablemente equivocada de calcular el número de muertos en una zona de guerra. Esas 15.000 muertes son sólo la punta de un iceberg de cientos de miles de iraquíes asesinados de los que no se ha informado y que se han detectado través de estudios epidemiológicos más serios y científicos, pero que los gobiernos británico y estadounidense habían logrado anular confundiendo a los medios y a la gente acerca de sus métodos y exactitud.

No es nada inusual que en una zona de guerra se queden sin registrar gran número de muertos. La experiencia de los epidemiólogos que trabajan en las zonas de guerra por todo el mundo corrobora ese hecho, que la “búsqueda pasiva de información” de los muertos en una guerra sólo recoge entre el 5% y el 20% de la cifra total de muertes. Esto es consecuencia, parcialmente, de la transformada naturaleza de la guerra moderna. Alrededor del 86% de las personas asesinadas en la Primera Guerra Mundial eran combatientes uniformados cuyas identidades fueron meticulosamente registradas. El 90% de la gente asesinada en las guerras recientes han sido civiles, haciendo que el recuento y su identificación sea mucho más difícil.

En mi libro “Blood on our hands: the American invasión and destruction of Iraq”, expliqué los esfuerzos para contar los muertos en Iraq.  Lo que expongo a continuación es un fragmento bastante amplio del libro, y les insto a leerlo si realmente quieren aprehender la medida de la matanza masiva que nuestro país le ha infligido al pueblo de Iraq:

“El Ministerio de Sanidad del gobierno interino de Iraq empezó en 2004 a recoger cifras de mortalidad de civiles en los hospitales, y en junio de aquel año, empezó a desglosar las cifras de las personas muertas por las fuerzas de la resistencia de las de los muertos por las fuerzas ocupantes estadounidenses y sus aliados. A la corresponsal de Knight Ridder, Nancy Youssef, se le dieron cifras del período comprendido entre el 10 de junio y el 10 de septiembre de 2004, que ella expuso en el artículo del Miami Herald titulado ‘U.S. attacks, no insurgents, blamed for most Iraqi deaths’ [Los ataques estadounidenses, y no los insurgentes, son los culpables de la mayoría de las muertes iraquíes] (135).

Durante ese período de tres meses, el Ministerio de Sanidad contó hasta 1.295 iraquíes asesinados por las fuerzas ocupantes y 516 en lo que el Ministerio denominó como operaciones terroristas, pero se mostró conforme con los responsables de los hospitales que le dijeron a Youssef que esas cifras captaban sólo una parte del número total de víctimas. La oficina de prensa de la CENTCOM [Mando Central de EEUU] se negó a proporcionarle una estimación alternativa, aunque admitió que el mando estadounidense tenía una, y el Comité Internacional de la Cruz Roja le dijo que no tenía en Iraq personal suficiente como para poder recopilar esa información.

Youssef preguntó si algunos de los iraquíes registrados como muertos por las fuerzas ocupantes podían haber sido combatientes de la resistencia, pero el Dr. Shihab Yasim, de la sección de operaciones del Ministerio de Sanidad le dijo que el Ministerio estaba convencido de que casi todos los muertos eran civiles, porque un miembro de una familia no iría a informar al Ministerio de Sanidad, controlado por la ocupación, que su familiar había muerto combatiendo para el Ejército del Mahdi u otras fuerzas de la resistencia. Este punto de vista fue corroborado por el Dr. Yasin Mustaf, administrador adjunto del Hospital al-Kimdi en Bagdad: ‘La gente que participa en el conflicto no viene al hospital. Sus familias temen que les castiguen. Normalmente, es la gente civil inocente la que viene al hospital. Eso es lo que esas cifras reflejan’.

El Dr. Walid Hamed, otro responsable del Ministerio de Sanidad dijo a Youssef: ‘Todo el mundo tiene miedo de los estadounidenses, no de los combatientes. Y deberían temerles también’. Otro doctor con quien habló había perdido a su propio sobrino de tres años en un tiroteo en un control, y un doctor de la morgue de Bagdad le habló de una familia de ocho miembros asesinados por un helicóptero de combate en una azotea a la que habían subido a dormir para escapar de la canícula veraniega. En conjunto, las autoridades atribuían el alto número de víctimas civiles asesinadas por las fuerzas ocupantes más a los ataques aéreos que a los disparos de las fuerzas terrestres.

También en septiembre de 2004, un equipo internacional de epidemiólogos, dirigidos por Les Roberts y Gilbert Burnham, de la Escuela Johns Hopkins de Sanidad Pública, y los Dres. Lafta y Judhairi, de la Universidad Al-Mustansiriya de Bagdad, dirigieron el primero de dos estudios mucho más científicos sobre la mortalidad en Iraq. Ese estudio cubría los primeros dieciocho meses de guerra. Roberts había trabajado con un equipo conjunto del Centro para el Control de Enfermedades y con Médicos Sin Fronteras en Ruanda en 1994, y había dirigido estudios parecidos en zonas en guerra por todo el mundo. Las estimaciones de la mortalidad que encontró en la República Democrática del Congo (RDC) en 2000 fueron ampliamente citadas por los dirigentes británicos y estadounidenses y, tras ese informe, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas redactó una resolución que exigía la retirada de todas las fuerzas extranjeras de la RDC.

