|
Autoayuda y Superación: CÓMO DESARROLLAR LA INTELIGENCIA
Elegir otro panel de mensajes |
|
De: Nati-U (Mensaje original) |
Enviado: 05/08/2013 01:21 |
CÓMO
DESARROLLAR LA INTELIGENCIA
INTRODUCCIÓN
Era todavía un niño cuando mis padres me llevaron al teatro para
contemplara un mago, quien, con toda clase de ingenios, asombraba, día
tras día, a un público heterogéneo que pugnaba por verlo.
Recuerdo
de lo que más me impresionó fue un alarde de memorización, que
justificaba por sí solo la fama que rodeaba a aquel hombre excepcional.
A solicitud suya le íbamos entregando palabras, y a cada una,
sucesivamente, le asignaba un número, después de unos segundos de
visible concentración.
Llegamos
hasta cincuenta. Después lo ametrallamos con números y palabras; no se
equivocó ni una vez. "Camello", decía alguno y el mago
contestaba: "Cuarenta y cinco"; "Treinta y siete";
gritaba otro desde las localidades más lejanas, y el mago respondía
con la misma rapidez: "San Francisco". Estaba seguro de que no
se trataba de ningún truco: me había correspondido pronunciar una de
esas palabras que, envueltas después en números, volaban por aquel
escenario, convertido en deslumbrante caja de misterios.
Al
día siguiente traté de repetir aquella hazaña, con sólo diez
palabras y no pude. Años después, la lectura de un libro, creo que
sobre el arte de hablar en público, me permitió, con el entrenamiento
de unas semanas, jugar hasta con cien palabras, cantidad que no fue
mayor porque algún límite era necesario establecer.
Utilicé
uno de tantos métodos nemotécnicos, basados todos ellos en el
establecimiento de una relación - cuanto más extravagante, mejor -
entre una cosa ya perfectamente recordada y otra nueva que se quiere
recordar. Escogí cien lugares situados, en orden sucesivo, en el
trayecto - que conocía perfectamente - del autobús que me conducía
cada mañana a la universidad, y a cada uno de ellos le asigné su número
respectivo: uno, dos, tres y así hasta cien.
Una
vez que fije muy bien en mi memoria la relación lugar-número, sólo
restaba establecer, en su momento, una nueva relación, ahora la relación
lugar-palabra: los conceptos que debían ser recordados los
"ubicaba" en su lugar correspondiente. Cuando alguien señalaba:
"Veintitrés", yo ya sabía que este número se había
convertido en el edificio del correo y me preguntaba: "Que fue lo
que yo coloqué en ese edificio"; de inmediato surgía la
respuesta. Y si lo nombrado era la palabra "Nabucodonosor",
contestaba a esa pregunta: "¿Dónde puse a este ilustre
personaje?".
Desde
entonces no he vuelto a hacer este ejercicio; estoy seguro de que en
este preciso momento no podría realizarlo satisfactoriamente, por una
simple razón: falta de práctica. Pero él me ha permitido pensar con
frecuencia: cuántas veces nos deslumbramos ante el fuego que vemos
desde lejos, en la oscuridad de nuestra falta de conocimiento sobre su
artificio, y, entre tanto, la verdad es la de que aquello puede ser
realizado por cualquiera. Por cualquiera que conozca el sistema y
pacientemente lo ejercite, claro está.
Consideramos
como de casi imposible realización algunos asuntos, que después de
aprendida una fórmula, algunas veces sencilla, se nos presentan sin
ninguna dificultad.
Y
algo así sucede con todos los órdenes de la realización de una obra
artística o científica, no importa cuál fuere su grado de
complejidad. Nadie puede decir si puede o no puede hacer una cosa, hasta
tanto no sepa exactamente cómo se hace esa cosa. Y cuando llega a
saberlo, ya la puede hacer.
"Conócete a ti mismo".
Esta
frase ha sido repetida por veinticinco siglos de Historia.
Conoce
lo más íntimo de tu ser.
Conoce
las carencias, tus disposiciones, tus facultades.
Conoce,
en fin, tu vocación vital.
Conoce
tu propia interioridad, hazla aflorar a la superficie y sométela a la
luz de tu propio entendimiento. Son multitud las afirmaciones del arte,
de la filosofía, de la psicología, de la ciencia..., que, si meditamos
un poco, podremos identificar con facilidad como vinculadas al
imperativo socrático.
Se
dice una y otra vez: conoce lo que piensas y lo que quieres y lo que
realizas.
Y
yo me pregunto: ¿por qué no se ha insistido hasta ahora en el
conocimiento del mecanismo de la mente humana, en la forma como se
producen las ideas, en los recursos de la inteligencia, en las razones
por las cuales unos hombres tienen más facilidades que otros para la
invención, en las características mentales de los creadores en el
campo del arte o de la ciencia, en el funcionamiento del cerebro de
aquellos que han sido calificados en el rango de los genios?
Es
importante que conozcamos cuáles son nuestros pensamientos, pero creo
que es más importante todavía el que conozcamos la manera de poder
llegar a ellos. "Si a la orilla del mar encuentras alguien con
hambre, no le regales un pez; enséñale a pescar".
La
aplicación de esta frase, resumen de sabiduría, es universal y
constante.
Esa
es la única forma como los individuos y los pueblos pueden alcanzar el
progreso. Educar significa "sacar afuera" lo que la persona
lleva por dentro.
Al
educar, por tanto, es imprescindible el más absoluto respeto por la
personalidad de cada quien, para que sea ella misma quien logre su
propio perfeccionamiento y desarrollo.
En
la misma forma, estoy convencido de que la función del Estado es la de
contribuir con su intervención determinante de la vida política, económica
y social de la colectividad a crear el "clima", la "atmósfera",
las condiciones externas necesarias para que los ciudadanos, libremente,
puedan buscar con facilidad, por sí mismos y de acuerdo con sus
respectivas capacidades, la plena realización de su ser integral.
La
educación abarca la personalidad completa del hombre, corporal,
intelectual y espiritual, en todas sus facetas.
La
enseñanza, como parte muy importante de la educación, se dirige
principalmente a suministrar conocimientos.
Hasta
ahora la educación ha tenido por fin formar hombres moralmente mejores
e intelectuales más ilustrados.
Fin
loable, pero, sin duda alguna, incompleto.
¿Incompleto?
¿Por qué?
El proceso
educacional de la humanidad ha sido muy largo. Comenzó el primer día
en que apareció el ser humano tal como lo conocemos hoy sobre la faz de
la tierra y ha continuado a través de la Historia, con retrocesos
transitorios, en una línea ascendente, tanto en extensión como en
calidad.
Año
tras año, es mayor el número de personas que reciben una educación
sistemática y, en términos generales, esa educación se perfecciona
cada vez más. El resultado,
la marcha del progreso de la humanidad a lo largo de los siglos. Y sin
embargo, hay un asunto fundamental que, incomprensiblemente, se ha
pasado por alto. Hay algo de vital importancia que no ha sido enseñado
sistemáticamente hasta nuestro tiempo.
Hasta
ahora se han enseñado conocimientos, pero no se ha enseñado a pensar.
Se
ha enseñado incluso dónde y cómo encontrar todo tipo de
conocimientos, pero no se ha enseñado la manera de combinar
conocimientos para obtener otras ideas.
Se
han enseñado las reglas del pensamiento lógico, pero no se ha enseñado
las de la producción de pensamientos nuevos.
Se
ha enseñado cultura, pero no se ha enseñado originalidad.
Se
ha enseñado los frutos de la inteligencia, pero no se ha enseñado a
tener más inteligencia.
En
lo que se refiere al tesoro más importante que poseemos en la tierra,
el pensamiento humano, a lo largo de los siglos a las gentes se les ha
dado peces, pero no se les ha enseñado a pescar.
No
es suficiente con enseñar conocimientos de diverso tipo, bien sean
generales o específicos, si no se enseña también cómo adquirir una
mayor capacidad mental para entender mejor, para pensar mejor, para
crear mejor.
|
|
|
|
De: Nati-U |
Enviado: 05/08/2013 01:23 |
Hasta hace pocos, muy pocos años, era criterio prácticamente de la
humanidad, incluidos los científicos de todos los campos, el de que el
grado de inteligencia de una persona estaba previamente establecido por
la naturaleza y evolucionaba naturalmente, según la edad, dentro de límites
igualmente determinados. Hoy, a medida que las investigaciones
progresan, cada vez son menos los hombres de ciencia que sostienen esa
tesis.
Nadie
ha podido aducir ninguna demostración científica que demuestre que la
mujer tenga menos capacidad mental que el hombre; existen, más bien,
algunos indicios que podrían llevar ala conclusión contraria.
El cerebro
de una mujer no es superior ni inferior al del hombre.
El hecho
de que el hombre tenga mayor disposición en unos campos del intelecto y
las mujeres en otros parece deberse a factores de índole cultural.
Son
múltiples de filósofos, escritores, artistas, científicos y hombres
de Estado que han producido su mejor obra en temprana edad.
Pero
mucho más grande todavía es la lista de aquellos que les han ofrecido
a los demás hombres el mejor fruto de su trabajo después de los
cincuenta, de los sesenta, de los setenta y aun más años de edad.
Platón
muere, en plena capacidad creadora, a los 80; Leibniz, en igual forma, a
los 70;
Y Kant, a
los 80;
Y Bergson, a
los 72;
Y
Víctor Hugo, a los 83;
Y
Goethe, a los 83;
Y Verdi, a
los 80;
Y Wagner, a
los 70;
Y Matisse, a
los 83;
Y
Pasteur, a los 73;
Y
Fleming, a los 74;
Y
De Gaulle, a los 82;
Y
Adenauer, a los 91;
Y Churchill, a
los 91;
Y
Picasso, a los 91;
Y
Casals, a los 96;
La
capacidad intelectual no depende de los años. El genio es joven a
cualquier edad. Franklin empieza a estudiar electricidad cuando ya había
cumplido los cuarenta años. Gauguin llega
a descubrir la pintura a la edad de treinta y cinco años, y Fra Angélico
comienza a pintar a los cuarenta y seis.
