¿Puede Washington derrocar tres gobiernos a la vez?
El poder de un Estado se mide a la vez por su capacidad para defenderse y
por su posibilidad de atacar en uno o varios frentes. Bajo esa óptica,
Washington está tratando –por primera vez– de demostrar que es capaz de
derrocar tres gobiernos simultáneamente: en Siria, en Ucrania y
en Venezuela. Creyendo que, si lo logra, ningún gobierno tendrá ya
posibilidades de hacerle frente.
Washington,
después de fracasar en 2011 en su intento de bombardear simultáneamente
Libia y Siria, está tratando de hacer una nueva demostración de fuerza:
organizar cambios de régimen en tres Estados al mismo tiempo y en
diferentes regiones del mundo –en Siria (CentCom), Ucrania (EuCom)
y Venezuela (SouthCom).
Para lograrlo, el presidente Obama ha movilizado prácticamente todo el equipo de su Consejo de Seguridad Nacional.
Primeramente, la consejera de seguridad nacional Susan Rice y la
embajadora ante la ONU Samantha Power. Las dos son maestras en el uso de
la jerga «democrática». Y durante años se han especializado en
aconsejar la injerencia en los asuntos internos de otros Estados con el
pretexto de prevenir genocidios. Sin embargo, y a pesar de sus generosos
discursos, a ninguna de las dos les importan las vidas
no estadounidenses, como lo demostró la señora Power en el momento de la
crisis de las armas químicas en la Ghoutta de Damasco. La señora
embajadora de Estados Unidos, quien sabía perfectamente que las
autoridades sirias no habían cometido aquel acto, simplemente se fue a
Europa para asistir con su esposo a un festival de cine dedicado a
Charles Chaplin mientras que su gobierno denunciaba un crimen contra la
humanidad atribuyéndolo al presidente Assad.
Están también los tres responsables por regiones: Philip Gordon
(Medio Oriente y Norte de África), Karen Donfried (Europa y Eurasia) y
Ricardo Zúñiga (Latinoamérica).
Phil Gordon (amigo personal y traductor del
ex presidente francés Nicolas Sarkozy) organizó el sabotaje de la
conferencia de paz Ginebra 2 hasta que la cuestión palestina se resuelva
en función de lo que quiere Estados Unidos. Durante la segunda sesión
de Ginebra 2, mientras que el secretario de Estado John Kerry hablaba de
paz, Phil Gordon reunía en Washington a los jefes de los servicios
secretos de Jordania, Qatar, Arabia Saudita y Turquía para preparar un
enésimo ataque contra Siria. Estos conspiradores han reunido en Jordania
un ejército de 13 000 hombres, de los que sólo 1 000 han recibido
un breve entrenamiento militar para pilotear blindados y tomar Damasco.
El problema es que esa columna corre el riesgo de ser destruida por el
Ejército Árabe Sirio antes de alcanzar la capital siria. Pero sus
padrinos no logran ponerse de acuerdo sobre la manera de defender
esa fuerza sin equiparla con armamento antiaéreo, que pudiera ser
utilizado después contra la aviación de Israel.
Karen Donfried es la ex oficial nacional de inteligencia a cargo de Europa. Dirigió durante mucho tiempo el German Marshall Fund
en Berlín. Actualmente se dedica a manipular a la Unión Europea para
enmascarar el intervencionismo de Washington en Ucrania. A pesar de la
reciente revelación del contenido de una conversación telefónica de la
embajadora estadounidense Victoria Nuland, la señora Donfried logró
hacerles creer a los europeos que el objetivo de la oposición de Kiev
era unirse a la Unión Europea y que estaban luchando por la democracia,
cuando en realidad más de la mitad de los amotinados de la plaza Maidan
son miembros de partidos nazis y agitan retratos de Stepan Bandera,
quien colaboró con la ocupación nazi durante la Segunda Guerra Mundial.
Para terminar, Ricardo Zúñiga es nieto del Ricardo Zúñiga que presidió
el Partido Nacional de Honduras y que organizó los golpes de Estado
militares de 1963 y 1972 a favor del general López Arellano. El nuevo
Zúñiga dirigió la estación de la CIA en La Habana, donde reclutó agentes
y los financió para fabricar una oposición contra Fidel Castro. Y ahora
moviliza a la extrema derecha trotskista en Venezuela para derrocar al
presidente Nicolás Maduro acusándolo de stalinismo.
La parte mediática de estas operaciones está en manos de Dan Rhodes,
el especialista en propaganda que se encargó en el pasado de escribir la
versión oficial de lo sucedido el 11 de septiembre de 2001 redactando
el informe de la comisión presidencial. En ese informe, Rhodes eliminó
toda huella del golpe de Estado militar que se produjo aquel día (al
presidente George W. Bush se le retiró el poder sobre las 10 de la
mañana y no se le devolvió hasta la noche, todo su gabinete y los
miembros del Congreso fueron confinados en búnkeres, supuestamente para «garantizar su seguridad») para que sólo quedara el recuerdo de los atentados.
En las operaciones organizadas contra Siria, Ucrania y Venezuela, la
narrativa estadounidense reposa exactamente sobre los mismos principios:
acusar a los gobiernos de matar a sus propios ciudadanos, calificar a
los opositores de «democráticos», adoptar sanciones contra los «asesinos» y, en definitiva, concretar un golpe de Estado.
El movimiento comienza siempre con una manifestación en la que mueren
opositores pacíficos y ambos bandos se acusan mutuamente de los hechos
de violencia. En realidad, fuerzas especiales o elementos a las órdenes
de Estados Unidos o de la OTAN, convenientemente ubicados, disparan a la
vez contra la multitud y contra la policía. Así sucedió en Deraa
(Siria) en 2011, al igual que en Kiev (Ucrania) y en Caracas (Venezuela)
en los últimos días. En el caso de Venezuela, las autopsias practicadas
demuestran que 2 víctimas –un manifestante de la oposición y otro
favorable al gobierno– fueron baleadas con la misma arma.
Calificar a los opositores de «democráticos» es un simple
juego de retórica. En Siria, se trata de takfiristas financiados por la
peor dictadura del planeta: la de Arabia Saudita. En Ucrania, son unos
cuantos proeuropeos sinceros rodeados de un montón de nazis.
En Venezuela, son jóvenes trotskistas de familias acomodadas respaldados
por milicias a sueldo de dueños de empresas. Y en todos los casos
aparece el seudo opositor estadounidense John McCain para proclamar su
solidaridad con los opositores locales, sean verdaderos o falsos.
Del apoyo a los opositores se encarga la National Endowment for Democracy
(NED). La NED es una agencia gubernamental estadounidense que se
presenta como una ONG financiada por el Congreso de Estados Unidos.
La realidad es que la NED fue creada por el presidente Ronald Reagan,
en asociación con Canadá, Gran Bretaña y Australia. La dirigen
el neoconservador Carl Gershman y Barbara Haig, la hija del general
Alexander Haig (ex comandante supremo de la OTAN y posteriormente
secretario de Estado bajo la administración Reagan). Es precisamente
la NED –en realidad el Departamento de Estado– quien moviliza al senador
«de oposición» John McCain.
En este dispositivo no podía faltar la Albert Einstein Institution, «ONG» financiada por la OTAN. Creada por Gene Sharp en 1983, la NED formó agitadores profesionales a través del CANVAS [1] –en Serbia – y de la Academy of Change –en Qatar.
En todos los casos, Susan Rice y Samantha Power adoptan
invariablemente la misma pose de justa indignación antes de dictar la
adopción de sanciones –a las que rápidamente se suma la Unión Europea–
cuando en realidad son ellas mismas quienes se dedican a orquestar
previamente los actos de violencia.
Queda entonces por llegar a concretar los golpes de Estados, lo que no siempre funciona.
Así trata Washington de demostrarle al mundo que sigue siendo el amo.
Para garantizar los resultados, emprendió las operaciones en Ucrania y
en Venezuela mientras se desarrollaban los Juegos de Sochi. Así
garantizaba que Rusia no tomara medidas de respuesta, con tal de evitar
que algún atentado de los terroristas islamistas le echara a perder la
fiesta olímpica.
Pero los Juegos de Sochi terminaron este fin de semana. Y ahora le toca jugar a Moscú.
Polonia, nueva cabeza de playa en el plan desestabilizador de la OTAN
Como
celoso servidor de los intereses de Estados Unidos, Polonia está
desempeñando oficialmente, en su relación con Ucrania, el papel del
turco de guardia. Al igual que Turquía, utilizada como trampolín para el
envío de hombres y medios a los terroristas que operan en Siria,
Polonia está prestando el mismo tipo de apoyo en el caso de Ucrania.
El primer ministro de Polonia, Donald Tusk, declaró el 22 de febrero
de 2014 que su país ya estaba garantizando los cuidados necesarios a los
opositores heridos en Kiev y que se había ordenado al ministerio del
Interior polaco y a las fuerzas armadas que reforzaran esa ayuda
poniendo varios hospitales a la disposición de esos elementos [1]. El ministro de Salud confirmó los contactos entre Varsovia y los rebeldes de Kiev para «organizar los cuidados [médicos] a los heridos ucranianos».
De lo anterior se desprende que Polonia extendió de hecho en cerca de
500 kilómetros dentro del territorio ucraniano la zona sobre la cual
pretende ejercer su influencia, tanto a través de la acción clandestina
como mediante la diplomacia. En Ucrania, los servicios de inteligencia
de Polonia no se limitan a «ayudar a los heridos ucranianos» [de
los grupos terroristas]. Razón de más para suponer que las regiones
ucranianas fronterizas con Polonia –Lvov y Volyn– están más expuestas
aún a la influencia de Varsovia. Casualmente o no, el hecho es que la
región de Lvov ya trató de declararse independiente. Al igual que
Varsovia –que lo hizo en el pasado y lo está haciendo actualmente–,
Ankara ejerció su influencia dentro del territorio sirio en el momento
más álgido de la crisis que sacude ese país árabe. No podemos olvidar
que Turquía también ha albergado y prestado ayuda médica en su propio
territorio a los combatientes (terroristas) heridos en Siria.