En Iraq, los epidemiólogos hallaron que: ‘se habían generalizado las muertes violentas… que se atribuían principalmente a las fuerzas de la coalición. La mayoría de las víctimas presuntamente asesinadas por esas fuerzas eran mujeres y niños… Haciendo un cálculo conservador, pensamos que ha habido un exceso de 100.000 muertos o más desde que se produjo la invasión de Iraq en 2003. La violencia responsable de la mayor parte del exceso de muertes y los ataques aéreos de las fuerzas de la coalición explican la mayor parte de las muertes violentas’. Ese informe se publicó en The Lancet, la revista médica británica, en noviembre de 2004 (136).

A la luz de las pruebas ya existentes que dejaban claro que los ataques aéreos de la ‘coalición’ habían matado a miles de civiles, tanto durante como después de la invasión, no había nada sorprendente en sus conclusiones. Sin embargo, los gobiernos británico y estadounidense rechazaron velozmente ese informe. Los medios estadounidenses, siguiendo con su tradición de deferencia hacia sus autoridades, tomaron ejemplo del gobierno y más o menos ignoraron el estudio. Tras la publicación del estudio del segundo equipo epidemiológico en 2006 (*), que cosechó un poco más de atención, el Presidente Bush dijo tan sólo: ‘No lo considero un informe creíble’.

El cinismo de esos desprecios oficiales quedó expuesto finalmente en otra serie de documentos británicos filtrados. El 26 de marzo de 2007, la BBC publicó un memorandum de Sir Roy Anderson, el científico asesor-jefe del Ministerio británico de Defensa, en el cual describía los métodos de los epidemiólogos como ‘lo más cercano a la buena práctica’ y el diseño del estudio como ‘robusto’. Esos documentos incluían memorandos enviados de ida y vuelta entre preocupados funcionarios británicos, que decían cosas como: ‘¿Estamos realmente seguros de que es probable que ese informe se ajuste a la verdad? Eso es ciertamente lo que implica el escrito’. Otro funcionario contestaba: ‘No aceptamos la exactitud de las cifras que aparecen en la investigación de The Lancet’, pero añadía, en el mismo email: ‘No podemos desechar la metodología de investigación utilizada, se trata de una forma probada y contrastada de medir la mortalidad en zonas de conflicto’ (137).

La metodología a la que los funcionarios británicos se referían se había basado en una ‘investigación mediante muestras de grupos’, el mismo tipo de estudio que Les Robert había utilizado en la República Democrática del Congo en 2000. El Primer Ministro Blair había citado públicamente esas cifras del estudio en la Conferencia de 2001 del Partido Laborista para justificar la política británica en África, pero rechazó el estudio realizado en Iraq declarando ante los periodistas en diciembre de 2004: ‘Las cifras aportadas por el Ministerio iraquí de Sanidad, que responden a una investigación realizada en sus hospitales, son, bajo nuestro punto de vista, la investigación más exacta existente’. Esto resulta de interés a la luz del informe de Youssef. Blair rechazó las cifras totales del informe de Lancet, pero evitó la pregunta, mucho más sensible, de quién había matado a toda esa gente, cuestión ésta en la que tanto el Ministerio de Sanidad como los epidemiólogos estaban completamente de acuerdo.

Los medios occidentales han venido citando al Ministerio de Sanidad iraquí a muy amplios niveles y a Iraqbodycount.org como fuentes de las cifras de mortalidad civil, pero ambos habían utilizado una metodología pasiva para contar las muertes, añadiendo simplemente aquellas de las que se había informado bien en los registros de los hospitales o en los relatos de los medios occidentales. La experiencia de los epidemiólogos que trabajan en las zonas de guerra por todo el mundo corrobora ese hecho, que la ‘búsqueda pasiva de información’ de las cifras de muertos en una guerra sólo capta entre el 5% y el 20% del total de muertes. Por esa razón es por la que han desarrollado la investigación por muestreo para conseguir un cuadro más exacto del impacto letal de los conflictos en los civiles, para así facilitar que los gobiernos, las agencias de las Naciones Unidas y las ONG respondan de forma más adecuada.

El método de investigación por muestreo utilizado en zonas de guerra se adoptó a partir de la práctica epidemiológica en otros tipos de crisis de sanidad pública, mediante la investigación de una muestra representativa de grupos de población para valorar la extensión total de un problema sanitario que afecte a toda la población. Como Les Robert señalaba: ‘En 1993, cuando el Centro para el Control de Enfermedades de EEUU seleccionó al azar 613 hogares en Milwaukee y concluyó que 403.000 personas habían desarrollado Cryptosporidum en el mayor brote jamás recogido en el mundo desarrollado, nadie dijo que las 613 unidades familiares no fueran una muestra suficientemente grande. Resulta extraño que la lógica de la epidemiología abrazada cada día por la prensa en relación a nuevas medicinas o riesgos sanitarios cambie de alguna manera cuando el mecanismo que produce la muerte son sus fuerzas armadas’ (138).

En Iraq, en septiembre de 2004, los equipos epidemiológicos investigaron 988 unidades familiares en 33 grupos de diferentes partes del país, tratando de equilibrar el riesgo de los equipos de investigación con el tamaño necesario para una muestra significativa. Michael O’Toole, director del Centro Internacional de Salud en Australia, dijo: ‘Es un tamaño clásico de muestra. No veo prueba alguna de exageración significativa… En todo caso, creo que las muertes deben haber sido más porque no han podido trabajar con las familias donde todos sus miembros habían muerto’.