La
edad más bien puede convertirse en una ventaja, porque a mayor edad,
mayor experiencia; y a mayor experiencia, mayor diversidad de ideas
relacionables. Por eso, si se fuera a determinar la edad promedio de las
más grandes creaciones de la humanidad, tal vez estaría situada
alrededor de los sesenta años.
Ya
está suficientemente demostrado que, dentro de las mismas condiciones,
la efectividad intelectual de los hombres puede ser la misma, cualquiera
que sea la raza a la que pertenezcan.
El racismo
va desapareciendo con celebridad de los centros de investigación de
todo el mundo.
Pero,
curiosamente, lo que ya no se cree de las razas se sigue creyendo de las
personas en particular. Constituye una especie de "racismo
individualizado" la posición que considera que los hombres tienen,
desde el momento de nacer y por obrar de la misma naturaleza, una
capacidad intelectual diferente.
Es
cierto que de hecho la afectividad intelectual de los hombres es
distinta, pero su capacidad es semejante.
Esa
posición, si se analiza pormenorizadamente, envuelve en el fondo un
pesimismo radical inconsciente en la mayoría de los casos y muy difícil
de detectar en todos ellos, que no se compagina con los principios de
los cuales la humanidad se siente más orgullosa y sobre los que
aspiramos a construirla civilización del futuro
Es
necesario romper las ataduras de que la inteligencia está prefijada al
nacer.
En
contra de esta afirmación podría argumentarse que hasta el presente lo
más grandes logros de la civilización de le deben a la raza blanca.
Este es un hecho indiscutible
¿A
qué se debe? Para responder es necesario preguntarse, en primer lugar,
por la razón de la existencia misma de la raza blanca.
Y
puede afirmarse que ésta existe porque el organismo humano necesita
vitamina D. Una piel que, por falta de una sustancia llamada melanina,
sea blanca, absorbe en mayor grado los rayos ultravioletas provenientes
del sol, imprescindibles por la formación de esa vitamina y escasos en
las regiones cercanas a los dos polos de la tierra; y, por otra parte,
una piel oscura sirve de protección en las regiones tropicales, donde
esos rayos exceden de lo necesario.
Por
la misma falta de sol, para los hombres de la raza blanca ha sido muy
duro a través de los siglos el esfuerzo por la obtención del vestido,
la alimentación y la vivienda, indispensables para poder subsistir.
Para ellos la vida ha sido más difícil que para los miembros de
cualquier otra raza.
Han
tenido que luchar más
Y
porque han tenido que luchar más- y no por ser blancos- han progresado
más.
Es
el medio externo, como acicate, y no la naturaleza, lo que ha
condicionado su transitoria superioridad.
La
ciencia está por rechazar definitivamente la creencia, en un tiempo muy
en boga, de que la capacidad mental es una resultante del peso o del
tamaño del cerebro. Puede haber, sí, reacciones cerebrales distintas,
por que el flujo sanguíneo que llegue a cada cerebro sea diferente, por
razones atinentes a la condición general de los individuos.
Pero
definitivamente, la historia de la evolución de la efectividad mental
del hombre no es la misma historia de la evolución de la especie.
Así
fue en el pasado y así será en el futuro.
Los
gemelos provenientes de un mismo huevo y cuya combinación de genes es
idéntica, desde el punto de vista hereditario, son como si se tratara
de la misma persona repetida, o, si se prefiere, cortada en dos partes
exactamente iguales. Si la inteligencia de una persona dependiera en
forma determinante de la herencia, entonces gemelos de ese tipo, aun
educados en medios diferentes, deberían tener un mismo grado
intelectual o, al menos, muy aproximado.
Y,
muy al contrario, en estudios científicos realizados aparecen
diferentes notables, según el tipo de enseñanza recibida.
Aun
aquellos que creen que la inteligencia depende en buena medida de la
disposición hereditaria, admiten que más importante todavía es la
formación recibida al comienzo de la vida.
Nunca
puede perderse de vista la importancia vital que para cualquier
aprendizaje, en primer lugar el de la vida misma, tienen los siete
primeros años de la existencia de un ser humano.
|
|
|
|
De: Nati-U |
Enviado: 05/08/2013 01:24 |
El
niño está capacitado para aprender de todas las fuentes de
conocimiento que tiene a su alrededor.
De hecho lo hace mientras crece en el proceso de perfeccionamiento más
asombroso que los ojos humanos puedan contemplar.
Pero, a medida que va pasando el tiempo, se le van cerrando caminos.
Por razón de lo que podríamos llamar "primer envoltorio
cultural", nuestros sentidos se encuentran cerrados frente a
multitud de estímulos externos, que para otros hombres con diferente
formación son plenamente perceptibles.
Aquellos
están allí, a las puertas de nuestra corporeidad y para nosotros es lo
mismo que si no existieran.
Un
niño normal al que, recién nacido, se le cortara todo contacto con el
ambiente humano que requiere para su desarrollo natural, no sólo no
lograría nunca ser un hombre normal, sino que ni siquiera evolucionaría
como un ser humano. Y ese mismo niño, en el medio que le es propio,
seguiría siendo un niño como todos los demás.
Ya
dijo Pascal que la naturaleza es una primera costumbre.
Algo
tan importante en el hombre, como su aptitud para comunicarse, se
atrofia irremisiblemente si no es ejercitada en sus primeros años, y lo
mismo sucede con las demás cualidades innatas si, mediante el
aprendizaje, no se hacen efectivas a tiempo.
En
la primera etapa de la vida no hay aprendizaje sin alguna forma de enseñanza.
Necesitamos de la enseñanza para vivir como hombres.
Y
más todavía para ser hombres como los de nuestro tiempo.
Un
niño del siglo XX no nace siendo un niño del siglo XX.
Si
naciera en las Cavernas sería un niño de las Cavernas.
Se
enseña la vida.
Se
enseña la cultura
Y
también se puede enseñar la inteligencia.
Un
niño recién nacido es la criatura más desasistida de la tierra.
Un
hombre adulto, la más poderosa.
¿Qué
es lo que ha producido el cambio?
Podría
definirse al hombre como el animal con mayor capacidad de aprender.
Justamente, porque puede aprender es por lo que es hombre.
De
la naturaleza aprende a ser.
Por
la educación ha aprendido a aprender.
Es
necesario que aprenda también a entender.
Los
investigadores de todas las corrientes están de acuerdo en reconocer
que en seres normales la inteligencia no se determina hereditariamente,
y que, en este caso, y por lo que ala herencia respecta, padres e hijos
serán igualmente normales. Lo que un padre inteligente sí le
suministra a su hijo son medios de expresarse, hábitos de aprendizaje,
facilidades materiales, orientación, en fin: unas enseñanzas y un
medio apropiado para facilitar el desarrollo de la inteligencia.
Este
se encuentra influido por todo aquello que en nuestros primeros años
contribuye fundamentalmente a formar nuestra personalidad, nuestro
"primer envoltorio cultural": el lenguaje, los modos, las
creencias, las costumbres, los prejuicios; y por las condiciones en que
ese desarrollo se realiza.
Que
ejercita los valores intelectuales está en mejores condiciones que
nadie para fomentar en otros el ejercicio de esos valores.
Quien
ha tenido éxito sabe estimar el éxito, y esa estimación es un estímulo
para otros.
Son
abrumadoramente más los hijos de profesionales, comerciantes,
industriales, funcionarios y empleados, que llegan a terminar estudios
universitarios, que los hijos de obreros o campesinos.
Este
hecho no es debido a diferencias de orden intelectual de ningún tipo
entre ellos. Son factores económicos, sociales y sicológicos los que
aquí tienen importancia. Dentro de los últimos me interesa señalar
uno que tengo la impresión de que puede ser fundamental: el joven
perteneciente a los estrados más elevados tiene ante su vista un campo
más rico en perspectivas, ve como posibles metas que los otros
consideran inalcanzables.
Tiene
mayor oportunidad de triunfar aquel que se encuentra rodeado por seres
humanos que estima semejantes a él y quienes han alcanzado objetivos
par los que se requiere grandes esfuerzos.
Inconscientemente
se irá creando en él la idea de que las cosas cuestan.
Y
de que vale la pena pagar ese precio. Necesariamente tiene que brotar
alguna vez en su mente un pensamiento parecido a éste: "Si ellos
lo lograron ¿por qué no lo puedo lograr también yo?".
Por
eso, creo que en la formación de la personalidad es imprescindible que
ese pensamiento llegue a formularse de una manera consciente.
La
inercia lleva al hijo del barrendero a ser barrendero.
El hijo
del profesional por lo general será profesional.
Y
se requiere de una fuerza poderosa para vencer esas tendencias.
A
no ser que haya de por medio razones de anormalidad, cuyo porcentaje en
el conjunto, en todo caso, es bastante bajo, la capacidad potencial de
la mente de un barrendero es igual a la de un miembro de cualquiera de
los profesionales liberales. Un barrendero es barrendero porque nunca se
planteó la posibilidad de ser otra cosa y, si llegó a planteársela,
nunca estuvo dispuesto a realizar los esfuerzos necesarios para llegara
ser esa otra cosa.
Acérquesele
usted a un barrendero y no le hable, por supuesto, lo del problema de la
energía en el mundo, porque sobre ese tema tal vez no pueda obtener
respuestas que lleguen a impresionarlo; háblele de lo que él conoce, y
escuchará usted a un hombre que maneja los conceptos que posee de una
manera inteligente.
Si
ese mismo hombre en un momento se propusiera obtener un título
universitario que lo acreditara como médico y estuviera dispuesto, con
ahínco y constancia, a todos los sacrificios que ello requiere, tenga
la seguridad de que pasarán quince años, veinte años, treinta años,
pero algún día ese hombre será médico. Pero no lo quiere.
Se
trata fundamentalmente de un problema de voluntad.
Y
la voluntad está condicionada por factores tanto internos como externos
al propio individuo.
Lo
que hay que lograr es la transformación de estos factores, en forma
directa en lo que se refiere a los externos e indirectamente en los demás,
para obtenerla requerida igualdad de oportunidades para todos los seres
humanos.
No
basta con que las oportunidades estén allí, abiertas para todos
aquellos que quieran optara ellas.