Para entender mejor cómo se ha aplicado el método de intervención de «dirección desde la retaguardia»,
es importante analizar aquí la similitud entre las relaciones que
Polonia y Turquía mantienen con sus respectivos vecinos –Ucrania y
Siria.
En primer lugar, la estrategia de «dirección desde la retaguardia» ha sido definida como «un apoyo militar de Estados Unidos, que se mantiene en la sombra y deja a otros los eslóganes y la propaganda».
Es esa la estrategia adoptada para las guerras que se libran en teatros
de operaciones donde, por diversas razones, Estados Unidos prefiere
no implicarse abiertamente. Se basa esa estrategia en el uso de aliados,
de «caciques» regionales a quienes se confía la misión
de avanzar en la consecución de objetivos geopolíticos y geoestratégicos
de Estados Unidos a través de un dispositivo de guerra asimétrica,
mientras que Washington redespliega sus propias fuerzas en Asia, donde
quiere llevar a cabo ante China una disuasión de tipo convencional.
En el escenario europeo, al igual que en el Medio Oriente,
es Estados Unidos quien mueve los hilos. Polonia y Turquía son para
Washington las mejores marionetas que podía soñar, dirigidas ambas
contra sus respectivas vecinas: Ucrania y Siria. Los estadounidenses se
encargan principalmente del entrenamiento de las bandas de «oposición»
y de la labor de inteligencia. Por su parte, Polonia y Turquía hacen
el trabajo que se les asigna aportando un respaldo directo al despliegue
de esos grupos dentro del territorio de los países atacados.
En Ucrania, Estados Unidos ha estado infiltrando ONGs durante más de
10 años para penetrar la plaza, asignándoles –entre otras cosas– 5 000
millones de dólares para «ayudar el país a instaurar instituciones democráticas» [2]. En la campaña desatada contra Kiev, la NED (National Endowment for Democracy) [3] desempeñó un importante papel en hacer que la opinión pública ucraniana se tragara una reedición del engañoso video Kony 2012, utilizado como pretexto para reforzar la presencia militar de Estados Unidos en África central [4]. En el caso de Siria, los aterradores reportajes de «Danny» en la CNN fueron utilizados de la misma manera, en 2012, para desacreditar al régimen de Damasco [5].
Pero la similitud no termina ahí.
Tanto Polonia como Turquía son Estados situados en las fronteras de la OTAN. Polonia es presentada como «el más importante de todos los países fronterizos de la Alianza en términos de poderío económico, político y militar».
Polonia y Turquía, comparadas con sus vecinos –Ucrania y Siria–
presentan un importante interés geoestratégico y una aplastante
superioridad en el plano demográfico. Ambos países padecen además de
un complejo de inferioridad provocado por su gloria imperial perdida (en
el caso de Polonia, pérdida de su unión con Lituania y, en el caso de
Turquía, pérdida del imperio otomano). También comparten una larga
frontera terrestre con los países que están en el colimador de «una transición democrática».
Y tienen en común importantes lazos culturales y políticos con
sus vecinos, vínculos heredados de los imperios desaparecidos, que se
remontan a épocas lejanas, muy anteriores al inicio de sus crisis
respectivas. Todo lo anterior confiere a Polonia y Turquía cartas de
gran importancia para intervenir en el futuro campo de batalla,
de manera oficial o no, y para realizar operaciones de inteligencia.
En Polonia y en Turquía existen también importantísimas instalaciones militares. La US Air Force
dispone de una gran base aérea en Incirlik (sur de Turquía) donde
también hay un importante radar del sistema de defensa antimisiles
posicionado en el este. Por su parte, Polonia puso a disposición de
Estados Unidos la base aérea de Lask y un puesto avanzado de la defensa
antimisiles en el noreste de su territorio, cerca de Kaliningrado.
Cuando se observa el desarrollo de la campaña de los sublevados, que
están cumpliendo en Ucrania una misión ya previamente establecida, salta
a la vista una evidencia extremadamente inquietante: los metodos de los
fascistas ucranianos se parecen cada vez más a los de los yihadistas
que operan en Siria. Al igual que en Damasco, en 2011, donde
francotiradores bien ubicados (posteriormente identificados como
rebeldes) disparaban al azar contra la multitud, una lluvia de balas
se abatió sobre los civiles en Kiev, donde incluso un reportero de la
televisión rusa Russia Today se vio bajo fuego.
El reclamo de independencia de Lvov puede compararse con la
declaración de autonomía de los kurdos del norte de Siria. En ambos
casos se trata de regiones colindantes con el Estado que se inmiscuye en
los asuntos internos de su vecino, por cuenta del amo estadounidense.
Aparece también el mismo paralelismo en la toma de control –por los
rebeldes ucranianos y sirios– de los puestos fronterizos que
les garantizan el contacto con el Estado que los respalda. Para Ankara y
Varsovia, esas acciones tienen el evidente mérito de facilitar el envío
de armas, hombres y medios a los terroristas cuyo surgimiento han
estimulado. Y cuando los sublevados ya no logran mantener el control de
las zonas fronterizas, recurren al saqueo de las instalaciones de las
fuerzas gubernamentales de las que han logrado apoderarse y roban armas,
ya sea arrebatándoselas a los miembros de las fuerzas del orden que
logran capturar o asaltando edificio oficiales [6].
En el caso de Siria, los yihadistas acostumbran a secuestrar gente que
utilizan como rehenes y a perpetrar ejecuciones sumarias. Sus émulos
ucranianos van por el mismo camino, como lo demuestra la captura de
60 policías en Kiev.
Los ejemplos mencionados demuestran claramente que las operaciones de
desestabilización emprendidas en Ucrania y Siria siguen un plan bien
establecido. Estados Unidos está al mando de las operaciones y aplica su
estrategia de «dirección desde la retaguardia». Manipula para
ello a Estados traumatizados por el derrumbe de los imperios de los que
algún día formaron parte. Apunta hacia territorios de gran importancia
para los intereses de Estados Unidos, situados allí donde Washington
prefiere no intervenir directamente, mantener en secreto su propio papel
y poder negar fácilmente su propia implicación.
Existe también otra práctica que se extiende cada vez más:
la utilización de grupos extremistas regionales fanatizados para
orquestar a través de ellos un trabajo de desestabilización a largo
plazo. En el Medio Oriente se recurre a los islamistas radicales para
organizar y exportar el caos. En Ucrania, el equivalente local de los
wahabitas a los que se recluta para la realización de ciertas
operaciones parecen ser –cada vez más frecuentemente– los grupos de
extrema derecha, léase nazis. Ucrania puede perfectamente convertirse en
campo de entrenamiento para otros grupos de la extrema derecha europea.
Es de temer además que los grupos de facciosos que actualmente operan
en Ucrania decidan vender su experiencia al mejor postor en los demás
Estados europeos.
Así como Turquía amamantó a los extremistas islámicos mediante
el apoyo de Ankara a los grupos que luchan en Siria, Polonia flirtea hoy
muy peligrosamente con la extrema derecha nacionalista ucraniana, como
lo demuestran sus declaraciones de apoyo a los grupos que recurren a la
violencia y su reciente decisión de evacuar y ayudar a los heridos de
los sublevados, sin entrar a mencionar por el momento las demás formas
de respaldo que se han mantenido en secreto y cuya importancia aún
se desconoce.
Los extremistas islamistas se han salido del control de quienes antes
los manejaban, convirtiéndose ahora en un peligro para todo el Medio
Oriente. De la misma manera, los grupos nacionalistas de extrema derecha
pueden acabar haciéndose incontrolables en Ucrania y poniendo
en peligro toda la Unión Europea.
Cuando se establece la comparación entre Polonia y Turquía y entre
Ucrania y Siria, no queda más remedio que reconocer que el concepto de «primavera árabe» se ha extendido ahora, mucho más profundamente de lo que parece, al panorama europeo.
Mientras los dirigentes de la OTAN se regocijan por el golpe de Estado
en Kiev, presentado a la opinión pública de Occidente como una nueva
revolución, en el terreno se invierte la situación. Después de desplazar
a un gobierno de delincuentes que buscaban el mejor postor entre
Washington y Moscú, ahora son los agentes de Estados Unidos quienes se
ven obligados –ya en el ejercicio del poder– a enfrentar los disturbios
que anteriormente organizaron. El problema es que el país está arruinado
y nadie, sea quien sea, podrá sacarlo rápidamente de la bancarrota. Y
ahora Rusia puede defender sus intereses sin tener por ello que asumir
las consecuencias de los 20 años de corrupción que antecedieron la nueva
situación.
Durante los Juegos de Sochi, Rusia no reaccionó ante los acontecimientos ucranianos [1].
Mientras se producían los graves desórdenes registrados en Kiev y en
otras capitales de provincias ucranianas, la prensa rusa siguió
dedicando sus titulares a las hazañas de sus deportistas. El Kremlin
consideraba, en efecto, que en cualquier momento los enemigos de Rusia
podían tratar aún de convertir la fiesta deportiva en un baño de sangre.
Tal y como estaba previsto, para el momento de la clausura de los
Juegos, el poder ya había cambiado de manos en Kiev. Ampliamente
desinformada, la opinión pública occidental tuvo la impresión de que se
había producido una revolución proeuropea.
Sin embargo, la divulgación de una conversación telefónica entre la
secretaria de Estado adjunta, Victoria Nuland, y el embajador de
Estados Unidos en Kiev, Geoffrey R. Pyatt, no deja lugar a dudas sobre
la existencia del complot estadounidense [2]. A golpe de imágenes falsas, un gobierno de corruptos [3] fue presentado a la opinión como una banda de torturadores rusófilos [4]. Como en todas las demás «revoluciones de colores»,
misteriosos francotiradores posicionados en los techos dispararon
contra la multitud y también contra la policía, y se responsabilizó al
gobierno con esos hechos.