Más allá de la falsa controversia en los medios acerca de la metodología de esos estudios epidemiológicos, había una cuestión importante en el estudio de 2004 en relación con las cifras, que fue la decisión de excluir de los datos a un grupo de Faluya debido al altísimo número de muertes que se sabía se habían perpetrado allí (incluso aunque la investigación se completara antes del ataque final contra la ciudad en noviembre de 2004). Roberts escribió en una carta a The Independent: ‘Por favor, comprendan que fuimos extremadamente conservadores: hicimos una estimación para el estudio de 285.000 personas muertas en los primeros dieciocho meses de invasión y ocupación, y acabamos informando que habían sido al menos 100.000’.

El dilema al que se enfrentaron fue éste: en los 33 grupos investigados, 18 informaron de muertes no violentas (incluido uno situado en Ciudad Sadr), los otros 14 grupos informaron de un total de 21 muertes violentas y la muestra de Faluya informó de 52 muertes violentas. Esta última cifra es conservadora por la razón subrayada por Michael O’Toole. Como el informe afirmaba: ‘23 hogares de los 52 visitados habían sido temporal o definitivamente abandonados. Los vecinos entrevistados describieron una gran mortalidad en la mayor parte de los hogares abandonados pero no pudieron dar detalles precisos como para poder incluirlos en la investigación’.

Dejando a un lado este último factor, había tres posibles interpretaciones de los resultados de Faluya. La primera, que fue la que los epidemiólogos adoptaron, era que el equipo había tropezado al azar con una muestra de hogares donde el número de muertos era tan alto que no resultaba representativo y por tanto no era importante para la investigación. La segunda posibilidad era que ese resultado considerado entre los 33 grupos, en el que la mayor parte de las víctimas pertenecían a un grupo y muchos otros daban cero víctimas, era una representación precisa de la distribución de víctimas civiles en un país sometido a bombardeo aéreo de ‘precisión’. La tercera posibilidad, que incorporaba eficazmente las dos anteriores era que el grupo de Faluya era atípico, pero no lo suficientemente anormal como para justificar su exclusión total del estudio, por eso el número real de exceso de muertes está en algún lugar entre las cifras de 100.000 y 285.000.

Sin embargo, en cada caso, esas cifras eran sólo el punto medio de un registro estadístico, dejando una considerable incertidumbre acerca del número actual de muertos. Los epidemiólogos hallaron, con un 95% de seguridad, que el exceso de muertes como resultado de la guerra, excluyendo el 3% del país representado por la muestra de Faluya, estaba en algún punto entre 8.000 y 194.000. En sí mismo, esto no apenas podía ser una conclusión sólida o satisfactoria.

No obstante, era muy improbable que el número actual de muertos estuviera cercano a cualquiera de esos extremos y había un 90% de probabilidades de que fueran más de 44.000.

La muestra de Faluya, al representar estadísticamente al 3% más devastado del país, informaba de 52 del total de 73 muertes violentas halladas en la investigación. Incluso aunque esta no fuera una representación perfecta de la distribución de las muertes violentas, por definición, esas zonas del país sufrieron considerablemente mucho más que otras áreas y, sin embargo, la estimación publicada de 100.000 muertes violentas incluía efectivamente cero muertes violentas en esas zonas. El equipo investigador que visitó Faluya informó que ‘inmensas zonas de la ciudad habían quedado tan devastadas en igual o peor grado que la zona que había elegido al azar para investigar’, por tanto el área elegida pareció de hecho ser representativa de muchas zonas gravemente bombardeadas. Uno podía por tanto llegar a la estimación de ‘alrededor de un exceso de 100.000 muertes o más’ al estudiar los datos de la investigación de varias formas, lo que hizo que los autores confiaran firmemente en su interpretación. Hubo otros sesgos conservadores integrados en el estudio, como el de ignorar las casas vacías y bombardeadas, como Michael O’Toole indicaba, pero no se hizo ninguna crítica seria de que su método pudiera provocar una sobrevaloración de muertes. La principal crítica, formulada por políticos y periodistas, fue que estos estudios producían estimaciones más altas que las del recuento pasivo, pero eso es exactamente lo que uno podía esperar.

Una investigación más amplia que produjo menores cifras de mortalidad civil fue la denominada Iraq Living Conditions Survey [Investigación sobre las Condiciones de Vida en Iraq, ICVI]. Fue el Ministerio de Planificación y Cooperación para el Desarrollo de la Autoridad Provisional de la Coalición quien la llevó a cabo en abril y mayo de 2004 y el Programa para el Desarrollo de las Naciones Unidas (PNUD) la publicó en mayo de 2005. El imprimátur del PNUD y el amplio tamaño de la muestra dieron credibilidad a su tranquilizadora baja cifra de alrededor de 24.000 ‘muertes por la guerra’ (139).

No obstante, su estimación del número de muertos por la guerra se derivaba de una única pregunta planteada a las familias en el curso de una entrevista de 90 minutos de duración sobre las condiciones de vida dirigida por los funcionarios del gobierno de la ocupación. A diferencia, los estudios sobre mortalidad publicados en The Lancet se diseñaron con el único propósito de averiguar cifras exactas de mortalidad e incluían grandes precauciones para garantizar el anonimato de los entrevistados y para tranquilizarles sobre la independencia de los equipos investigadores.

 


Respuesta  Mensaje 9 de 42 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 15/11/2010 07:29

Jon Pederson, el diseñador noruego de la ICVI, dijo él mismo que sus cifras de mortalidad eran ciertamente demasiado bajas. Los equipos de investigación que volvieron a las mismas casas y preguntaron sólo sobre las muertes de niños se encontraron con casi el doble de las que aparecían en la encuesta principal. Esto sugería precisamente que existía resistencia a informar de las muertes violentas que Roberts y sus colegas trataron de superar haciendo mucho hincapié en su imparcialidad. Y en abril o mayo de 2004, una pregunta sobre los “muertos de la guerra” podía todavía interpretarse que se refería sólo a la invasión misma, en oposición a la larga guerra de guerrillas que la siguió. Esta interpretación se apoya en el hecho de que más de la mitad de las muertes informadas en la ICVI se habían producido en la región sur de Iraq, que se llevó la peor parte de la invasión pero que posteriormente estuvo más tranquila que otras regiones.