Ha
de procurarse que crezca cada vez más el número de los que se
encuentren en verdadera opción de querer.
|
|
|
|
De: Nati-U |
Enviado: 05/08/2013 01:25 |
Para alcanzar cualquier meta, individual o colectiva, lo primero que
se requiere es la más indoblegable convicción de que la meta prevista
puede ser alcanzada. Es posible que, aun cumpliendo este requisito, la
meta, sin embargo, no pueda lograrse. Pero, con toda seguridad, sin
cumplirlo jamás será lograda.
Si me creo capaz de atravesar un río, muy posiblemente pueda
atravesarlo; si no me creo capaz, muy posiblemente estoy equivocado.
En este sentido, la tarea fundamental de la educación es la de
inducir posibilidades. Todo hombre normal puede aprender cualquier cosa,
prácticamente a cualquier edad, si se le presenta en un lenguaje
adecuado.
Todo
hombre normal puede alcanzar cualquier meta que cualquier otro hombre
normal haya alcanzado.
Y
la gran mayoría de los hombres somos normales.
Nos
creemos incapaces de hacer muchas cosas. Pero no lo somos.
Ese
tipo de creencias proviene generalmente de una deformación adquirida
durante los primeros años de edad, cuando hay que iniciar al niño, con
la palabra y con el ejemplo, en la idea de que todo hombre es capaz de
desarrollar cualquier facultad, si se lo propone realmente, con el
esfuerzo y la constancia necesaria.
A
lo largo de todo el proceso educativo, hay que exigir.
Racionalmente,
pero hay que exigir.
Cuanto
más, mejor.
Para
que las gentes den de sí todo lo que puedan, hay que pedirles más de
lo que pueden.
Y
a veces aun este "más" lo alcanzan.
"Es
muy inteligente; por eso, cuando era niño, podían exigirle
tanto".
¿Y
no podría ser al revés?
"Es
muy inteligente; por eso le gustan las matemáticas".
¿Y
no podría ser al revés?
"Es
muy inteligente; por eso se puede pedir de él más que de otros".
¿Y
no podría ser al revés?
"Es
muy inteligente; por eso le enseñaron a leer y escribir desde muy pequeño". ¿Y no podría ser al revés?
"Es
muy inteligente; por eso se puede interesar al mismo tiempo por varias
cosas". ¿Y no podría ser al revés?
La
inteligencia, fundamentalmente, es resultado de la educación.
Y,
por eso, la educación del mañana será de la competencia de los padres
y maestros y también de sicólogos y neurólogos y bioquímicos y
pensadores.
Ni
la raza,
Ni
la herencia,
Ni
el sexo,
Ni
la edad,
Determinan
la capacidad intelectual de un ser humano. Dentro de ese conjunto muy
mal avenido de refranes, adagios, locuciones y frases que se van
repitiendo en diversas lenguas, generación tras generación, como si se
tratara de dogmas de fe, pocos tan carentes de toda verdad como el
siguiente "Lo que la naturaleza no da, Salamanca no lo hace".
Falso,
totalmente falso.
Si
esa afirmación fuera cierta toda educación sería inútil.
Ningún
niño trae del claustro materno, no digo un título universitario, ni
siquiera los conocimientos más elementales aun para poder subsistir.
La
naturaleza sola da muy poco.
Es
"Salamanca" la que completa, realiza y perfecciona.
En
el mismo orden, solamente podría encontrarse una frase más dañina que
esta ala que nos hemos referido: "Con eso se nace, eso no se
hace"
Prácticamente
se nace con nada. Prácticamente todo se hace.
En
contra de hipótesis formuladas hace años por algunos sicólogos y
genetistas, en las que se preveía un descenso sostenido del Cociente
Intelectual de la humanidad, en varios países de muy diverso grado de
desarrollo se ha podido constatar un aumento general de dicho Cociente a
lo largo de los últimos decenios.
Hoy
somos más inteligentes.
¿A
qué se debe este fenómeno?
Es
lícito pensar en una reacción positiva de adaptación y
aprovechamiento de la mente humana ante un medio ambiente en el que
creen los estímulos intelectuales. Así como, debido a los avances
científicos y a la notable mejora del tipo de alimentación y de la
higiene, la raza humana tiene hoy una talla más alta y el promedio de
vida ha crecido de una manera considerable, asimismo el proceso de
urbanización, el desarrollo de los medios de comunicación y de
transporte, el aumento de la escolaridad
le han permitido a la humanidad ejercitar, cultivar y mejorar su
inteligencia.
Por
de pronto, guardemos esta afirmación: la inteligencia puede mejorar. Y, si puede mejorar, tenemos que hacer que mejore al máximo posible.
Si
ante mayores estímulos no dirigidos especialmente a este fin, de una
manera que podemos llamar espontánea, ya ha mejorado, ¡qué no podría
lograrse con un sistema dirigido consciente y sostenidamente con ese
propósito?
Un
hombre que, con constancia, ejercite su inteligencia como inteligencia,
con el fin deliberado y concreto de llegar a ser más inteligente, tendrá
más posibilidades de lograrlo que otro en igualdad de condiciones, que
por una u otra causa no haga lo mismo.
Cada
quien puede y debe utilizar su inteligencia, cada vez más
racionalmente, cualquiera que sea el grado en que la posea.
La
misma habilidad mental que despliegue algunos para resolver crucigramas
o lucirse en juegos de mesa, aplicada con constancia a otros usos podría
ofrecer resultados tales que esas personas serían calificadas dentro
del grupo de los poseedores de una inteligencia excepcional.
¿Y
es que acaso no la poseían aun antes?
¿Y
cómo la adquirieron?
A
través de la práctica de una actividad mental determinada.
Se
trata, por lo general, de personas comunes y corrientes, como lo
constata la experiencia, que desarrollaron su inteligencia en un campo
restringido.
Pero
la desarrollaron.
|
|
|
|
De: Nati-U |
Enviado: 05/08/2013 01:25 |
Desde hace ciento de años, en el mundo occidental se ha tenido
noticia reiterada de que en el lejano Oriente unos hombres llamados
faquires parecían estar dotados de manera incomprensible del poder de
dominar con la voluntad buena parte de lo que tradicionalmente se ha
llamado, en los textos de anatomía que se usan en las facultades de
medicina de todas nuestras universidades, el "sistema nervioso autónomo",
autónomo justamente de los dictámenes de la voluntad.
Un
hombre normal puede mover un brazo o una pierna según su deseo, pero le
es imposible controlar, en la misma forma, su presión arterial o los
latidos de su corazón: esto es lo que se creía hasta ahora.
Hoy
una de las innovaciones más interesantes en la ciencia médica consiste
en una técnica llamada "bio-realimentación" (biofeedback) mediante
la cual se puede aprender a baja o subir la presión arterial, a cambiar
la frecuencia de los latidos cardíacos, y aun a modificar los ritmos
cerebrales, sobre todo lo cual existe ya un número de experimentaciones
suficientes para que se pueda afirmar que se trata de una realidad
indiscutible.
El "sistema
nerviosos autónomo" ya no es autónomo, y nunca lo había sido
para esos extraños ascetas hindúes que jamás merecieron a lo largo de
tanto tiempo ninguna consideración científica especial y cuyas
misteriosas facultades, que parecían imposibles o sobrehumanas, se ha
demostrado que, mediante el entrenamiento debido, se encuentran al
alcance de cualquier hombre normal.
El mismo
cerebro que por medio de la "bio-realimentación" puede
aprender a realizar tales prodigios, ¿no podrá aprender a ser más
inteligente?
Nos
vemos sorprendidos frecuentemente con descubrimientos de cosas que
estaban a la vista de todos desde siempre.
Disponemos
de conceptos, hoy partes constitutivas imprescindibles del progreso, que
nos parecen elementales y prácticamente manejables por un ser humano de
cualquier época.
Sin
la utilización del número "cero" no se hubiera podido lograr
el desarrollo de la humanidad en los últimos tiempos; su importancia es
tan grande, y, actualmente, su uso tan general, que nos es difícil
creer que no se hubiese inventado algo que hoy nos parece tan simple
sino en los primeros siglos de nuestra era, más de cuatrocientos años
después de la existencia de Arquímedes y miles de años más tarde de
los inicios históricos del pensamiento matemático; y que fuera sólo
en el siglo VII cuando se le comenzara a dar todo su valor.
Durante
centenares de años el mundo civilizado estuvo utilizando algo tan
absolutamente inapropiado para las operaciones matemáticas como la
numeración romana.
Hoy
los niños en los primeros años de escuela aprenden a multiplicar y a
dividir, pero hace relativamente poco, en el siglo XVI, cuando los
hombres de cultura media no podían contar sino con los dedos, esas
operaciones, particularmente la última, sólo podían ser realizadas
por especialistas, quienes eran considerados como seres dotados de
facultades poco menos extraordinarias.
Se
comenzó a contar de diez en diez simplemente porque tenemos diez dedos
en las manos y no porque el sistema decimal sea, ni con mucho, el más
perfecto; y este sistema se sigue empleando todavía.
La
ciencia de la medicina ha sido posible porque la estructura del cuerpo
humano es la misma en todos los hombres.
Cada
órgano tiene la misma composición, la misma situación y la misma
función.
Esto
lo aceptamos con facilidad, con excepción de lo que se refiere a
nuestro cerebro: pareciera como si consideráramos que en este caso no se cumple la regla
general, cuando en relación con el órgano del pensamiento sucede algo
semejante que con los demás: no hay diversidad entre los seres humanos.
Todos
disponemos del dispositivo necesario para cualquier proceso, de la
mente. Y ese dispositivo es el mismo y es igual.
En
los estudios de psicología de la inteligencia, ha venido tomando carta
de naturaleza la noción de que la diferencia entre un hombre
inteligente y uno que no lo es no consiste en que la mente del primero
sea capaz de entender un asunto que la del último no puede alcanzar.
De
acuerdo con esta tesis los dos pueden entender lo mismo.
Sólo
que el menos inteligente necesita más tiempo. Su cuestión consiste,
entonces, en no poder disponer del que requiera o en carecer de la
voluntad suficiente para ser constante.