En medio de la confusión, la opinión pública occidental tuvo la impresión de que «el pueblo»
se había apoderado de los palacios nacionales. La realidad es que,
mientras los activistas –en su mayoría nazis– se batían en la plaza
Maidan bajo los lentes de las cámaras de televisión, en otros lugares de
la ciudad eran los politiqueros quienes penetraban discretamente en los
palacios nacionales. Por ese lado, los europeos pueden dormir
tranquilos: no fueron los nazis quienes se instalaron en el poder.
Los nazis ucranianos nada tienen que ver con la extrema derecha que
se conoce en Europa occidental, por lo general abiertamente sionista
(con excepción del Frente Nacional francés). Durante la guerra fría, los
nazis ucranianos fueron incorporados a las redes stay-behind de la OTAN para sabotear la economía soviética. Posteriormente, Polonia [5]
y Lituania se encargaron de arroparlos. Durante los pasados 3 meses de
manifestaciones se les unieron islamistas tártaros especialmente traídos
de regreso desde Siria, donde estaban en plena yihad [6].
Habitantes históricos de Crimea, a los que Stalin decidió dispersar por
haberse unido a los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, los
tártaros viven hoy principalmente en Ucrania y Turquía. En la plaza
Maidan demostraron la pericia adquirida en Siria: mutilando policías y
sacándoles los ojos [7].
La revolución de la plaza Maidan sirve para enmascarar un golpe de Estado extremadamente clásico [8]. En presencia de «diplomáticos»
estadounidenses, la Rada [parlamento ucraniano] violó la Constitución
abrogándola sin referéndum. Destituyó, sin debate ni proceso, al
presidente en ejercicio y puso los poderes legislativos y ejecutivos en
manos del ex jefe de los servicios secretos, Alexander Turchinov.
Este nuevo dictador designó como primer ministro a Arseni Yatseniuk,
lo cual coincide –¡Oh casualidad!– con los cálculos expresados desde
mucho antes –en la conversación telefónica anteriormente mencionada– por
la secretaria de Estado adjunta Victoria Nuland. El nuevo primer
ministro conformó un gabinete que fue presentado a los manifestantes en
la plaza Maidan. Estos últimos, ahora mucho más numerosos y en una
proporción en la que los nazis ya vienen siendo sólo una tercera parte,
abuchearon a varios de miembros del nuevo gabinete porque son judíos.
En Crimea, donde está basada la flota rusa del Mar Negro y la mayoría
de la población es rusa, el parlamento regional, también presa de una «inspiración revolucionaria»,
derrocó el gobierno local (fiel a Kiev) y nombró uno nuevo (pro-ruso).
Simultáneamente, hombres uniformados, pero sin bandera ni insignias,
tomaron el control de los edificios oficiales y del aeropuerto,
impidiendo así la posible llegada de fuerzas enviadas por el nuevo
gobierno de Kiev.
En Kiev, la Rada denunciaba un acto de injerencia rusa y llamaba a que se respete el Memorándum de Budapest.
En 1994, Estados Unidos, el Reino Unido y Rusia firmaron un acuerdo
sobre el congelamiento de las fronteras de Ucrania a cambio de su
renuncia al arma nuclear [9].
Para Moscú, sin embargo, ese acuerdo perdió toda vigencia desde que fue
violado por Washington y Londres en el momento de la «revolución naranja» de 2004 [10] y, con más razón aún, con el golpe de Estado de la semana pasada.
¿Qué va a pasar ahora? El 25 de mayo tendrá lugar la elección del
Parlamento Europeo y Kiev organiza una elección presidencial mientras
que Crimea realizará un referéndum de autodeterminación. Cuando Crimea
sea independiente podrá optar por reintegrarse a la Federación Rusa, de
la que formó parte hasta 1954.
Por su parte, la Unión Europea tendrá que ver cómo se las arregla
para responder a las esperanzas que tanto se esforzó por suscitar
en Ucrania, y tendrá por lo tanto que pagar –no se sabe con qué fondos–
al menos una parte de los 35 000 millones de deuda ucraniana. Por su
parte, los nazis de la plaza Maidan no regresarán a la clandestinidad
sino que van a exigir formar parte del gobierno.
Pero la historia no parará ahí porque todavía quedarán por resolver,
para el Kremlin, los problemas de la parte oriental de Ucrania –con una
numerosa población rusa y una importante industria de defensa– y también
de Transnitria (la antigua Besarabia, que sirvió en el pasado de centro
de investigación para la cohetería soviética). Este pequeño país, de
población rusa, que no aparece en los mapas porque no es miembro de
la ONU–, proclamó su independencia en el momento de la disolución de la
URSS pero aún está considerado como parte de Moldavia. Resistió
valientemente a la guerra que contra él desataron en 1992 Moldavia, la
fuerza aérea rumana y los consejeros de la OTAN [11]. Logró conservar el modelo social soviético, adoptando a la vez instituciones democráticas, y hoy en día una «fuerza de paz» rusa garantiza su seguridad [12].
Como mínimo, una veintena de kilómetros cuadrados de territorio
ucraniano podrían sublevarse y unirse a Transnitria, ofreciéndole así
una salida al Mar Negro, pero Ucrania se vería entonces separada de su
apéndice occidental. En el mejor de los casos, para unir
territorialmente la península de Crimea con el territorio de Transnitria
habría que tomar varios cientos de kilómetros de costa, incluyendo la
ciudad de Odesa.
Por lo tanto, continuarán los desórdenes en Ucrania. Con
la diferencia de que Estados Unidos y la Unión Europea se verán ahora en
la situación del «cazador cazado» y será su turno de enfrentar
el caos. Además de la pesada carga financiera, ¿cómo van a arreglárselas
para controlar a sus victoriosos aliados nazis y yihadistas?
La demostración de fuerza orquestada por Washington se halla ahora
a punto de convertirse en un fiasco [13].
Después de Yugoslavia, ¿le ha llegado el turno a Ucrania?
En Europa Occidental, la opinión pública observa erróneamente la crisis
ucraniana como una simple rivalidad entre occidentales y rusos. Pero lo
que le interesa a Washington no es que Ucrania se incorpore a la Unión
Europea sino privar a Rusia de uno de sus socios históricos. Y para
lograr su objetivo, Estados Unidos está dispuesto a provocar una nueva
guerra civil en Europa.
Después de desmembrar Yugoslavia con una guerra
civil de 10 años (de 1990 a 1999), ¿ha decidido Estados Unidos destruir
Ucrania de la misma manera? Eso hacen pensar las maniobras que está
preparando la oposición para su realización durante los Juegos Olímpicos
de Invierno de Sochi.
Ucrania ha estado dividida históricamente entre el oeste, con una
población favorable a la Unión Europea, y el este, cuya población es
favorable al acercamiento con Rusia. A esos dos grupos se agrega una
pequeña minoría musulmana en Crimea. Después de la independencia, el
Estado ucraniano fue debilitándose. Aprovechando la confusión,
Estados Unidos organizó en 2004 la llamada «revolución naranja» [1],
que puso en el poder un clan mafioso proatlantista. Cuando Moscú
respondió anulando sus subvenciones al precio de gas, los occidentales
dieron la espalda al gobierno naranja a la hora de pagar sus compras de
gas a precio de mercado. El gobierno naranja perdió la elección
presidencial de 2010 y la presidencia pasó a manos de Viktor Yanukovich,
político corrupto y a veces pro-ruso.
El 21 de noviembre de 2013, el gobierno ucraniano renuncia al acuerdo
de asociación negociado con la Unión Europea. La oposición responde a
esa decisión con una serie de manifestaciones en Kiev y en la parte
occidental del país, manifestaciones que rápidamente toman un cariz
insurreccional. La oposición exige elecciones legislativas y
presidenciales anticipadas, pero se niega a formar un gobierno cuando
el presidente Yanukovich le propone hacerlo, luego de la renuncia del
primer ministro. Ya para entonces, Radio Free Europe –radio del
Departamento de Estado estadounidense– había bautizado las
manifestaciones como Euromaidan y, posteriormente, como Eurorrevolución.
Por otro lado, el servicio de seguridad de la oposición lo garantiza Azatlyk,
un grupo de jóvenes tártaros de Crimea que regresó para eso de la yihad
en Siria, en la que participaron con el respaldo del senador
estadounidense John McCain [2].
La prensa atlantista también respalda a la «oposición democrática»
ucraniana y denuncia la influencia rusa. Altas personalidades de los
países miembros de la alianza atlántica incluso se han tomado el trabajo
de presentarse personalmente ante los manifestantes, como la secretaria
de Estado adjunta y ex embajadora de Estados Unidos ante la OTAN
Victoria Nuland y el ya mencionado senador estadounidense John McCain,
también presidente de la rama republicana de la NED. La prensa rusa
denuncia, por el contrario, que los manifestantes pretenden derrocar
desde la calle las instituciones ucranianas democráticamente electas.
15 000 nazis con antorchas marchan en Kiev el 1º de enero de 2014.
Al principio, el movimiento parece ser un intento de reeditar la «revolución naranja». Pero el 1º de enero de 2014, el control de la revuelta cambia de manos. El partido nazi Svoboda
[Libertad] organiza una marcha con antorchas que reúne 15 000 personas,
en memoria de Stepan Bandera (1909-1959), el líder nacionalista que
luchó contra los soviéticos aliándose con los nazis. A partir de ese
momento, las paredes de la capital ucraniana se cubren de consignas
antisemitas y se registran ataques callejeros contra personas de origen
judío.