En enero de 2005, el Ministerio de Sanidad proporcionó a la BBC un extracto de la investigación hecha en su hospital durante los seis meses anteriores que describía un cuadro similar al que se le dio a Nancy Youssef, del Knight Ridder, en septiembre. Recogía 2.041 civiles asesinados por las fuerzas estadounidenses y sus aliados, y 1.233 por supuestos insurgentes. Después de que la BBC transmitiera esas cifras por todo el mundo, recibió una llamada del Ministro de Sanidad del gobierno de la ocupación afirmando que el informe de su ministerio estaba falseado y que el número de muertos atribuido a las fuerzas ocupantes no era exacto. La BBC se retractó y el Ministerio de Sanidad dejó de proporcionar desgloses de cifras que atribuyeran cualquier responsabilidad a las fuerzas ocupantes por las muertes de civiles (140).

Otro recuento a nivel nacional de civiles asesinados lo publicó un grupo llamado Iraqiyun el 12 de julio de 2005. Iraqiyun era un grupo humanitario iraquí dirigido por el Dr. Hatim Al-Alwani y afiliado al partido político del presidente interino Ghazi Al-Yawer. Recogía en aquel momento 128.000 muertes violentas, de las cuales el 55% eran mujeres y niños menores de 12 años. El informe especificaba que incluía sólo muertes confirmadas de las que se había informado a los familiares, omitiendo cifras importantes de personas que habían sencillamente desaparecido sin dejar huella alguna en medio de la violencia y el caos. Era muy improbable que un esfuerzo como ese recogiera todos y cada uno de los muertos que hubieran podido producirse pero era un recuente importante, por las razones ya mencionadas (141).

Después, entre mayo y julio de 2006, Roberts, Burnham y Lafta dirigieron un segundo estudio epidemiológico en Iraq para actualizar su estimación de al menos 100.000 muertes entre marzo de 2003 y septiembre de 2004. Aumentaron el tamaño de su muestra a 1.849 hogares, que comprendían 12.801 individuos en 47 grupos. Investigaban en esta ocasión los resultados de cuarenta meses de guerra. Estos factores les permitieron limitar el alcance estadístico de sus resultados. Esta vez pudieron decir, con el 95% de certeza, que entre 426.000 y 794.000 iraquíes habían muerto violentamente como consecuencia de la guerra. Estimaron que, en el mejor de los casos, había habido un exceso de 655.000 muertes, de las cuales alrededor de 600.000 fueron muertes violentas. Pudieron validarse los resultados de la anterior investigación de que en octubre de 2004 habían muerto al menos 100.000 iraquíes, con una nueva estimación de exceso de muertes, para ese período, de 112.000. Esto validó también el supuesto conservador de que la muestra de Faluya era inusual pero no irrelevante (142).

Encontraron también algunos cambios en el modelo de muertes violentas. Los tiroteos eran ahora la causa más común en el número global de muertes, y ‘la proporción de muertes atribuidas a la coalición había disminuido en 2006, aunque las cifras actuales habían ido aumentando cada año’. Sin embargo, su conclusión global fue que: ‘La cifra de gente que muere asesinada en Iraq sigue aumentando’.

Esta tendencia general era extremadamente preocupante, con cada período recogiendo más muertes violentas que en el anterior y con una proliferación de los tipos de violencia según pasaba el tiempo. Los ataques aéreos eran ahora causa de sólo el 13% del total de muertes violentas, pero seguían siendo responsables de las muertes de alrededor de la mitad de todos los niños asesinados en Iraq, resaltando la naturaleza inherentemente indiscriminada del potente armamento lanzado desde el aire. Se había registrado un inmenso aumento en las muertes violentas entre los varones de edades comprendidas entre los 15 y los 44 años, reflejando ahora el 59% de todas las muertes violentas, pero los epidemiólogos decidieron no intentar diferenciar entre muertes de combatientes y de no combatientes. Con gran parte de la población implicada ahora en la resistencia armada frente a la ocupación, sentían que hacer preguntas sobre este extremo podía poner a los equipos de la investigación ante graves riesgos y que las respuestas no iban a ser en ningún caso fiables.

Los hogares atribuyeron el 31% de las muertes violentas a las fuerzas de la coalición, lo que suponía una estimación de al menos 180.000 personas asesinadas directamente por los estadounidenses y otras fuerzas extranjeras ocupantes. Sin embargo, el informe señalaba que: ‘No se clasificaron algunas de las muertes como provocadas por las fuerzas de la coalición si en los hogares habían algún tipo de incertidumbre sobre la parte responsable; en consecuencia, la cifra de muertes y la proporción de muertes violentas atribuibles a la coalición se ajusta a criterios conservadores’. Asimismo, las fuerzas iraquíes reclutadas y entrenadas por las fuerzas de EEUU y bajo su mando jugaron un papel cada vez mayor en la guerra, en particular en el reino del terror lanzado en Bagdad en mayo de 2005. Esas fuerzas fueron responsables de las ejecuciones sumarias de miles de hombres jóvenes y adolescentes, pero esas muertes no se atribuyeron en ese estudio a las fuerzas de la ‘coalición’.