Dicho
en otra forma, si tuviera la decisión necesaria y dispusiera de tiempo
ilimitado, no habría ningún problema que no pudiera ser entendido por
cualquier persona. Balzac ya pensó en algo de esto cuando dijo:
"Toda cabeza dura tiene una grieta en algún sitio".
La
inteligencia, como la vida, es una cuestión de tiempo.
Para
comprenderlo mejor, establezcamos una diferencia entre la dificultad
objetiva del problema y la dificultad subjetiva de la persona que pretende
resolverlo.
Cuando
aumenta la dificultad objetiva de un problema, la dificultad subjetiva
aumenta en una proporción mayor.
Un
problema, v. gr., de dos elementos produce una dificultad subjetiva
determinada; si aumentan los elementos hasta cuatro, la dificultad
subjetiva no se limita a multiplicarse por dos, sino que aumentará
tres, cuatro, seis, o más veces según la efectividad del individuo.
Y
esta dificultad subjetiva puede traducirse en tiempo. En términos matemáticos
diríamos que el tiempo es función de la dificultad subjetiva, es
decir, que aquél depende de está proporcionalmente.
Y
como ella es distinta en unos seres que en otros, el tiempo necesario
para cada uno será también distinto, mayor en el torpe y menor en el
inteligente.
Nunca
podremos decir que una persona no entiende algo, sino que hasta ahora no
lo ha entendido.
A
la materia del entendimiento humano también le son aplicables en toda
su profundidad los versos de Antonio Machado:
Mas
el doctor no sabía
Que
hoy es siempre todavía
Es
más, en el proceso de aprendizaje muchas veces son lo más lentos al
comienzo los que llegan más lejos.
Las
consecuencias de todo esto son inconmensurables.
Si
los seres humanos disponemos de la misma estructura mental; si una
persona es más o menos inteligente según el tiempo que emplee en
entender, y, en consecuencia, por lo que a su capacidad mental se
refiere, los hombres no se dividen dicotómicamente en inteligentes y
torpes, sino en rápidos y lentos (o tardos, como se denomina con
sorprendente exactitud en español a los que entienden con dificultad);
Entonces
será posible que una persona logre aumentar su capacidad mental si
dispone de unas fórmulas que le permitan acelerar su pensamiento.
Y
si esas fórmulas pueden lograrse, todos tendremos la posibilidad de
llegar a ser más inteligentes.
Multitud
de test han sido preparados con el propósito de medir la inteligencia
de una persona, en términos de su mayor o menor capacidad para utilizar
los conceptos abstractos; los atinentes a los objetos sensibles; y los
necesarios para transmitir información y para recibirla.
Después
de que una persona ha sido sometida a diversos tests, adquiere un
entrenamiento especial que hace posible el que pueda mejorar su
capacidad en las respuestas hasta en unos diez puntos de Cociente
Intelectual.
Este
es un hecho tan cierto, que en los Estados Unidos, donde, como se sabe,
la utilización de los tests es muy frecuente, existe un término para
designar a quienes han adquirido esa facilidad: se les llama
"sabios en tests" (test wise).
Si
espontáneamente una persona puede convertirse en uno de estos
"sabios", cabe la pregunta de lo que podría lograrse a través de años de una enseñanza
dirigida específicamente a eso.
Si
examinamos con cuidado uno cualquiera de estos tests, nos daremos cuenta
de que tienen una característica que les es común: en el fondo, en
todas las preguntas, lo que se exige es encontrar la relación que
existe entre varios objetos sometidos a consideración o buscar una
relación nueva entre ellos.
He
aquí la palabra clave en todo test de inteligencia:
Relacionar.
Si
se mide la inteligencia por la aptitud que posee una persona para
relacionar conceptos diversos, entonces se podrá aumentar la
inteligencia de una persona, así medida, aumentando su capacidad para
relacionar.
|
|
|
|
De: Nati-U |
Enviado: 05/08/2013 01:26 |
De acuerdo con estudios realizados en Estados Unidos, podemos
concluir en que muchos de aquellos que han influido en la Historia de
la humanidad, si hubieran sido sometidos al examen de uno de los tests
usuales hoy en día para determinar la inteligencia, habrían obtenido
la puntuación propia de las inteligencias más o menos normales y nada
más.
Ni Kepler, ni
Copérnico, ni Newton, ni Napoleón, ni Juan Jacobo Rousseau, ni
Juan Sebastián Bach, por
ejemplo, habrían podido ingresar en una organización internacional
llamada: "Mensa", fundada en Inglaterra al término de la
Segunda Guerra Mundial, y de la que forman parte miles de personas, en
su gran mayoría absolutamente desconocidas, con un Cociente Intelectual
no menor de 150.
He
aquí un argumento muy fuerte para quienes deseen arremeter contra los
tests porque no creen o no quieren creer en ellos.
El hecho,
ciertamente, nos plantea un serio problema que es necesario tratar de
resolver.
Además
del valor estadístico que es fácil otorgarles, ¿considerados
individualmente tienen algún valor?
Podría
decirse que si pueden dar resultados con equivocaciones tan garrafales,
la utilidad que pueden prestar es muy relativa.
Si
de acuerdo con los tests, hombres comunes y corrientes, Newton, Napoleón, Rousseau y Bach aparecen
como simples hombres normales, entonces los tests no merecen la
confianza que se les concede, aunque estén respaldados por el prestigio
de la nación más adelantada del mundo, dado que Kepler, Copémico,
Newton, Napoleón y Bach no
eran hombres normales.
Ahora
bien ¿podemos realmente asegurar que en lo que se refiere a su
inteligencia no lo eran?
A
la vista de los frutos de esfuerzos, pensamos que tenían que ser
hombres excepcionales y de una inteligencia diferente a la de los demás.
De
una inteligencia diferente ¿porqué?
Los
tests han acertado millones de veces. ¿No es posible que en esta ocasión
hayan acertado también?
Se
han realizado multitud de estudios de todo tipo en la búsqueda de
aquellas características personales del genio, por las que pudiera
reconocérsele, aun antes de la realización de alguna obra genial.
¿Existe
algún factor común en los genios, cuya aparición fuera anuncio
incuestionable de una mente superior?
Hasta
ahora no se ha detectado ninguna condición física o fisiológica, o
relacionada con la edad, la raza o el sexo, que pueda considerarse como
propia de los seres reconocidos como geniales, ni existe ningún indicio
que permita presumir que pueda encontrarse en el futuro.
No
existe ninguna característica que sea propia de los genios.
Son
tan divertidos los genios como los seres humanos.
Se
trata de una planta que puede fructificar en partes muy distintas y en
las más diversas condiciones.
Otra
cosa es la necesaria actitud ante la vida que tiene que mantener una
persona para poder convertirse en genio.
No
se puede afirmar que Max Planck, Niels Bohr o
Enrique Fermi, porque eran genios, tenían tal o cual proceder, de esos
que se consideran propios de un genio, sino que por haber tenido ese
proceder y algunas veces, a pesar de él, pudieron convertirse en
genios.
Hay
genios enfermos y genios sanos.
Hay
genios locos y genios síquicamente normales.
Hay
genios eruditos y genios diletantes.
Hay
genios precoces y genios tardíos.
Pero
no hay genios sin curiosidad, sin trabajo y sin constancia.
El genio
es como un niño.
El genio
es como un niño constante.
Ambos
tienen la misma capacidad de asombrarse.
Para
ambos el mundo siempre es nuevo.
Es
posible, aunque ello es sumamente raro, que el genio no muestre humildad
en su trato con los demás, pero en lo que no hay excepción es en una
actitud integralmente humilde frente ala naturaleza y a su propia obra.
Y
el que proceda en forma contraria no es un genio.
En
lo único en que todos son semejantes es en que todos son originales.
Originales en su obra.
No
tienen que ser "originales" en su forma de vida.
La
imagen que tiene todo el mundo de un verdadero creador, ya sea artístico
o científico, es la de un hombre extraño, por lo menos; anormal en la
mayoría de los casos.
Se
cree que, por lo general, los artistas son unos bohemios, de una vida
dura y risueña a la vez, un poco irresponsables, que no están en
disposición de esforzarse y que logran realizar sus obras como arte de
magia.
De
repente viene la inspiración y se hace la luz, sin que medie ningún
esfuerzo. Ninguna idea más equivocada que ésta.
No
se conoce una sola obra que no haya sido el fruto del esfuerzo y de la
constancia. Un artista puede vivir bohemiamente aun por largas
temporadas, pero en el preciso momento de crear, en ése, no se puede
sino crear.
Un
bohemio permanente puede ser el protagonista del argumento de una ópera
o de una novela, pero no será nunca quien la escribe.
Cuando
va a crear, el artista, como el científico, no dispone sino de su
pensamiento, no tiene otra decisión que la de realizar su obra, ni otro
recurso que no sea el trabajo. Trabajo, trabajo y más trabajo.
Para
escribir hay que sentarse a escribir.
Estar
dispuesto a emborronar papeles y papeles y a repetir lo ya escrito una y
otra vez.
Una
hora y otra hora.
Un
día y otro día.
Y
así hasta terminar.
El creador
de hoy es un
hombre normal.
Que
se angustia, sufre, goza y disfruta.
Que
ve la televisión en su casa, va al cine durante la semana, escucha la
radio mientras maneja su automóvil, le gusta nadar en playas y piscinas
o se entretiene con uno de esos juegos que se organizan alrededor de una
pelota.
Es
un hombre que sonríe como todo el mundo.
Y
que se emociona como todo el mundo.
Que
es empujado como un artista cualquiera cuando se trata de contemplar con calma los ojos de Monna Lisa, y se
extasía reverente ante la blancura infinita del Tach Mahal en
una noche de luna.
Es
un hombre de su tiempo que hace lo que hace todo el mundo.
De
aquí la pregunta de Picasso: "¿Qué creen ustedes que es un
artista?, ¿un imbécil que sólo tiene ojos si es pintor, orejas si es
músico, o una lira en todos los recovecos del corazón si es poeta, o
inclusive, si es boxeador, sólo músculos? Muy al contrario, es al
mismo tiempo un ser político, constantemente despierto ante los
desgarradores, ardientes o dulces sucesos del mundo..."
Por
lo general la pasión acompaña al hombre creador.