La oposición proeuropea se compone de 3 partidos políticos:
La Unión Panucraniana «Patria» (Bakitchina),
de la oligarca y ex primera ministro Yulia Timochenko (quien
actualmente se halla en la cárcel cumpliendo varias condenas por
malversación de fondos públicos), partido encabezado ahora por el
abogado y ex presidente del parlamento Arseni Yatseniuk.
Defiende la propiedad privada y el modelo liberal vigente en
Occidente. Obtuvo un 25,57% de los sufragios en las elecciones
legislativas de 2012.
La Alianza Democrática Ucraniana por la Reforma (UDAR) del ex campeón de boxeo Vitali Klichko.
Dice ser demócrata-cristiana y obtuvo un 13,98% de los votos en las elecciones de 2012.
La Unión Panucraniana Libertad (Svoboda), del cirujano Oleg Tiagnibok.
Esta formación proviene del Partido Nacional-Socialista de Ucrania.
Se pronuncia por retirar la nacionalidad ucraniana a los judíos. Obtuvo
un 10,45% de los votos en las elecciones legislativas de 2012.
Estos partidos, representados en el parlamento ucraniano, cuentan con el respaldo de:
El Congreso de los Nacionalistas Ucranianos, grupúsculo nazi nacido de las antiguas redes stay-behind de la OTAN en el antiguo Bloque del Este [3].
Es sionista y se pronuncia por la anulación de la nacionalidad de
los judíos ucranianos y su expulsión hacia Israel. Obtuvo un 0,08% de
los votos en las legislativas de 2012.
La
Autodefensa Ucraniana, grupúsculo nacionalista que ha enviado sus
miembros a luchar contra los rusos en Chechenia. También los envió a
Osetia durante el conflicto georgiano.
La oposición ha recibido también el apoyo de la iglesia ortodoxa ucraniana, en rebelión contra el Patriarcado de Moscú.
Desde que el partido nazi salió a la calle, los manifestantes
–a menudo protegidos con cascos y uniformes paramilitares– levantan
barricadas y asaltan los edificios oficiales. Algunos elementos de las
fuerzas policiales también han procedido brutalmente, llegando incluso a
torturar detenidos. Se afirma que han muerto varios manifestantes y que
se cuentan cerca de 2 000 heridos. Los desórdenes siguen propagándose
en las provincias de la parte occidental del país.
Según nuestras propias informaciones, la oposición ucraniana está
tratando de introducir material de guerra comprado en mercados
paralelos. Por supuesto, la compra y traslado de armas en Europa
Occidental es imposible… a no ser que se haga con el consentimiento de
la OTAN.
La estrategia de Washington en Ucrania parece ser una mezcla de las recetas que ya han funcionado anteriormente, durante las «revoluciones de colores», con las fórmulas recientemente aplicadas en las «primaveras árabes» [4].
Estados Unidos ni siquiera trata de ocultarlo, al extremo de haber
enviado a Ucrania una alta funcionaria, Victoria Nuland –adjunta de
John Kerry en el Departamento de Estado– y el senador John McCain –quien
es también presidente del IRI, la rama republicana de la NED [5]–, para expresar su apoyo a los manifestantes.
Al contrario de los casos de Libia y Siria, Washington no tiene en
Ucrania yihadistas que se encarguen de sembrar el caos –aparte de los
extremistas tártaros, pero estos están en Crimea. Así que decidió
utilizar a los nazis, con los que el Departamento de Estado ya había
trabajado anteriormente en contra de los soviéticos y a los que organizó
en partidos políticos después de la independencia.
El lector neófito puede encontrar chocante esta alianza entre la
administración Obama y los nazis. Pero hay que recordar que el
presidente estadounidense Ronald Reagan rindió públicamente homenaje a
varios nazis ucranianos, entre los que se encontraba Yaroslav Stetsko,
primer ministro ucraniano bajo el III Reich y posteriormente convertido
en jefe del Bloque de Naciones Antibolcheviques y miembro destacado de
la Liga Anticomunista Mundial [6].
Uno de sus lugartenientes, Lev Dobriansky, fue embajador de
Estados Unidos en Bahamas. Y la hija del propio Dobriansky, Paula
Dobriansky, fue subsecretaria de Estado para la democracia (sic) en la
administración de George W. Bush. Fue precisamente la señora Dobriansky
quien financió durante 10 años una serie de estudios históricos
destinados a hacer olvidar que el Holodomor, la gran hambruna que
asoló Ucrania en 1932-1933, también devastó Rusia y Kazajstán y hacer
creer que fue una decisión deliberada de Stalin tomada para acabar con
el pueblo ucraniano [7].
La realidad es
que Washington, que respaldó el partido nazi alemán hasta 1939 y siguió
haciendo negocios con la Alemania nazi hasta finales de 1941, nunca tuvo
se planteó problemas morales hacia el nazismo, como tampoco se los
plantea en este momento cuando respalda militarmente el yihadismo en
Siria.
Las élites de Europa Occidental, que tanto utilizan el nazismo como
pretexto para perseguir a los aguafiestas –como puede comprobarse en
Francia con la polémica sobre la «quenelle» de Dieudonné M’Bala M’Bala [8]– han olvidado el verdadero significado de la palabra «nazi».
En 2005, cuando la entonces presidenta de Letonia, Vaira
Vike-Freiberga, rehabilitó el nazismo, prefirieron mirar para otro lado
como si fuera algo sin importancia [9].
Ahora, apoyándose en meras declaraciones a favor de la Unión Europea,
su candoroso atlantismo los lleva a respaldar al peor enemigo de los
europeos. La guerra civil podría comenzar en Ucrania, durante los Juegos
Olímpicos de Sochi.
Según el gobierno y sus voceros extranjeros, Venezuela enfrenta ahora un
intento de golpe de Estado fascista y proimperialista. Según los
conservadores de todo el mundo y la prensa del gran capital, estaríamos
ante legítimas protestas democráticas de masa, duramente reprimidas por
una dictadura socialista. La realidad es otra.
Un golpe de
Estado es imposible dado que las fuerzas armadas –incluso el sector más
conservador de las mismas y los militares integrados en la
boliburguesía– apoyan la llamada revolución bolivariana; es
decir, un proyecto nacionalista y distribucionista con apoyo popular, un
capitalismo de Estado apoyado en la renta petrolera y envuelto en una
retórica socialista, un intento de dirección vertical,
paternalista y burocrático de la economía que intenta asentar al
gobierno en una movilización de las mayorías y sólo considera
marginalmente las ganancias de los capitalistas. Aunque en vida de Hugo
Chávez el gobierno trataba mucho más de erguirse por sobre las clases
fundamentales pero apoyándose en los trabajadores, todavía hoy el
aparato estatal, en el que el factor más sólido son las fuerzas armadas,
pese a sus virajes y a su creciente conservadurismo, sigue siendo
nacionalista popular.
Lo que presenciamos es la
movilización desestabilizadora del sector venezolano dirigido por
Leopoldo López, del partido opositor Voluntad Popular, que está
estrechamente ligado al Tea Party, a la extrema derecha estadunidense y
mundial, a la oposición colombiana y sus representantes militares y
paramilitares dirigida por Álvaro Uribe. Dicho sector no acepta la
táctica de la mayoría de la oposición dirigida por Capriles que reconoce
que el gobierno es legal y cuenta con un apoyo mayoritario pero espera
recoger en un futuro próximo el descontento popular por la carestía, la
inflación, la escasez y la inseguridad y cambiar a su favor la relación
de fuerzas sociales aplicando demagógicamente un chavismo sin Chávez.
Los
fascistas dirigidos por López y financiados por Estados Unidos y Uribe
no pueden esperar dos años hasta la realización de un referéndum
revocatorio del mandato del presidente Nicolás Maduro (que, además,
temen perder como perdieron las elecciones anteriores). Sus
movilizaciones desestabilizadoras buscan presionar a la tendencia
conciliadora existente desde hace rato en las filas gubernamentales y al
ala más conservadora de los militares para lograr o un gobierno de
unidad nacional al que se incorporasen políticos proimperialistas o
grandes empresarios, o un gobierno técnico-militar, lo cual, en ambos
casos, significaría el fin de la revolución bolivariana. Esos
sectores fascistas saben que en las fuerzas armadas existen sectores
integrados en la boliburguesía y otros que temen y reprimen al
movimiento obrero aplicando la idea stalinista de que toda huelga obrera
independiente del gobierno socialista es contrarrevolucionaria y por eso acabaron a tiros con la huelga de los trabajadores de la Mitsubishi.
El
gobierno de Maduro está desconcertado y, entre otros errores, pasó de
calificar de fascistas y agentes de Washington a todos los opositores
sin excepción, incluidos los que simplemente son conservadores, están
engañados o protestas con motivos concretos, a ceder a la presión del
ala del chavismo encabezada por el ex vicepresidente José Vicente
Rangel, persona muy honorable pero conciliadora, quien propuso e impuso
un diálogo prácticamente incondicional con las fuerzas sociales de la
derecha al cual concurrieron los sectores empresariales pero que fue
rechazado por los partidos de la oposición. Este alternarse entre las
amenazas y acusaciones verbales de Maduro y las necesarias medidas
gubernamentales destinadas a separar el centro derecha de la extrema
derecha, le quita autoridad al presidente y deja a las bases chavistas
en la incertidumbre política.
Evidentemente, ni los empresarios
creen posible un golpe que sólo contaría con posibilidades de éxito si
fuese respaldado por una invasión desde Colombia o de los marines y que
llevaría a la guerra civil con resultados muy inciertos, ya que uniría a
la mayoría de los venezolanos contra los agresores ni los trabajadores
quieren esa guerra.
De modo que la negociación política se
impone, pero no a cualquier costo, pues las conquistas sociales y los
gérmenes de poder popular no sólo son irrenunciables sino que también
deben ser urgentemente consolidados y ampliados como única garantía para
la defensa de la soberanía popular y del país y como única vía para
salir de modo positivo de esta crisis económica y política.