En enero de 2008, se publicaron dos estudios más sobre la mortalidad en Iraq. El primero fue la Iraq Family Health Survey [Investigación sobre la Salud Familiar en Iraq, ISFI), que realizó el mismo grupo (COSIT, por sus siglas en inglés) que había dirigido el estudio de 2004, la ICVI citada arriba. Este estudio se centró exclusivamente en la cifra de muertos y contó con alguna cooperación de la Organización Mundial de la Salud. Se publicó en el New England Journal of Medicine. Investigó las muertes habidas sólo hasta junio de 2006, para proporcionar una comparación con la segunda investigación de Roberts, Burnham y Lafta. Aunque también encontró pruebas de un inmenso incremento en la tasa de mortalidad desde la invasión, la ISFI concluyó con una estimación mucho más baja, alrededor de 150.000 muertes violentas (143).

Lamentablemente, hay varias razones para dudar de la exactitud de esta cifra más baja. Al igual que la ICVI de 2004, este estudio lo llevaron a cabo los empleados de un gobierno que formaba parte de la violencia que se intentaba cuantificar. Por tanto, podía predecirse que las cifras reales iban a subestimarse. En segundo lugar, sus cálculos acerca de la tasa de mortalidad anterior a la invasión para el año 2002 fue de alrededor de la tercera parte de la tasa oficial de mortalidad recogida por la OMS. En tercer lugar, no encontró incrementos en la tasa de muertes violentas de año en año entre 2003 y 2006. Cualquier otra serie de datos de que se dispuso, desde los estudios de mortalidad a las estadísticas sobre violencia en Iraq del Pentágono, mostraban que la violencia aumentaba año tras año. En cuarto lugar, se halló que sólo una de cada seis muertes tras la invasión se debía a la violencia, frente a la mayoría de muertes por la violencia de otros estudios epidemiológicos y de investigaciones independientes en los cementerios.

Un quinto factor que seguramente contribuyó a la baja cifra de mortalidad de la ISFI fue que era imposible investigar la mortalidad en las zonas más peligrosas, el 11% de Iraq. Se intentó compensar esto basándose en la distribución regional de muertes violentas de Iraqbodycount.org (IBC), que registra las muertes recopilándolas a partir de los informes de los medios internacionales. Sin embargo, como las áreas no investigadas eran también las más peligrosas para los periodistas internacionales, inevitablemente, IBC desestimaba también las muertes de esas zonas. Y la ISFI utilizó todo ese modelo distorsionado basado en la información pasiva para hacer su estimación sobre las muertes en las partes más letales del país.

La otra investigación, publicada en enero de 2008, la dirigió entre agosto y septiembre de 2007, Opinion Research Business (ORB), una firma de encuestas británica, conjuntamente con el Instituto Independiente de Iraq para la Administración y Estudios de la Sociedad Civil. Investigaron en 2.414 hogares y les preguntaron si habían perdido a algún miembro de la familia a causa de la violencia desde que se produjo la invasión. No pudieron investigar en tres provincias (Anbar, Karbala e Irbil), y la mayoría del 8% de los hogares que se negaron a contestar pertenecía a Bagdad, donde las tasas de mortalidad eran de las más altas. Estos factores contribuyeron a crear un sesgo conservador en sus estimaciones. A pesar de todo esto, ORB halló que alrededor del 20% de los hogares investigados habían perdido al menos a uno de sus miembros, y estimaron que habían muerto en la guerra alrededor de 1,03 millones de personas. Sin tratar de compensar los sesgos conservadores mencionados, sus datos y el tamaño de la muestra otorga un 95% de fiabilidad a una cifra de muertos de entre 946.000 y 1,12 millones (144).

Tras la publicación del segundo estudio epidemiológico en The Lancet (*), la escala de muertes violentas que reveló fue gradualmente reconociéndose entre los círculos educados de Occidente, incluido Estados Unidos. La investigación de ORB proporcionó confirmación independiente del nivel de violencia. También sugería que las muertes habían continuado aumentando durante al menos otro año tras la publicación del citado segundo estudio de The Lancet y que es muy probable que la cifra total superara el millón de muertes violentas.

El trabajo de todos estos investigadores mostró que Estados Unidos y otros gobiernos modernos no pueden desencadenar un tipo de violencia así en ningún otro país sin tener que hacer frente finalmente a las consecuencias de la preocupación de la opinión pública por la naturaleza y magnitud de sus efectos. Y, aunque las autoridades estadounidenses nunca lo admitan en público, la publicación de estos estudios servirá probablemente para refrenar algunos de sus más violentos impulsos de los comportamientos en una guerra.

Notas:

135. Nancy Youssef: "U.S. attacks, not insurgents, blamed for most Iraqi deaths”, Miami Herald, 25 septiembre 2004: http://www.commondreams.org/headlines04/0925-02.htm

136. Les Roberts et al.: "Mortality before and after the 2003 invasion of Iraq: cluster sample survey”, The Lancet, Vol. 364, 20 noviembre 2004.

137. Owen Bennett-Jones: "Iraq deaths survey was robust”, BBC World Service, 26 marzo 2007: http://news.bbc.co.uk/1/hi/uk_politics/6495753.stm

138. Nicolas J. S. Davies: "Burying the Lancet reportZ Magazine, febrero 2006.

139. http://www.iq.undp.org/ilcs.htm

140. "BBC obtains Iraq casualty figures”, BBC News, 28 enero 2005. Informe original en: http://www.informationclearinghouse.info/article7906.htm

141. "Iraqi civilian casualties”, United Press International, 12 julio 2005. http://www.upi.com/Security_Terrorism/Analysis/2005/07/12/iraqi_civilian.2280/

142. Gilbert Burnham et al.: "Mortality after the 2003 invasion of Iraq: a crosssectional cluster sample survey”, The Lancet, 11 octrubre 2006.