Pero
recordamos que hay muchas pasiones: la del atormentado; la del asceta;
la del que busca con ardor inútilmente; la del que ama y continúa
sintiéndose solo; y la del hombre sencillamente feliz, como cualquiera.
La
pasión de un amor lejano puede inspirar grandes obras, pero no tienen
por qué ser menores aquellas que provengan de un amor plenamente
compartido.
Se
ha dicho muchas veces que si Beatriz hubiese sido la esposa de Dante nunca
se hubiera escrito la Divina Comedia.
¿Y
no podría pensarse exactamente con el mismo derecho que, en ese
supuesto con el mismo hombre y tal vez, la misma mujer, Dante nos
hubiera dejado una obra todavía mejor?
El era
capaz de escribirla, pero no sabemos, en verdad, si esa determinada
Beatriz, la florentina Beatriz Portinari, hubiera tenido la fuerza para inspirarla,
una vez que Dante la
conociera íntimamente.
Pero
sí sabemos que hay una Beatriz en cualquier mujer.
Y
que en cualquier mujer pueden hacer morada todas las mujeres del mundo.
Nadie nace genio.
Ni
predestinado a serlo.
|
|
|
|
De: Nati-U |
Enviado: 05/08/2013 01:29 |
No
existe diferencia entre la naturaleza de la inteligencia de un genio y
la de un hombre normal.
Las
neuronas de un ser humano no son diferentes a las de cualquier otro ser
humano, aunque su nombre sea Miguel Ángel, Einstein, Mozart,
Aristóteles, Alejandro o Shakespeare.
No
hay ningún misterio insondable en la inteligencia del genio.
Ni
su mente es un santuario que no se pueda violar.
Se
trata sencillamente de un hombre que ha adquirido la facilidad de
relacionar; que sabiéndolo o sin saberlo, utiliza algún Medio de
Relación que le da resultado.
Los
Medios de Relación no tienen por qué ser supuestos en práctica
solamente por un pequeño grupo de privilegiados, aunque así haya
sucedido hasta ahora, a lo lardo de toda la Historia de la humanidad.
Pueden
ser puestos en práctica por cualquier persona normal.
Los
Medios de Relación constituyen algo que puede aprenderse.
Y,
por tanto, algo que puede enseñarse.
¿Significa
esto que yo crea que cualquier persona normal si lo quiere puede llegar
a ser un genio?
Sí
lo significa.
Esto
es exactamente lo que creo.
Existe
una mecánica cerebral: ésa es la que hay que utilizar lo más
racionalmente posible.
El genio
es aquel que logra.
No
hay creación sin reglas, se conozcan o no.
Genio
es aquel que, una vez que las descubre y las hace suyas, les añade su
propia personalidad.
Y
esto no significa que no crea en los genios.
Definitivamente,
creo en ellos.
Si
tuviera que escoger uno que representara a cabalidad la fuerza y la
pujanza del espíritu humano, me referiría a ese creador incesante,
vencido y victorioso, liberador de artes y artistas, que fue Miguel Ángel.
De
él dijo uno de sus más notables biógrafos, Romain Rolland: "El
que no cree en el genio, el que no sabe lo que es el genio, que mire la
obra de Miguel Ángel". Creo en el genio, pero creo también que es
posible alcanzarlo.
Se
ha establecido una tradicional diferencia entre genio y talento en todo
proceso de creación:
El minuto
fecundante es atributo del genio del autor; La gestación del artífice
es obra de su talento; Genio es inspiración instantánea; Talento,
sudor de las horas; Genio es pasión; Talento, serenidad.
Se
ha creído que el genio está envuelto en lo inescrutable de los dones
divinos, de las iluminaciones relampagueantes, mientras el talento es el
producto del esfuerzo. Yo creo, en contra de muchos que han teorizado
sobre esta materia, y al igual de la mayor parte de los mismo creadores,
que también el genio no es más que el fruto acabado de la constancia.
Tanto
en uno como en otro intervienen en entendimiento, el amor, la voluntad,
el trabajo y la poesía.
Ambos
son cosas del hombre y ambos son cosas de Dios.
Pero
en la tierra las cosas de Dios son las cosas del hombre.
Reconozco
que ésta es una teoría muy incómoda.
Si
los grandes logros son debido a una facultad inalcanzable, que no poseo,
y no al esfuerzo realizado con constancia, que sí se encuentra a mi
alcance, entonces mi mediocridad se encuentra consoladoramente
justificada; pero si, al contrario, los grandes logros son debidos a
hombres normales, en todo menos en una voluntad excepcional, ya no puedo
tener ninguna excusa ante mí mismo.
A
muchos creadores tiene que costarles el darse cuenta de que no son
elegidos de los dioses, sino hombres como cualesquiera.
Y
siempre será difícil renunciar a escribir o enseñar acerca de una
actividad de fuentes arcanas y cuyas intimidades solamente unos pocos
pueden conocer. Nadie es un genio por obra del cielo o de la suerte.
Y
eso no es reducir el genio: es engrandecer al hombre.
Vivimos
en la era de los ordenadores,
Y
el futuro será determinado cada vez más por la existencia y posesión
de ellos. Ahora bien, el más perfecto de los ordenadores es el cerebro humano.
Y
la presente era debe ser, pues, la suya.
El cerebro
contiene treinta mil millones de células nerviosas, llamadas neuronas;
y el más perfecto de los ordenadores construido hasta ahora no posee
ningún elemento equivalente.
Cada
una de estas treinta mil millones de neuronas está conectada a otras
diez mil, y muchas de ellas tienen más de cincuenta mil conexiones.
La
cifra correspondiente a la cantidad total de conexiones no cabría en
varios libros como éste.
Las
posibilidades de memorización del cerebro humano son casi ilimitadas.
En
la sustancia gris contenida dentro de la caja del cráneo hay una máquina
cuyo peso es menor de kilo y medio y tiene la potencialidad de millones
de Ordenadores juntos.
¿Podría
alguien fijar los límites de esta máquina?
Y
la mente no es una simple función del cerebro, sino una actividad
espiritual que el hombre ejerce actualmente a través de un órgano
material.
|
|
|
|
De: Nati-U |
Enviado: 05/08/2013 01:30 |
Si
la inteligencia del hombre ha logrado fabricar máquinas que piensan, ¿cómo
no va a poder utilizar al máximo esa otra máquina muchísimo más
completa que es su propio cerebro?
En
unos casos necesitará más tiempo; en otros, menos; pero lo que puede
pensar una máquina lo puede pensar un hombre, e infinitamente más.
Pensemos
en que los ordenadores no pueden jugar al ajedrez con garantía absoluta
de no cometer error, mediante un método algorítmico_ teóricamente
seguro, porque, a una velocidad de cálculo de un millón de
posibilidades por segundo, un ordenador necesitará, para decidir la
primera jugada, el número de años contenido en una cifra expresada así:
un diez seguido de noventa y nueve ceros, es decir que cada partida
duraría miles de millones de siglos.
La
mayor ventaja del hombre sobre la máquina termina siendo la de que no
es tan perfecto como ella.
La
grandeza del hombre radica en su propia imperfección.
Una
de las realidades imprescindibles para el desarrollo de la humanidad es
la de que el hombre se encuentra en condiciones de equivocarse; esto es lo que le
permite intentar nuevos caminos para ir enfrentando con éxito los
cambios que se presentan en las circunstancias en las que se desenvuelve
su existencia.
Si
no tuviéramos capacidad de equivocarnos tampoco la tendríamos para
escoger y, si éste fuera el caso, no podríamos dominar el mundo
exterior, sino que estaríamos a merced de él.
Si
no pudiéramos cometer errores tampoco podríamos progresar.
La
Historia cabalga sobre una serie ininterrumpida de rectificaciones.
La
cultura es también el fruto de nuestra radical imperfección.
Antes
podremos lograr cerebros humanos con una efectividad varias veces mayor
que la actual, que ordenadores con posibilidades creativas muchísimo
menores que las de un hombre normal.
En
todo caso, una sensación extraña, que muchas veces consiste en un no
aceptado temor, nos envuelve cada vez que nos llega una noticia acerca
de los prodigios avances que se están logrando en nuestros días en el
campo de la construcción de máquinas que "juegan", que
"traducen", que "componen música", que "pintan
cuadros", que, en fin, realizan trabajos propios de seres dotados
de una capacidad que hasta se le atribuía solamente al ser humano.
¿Hasta
donde podrá llegarse por este camino?
¿Será
posible fabricar máquinas que puedan componer poemas?
¿Y
si así fuera, eso no significaría que las máquinas podrían pensar?
¿Cuál
sería la diferencia entonces entre un hombre y una máquina?
¿Podría
alguien seguir creyendo en el alma humana?
Si
a mí me preguntaran en estos momentos: "¿Cree usted que alguna
vez se pueda construir una máquina que piense?", ¿qué respondería?
Creo
en Dios, creo en el hombre, hecho a su imagen y semejanza, con un alma
espiritual e inmoral, y creo en la resurrección de la carne y de todo
lo que existe en el Universo.
Y
a esa pregunta respondo, sin que abrigue ninguna duda: definitivamente,
sí, sí, creo que se podrán construir máquinas que piensen.
Es
más: se han construido ya.
Durante
mucho tiempo la Cristiandad se resistió a admitir- lo mismo que casi
todos los científicos de entonces- que la Tierra diera vueltas
alrededor del Sol y, segundo, de que eso no importaba; de que
absolutamente ninguno de los principios del cristianismo se veía
afectado por esa realidad. Cuántos daños se habrían evitado si desde
el primer momento se hubiera llegado a esta última conclusión.
Ojalá
los cristianos de hoy- seguros de aquello en que creemos, convencidos de
que la Verdad es una y que, por consiguiente, jamás podrá existir una
contradicción entre dos verdades- no sintamos allá en el fondo de
nuestra alma ninguna especie de temor ante los avances de la ciencia en
cualquier orden.
Una
máquina puede relacionar y por tanto, de acuerdo con lo que veremos que
es el pensamiento, una máquina puede pensar.
Podría
hacerlo aun más perfectamente que el hombre, pero dentro de los límites
y condiciones que el hombre le hubiera fijado.