Los
gobiernos de Brasil y de Cuba, en particular, con el apoyo de Bolivia y
Ecuador y el tibio sostén argentino y uruguayo, tratan de ayudar al
gobierno venezolano a capear la crisis económica y de contrarrestar la
presión oficial de Washington a favor de la oposición ultrareaccionaria
pero Maduro, por sus oscilaciones y por sus declaraciones místicas, no
es una figura muy popular ni siquiera en esos países, donde Chávez
contaba en cambio con gran respaldo. Para colmo, hay una seria amenaza
en el futuro, ya que Estados Unidos podría lograr en cuatro años la
autosuficiencia en combustibles y el petróleo venezolano ya no le
resultaría imprescindible.
Por lo tanto, la garantía de la revolución bolivariana
y de la apertura de la vía para avanzar hacia el socialismo consiste en
la movilización de los trabajadores, su actividad independiente, el
desarrollo de las experiencias de poder popular y la alianza entre ellos
y los más democráticos en las fuerzas armadas para enfrentar los
intentos de alianza entre la vieja burguesía y la boliburguesía. Una vez
más, como en el Chile de Allende en los setenta, para consolidar hay
que avanzar.
«Detrás de esos estudiantes se esconde la oposición golpista»
Las maniobras desestabilizadoras contra los gobiernos que no son del
gusto de Washington se repiten constantemente y, a menudo, se parecen.
Entrevistado por el diario argelino El Watan, el investigador
francés Salim Lamrani observa que los actos de violencia registrados
recientemente en Venezuela dejan una fuerte impresión de «déjà vu».
El Watan: En
su opinión,¿cuál sería el peso real en términos de representatividad y
de movilización de los estudiantes que participan en las protestas?
Salim Lamrani: Las actuales manifestaciones en
Venezuela son una reminiscencia preocupante de los acontecimientos
de abril de 2002, que desembocaron en un golpe de Estado contra el
gobierno elegido democráticamente del presidente Hugo Chávez.
Recordemos que, en 2002, protestas similares organizadas por la
derecha venezolana causaron varias víctimas tanto entre los partidarios
del gobierno como entre sus detractores.
Y ya sabemos lo que sucedió después: una parte del ejército en
contubernio con los medios de prensa privados y con la oposición radical
rompieron el orden constitucional e impusieron una dictadura que
afortunadamente, gracias a la movilización masiva del pueblo, sólo duró
48 horas.
No se puede tapar el sol con un dedo. Detrás de esos estudiantes –que
están lejos de representar a toda la masa estudiantil de Venezuela– se
oculta la oposición golpista y antidemocrática, apoyada política y
financieramente por Estados Unidos, oposición que siempre se ha negado a
aceptar la voluntad popular desde 1998.
El objetivo es desestabilizar el país para justificar luego el uso de
la fuerza contra Venezuela. Dado que la derecha venezolana ha sido
incapaz, desde 1998, de tomar el poder por la vía democrática, está
optando por la violencia.
El Watan: ¿Hasta qué punto es legítima la
aspiración democrática de la protesta de los estudiantes que se
manifiestan en las calles de Caracas contra "la carestía de la vida y
la inseguridad"? ¿Estamos frente a un nuevo enfrentamiento entre la
oposición liberal –que utiliza en este caso a los jóvenes– y los
chavistas, acusados de "absolutismo"?
Salim Lamrani: En la historia de América Latina,
ningún gobierno tuvo tanta legitimidad democrática como el de Hugo
Chávez, quien ganó 16 de las 17 elecciones a las que se sometió en
15 años. A pesar de eso, los medios de prensa occidentales lo denigraban
constantemente y presentaron de él una imagen caricaturesca, que estaba
muy lejos de la realidad del proceso bolivariano.
Me parece que la manera como los medios informativos occidentales
presentan la Revolución Bolivariana constituye uno de los mayores
fracasos del periodismo.
El actual presidente Nicolás Maduro fue elegido en unas elecciones
democráticas, reconocidas por las más eminentes instituciones
internacionales, desde la Unión Europea hasta la Organización de Estados
Americanos (OEA) y pasando por el Centro Carter.
Desde su llegada al poder, en abril de 2013, hubo dos procesos
electorales y en ellos Nicolás Maduro triunfó con total transparencia.
La inseguridad y la carestía de la vida son pretextos para justificar
actos violentos. Resulta curioso ver que las tasas de criminalidad más
elevadas se registran precisamente en los Estados gobernados por la
oposición.
En cuanto a la carestía, se debe en gran parte a los especuladores
que acaparan productos de primera necesidad con el fin de crear escasez
artificialmente. Las autoridades han tomado medidas concretas para
luchar contra esos abusos que constituyen graves delitos.
Hablar de "absolutismo" en Venezuela, un país donde el 80% de
los medios de prensa son privados y donde la oposición controla amplios
sectores de la economía, no es serio.
El Watan: ¿Está viviendo Venezuela una primavera
latina o es esto otro episodio de lo que se ha dado en llamar la
"Guerra Fría 2.0"? ¿Cuál es el papel real de Estados Unidos en los
acontecimientos que estremecen Venezuela?
Salim Lamrani: La democracia venezolana está en
grave peligro a causa de las actividades violentas y subversivas de la
oposición. El poder se gana en las urnas, no mediante el crimen.
Estados Unidos está desempeñando un papel clave en la
desestabilización de Venezuela. Venezuela es el quinto productor de
petróleo del mundo y la llegada de Chávez al poder permitió al país
dotarse de una soberanía política, económica y energética. Ahora las
riquezas nacionales se destinan a la mayoría y no sólo a las
transnacionales estadounidenses y a la oligarquía petrolera.
El Watan: ¿Acaso la división política que
caracteriza a Venezuela desde la llegada de Chávez ha llegado a dividir a
la juventud venezolana en dos campos que se enfrentan con dos nociones
antagónicas de la "revolución"?
Salim Lamrani: Ningún gobierno venezolano ha hecho
tanto por la juventud del país como el de Hugo Chávez y Nicolás Maduro,
tanto en términos de educación como de salud, de acceso a la cultura y
al tiempo libre. Las manifestaciones de algunos estudiantes –procedentes
en su inmensa mayoría de las clases acomodadas del país– no son
representativas de todo el medio universitario. Antes de la Revolución
Bolivariana, el 80% de la población no tenía voz ni voto.
El Watan: ¿Cómo ve el futuro? ¿Existe un riesgo de inestabilidad en la región?
Salim Lamrani: Toda América Latina condenó los
incidentes violentos registrados en Venezuela y rechaza los intentos
golpistas de la oposición. Las instituciones son fuertes en Venezuela y
los dirigentes ya tienen 15 años de experiencia en la lucha contra la
subversión. De todas formas, América Latina jamás aceptará otro 11 de
abril de 2002 (fecha de la intentona golpista contra el presidente
Hugo Chávez).
Entrevista al periodista y escritor venezolano Modesto Emilio Guerrero
Mario Hernandez (MH): Hemos cortado el audio de Gonzalo Gómez,
director de Aporrea, porque estamos comunicados con Modesto Emilio
Guerrero y queríamos aprovechar para que nos diera un panorama de lo que
está sucediendo actualmente en Venezuela.
Modesto Emilio Guerrero (MEG):
Se puede definir al día de hoy, que la aventura, la intentona golpista
fue frenada o controlada. Derrotada es una palabra un poco más compleja
porque significaría que fueron aplastados y eso no es verdad. Hablo en
términos políticos, no físicos. Las fuerzas quedaron intactas, las están
reagrupando, hoy (25.2) cortaron una autopista, o sea, están vivitos y
coleando. No han sido derrotados pero sí desmantelados, preso su
dirigente y su segundo, el asistente de Leopoldo López, controlada
militarmente la ciudad de Táchira que habían tomado toda, completa,
incendiado la mitad o más de las plazas. Fue donde ocurrió el primer
muerto. También la ciudad de Mérida, que querían convertir en una
segunda Táchira, ya está controlada por los movimientos y la policía,
sin participación militar. Solo les queda el este de Caracas que es una
zona donde siguen haciendo marchas.
MH: Me gustaría que
ubicaras geográficamente a Táchira porque tengo entendido que es una
provincia muy importante por la cercanía con Colombia.
MEG:
Es un estado andino en la frontera con Colombia, muy importante
productor agrícola y sobre todo por su ubicación geopolítica y
estratégica, exactamente en el paso que comunica con Colombia, lo que ha
permitido que por allí penetraran los paramilitares que trajeron en
relación directa con Uribe, los dos ex gobernadores antichavistas hasta
el año pasado que el chavismo ganó la gobernación. También entraron
otros por su cuenta como mano de obra desocupada en Colombia que
vinieron a aponerse a la orden de los grandes hacendados. Son los que
han asesinado a una parte de los 284 campesinos de los movimientos
chavistas en más o menos ocho años.
MH: Leí declaraciones
del actual gobernador manifestando su disgusto o posición en contrario
de la represión llevada adelante por el gobierno de Nicolás Maduro.
MEG: Me
las leyeron en dos entrevistas que hice esta mañana y tuve que
contestar que no las conocía. Era muy difícil pensar que hiciera esas
declaraciones, no por bueno, era muy difícil en este momento y de
alguien que no tiene poder interno en el chavismo. Chequeé la
información en Caracas y efectivamente, la información vertida a través
de las agencias internacionales, está manipulada. El dijo, según escuché
en el audio, que tanto López como Simonovich, el comandante de la
masacre de Puente Llaguno, que están presos, deberían ser procesados, no
le pidió al gobierno que los libere. Es cierto que lo plantea en un
terreno muy laxo, fue muy ambivalente, dejó el derecho a pensar, nada
más, pero su declaración no dice lo que sostiene la prensa mundial.