143. Iraq Family Health Survey Study Group, "Violence-related mortality in Iraq from 2002 to 2006”, New England Journal of Medicine, Vol. 358: 484-493, 31 enero 2008.

144.
http://www.opinion.co.uk/Newsroom_details.aspx?NewsId=88

N. de la T.

(*) Véase traducción informe completo investigación 2006 de The Lancet en: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=39504

Nicolas Davies
Warisacrime


Respuesta  Mensaje 10 de 42 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 15/11/2010 07:31
Wikileaks, el Pentágono y la información
Cada vez mueren más civiles en las guerras y menos militares. El contraste entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial es sobrecogedor: solamente el 5% de las víctimas de la Primera eran civiles; en la Segunda, el porcentaje se elevó hasta el 66%. Y en la actualidad la proporción de víctimas civiles de cualquier guerra se sitúa entre el 80 y 90% del total, según los datos que el historiador británico Eric Hobsbawn ofrece en su libro “Guerra y paz en el siglo XXI”.

Irak es buen ejemplo de ello. Por si alguien tenía aún dudas, Wikileaks ha revelado el modus operandi de las tropas estadounidenses en Irak.

Con la salida a la luz de los documentos filtrados por Wikileaks sabemos que el Pentágono ocultó cifras de muertos civiles, que las tropas estadounidenses siguieron permitiendo torturas y abusos hasta 2009 o que mataron a 681 civiles solo en los controles de seguridad.

Es intolerable que las potencias actúen movidas por el principio del intercambio: unas cuantas muertes a causa de la victoria. Resulta infame y escalofriante esa operación de contabilidad que da la espalda a un principio moralmente real: que el dolor es absolutamente irreparable. Lo explica muy bien Rafael Sánchez Ferlosio en su libro “Sobre la guerra”. Nadie gana si la muerte vence. Y eso ocurre en las guerras. La muerte, la destrucción, el agotamiento moral y psicológico, arrasan a generaciones enteras.

La guerra, se haga en nombre de lo se haga, pisotea a los seres humanos y convierte a algunos en monstruos capaces de dar la vuelta a la realidad, como ha hecho el Pentágono, empeñado en demonizar y criminalizar a Wikileaks.

Tengo la firme convicción de que debemos condenar en los términos más claros posibles la difusión de cualquier información, por parte de individuos u organizaciones, que ponga en peligro la vida de los soldados o civiles de Estados Unidos y de sus aliados”, ha declarado la Secretaria de Estado Hillary Clinton.

Lo absolutamente preocupante es que este mensaje cale en la sociedad y que sean muchos los ciudadanos que, como obedientes y fieles servidores de Washington, se preocupen más por el hipotético riesgo del que habla Clinton que por las decenas de miles de iraquíes civiles muertos o torturados en Irak.

El Pentágono califica de ilegítima la publicación de Wikileaks que prueba sus actuaciones criminales. Y sin embargo tiene la desfachatez de considerar legítimo ocultar la verdad al mundo, cuando esta verdad contiene crímenes. De este modo Washington pone en riesgo la base del periodismo: la de la información real como bien público por encima de intereses particulares, como pilar básico de las sociedades libres y democráticas.

Algo pasa en el planeta y en las redacciones de buena parte de los medios de comunicación, capaces de guiarse y de creer al Pentágono hasta el punto de repetir textualmente el contenido de sus notas de prensa.

Algo pasa cuando muchos no dudan de las afirmaciones del Ejército estadounidense pero sí de las del fundador de Wikileaks, Julian Assange, que no ha matado a nadie, y menos a nadie inocente.

Siguiendo esta dinámica no faltará mucho para que creamos que si matan a siete de los nuestros es por una razón de peso; que si asesinan a quince es porque algo habrían hecho mal; que si acaban con otros veinte es por nuestro propio bien.

El periodismo de investigación, ahora más que nunca, es necesario. Como decía Albert Camus, hay épocas en las que toda indiferencia es criminal.

Si a alguien le cabe alguna duda, quizá pueda disiparla viendo, si es que aún no lo ha hecho, el vídeo que muestra la masacre de doce civiles iraquíes, entre ellos dos periodistas, por parte del Ejército estadounidense. En la misma operación dos niños resultaron heridos. Los propios militares estadounidenses que les dispararon se negaron a socorrerlos.

Tras la difusión pública de ese vídeo no se organizaron cumbres internacionales para pedir perdón, asumir responsabilidades, crear tribunales especiales, reprogramar las conductas de las potencias bélicas ni para tumbar a sus dirigentes en el diván de un psicoanalista.

Ahora, con la publicación de nuevos documentos sobre Irak, los líderes de los países involucrados tienen una oportunidad de entonar el mea culpa. Pero como es muy probable que eso no ocurra, será fundamental el papel que desempeñen las organizaciones no gubernamentales, instituciones, jueces y sociedad civil en general con el objetivo de que los crímenes cometidos en Irak no queden impunes. Porque solo la Justicia puede garantizar que la historia no se repita.

Olga Rodríguez
Periodismo humano


Respuesta  Mensaje 11 de 42 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 15/11/2010 07:33
¿Quién teme a Wikileaks?