El meollo
del asunto radica en que una máquina no puede pensar libremente. Una máquina,
por definición, está programada.
Por perfecta que
sea, siempre estará programada.
Si
el hombre estuviera "programado", sería la más perfecta de
las máquinas conocidas hasta ahora, pero, al fin y al cabo, una máquina
más.
Lo
que en definitiva diferencia al hombre de la máquina no es el
pensamiento, sino la libertad.
La
tarea que le corresponde al hombre y en la cual jamás podrá ser
desplazado por la máquina es la de pensar sin ninguna determinación
previa.
Su
libertad esencial consiste en la posibilidad de relacionar pensamientos
según su decisión propia.
Por
lo demás, no tiene sentido que el hombre compita con la máquina en lo
que ésta puede hacer mejor.
El avance
del hombre se ha realizado a través de una sucesiva delegación de
funciones: para poder continuar hacia delante, cada vez que el hombre ha
logrado llevar a cabo una operación ha inventado después una máquina
para que la realice por él.
Y
así seguirá pasando en el futuro.
Cuando
un hombre hace algo que deba repetirse exactamente igual, en todos sus
principios individualizantes, está ocupando provisionalmente el sitio
que le corresponde a una máquina.
Quizá
el progreso consista justamente en el sucesivo desplazamiento del hombre
por la máquina de aquello que a él no le corresponde hacer.
Cuándo
la mayor parte del trabajo que realizan ahora los hombres sea efectuado
por máquinas a eso llegaremos antes de lo que pensamos, ¿hacia dónde
proyectarán los hombres su trabajo?
Hacia
aquello que los caracteriza y diferencia: el pensamiento como una libre
y maravillosa aventura.
|
|
|
|
De: Nati-U |
Enviado: 05/08/2013 01:32 |
La
inteligencia es la que nos permite ir encontrando caminos cuando vamos
por la vida hacia lo desconocido.
Podría
definirse como la especial disposición para encontrarle solución a los
problemas.
Pero
es también la facultad de producir, con las ideas de que dispone,
nuevas ideas, que a su vez multiplican la posibilidad de producir otras
ideas, indefinidamente.
La
inteligencia que encuentra soluciones para los problemas es la misma que
crea las obras del pensamiento.
Crear
una obra y resolver un problema es inventar nuevas ideas.
Se
inventan nuevas ideas relacionando las que ya se poseen.
No
hay ningún pensamiento que no provenga de otro.
La palabra "inteligencia" proviene del latín intelligentia,
"entre-ligare", unir, unir de nuevo, es decir, relacionar.
La
inteligencia es una aptitud.
¿Aptitud
para qué?
Aptitud
para encontrar relaciones y para relacionar.
Es
la facultad de relacionar pensamientos para producir pensamientos
nuevos. Inteligencia es la capacidad de entender.
¿Entender
qué?
Relaciones.
Las
que existen entre una cosa y las otras, y las que pueden llegara
existir.
Siendo
así, será más inteligente aquel que tenga una mayor facilidad para
detectar relaciones y para relacionar.
¿Cómo
se puede contribuir entonces ala mayor inteligencia de una persona?
Facilitándole la manera de establecer relaciones.
Todo
es relación
Y
todo tiene relación con todo.
Todos
los seres, es decir, todas las cosas a las que se les pueda atribuirla
noción de ser, están relacionadas, porque siempre hay al menos una
idea
Que
les es común: todas son.
La
materia no es otra cosa que relación.
Con
las mismas partículas elementales se forman todos los cuerpos del mundo
visible, lo que varía es la "relación" existente entre
ellas.
Lo
que en realidad buscaban los alquimistas, aunque no lo supieran, era un
Medio de Relación que les permitiera la transmutación de las cosas.
Y
ese sueño de los alquimistas está siendo realizado por la ciencia,
hasta el punto de que nos será posible crear cualquier materia nueva,
mediante cambios en la relación de las partículas elementales.
La
relación produce algo más que lo contenido en los elementos
relacionados. El uno
siempre es dos.
La
unidad es la unidad, pero al mismo tiempo es la unidad relacionada con
ella misma y la unidad relacionada con su entorno, que es parte constitutiva de
ella misma. Cuando tengo dos, ya tengo todos los números.
Pintar
no es otra cosa que relacionar formas y colores.
Componer
música, relacionar sensaciones auditivas.
Y
toda la música del mundo se ha escrito con siete sonidos.
Escribir,
relacionar palabras y significados.
Toda
palabra es metáfora.
Y
toda metáfora, una relación nueva.
Por
eso, toda palabra es la expresión de un acto de magia.
Las
palabras corrientes son metáforas que por el uso han dejado de serlo.
Y
allí están, en el diccionario, quietas, inmóviles, como un pájaro
dormido a la orilla del camino, a la espera de un mago que se detenga,
se incline ante él, lo tome entre las manos y le comunique aliento de
nueva vida, para volar de nuevo.
Todo
cuanto existe es metáfora.
El universo
entero es una gran metáfora.
Y
el hombre, la metáfora maestra de Dios.
No
se escribe nada nuevo; siempre es lo mismo, que, al relacionarlo de
manera diferente, es nuevo.
No
hay que buscar cosas nuevas, que sería imposible encontrar, porque no
existen. Lo que hay que encontrar son nuevas relaciones entre las cosas
que ya conocemos. Tanto descubrir como innovar no es sino relacionar dos
situaciones por primera vez. Estamos relacionando constantemente.
Relacionar,
relacionar, relacionar.... relacionar todas las cosas en las que se
piense, y todas aquellas en las que se puede pensar.
Se
ha dicho que "pensar es recordar".
Por
ese camino también llegamos ala afirmación de que pensar es
relacionar.
La
memoria no consiste, como se cree generalmente, en traer al presente
pensamientos archivados en nuestro cerebro como si se tratara de entes
individuales con existencia propia, debidamente dispuestos en una
especie de estantes, de los cuales se toman para utilizarlos en el
momento oportuno.
Cada
recuerdo surge de la correspondiente conexión entre circuitos neurónicos. Memorizar, entonces, también es relacionar.
Relacionar,
en este caso, circuitos de células nerviosas.
Por
otra parte, recordamos sin problema una cosa cuando hemos logrado
relacionarla con otra cuyo circuito se "enciende" con
facilidad por su frecuente uso, es decir, cuando hemos fijado una relación
permanente entre los circuitos de ambas; tener buena memoria significa
haber organizado esas relaciones.
Sin
algún tipo de organización es difícil recordar hasta los datos más
simples; con ella es posible recordar aun los más numerosos y
complejos.
Además,
la frase "pensar es recordar" significa también que cada
pensamiento que surge en la mente estimula la memoria y se relaciona de
inmediato con otros que ésta, a través de esa conexión de circuitos,
puede ofrecer.
Pensar
es relacionar una idea que se tiene con otra idea que ya se tenía. Esto es posible gracias al mecanismo de la memoria.
Por
tanto, también desde este punto de vista, es absolutamente cierto que
pensar es recordar'.
Y,
si pensar es recordar, un pensamiento nuevo no es pensamiento hasta que
no se ha relacionado con otro pensamiento antiguo, es decir, hasta que
el mismo no ha sido de alguna manera "recordado".
Todo
pensamiento es un recuerdo y todo recuerdo, como hemos visto, una relación
entre circuitos.
Por
tanto, todo pensamiento en sí mismo es una relación entre éstos, y
pensar no será otra cosa que establecer relaciones entre circuitos
diferentes.
Y
todo lo que ayude a relacionarlos, ayudará a pensar.
La
ayuda puede ser de carácter neurofisiológico.
|
|
|
|
De: Nati-U |
Enviado: 05/08/2013 01:34 |
Es mucho lo que actualmente se realiza en este sentido en multitud de
laboratorios del mundo y, sin duda, será asombroso lo que se logrará
por diversos caminos. No sub valorizo en nada todos esos esfuerzos.
Estoy
convencido de su extraordinaria utilidad.
Pero
en este libro me refiero sólo a otro tipo de ayuda, al menos igualmente
valiosa: la que incide sobre el proceso del pensamiento considerado en sí
mismo.
Los
dos propósitos no se estorban en lo más mínimo. Al contrario, se
implementan y aun pueden auxiliarse mutuamente.
Los
medios son distintos, pero el fin es el mismo: aumentar con urgencia la
inteligencia del hombre.
Es
considerable lo que se ha andado en este camino recientemente.
En
los últimos treinta años, sobre todo en los Estados Unidos, se han
escrito multitud de libros a través de los cuales se han presentado
diversas técnicas para estimular la inteligencia.
La
mayor parte de éstas procuran suscitar las condiciones externas que
faciliten el surgimiento y protección de nuevas ideas, a través del
trabajo en equipo y de la estimulación consciente del inconsciente.
Los
sistemas que ser han ideado para impulsarla creatividad procuran
aprovechar al máximo, y principalmente en trabajo de equipo, la
creatividad individual.
Porque
téngase en cuenta que toda creatividad tiene que ser individual.
Es
un cerebro el que produce.
Su
producción puede ser estimulada por el ambiente, del cual podrán
formar parte esencial otros cerebros produciendo también al mismo
tiempo y en el mismo lugar. Pero, aun acompañada y estimulada
externamente, la producción de ideas se realiza en la íntima y
personal soledad de cada cerebro.
Se
ha podido comprobar que los grupos de creatividad dirigidos
autoritariamente obtienen resultados más rápidos que los "democráticos",
pero a la larga éstos superan a aquéllos por notable ventaja.
Algo
parecido a lo que sucedió con las dictaduras "emergentes" y
las democracias "decadentes" en el transcurso de la Segundo
Guerra Mundial.
A
través de esos métodos se procura impulsar la creatividad individual
mediante diversos estímulos que facilitan el surgimiento de nuevas
ideas que contrastan o armonizan
con las expresadas por los demás miembros del grupo reunido con ese
fin. Se procura que surjan ideas y que esas ideas ayuden al
surgimiento de nuevas ideas. La creatividad así concebida es la situación
resultante de un proceso creativo.
Al
aprovechar la creatividad estamos aprovechando un resultado.
Ayudamos
a que ese resultado se produzca a través de diversos medios externos.