Es
importante saber quién es este personaje Vielma Mora. Fue el director
de lo que en Argentina se llama la AFIP y en Venezuela el SENIAT que se
ocupa de la recaudación de impuestos. Tuvo el mérito técnico,
profesional de haber puesto orden en el sistema tributario venezolano
que era un desastre y haber hecho pagar los impuestos a una sociedad que
no tenía cultura tributaria porque todo lo da ‘papá petróleo’. Ese es
su mérito como funcionario, pero se corrompió mucho, se volvió
millonario, es uno de los boliburgueses venezolanos. Propuesto por
Chávez como candidato a gobernador porque es de la zona y muy conocido.
Uno tiene derecho a pensar que no debe de estar muy de acuerdo con lo
que hace Maduro o el pueblo chavista porque no representan su interés,
pero en este momento, que se sepa, ninguno, dentro de las Fuerzas
Armadas se ha atrevido a manifestar una opinión crítica hacia Maduro.
MH: Esto responde a otra cosa que te quería preguntar. Tengo entendido que este gobernador proviene de las Fuerzas Armadas.
MEG: Es capitán.
MH:
Escribiste un artículo, “Venezuela, después de febrero ¿qué?” donde
decís textualmente: “un factor político nuevo es la Fuerza Armada
bolivariana. Aquí radica uno de los puntos de partida de los nuevos
escenarios venezolanos” y te preguntás: “¿Lograrán convencer a un sector
de ellas para que presione por una salida negociada? Eso no está
descartado”.
MEG: Vielma Mora es un candidato, nada más,
particularmente es un personaje que por su existencia, su poder
económico, permite al enemigo ingresar no solo a su cabeza sino también a
su corporación. Eso puede ocurrir en su caso y con otros 50/60
elementos militares de alto grado que están en la misma condición. En
esa medida es que planteo la hipótesis porque ya ocurrió en Chile y
Brasil donde hubo procesos que trabajaron sobre los mismos puntos de las
Fuerzas Armadas.
MH: A esto le voy a dar una vuelta de
tuerca hablándote de alguien que no goza de tu simpatía, Heinz
Dieterich, quien escribió un artículo “Salvar lo mejor de la vida y obra
de Hugo Chávez. Venezuela-Ucrania: ¿Sobrevivirá la Quinta República?”,
donde dice que hay que tener en cuenta que el último decisor de la
política en regímenes burgueses es la Fuerza Armada.
MEG:
Tiene razón en eso. Lo que pasa es que lo dice en nombre del general
Baduel, que es uno de los grandes corruptos de la boliburguesía,
entonces, ¿qué valor tiene decir una verdad marxista?
¡Prepárense, porque lo que viene es candela!
MH: ¿Quién es Leopoldo López?
MEG: Es
un personaje fundamental para comprender lo nuevo en Venezuela. Sin él
no podemos desatar la serie de nudos que nos llevan a los fenómenos que
vivimos durante once días seguidos de violencia desatada en cinco
ciudades y los que vendrán para abril-mayo. ¡Prepárense, porque lo que
viene es candela! Si no lo logran en mayo, seguirán porque están
envalentonados con el triunfo que lograron en la lejana Ucrania. Lo
conversan en sus reuniones. Ucrania es el camino, por eso usé
tentativamente en un artículo el término “la ucranización de Venezuela”
en el sentido de llegar a comprender qué es una guerra de baja
intensidad, qué recursos son golpistas sin llegar a ser un golpe de
estado.
Leopoldo López es la principal figura que contiene los
elementos esenciales o que definen la conducta de la nueva juventud de
clase media alta de las universidades privadas que son entre 40/50.000
muchachos que tienen más o menos 20 años, al revés de Leopoldo que tiene
40, y se formaron y amamantaron con mamadera de odio al chavismo. Se
han criado con el chavismo como factor de odio. Todo lo que huela a
franela roja es odiado, despreciado por ellos. No tienen en la cabeza
otra cosa. Son como la juventud hitlerista que tenían doce años en los
últimos tres meses antes de la caída de Hitler que no pensaban sino que
defendían a su führer porque fueron educados en eso.
Esa juventud
se apoya en una clase media de cuatro millones de personas de derecha,
muy conservadora, pro-yanqui, pitiyanqui de cultura que tienen a Miami
en la cabeza. Son 40/50.000, los que salieron a marchar el 12 de febrero
eran un poco más de 20.000 pero los que actuaron duro, como nichos de
violencia, en las guarimbas, fueron más o menos 2/3.000 en Caracas y
varios centenares en Táchira y Mérida.
Es posible que sean entre
8/10.000. Esa vanguardia en todo el país ya es otra cosa. No es
oposición como la del 2002, son una expresión filonazi, filofascista o
pinochetista, el nombre no me importa, pero esa es la expresión social
de esa capa de la juventud venezolana.
Hay 2.800.000 estudiantes
en Venezuela, de los cuales 50/60.000 lo son de universidades privadas
muy opulentas como en todo país petrolero. Por eso no han parado, hoy
trancaron una autopista creando un pandemónium en Caracas.
MH: Frente a este panorama ¿cuál es la posición del líder opositor Enrique Capriles?
MEG:
Está enredado porque como he dicho en varios lugares estuvimos en
presencia de dos conspiraciones. Una contra el gobierno y la otra contra
Capriles, ambas hechas por el mismo personaje: Leopoldo López,
acompañado de María Corina Machado, que hoy volvió a la escena después
de varios días escondida o invisibilizada, saliendo a darle duro al
gobierno por la ultraderecha y convocando a las calles.
MH: Tenemos un audio. Después que terminemos la entrevista contigo lo vamos a pasar.
MEG:
Ella junto a López son los representantes de esa corriente llamada
Voluntad Popular que se separó de Capriles. Hay un personaje que vivió
en Argentina algún tiempo, Alberto Franceschi, que es un converso y
escribe en su blog: “Capriles Radonski en sus volteretas electorales
cuatro veces derrotado, ahora solo tiene una opción: capitular más al
gobierno del innombrable (así lo llama a Maduro) o dejar el cargo para
que otro con mejor estrella lo ocupe”. La mejor estrella es Leopoldo
López que se ha transformado en una figura política en la actualidad
superior a Capriles.
¿Cuál es el problema de Leopoldo? Que
Capriles tiene todavía el respaldo de la gran burguesía venezolana. Ese
es el secreto. Si la gran burguesía enemiga del chavismo en el gobierno
estuviera como en 2002/3/4 militando contra el gobierno, posiblemente
López estaría en Miraflores o disputándolo porque sería el líder de una
asonada en serio, no de una aventura loca como la que hizo, habrían en
las calles 100.000 personas por día y uno de esos días 300.000 y 20.000
comercios y empresas cerradas. Eso no ocurrió porque Leopoldo no concitó
el apoyo. Por eso, al contrario de lo que opinan muchos amigos acá y en
otros lados que escriben sobre Venezuela con mucha inteligencia, pero
con conceptos guiados más por la pasión antiimperialista que por la
razón de la historia, se olvidan que la burguesía no siempre tiene la
misma posición.
No creo que en este momento el Departamento de
Estado norteamericano esté completo detrás de Leopoldo como se dice y
tampoco está completo contra el gobierno de Maduro. Tienen diferencias
de opinión, seguro que lo quieren quemar vivo, pero de verdad y no
haciendo aventuritas secundarias sin resultados. Sino, ¿cómo se explica
que no le hayan dado la orden a la burguesía venezolana de acompañar la
aventura de Leopoldo López? Eso es muy raro. Hay una carta develada por
wikileaks y Diosdado Cabello en su programa de anoche, una filtración,
una cacería de la Inteligencia del gobierno venezolano, un correo
electrónico de María Corina Machado, donde dice que la gente del
Departamento opina que hay que esperar un poco más. Está publicado en
Aporrea. Ella trabaja con el Departamento de Estado hace rato, eso no es
novedad en Venezuela, va y se reúne con ellos. Leopoldo se reúne con
Uribe. No es fácil definir que el imperialismo está detrás del golpe
porque siempre lo va a estar, si Leopoldo hubiera tenido éxito toda la
burguesía se hubiera lanzado con él a la calle, pero los cálculos no
dieron.
MH: Quisiera conocer tu opinión de la respuesta
que ha dado el gobierno bolivariano. ¿Entendés que está a la altura de
las circunstancias?
MEG: No. Ha sido muy buena, muy
adecuada después que comprendió que habían entrado a Caracas, cometiendo
el error político-militar de dejar a los locos de Leopoldo incendiar el
centro de la ciudad. La plaza Candelaria, para quienes no conocen
Venezuela, el parque Carabobo, donde está la Fiscalía es zona roja
porque es chavista. Todas son remeras rojas, puede haber algún
antichavista, seguro, pero es una zona política chavista, es el centro
de Caracas. Ellos están en el este. ¿Cómo los dejaron entrar ahí? Porque
creían que el 12 de febrero solo iban a hacer una marcha dura, pero no
con la intención de quemar por once días todo lo que pudieran. Eso hizo
que el gobierno reaccionara un poco tarde y un poco débil.
El 13 de febrero cambió y Maduro y todo el gobierno se pusieron firmes.
Eso
se combina con un discurso incorrecto sobre la paz. No le puedes
ofrecer una negociación de paz a quien te hace la guerra. Primero tienes
que obligarlo a que deje la guerra y después negociar la paz. Tampoco
puedes llamar a reflexionar al tipo que te dispara y quema ciudades.
¡Qué es eso! ¡Cómo le vas a decir a Obama que reflexione y acuda a su
pasado afroamericano!
MH: Que todavía no te ha reconocido después de haber ganado las elecciones hace diez meses.
MEG:
Más a favor de mi argumento, pidiéndole que actúe como Carter y no como
Kerry que en definitiva es un empleado y no puede tener una política
propia sin la orden o la venia de Obama. ¿Y acaso Carter fue un niño
simpático de la burguesía imperialista? Fue el que entrenó a los
talibanes para provocar la entrada soviética en Afganistán, apoyó el
rescate en la embajada en Irán, la famosa “Doctrina Carter”, que la
inauguró Zbigniew Brzezinski, el mejor estratega imperialista
junto con Kissinger, que es de intervención, entonces, no podés llamar a
confiar en Carter. Tenés que tener una política de paz, pero no puede
ser tu consigna, sino siempre y cuando se dobleguen, salgan de las
calles y nos sentemos a discutir.