Tenía que ocurrir. Los gobiernos llevaban tiempo preocupados con su pérdida de control de la información en el mundo de internet. Ya les molestaba la libertad de prensa. Pero habían aprendido a convivir con los medios tradicionales. En cambio, el ciberespacio, poblado de fuentes autónomas de información, es una amenaza decisiva a esa capacidad de silenciar en la que se ha fundado siempre la dominación. Si no sabemos lo que pasa, aunque nos lo temamos, los gobernantes tienen las manos libres para robar y amnistiarse mutuamente como en Francia o Italia o para masacrar a miles de civiles y dejar curso a la tortura como EE.UU. en Iraq y Afganistán. De ahí la alarma de las élites políticas y mediáticas ante la publicación de centenares de miles de documentos originales incriminatorios para los poderes fácticos en EE.UU. y en otros muchos países por Wikileaks. Se trata de un medio de comunicación por internet, creado en el 2007, publicado por una fundación sin ánimo de lucro legalmente registrada en Alemania pero que opera desde Suecia. Cuenta con 5 empleados permanentes, unos 800 colaboradores ocasionales y cientos de voluntarios repartidos por todo el mundo: periodistas, informáticos, ingenieros y abogados, muchos abogados para preparar su defensa contra lo que sabían que se les venía encima.

Su presupuesto anual es de unos 300 millones de euros, producto de donaciones, cada vez más confidenciales, aunque algunas son de fuentes como Associated Press. Se inició por parte de disidentes chinos con apoyos en empresas de internet de Taiwán, pero poco a poco recibió el impulso de activistas de internet y defensores de la comunicación libre unidos en una misma causa global: obtener y difundir la información más secreta que gobiernos, corporaciones y, a veces, medios de comunicación ocultan a los ciudadanos. La mayor parte de la información la reciben, generalmente por internet, mediante el uso de mensajes encriptados con una avanzadísima tecnología de encriptación cuyo uso facilitan a quienes les quieren enviar la información siguiendo sus consejos, o sea, desde cibercafés o puntos calientes de wi-fi, lo más lejos posible de sus lugares habituales. Aconsejan no escribir a ninguna dirección que tenga la palabra wiki, sino utilizar otras que facilitan regularmente (tal como http//destiny. mooo.com). A pesar del asedio que han recibido desde su origen, han ido denunciando corrupción, abusos, tortura ymatanzas en todo el mundo, desde el presidente de Kenia hasta el lavado de dinero en Suiza o a las atrocidades en las guerras de EE.UU. Han recibido numerosos premios internacionales de reconocimiento a su labor, incluyendo los de The Economist y de Amnistía Internacional. Es precisamente ese creciente prestigio de profesionalidad el que preocupa en las alturas. Porque la línea de defensa contra las webs autónomas en internet es negarles credibilidad. Pero los 70.000 documentos publicados en julio sobre la guerra de Afganistán o los 400.000 sobre Iraq difundidos ahora son documentos originales, la mayoría procedentes de soldados estadounidenses o de informes militares confidenciales. En algunos casos, filtrados por soldados y agentes de seguridad estadounidenses, tres de los cuales están en la cárcel. Wikileaks tiene un sistema de verificación que incluye el envío de reporteros suyos a Iraq, donde entrevistan a supervivientes y consultan archivos.

De hecho, los ataques contra Wikileaks no cuestionan su veracidad, sino que critican el hecho de su difusión, so pretexto de que ponen en peligro la seguridad de las tropas y ciudadanos. La respuesta de Wikileaks: se borran los nombres y otras señas de identificación y se difunden documentos sobre hechos pasados, de modo que es improbable que puedan peligrar operaciones actuales. Aun así, Hillary Clinton ha condenado la publicación sin comentar la ocultación de miles de muertos civiles y las prácticas de tortura que revelan los documentos. Al menos, Nick Clegg, el viceprimer ministro británico, ha censurado el método pero ha pedido una investigación sobre los hechos.

Pero lo más extraordinario es que algunos medios de comunicación están colaborando con el ataque que los servicios de inteligencia han lanzado contra Julian Assange, director de Wikileaks. Incluso un comentario editorial de Fox News aboga por su asesinato. Y sin ir tan lejos, John Burns, en The New York Times, intenta mezclarlo todo en una niebla respecto al personaje de Assange. Es irónico que lo haga este periodista buen colega de Judy Miller, la reportera de The Times que informó, consciente de que era mentira, del descubrimiento de armas de destrucción masiva (véase la película La zona verde).

Esa es la más vieja táctica mediática: para que se olviden del mensaje: atacar al mensajero. Eso hizo Nixon en 1971 con Daniel Ellsberg, el que publicó los famosos papeles del Pentágono que expusieron los crímenes en Vietnam y cambiaron la opinión pública sobre la guerra. Por eso Ellsberg aparece en conferencias de prensa junto con Assange. Personaje de novela, el australiano Assange pasó buena parte de sus 39 años cambiando de lugar desde niño y, usando sus dotes matemáticas, haciendo activismo hacker para causas políticas y de denuncia. Ahora más que nunca está en semiclandestinidad, moviéndose de un país a otro, viviendo en aeropuertos y evitando países donde se buscan pretextos para detenerlo. Por eso surgió en Suecia, donde se encuentra más libre, una querella por violación que luego fue desestimada por la juez (relean el principio de la novela de Stieg Larsson y verán una extraña coincidencia). Y es que es el Partido Pirata de Suecia (10% de votos en las elecciones europeas) el que está protegiendo a Wikileaks, dejándoles su servidor central encerrado en un búnker bajo tierra a prueba de toda interferencia.