Pero debemos ir más allá y fijarnos en el proceso mental que dio lugar
a ese estado de creatividad.
¿Cuáles
son los pasos que la mente va dando para llegar a esos logros que luego
son unidos a otros logros semejantes y calificados posteriormente todos
ellos como creativos?
Todas
las ayudas externas para que la mente trabaje con mayor eficacia siempre
han de ser bienvenidas por su utilidad y conveniencia.
Pero
al mismo tiempo creo que en donde es indispensable poner toda la
insistencia, donde hay que llegar hasta el fondo, es en el estudio lo más
perfecto posible de los mecanismos de la mente como tales, que no se
conocen cabalmente todavía. Lo que principalmente se debe saber es cómo
funciona la inteligencia humana. La mayor riqueza de la tierra está
dentro de nosotros mismos.
Es
necesario que los pensadores piensen sobre el pensamiento.
Hay
que pensar sobre la manera de pensar.
Tenemos
que ahondar, con prontitud, al máximo posible, lo que conozcamos sobre
la manera, como se producen las ideas en la mente de los hombres.
En
los antiguos tratados de Retórica se afirma que la oratoria se reduce a
cinco partes: invención, disposición, elocución, memoria y
pronunciación; sobre la primera no dicen nada o casi nada.
Y,
sin duda alguna, ella es la más importante.
La
invención: he aquí la Retórica de nuestro tiempo.
Un
antiquísimo proverbio japonés dice que la "imaginación es un
secreto de la creación".
El esfuerzo
más importante del presente debe estar dirigido a descifrar ese
secreto. Hasta ahora la humanidad, con mayor o menor éxito, ha venido
resolviendo problemas, pero todavía está pendiente el más importante
de todos: cómo se resuelven los problemas.
Piénsese
en la importancia que tendría el que se encontrare definitivamente una
fórmula que, en lo fundamental, pudiera ser aplicable en el proceso de
resolución de cualquier tipo de problema.
Probablemente
esa fórmula no sería otra que la misma que, sin saber ni siquiera que
se trata de una fórmula ni en qué consiste, se ha venido utilizando a
lo largo del tiempo, tanto en los pequeños como en los grandes asuntos,
en los fáciles y en los difíciles, en los más simples y también en
los más complejos.
El despliegue
de facultades que realiza la mente humana para pensar es verdaderamente
gigantesco y el mismo para cualquier tipo de pensamiento.
Por
eso podemos afirmar que quien puede pensar una cosa puede pensar
cualquier cosa.
La
diferencia que existe entre un animal y Juan es tan grande, que la que
existe entre Juan y Einstein, comparada
con aquélla, es absolutamente insignificante.
El animal
se encuentra al nivel del mar.
Juan,
en una montaña a cinco mil metros de altura.
Einstein, en
la misma montaña, pocos metros más arriba.
La
dignidad de cualquier hombre, por el mero hecho de ser hombre, es
infinitamente más grande que cualquier otro honor que se puede recibir
en la vida.
Una
vez que se ha recibido la condición de hombre, todo ropaje externo
adicional, cualquiera que él sea, en realidad ya no tiene ningún
valor.
Algo
parecido sucede ene I campo del pensamiento: un ser que ha sido dotado
de la capacidad de pensar se encuentra en posición de una facultad tan
gigantesca que, ante ella, las características de los pensamientos
mismos constituyen un factor de importancia secundaria.
Elaborar
un pensamiento, aun el más simple de todos, representa una hazaña tan
colosal que de allí a la más compleja, difícil y elaborada de las
ideas hay una diferencia de menor cuantía.
Y
además, no abrigo dudas acerca de que quien es capaz de elaborar un
solo pensamiento es capaz de elaborar cualquier pensamiento.
Cada
vez me convenzo más de que no existe ninguna diferencia fundamental
entre el mecanismo del pensamiento creador y aquel a través del cual se
producen nuestros pensamientos normales, esos de todas las horas, con
los cuales hablamos y nos desenvolvemos en la vida ordinaria.
En
ambos se relacionan pensamientos.
En
esencia los dos procesos son exactamente iguales.
La
diferencia radica sólo en que los pensamientos que se relacionan son
distintos.
|
|
|
|
De: Nati-U |
Enviado: 05/08/2013 01:35 |
Si
logramos desmontar las piezas de la más simple de todas las ideas
tendremos en las manos la clave de todo acto de creación.
Hay
que sistematizar el pensamiento, cualquier pensamiento: saber qué es lo
que hacemos al pensar, esquematizarlo y establecer una fórmula.
Y
después: aprenderla fórmula y practicarla.
Todo
pensamiento es una abstracción.
Aun
el pensamiento de una cosa concreta es un pensamiento abstracto. Todo pensamiento es un acto de creación.
Y
toda palabra es un pensamiento.
Cuando
hablamos agitamos banderas que anuncian el pensamiento.
Cuando
estamos pensando estamos creando.
Pensar
es relacionar y relacionar es crear.
En
más de una ocasión lo extraordinario es justamente aquello que no
tiene nada de extraordinario, y lo más misterioso resulta ser lo que se
encuentra más a la luz. A veces el secreto de una cuestión radica en
que no existe ningún secreto.
Y
es posible que algo de esto suceda con el mecanismo de la inteligencia y
que, a la postre, nos encontremos con la escondida y visible realidad de
una misma fórmula simple, aplicable a todos los procesos del
pensamiento humano.
Con
buena parte de los descubrimientos científicos sucede lo mismo que con
las adivinanzas: después de que el enigma ha sido resuelto nos parece
tan sencillo, que no entendemos cómo
no pudo aclararse mucho antes; cómo la humanidad pudo tener durante siglos la solución en frente de los ojos, sin que nadie
reparara en ella.
Y
mañana se dirá lo mismo de nosotros.
Muchas
veces la solución radica en la respuesta más fácil.
La
naturaleza no por ser compleja deja de ser simple.
Toda
genialidad es sencilla.
La
verdad suele encontrarse entre lo más elemental.
Y
si esto se compone de elementos contradictorios, mejor.
No
existe ninguna idea, cualquiera sea su grado de abstracción, que no
pueda ser expresada en términos comprensibles para un hombre de
inteligencia normal. Otra cosa es la de que aquellos que manejan algunas
ideas no puedan o no quieran - porque esto también ocurre muchas veces-
expresarlas en esos términos. Toda teoría puede ser explicada.
La
teoría de la relatividad, por ejemplo, es descrita por Einstein, no
es un lenguaje matemático que sólo unos pocos podrían comprender,
sino en un lenguaje "visual" al alcance de muchos.
La
idea más complicada no consiste sino en varios pensamientos simples
tramados. Lo importante, entonces, será descubrir la manera como se
construye un pensamiento simple y el mecanismo por el cual se forma la
trama, que aparece ante nuestra vista como difícil y compleja.
He
aquí una formula, en la cual quizá se concreten todas las demás:
primero, convertir lo complejo en simple y después, darle a lo simple
carácter general. Todo asunto complicado puede convertirse en uno o
muchos asuntos sencillos. Se sistematiza lo complejo simplificándolo.
Y
todo nuevo dato que llega a nuestro cerebro es posible someterlo a un
proceso de generalización.
Constantemente
estamos generalizando lo particular.
Por
eso, y solo por eso, son útiles los conocimientos que adquirimos a través
de la experiencia.
Si
es verdad, puede generalizarse.
Por
eso, sabio que no generaliza, no es sabio.
Generalizares
inventare inventares relacionar.
Todo
conocimiento que llega a nuestra mente es relacionado en seguida con un
conocimiento anterior que se le parece.
Todo
conocimiento nuevo en alguna manera ya no es conocido.
Ninguno
es totalmente nuevo.
Si
lo fuera, simplemente no podríamos conocerlo.
En
este sentido podemos afirmar que no conocemos las cosas, sino que de lo
que se trata es de reconocerlas.
Cada
pensamiento que surge en la mente, antes de convertirse realmente en
pensamiento, es relacionado con otro u otros previamente adquiridos; y
es entonces cuando se convierte en verdadero pensamiento y pasa a formar
parte del conjunto de pensamientos de que se dispone para ser
relacionados una y otra vez, indefinidamente.
Un
problema se resuelve mediante la aplicación de un esquema utilizando
con anterioridad en otro problema.
Ahora
bien, si ningún problema puede ser resuelto sin que se haya encontrado
previamente la solución de otro problema anterior; si no podemos
entender sin apelar a o que ya hemos entendido; si, en fin, pensar es
recordar, ¿cómo pudimos resolver el primer problema; cómo entendimos
por primera vez; cómo surgió en nosotros el primer pensamiento?
En
una primera instancia tendríamos que remontarnos hasta el periodo de la
gestación, para ver si es posible encontrar allí la primera impresión
que, recordada después, haya servido de base para todo el proceso
anterior.
Pero
esa larga incursión de nada nos valdría si no pudiéramos encontrar
una respuesta satisfactoria para esta pregunta: y esa impresión, si
realmente fue la primera, ¿cómo pudo fijarse si no había ninguna otra
con la cual pudiera ser relacionada?
Es
posible que pasen muchos años antes de que este asunto quede
definitivamente aclarado, pero, mientras tanto, pareciera necesario
admitir o que en alguna ocasión surgen dos pensamientos simultáneos
que se relacionan recíprocamente o que ese primer factor existe en
nosotros desde el mismo instante de la concepción, por el mismo hecho
de ser hombres, por causas de orden genético, sin que esto afectara en
lo más mínimo la afirmación de la inteligencia de una persona no está
determinada por la herencia.
|
|
|
|
De: Nati-U |
Enviado: 05/08/2013 01:36 |
Podemos
afirmar que los pasos que da la mente para resolver un problema son en términos
esquemáticos -claro está- , los seis que se señalan a continuación,
tres de los cuales -los tres primeros-, como se verá, cubren una
trayectoria en un sentido, mientras los restantes recorren la misma vía
en dirección contraria.