Una prueba fue que Capriles
no fue a la reunión del Consejo de gobernadores. Es peligroso porque
envalentona al enemigo y desmoraliza a los amigos.
"En Venezuela hay un enfrentamiento como en 1945 en Argentina" Entrevista a Guillermo Almeyra de La Jornada (México)
Mario Hernandez (MH):
Podríamos decir que hemos recuperado a otro de nuestros columnistas
habituales, en este caso se trata de Guillermo Almeyra, regresando de
México, me imagino con mucha información, que desarrollaremos a futuro
en un programa especial. Hoy nos vamos a referir al tema candente de
Venezuela. Quería que escucharas unos audios cortos, para comenzar de
dos ex funcionarios de la IV República, una convocatoria del presidente
Maduro a los motorizados, luego la denuncia del gobernador del estado
Bolívar y, finalmente, a la diputada María Corina convocando a no
abandonar las guarimbas.
Luego
de haber escuchado este material y al presidente Obama en la reunión
del TLCAN en México, comparando la situación de Venezuela con Ucrania,
mi pregunta sería¿en qué se parecen?
Guillermo Almeyra (GA):
En muy pocas cosas, prácticamente en nada, solo en aspectos muy
superficiales. El problema de Ucrania viene desde alrededor del año 1000
cuando estaba ligada a lo que hoy son los países bálticos y a la Liga
Hanseática alemana bajo la influencia del catolicismo creciente, de
Polonia, por eso todo el sector occidental es católico desde hace más de
mil y pico de años y el oriental es ortodoxo, desde Kiev para el este.
La nación rusa se formó con Kiev como capital. Toda esa historia ha
estado marcada por diferencias notables incluso en la lengua porque en
la parte oriental se habla ruso.
Por
el contrario, Venezuela es un país de una historia y lengua comunes, de
tradiciones religiosas y culturales también. No tiene nada que ver. En
Ucrania se está peleando, con la intervención de la Unión Europea y
EE.UU., por romper los lazos con Rusia. En Venezuela hay una lucha de un
sector importante de la población, que incluye buen parte de la clase
media y rural, contra lo que cree es un gobierno socialista, comunista,
es una lucha esencialmente de clase. En Ucrania es una lucha que
adquiere caracteres incluso nacionales. No tiene nada que ver salvo por
la participación de sectores sumamente agresivos de las clases medias
urbanas.
Venezuela
es un caso absolutamente diferente. Hay un enfrentamiento como lo hubo
en Argentina en 1945 entre un sector de la vieja oligarquía apoyado por
sectores importantes de las clases medias y el peronismo, que aunque
también era un sector burgués, sin bases en la oligarquía, se apoyaba en
el movimiento obrero y sectores populares. Es un enfrentamiento
clasista claro, con la intervención del imperialismo yanqui, como en
Argentina en 1945, dando su apoyo a la oposición.
El
problema es que esa oposición está dividida. Hay un sector que después
de las sucesivas derrotas electorales, incluyendo la última en las
municipales, donde esperaban hacer un plebiscito contra Maduro y
perdieron, liderado por Capriles, que reconoce al gobierno, busca una
vía política, espera recoger el descontento popular por las medidas
económicas del gobierno y ganar las próximas elecciones o esperar hasta
el 2016 cuando se podría hacer un referéndum revocatorio y ganarlo
derribando a Maduro legalmente. Digamos un sector legal.
Hay
otro directamente impulsado por EE.UU, por la derecha del Tea Party y
por Uribe en Colombia, que es fascista y acusa a Capriles de ser agente
del gobierno y conciliador y dice que hay que derribar ahora a Maduro
como sea, preparando un golpe.
Digan
lo que digan algunos, el golpe inmediatamente es imposible, salvo con
intervención extranjera, porque las Fuerzas Armadas son chavistas y dan
apoyo al gobierno en un frente con una parte importante de los
trabajadores.
La
sociedad está dividida en mitades, un poco más apoya a Maduro. El golpe
extranjero debería ser apoyado por tropas que vinieran desde Colombia y
en la situación que está ese país es difícil que pudiera suceder algo
semejante. También lo es que estos sectores fascistas, que dirigen un
sector de la oposición, puedan lograr su objetivo sin el apoyo de las
Fuerzas Armadas o, por lo menos, un sector, al que tratan de movilizar
provocando muertos y desastres en las calles para recoger su
conservadorismo.
El
gobierno de Venezuela está defendiendo la legitimidad. Ganó todas las
elecciones. También defiende la soberanía del país, pero lo hace de modo
errático. Maduro ha cometido muchísimos errores políticos y eso no se
puede ocultar. Ha declarado que toda la oposición, del primero al último
de los votantes de la derecha, incluido Capriles, eran fascistas. Lo
hizo un montón de veces, metiendo a todos en un mismo saco en vez de
tratar de separarlos como lo intentó en un primer momento llamando a la
unidad contra la guerra civil.
No ha
habido una política clara del gobierno que pueda distender la situación
política en medio de una crisis económica indudable. Aumenta la
desocupación, la carestía de la vida aumenta enormemente, 50% de
inflación en un año con aumentos salariales del 10%, la devaluación
repentina y negada sucesivamente ha causado gran impacto entre las bases
chavistas. La idea de que toda oposición, toda movilización es obra del
imperialismo, ha llevado al ejército a entrar a balazos contra los
obreros en huelga en Mitsubishi, sosteniendo que en este momento toda
huelga es contrarrevolucionaria porque ayuda a la oposición. Han
cometido errores muy graves que podrían ser corregidos.
La
situación en Venezuela es difícil desde el punto de vista económico y,
por lo tanto, también desde el político. Está contando con ayuda
importante de Brasil a través de Cuba que está tratando de conseguir que
no solo haga inversiones en ese país sino también que ayude
económicamente a Venezuela, y con el apoyo político del ALBA, que es
relativo en la medida que Maduro cometa sucesivos errores que lo hacen
difícil sostener en el exterior. Los países de la Unasur que defendieron
a capa y espada a Evo cuando intentaron derrocarlo, no se animan ni
siquiera a invitarlo a Maduro. Le dan su apoyo diplomático pero no se
identifican con su política.
Hay
tres problemas. Uno, dividir a la oposición entre los que efectivamente
son fascistas y agentes directos del imperialismo, que son minoría, de
los que se oponen por otras razones sociales o económicas. Segundo,
dividir a la oposición de los movimientos obreros, no enfrentar las
huelgas a balazos. Tercero, buscar una salida política que se encarrile
por la vía democrática, es decir, la oposición tiene el referéndum
revocatorio y todas las posibilidades políticas para ejercer una presión
sobre el gobierno. En síntesis, ampliar la base social yendo más a la
izquierda y no a la derecha con medidas de tipo militar o de
enfrentamiento de grupo contra grupo.
Venezuela
hoy es un punto clave porque si derrocan ilegalmente mediante la
extrema derecha de EE.UU. y su gobierno a Maduro, lo va a suceder un
gobierno de la vieja oligarquía, porque no tienen otro personal
político, y sería un retroceso gigantesco, no solo para Venezuela, sino
también para el resto de América Latina. Hay que apoyar a fondo al
gobierno. No hay salida de tipo conciliatoria. Hay un sector del aparato
político venezolano, minoritario, que propone concesiones políticas a
la derecha. A mi juicio es un gravísimo error, como el del ex asesor de
Chávez, Heinz Dieterich, un alemán que da clases en México, que propone
un gobierno de unidad nacional con Capriles, lo que realmente sería un
suicidio.
Hay
que tratar de profundizar el proceso bolivariano, darles más
independencia, más poder a las Comunas, a las Misiones, al movimiento
sindical, apoyarse realmente en los trabajadores y tomar medidas de
transformación social que no se han hecho. Venezuela sigue siendo un
país dependiente del petróleo y de su venta a EE.UU. que dentro de un
par de años, con el desarrollo del fracking, no necesitará importarlo.
Venezuela tiene que tomar medidas de reestructuración de su economía.
En Venezuela hay una ofensiva fascista y del imperialismo por lo que se hace bien
MH: Te propongo dejar el análisis en este punto y continuarlo el próximo 5 de marzo en el hotel Bauen donde presentaremos Hugo Chávez y la revolución bolivariana,
porque tengo sentado a mi lado al periodista Herman Schiller quien te
está escuchando atentamente y me pide la palabra antes que termine el
programa.
Herman Schiller:
En Venezuela hay una ofensiva fascista y del imperialismo no por lo que
se hace mal sino por lo que se hace bien. Han expropiado empresas y
mejorado el nivel social de la población. Hay un muy lúcido comunicador
de la derecha de origen argentino, muy pro-yanqui, pero muy inteligente,
que en una nota que hizo hace algún tiempo, decía que había que admitir
que la izquierda avanzaba en América Latina. Este comunicador se llama
Andrés Oppenheimer, que habitualmente escribe en el Miami Herald y
se lo puede ver aquí en un canal de televisión, y agregó que a la
izquierda latinoamericana había que dividirla en dos grandes sectores:
la responsable y la irresponsable. Para él la responsable serían Mujica,
Lula y la irresponsable fundamentalmente Venezuela y Cuba, agregando a
Evo Morales y en alguna medida a Correa.
La
ofensiva fascista-imperialista es porque el gobierno, el sistema
bolivariano que hoy rige Venezuela, es para los yanquis parte de la
izquierda irresponsable. En Venezuela hay muchas cosas que están mal
como la corrupción, la boliburguesía, los bancos que siguen ganando
mucho dinero, como sostuvo Guillermo Almeyra dependen de la venta del
petróleo a EE.UU., por mencionar algunas, pero los yanquis y los
fascistas se han ensañado con Venezuela por lo que hacen bien.