El drama no ha hecho más que empezar. Una organización de comunicación libre, basada en el trabajo voluntario de periodistas y tecnólogos, como depositaria y transmisora de quienes quieren revelar anónimamente los secretos de un mundo podrido, enfrentada a aquellos que no se avergüenzan de las atrocidades que cometen pero sí se alarman de que sus fechorías sean conocidas por quienes los elegimos y les pagamos. Continuará.

Tenía que ocurrir. Los gobiernos llevaban tiempo preocupados con su pérdida de control de la información en el mundo de internet. Ya les molestaba la libertad de prensa. Pero habían aprendido a convivir con los medios tradicionales. En cambio, el ciberespacio, poblado de fuentes autónomas de información, es una amenaza decisiva a esa capacidad de silenciar en la que se ha fundado siempre la dominación. Si no sabemos lo que pasa, aunque nos lo temamos, los gobernantes tienen las manos libres para robar y amnistiarse mutuamente como en Francia o Italia o para masacrar a miles de civiles y dejar curso a la tortura como EE.UU. en Iraq y Afganistán. De ahí la alarma de las élites políticas y mediáticas ante la publicación de centenares de miles de documentos originales incriminatorios para los poderes fácticos en EE.UU. y en otros muchos países por Wikileaks. Se trata de un medio de comunicación por internet, creado en el 2007, publicado por una fundación sin ánimo de lucro legalmente registrada en Alemania pero que opera desde Suecia. Cuenta con 5 empleados permanentes, unos 800 colaboradores ocasionales y cientos de voluntarios repartidos por todo el mundo: periodistas, informáticos, ingenieros y abogados, muchos abogados para preparar su defensa contra lo que sabían que se les venía encima.

Manuel Castells
La Vanguardia

Respuesta  Mensaje 12 de 42 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 15/11/2010 07:36
“¿Por qué sigue vivo Julian Assange?”

Pregunta del Chicago Tribune sobre el fundador de Wikileaks

Un artículo de Jonah Goldberg, publicado el pasado 29 de octubre con el título “¿Por qué Julian Assange sigue vivo?”, en el rotativo estadounidense Chicago Tribune, se queja de que Estados Unidos no haga “nada en absoluto” para detener a Julian Assange y llega a barajar su asesinato como una posibilidad.

El autor comienza diciendo que le gustaría hacer una pregunta simple: “¿Por qué no está muerto Julian Assange?”, y agrega que “militares y otros funcionarios del gobierno insisten en que Wikileaks está haciendo grave daño a la seguridad nacional de Estados Unidos y va a hacer que personas mueran, entre ellos los valientes iraquíes y afganos que han arriesgado sus vidas y las vidas de sus familias para ayudarnos”. Goldberg iguala las filtraciones de Wikileaks con el delito -nunca probado- de los esposos Rosenberg, acusados de facilitar a la URSS información sobre la bomba atómica. Los Rosenberg fueron ejecutados en la silla eléctrica luego de un juicio amañado, que se insertó en el auge del anticomunismo norteamericano y su negativa a reconocer la capacidad científica soviética de alcanzar por sí misma la paridad nuclear.

La comparación con el célebre matrimonio es útil para comprender la pregunta que viene inmediatamente después: “¿Porqué no fue Assange garrotado en su habitación de hotel hace años?”, y para que nadie se equivoque, aclara a continuación que se trata de “una pregunta seria”. Mezclando en tono de burla versiones de Hollywood con las denuncias de The Nation y Oliver Stone sobre la implicación de la CIA en los atentados a Fidel y el asesinato de Kennedy, el artículo sugiere que “Assange sería una mancha de grasa en la autopista ya”.

Convirtiendo las víctimas en victimarios, el articulista dice: “No son sólo los estados-nación los que se ven amenazados por Wikileaks. Estos chicos pasan gran parte de su tiempo persiguiendo a las grandes corporaciones…”. Sin una palabra para los más de cien mil muertos en Iraq –más de 60 000 de ellos civiles-, documentados en las filtraciones de Wikileaks, el comentario trata de ridiculizar las denuncias sobre los crímenes de las agencias norteamericanas afirmando que “el mundo no es tan dramático como “bloggers, periodistas importantes para sí mismos y ex espías nostálgicos creen que es”.

Goldberg utiliza la sobrevivencia de Assange para argumentar por qué el gobierno de Estados Unidos no puede estar detrás del derribo de las Torres Gemelas, ya que “nadie tiene la capacidad de lograr una conspiración como esa”, y la gente que más cerca pueden estar de tenerla “son demasiado decentes y patrióticos para imaginarse intentándolo”…En cuanto a la vida del fundador de Wikileaks, el autor salva su responsabilidad diciendo: “No espero que el gobierno de EE.UU. mate a Assange, pero sí que trate de detenerlo” y se queja de que “hasta ahora, el plan parece ser no hacer nada en absoluto”.

Sin embargo, la respuesta a la “simple pregunta” que encabeza el artículo puede ser más sencilla: Julian Assange sigue vivo porque afortunadamente en este mundo son muchas las personas –incluyendo periodistas e investigadores- que piensan diferente que el autor del editorial, es a ellos –verdaderamente decentes y patrióticos- a quienes más temen la CIA y el Pentágono. A Assange lo protege su celebridad –por eso las acciones contra él, que sí existen, son, por ahora, más de descalificación que de asesinato- pero la lista de ejecuciones de informadores incómodos es demasiado larga para ser ignorada.

Iroel Sánchez
la pupila insomne



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