1. Se
separan todos los aspectos del problema que no tienen una importancia
fundamental para que él sea lo que es, o dicho de otra manera, mediante
un proceso de abstracción se considera sólo lo esencial del mismo (a se convierte en A)
2. Se
equipara el problema, ya simplificado, a otro problema para el que se
cree que se posee una solución (A se iguala a B)
3. Se
encuentra esa solución (Z), que figura entre el conjunto de fórmulas
que de que se dispone (X, Y, Z)
4. Se
aplica la solución encontrada al problema que sirve de modelo (Z se aplica a B)
5. Se
aplica la solución al problema que debe ser resuelto, todavía aislado
de sus circunstancias concretas (Z se aplica a A)
6. Se
aplica la solución al problema que debe ser resuelto, tal como se
presentó originalmente (Z se aplica a A).
Es
posible que sea necesario descomponer el problema A en varios problemas (Al, A2,
A3); en este caso.
La
solución de uno solo de estos subproblemas puede traer consigo la
solución del problema del cual forma parte, pero cada uno de los
subproblemas puede requerir de su propia solución, en cuyo caso la
solución final será el resultado de la combinación de esas soluciones
parciales.
Si
en el punto 3 no se encuentra la solución, se vuelve al punto anterior
y se realiza la equiparación con otro problema (C, D, F.), hasta que se
halle uno que sea equiparable y solucionable ala vez.
Todo
nuevo dato que llega a nuestra mente es comprendido de la siguiente
manera: la memoria, que trabaja a una velocidad equivalente al
procesamiento de cincuenta mil millones de unidades de información
(bits) por segundo, busca entre los pensamientos que ya posee (por haber
sido previamente sometidos a una operación igual) y selecciona uno o
varios de los que tiene alguna relación directa con el dato recién
aparecido; de ellos escoge aquel o aquellos que poseen una estructura
mas semejante a la de éste; luego, mediante sucesivas abstracciones,
minimiza las diferencias que existen entre uno y otro hasta establecerla
mayor semejanza posible. Y es sólo cuando la mente, a través del
establecimiento de una relación, puede registrar este resultado:
"Esto es como esto", que el nuevo dato es comprendido.
Comprendemos por semejanzas, es decir, por medio de relaciones.
Se
llega a saber lo que es una cosa porque ya se sabía lo que eran otras
cosas. Sólo podemos pensar lo que ya hemos pensado.
Crear
es recordar una idea original.
Es
posible proporcionarle a una persona los medios para que llegue a ser más
inteligente.
Como
hemos visto, fundamentalmente la inteligencia es relación.
Los
medios que se deben proporcionar, entonces, son aquellos que faciliten
la relación.
No
se nace con una inteligencia dada, sino con la capacidad para
alcanzarla. Se puede aprender a ser inteligente.
Pero
¿cómo?
Conociendo,
Aprendiendo,
Utilizando,
Y
Ejercitando
Un
Medio de Relación.
Nadie
logra éxito en una competencia deportiva sin el prolongado ejercicio de
una capacidad física.
Y
estas experiencias son transmisibles.
Exactamente
lo mismo sucede con la inteligencia humana: se perfecciona a través de
ejercicios metódicos que pueden ser enseñados.
El mecanismo
de la mente, al igual que cualquier otro, requiere de una técnica.
Por
su misma naturaleza es indefinido el número de Los Medios de Relación
que pueden existir siempre será posible agregar uno adicional.
Podría
decirse que, a su manera, cada persona dispone de uno.
De
lo contrario estaríamos incapacitados para pensar.
Lo
que hay que conseguir es un Medio de Relación para cada quien lo más
eficaz posible.
El propósito
fundamental de este libro es incitar, a quienes lo lean, a pensar en
esos Medios.
Y
promover, en personas suficientemente capacitadas, inquietudes y
meditaciones que faciliten el establecimiento de un Medio de Relación
modelo, o al menos, el más perfecto que se pueda establecer
actualmente.
Nunca
habría llegado a escribirlo si no se hubiera producido ya una copiosa
literatura sobre la materia.
Muy
poco habría adelantado hasta el presente si Osborn, Gordon,
Koestler y tantos otros no me hubieran iluminado el camino.
Sobre
todo con el último de los nombrados he contraído una deuda muy
especial; fue él quien me confirmó en la idea, que sólo por momentos
yo había atisbado, de que el proceso mental del chiste, del
descubrimiento científico y de la poesía es exactamente el mismo.
En
un Medio de Relación lo único original es la relación misma.
Ninguno
de sus elementos constitutivos es nuevo, pues está construido con
materiales de uso común: aquellos con los que elaboramos nuestro
pensamientos ordinarios.
La
particularidad de un Medio de Relación es la de que, dentro de él,
esos materiales se encuentran en un orden determinado que permite su más
fácil utilización. Eso es todo.
A
mi manera de ver, lo más provechoso y, ala vez, lo más sencillo del
mundo.
Pero
quien pretenda encontrara en un Medio de Relación una fórmula mágica
se equivoca.
No
creo en panaceas universales de ninguna especie. En esta materia, como
en toda otra, nada puede sustituir al trabajo.
Ninguna
fórmula evita el trabajo.
Una
vez que se ha adquirido, un Medio de Relación facilita en gran medida
la multiplicación de los logros, pero no es fácil adquirirlo.
Como
todo lo que en la vida vale la pena, ello cuesta tiempo y esfuerzo. Un Medio de Relación de nada vale si no se practica.
Es
un asunto de método y perseverancia.
Es
necesario conocer, aprender y practicar- practicar mucho -uno u otro
Medio de Relación.
Pero
entiéndase muy bien lo siguiente: hay momentos en el quehacer de la
creación en que hay que olvidarse de que esos Medios existen.
Y
crear.
Simplemente
eso: crear.
Entonces,
todo aquello que se refiere a fórmulas, esquemas, principios y reglas
no puede permanecer actuante en una forma visible. Hay que lanzarse al río,
para llegar a la otra orilla, sin bote, ni salvavidas.
|
|
|
|
De: Nati-U |
Enviado: 05/08/2013 01:37 |
Si
en verdad el Medio de Relación, después
de conocido y aprendido, se ha practicado suficientemente y, por tanto,
se ha consustanciado con la mente de quien lo ha hecho suyo, la cosecha
de pensamientos sin duda alguna, será copiosa. Y éste podrá lograr
realizaciones para las que, tal vez, nunca se creyó capaz. Un Medio de
Relación no es sino un instrumento que facilita el establecimiento de
relaciones, y dará sus mejores frutos cuando pase a formar parte
ordinaria del propio razonar, en tal forma que actúe sin que uno, en el
momento, tenga conciencia de su propia operatividad.
Cuando
un Medio de Relación se estudia y se ejercita puede, entonces,
aplicarse con éxito.
Pero
la meta no ha sido alcanzada hasta que no ha sido incorporado al plano
del subconsciente.
El escritor
no escribe solamente cuando se encuentra frente al papel.
Es
mucho lo que llega a escribir estando dormido.
El subconsciente
está despierto las veinticuatro horas al día.
La
inteligencia es el mejor instrumento de que disponemos para el logro de
nuestra propia realización personal y el desarrollo colectivo.
Pero,
por supuesto, no lo es todo.
Una
cosa es la inteligencia que poseamos y otra muy distinta el uso que
hagamos de ella.
Factores
de índole ambiental y emocional pueden alterar sustancialmente la
capacidad real de una inteligencia sometida a prueba.
Nunca
ésta actúa sola y por separado.
Siempre
se encuentra adherida a un cuerpo y a un espíritu y a un punto
determinado del tiempo y del espacio.
No
depende sólo de la inteligencia cuál sea el camino que se escoja en la
vida, ni la distancia que se recorra transitando por él.
Hay
que ponerle un motor a la inspiración.
Nada
puede realizarse sin trabajo.
Y
sin tiempo.
Y
sin fe.
Cuando
se tiene fe, uno está dispuesto a todos los sacrificios.
Si
no es así, no se tiene fe.
Jamás
ha podido realizarse nada que valga la pena sin una dosis de entusiasmo.
Con los pensamientos amamos y sentimos.
Y
pensamos con todos los órganos del cuerpo.
También
los sentimientos piensan.
La
pasión despierta al intelecto.
A
su manera, los sentidos también razonan.
En
el creador existe también un instinto que guía y cuya presencia es
imprescindible si se quiere hacer obra perdurable.
Es
el hombre total el que realiza la faena, el hombre íntegro, con él
mismo y sus circunstancias, con todo lo que es y representa, con todo lo
que lleva por dentro y por fuera, con todo lo que ha dejado atrás y
todo lo que ansía, con su alma incompleta y los instintos de su
esencial y venturosa animalidad.
El verdadero
creadores un creador de problemas.
Si
algo un creador no puede perder nunca de vista es el convencimiento de
que todo, absolutamente todo excepto Dios, es variable.
Y
mejorable.
América
fue descubierta más de una vez.
¿Qué
pensaríamos de Cristóbal Colón si no hubiera puesto la nave "Santa
María" con proa hacia occidente, por temor de que otros ya lo
hubieran hecho antes que él? Quien por una razón importante no se
atreva, nunca cruzará el mar.
Aun
cuando fuera cierta la frase tan divulgada que dice: "ya todo está
escrito", es evidente que no todo está leído.
Y
aunque fuera por esta razón valdrían la pena los nuevos libros, aunque
en ellos se repetiría eso sí: Desde un punto de vista personal todo lo
que ya se hubiera escrito. Pero, además, la frase no es cierta.
"Nada
nuevo hay bajo el sol".
Pero
todas las mañanas son nuevas.
Y
cuando la curiosidad ya termina uno está viejo.
Es
necesario cuestionar, en todas sus partes, cada uno de los lugares
comunes.
Para
avanzar, en lo individual como en lo colectivo, es imprescindible
mantener una lucha constante contra todos los prejuicios, que influyen
sobre nuestros conceptos y decisiones.
Frente
a cualquier frase hecha, cualquier adagio, refrán o dicho popular
preguntémonos: ¿realmente es así? ¿Por qué?, ¿No podría ser
diferente?, ¿Y por qué no?
Unos
serán válidos.
Pero
todos deben ser cuestionados.
|
|
|
Primer
Anterior
2 a 13 de 28
Siguiente
Último
|
|
|
|
©2024 - Gabitos - Todos los derechos reservados | |
|
|