La sobreexposición mediática de la política venezolana
¿Qué está pasando en Venezuela? En las últimas semanas ha resurgido, por
enésima vez, la pregunta de las dos lógicas y los veinte mil matices.
¿Cuál es el problema? pues que casi cualquier respuesta que se
proporcione conduce a un mantra discursivo que siempre escupe, con
reiterada obstinación, las mismas dos ideas/fuerza polarizadas… ¿Por qué
no plantearse, entonces, cambiar los términos de una cuestión tan
retórica como viciada? Probemos: ¿Por qué cada cierto tiempo, todos, nos
terminamos preguntando qué ocurre en Venezuela?
Para responder, comencemos por recordar que hace años que, en dicho país, se desarrolla una agresiva partida por el poder
de cuyo engranaje, nos guste o no, casi todos participamos. En
Venezuela, cada vez más, la política pasa por los medios, pero no solo
por los nacionales y por los tradicionales, sino por los internacionales
y por las TICs: hasta aquí, nada muy excepcional. Lo peculiar del caso
es que como consecuencia de lo anterior, en Venezuela, la opinión
pública internacional se ha convertido en un difuso pero determinante
actor político.
Y eso sí que no sucede en todas partes. De
hecho en la propia América Latina, coincidiendo con los recientes
sucesos de Venezuela, ha habido dos confrontaciones políticas nacionales
de calado a las que, sin embargo, la prensa internacional, no les ha
prestado atención: en Costa Rica, el candidato presidencial izquierdista
José María Villalta ha sido sometido a una campaña de difamaciones que ha horadado sus posibilidades mientras que en Colombia, el Alcalde de Bogotá, está siendo víctima de un pertinaz acoso institucional.
En Venezuela, por el contrario, casi cualquier muestra de descontento
callejero o casi cualquier desliz del Gobierno, por anecdóticos que
sean, son contemplados con lupa. Es más, hay veces que se fabrican
noticias que circulan por las TICs con una velocidad y con una falta de controles de calidad sorprendentes.
¿En qué medida está influyendo esto, a nivel estructural, en la
política venezolana? Pues bastante: cada vez más los actores políticos
nacionales luchan, más que entre sí, por ganarse el favor de la opinión
pública internacional.
Para ellos, la intención última siguen
siendo las urnas pero –como en el reciente caso de Ucrania- no se
desdeñan otras opciones. En la práctica, en casos como los descritos, el
principio de legitimidad está sufriendo un preocupante deslizamiento
desde las credenciales ‘democráticas’ que tradicionalmente se le exigían
a los Gobiernos (con las que Venezuela, desde luego, cuenta) hacia una
inconcreta y manipulable exigencia de respeto a los derechos humanos
que, una maquinaria internacional, tiende a imponer (y a distorsionar)
vía medios.
En Venezuela, desde ese punto de vista, las cosas
parecen claras: para la oposición y sus aliados, a grandes rasgos,
siempre se ha tratado de denunciar a un ‘régimen totalitario’ que
‘aplastaría’ a su población, la ‘condenaría’ al hambre y la reprime, si
el descontento es abierto. Para el Gobierno y sus aliados siempre se ha
tratado de todo lo contrario: de denunciar las periódicas andanadas de
una oposición irresponsable y sedienta de poder, que nunca ha contado
con suficiente apoyo popular aunque, sí, con el de Gobiernos y medios
extranjeros.
El problema es que, si de lo que de verdad se
trata, es de entender lo que está pasando en Venezuela, no
podemos/debemos conformarnos con explicaciones tan simples y maniqueas.
La primera gran falsedad es, de hecho, que la unanimidad prima tanto a
derecha como a izquierda. En esta ocasión, por ejemplo, por más que
cueste creerlo, la virulenta algarada opositora no se ha dirigido, tan
solo, contra el Presidente Nicolás Maduro: también lo ha hecho contra el líder opositor y ex candidato presidencial, Henrique Capriles.
¿Cómo así? Pues muy sencillo: a pesar de que gran parte de la prensa
internacional suele omitirlo, la oposición nunca ha sido homogénea. A
grandes rasgos, casi desde que el difunto Hugo Chávez comenzó a gobernar
(en 1999) ha tenido dos grandes polos. Uno, exterior, radicado en Miami
(capital del ‘exilio’) que nunca ha aceptado compromisos con el
‘régimen’ y otro, interior, enraizado en las grandes ciudades
venezolanas y compuesto, sobre todo, por clases medias, que más o menos
defienden la necesidad de cambios graduales.
Entre ambos polos, las relaciones, nunca han sido fluidas aunque nunca se ha llegado a la ruptura porque Miami (ojo, no Washington) tiene recursos y capacidad de presión (el ‘exilio’ venezolano tiene, de hecho, excelentes relaciones con el cubano)
y la oposición interior cuenta con la legitimidad del trabajo a pié de
pista, la popularidad de sus líderes, etc. En esta ocasión, lo que se ha
vestido de ‘estallido popular’ con encarcelamiento de un “líder emergente” (Leopoldo López) no ha sido más que una andanada contra Capriles.
¿Y por qué contra Capriles, cuyo liderazgo parece consolidado?
Pues porque Capriles da muestras de haber comprendido la necesidad de
una gradualidad en los cambios: ha reconocido la Constitución
Bolivariana, se ha reunido con el Presidente Maduro (¡toda una novedad
en Venezuela!) y ha reivindicado la paz como eje de su política. Y a
Miami, nada de eso le interesa… Lo curioso es que, los intereses de
Miami, medio coinciden con los de ciertos sectores del chavismo a quienes las algaradas callejeras, en el fondo, no les están viniendo mal.
El primer beneficiado táctico, en la práctica, ha sido el propio
Presidente Maduro quien, poco antes de los disturbios, se enfrentaba a
un malestar y a una contestación crecientes en el seno del propio chavismo. Uno de los principales motivos de dicha situación estaba siendo el desabasto que padece el país (producto de incompetencias varias, no solo del boicot)
agravado por una torpe gestión del control de cambios que castiga, no
solo a la competitividad de la economía, sino al poder adquisitivo de
los salarios y por supuesto, al ahorro.
Las cabezas visibles de
ese malestar no organizado estaban siendo los sectores populares
urbanos y parte de la vieja izquierda tradicional que, desde la muerte
de Chávez, se siente cada vez más desplazada por los militares, los
otros grandes beneficiarios del actual clima de excepción. Entre esos
dos polos y por supuesto, el omnipresente ejército -que ejerce de pívot-
se dirime el sutil juego de supervivencia en el que se encuentra
inmersa una nomenclatura chavista a la que ahora, la amenaza externa, acaba de regalarle una tregua: oxígeno.
De hecho, la segunda gran falsedad consiste en afirmar que los
recientes disturbios están siendo una expresión directa de la inquietud
reinante, consecuencia de la aguda crisis socioeconómica por la que
atraviesa el país. En efecto, ese es el principal error (¿de cálculo?)
de una oposición que sobre todo, en su vertiente exterior, sigue sin
conocer a los sectores populares (más que nada, urbanos): que el
malestar sea grande en los cerritos no quiere decir que sus habitantes estén dispuestos a participar en algaradas contra ‘su’ Gobierno.
En la práctica, nadie consideró que los vínculos simbólicos y
clientelares que unen a los sectores populares con el Gobierno siguen
siendo, pese al malestar, demasiado grandes. ¿Por qué está habiendo,
entonces, disturbios? Pues porque donde el mensaje opositor está calando
es donde siempre: entre las viejas clases medias urbanas, un valor
seguro de la oposición que, desde 2002/2003, ansía recuperar la
capacidad de intermediación que alguna vez hizo de ellas una de las
burguesías (rentistas) con mayor bienestar de América Latina.
Sin embargo, el comportamiento político de esas viejas clases medias ya
ha revelado su esencia: los barrios del Este de Caracas llevan diez años
jugando, gracias a la sobrecobertura mediática, a apoyar un día al
moderado Capriles y responder, al siguiente, al llamamiento de líderes
opositores más radicales, a cortar autopistas; a quemar barricadas y a inundar Internet de fakes represivos del actual Gobierno.
En su comportamiento hay desesperación, seguro, pero también
irresponsabilidad: es el populismo reaccionario que nadie denuncia.
La constatación de todo ello nos conduce a una tercera gran falsedad:
en Venezuela, las propuestas de diálogo, tienen un trasfondo
histriónico, a derecha y a izquierda. El recurso al incendio y la
conexión del mismo a la opinión pública internacional se han convertido,
en la última década, en un instrumento típico (y clave) de la política
nacional al que casi todos recurren en un contexto institucional tan
lábil como inestable. Y cuando eso ocurre, aparecen los disturbios, las
proclamas, los artículos polarizados y por supuesto, los impasses.
¿Comprendemos ahora por qué, cada cierto tiempo, todos nos terminamos
preguntando qué ocurre en Venezuela? Pues porque presentarse como
víctima en contextos de sobreexposición mediática es más sencillo que
cuando el aislamiento informativo prima… y ‘contarlo’, rinde. Cuando,
por el contrario, hay subexposición, las cosas cambian: hace veinticinco
años a nadie le interesaban las cuitas que condujeron al Caracazo, una revuelta periférica que dejó un saldo de cuatro mil muertos y el germen de un liderazgo carismático: Hugo Chávez.
Llegados aquí, la pregunta conclusiva cae por su propio peso ¿Qué es,
entonces, lo que sobreexpone mediáticamente, de ese modo, a Venezuela?
¿Quizás su petróleo, como afirman muchos?
Dudoso: en 1989 había petróleo y en 2014 sigue habiéndolo. La única
diferencia es que, en 1989, su precio estaba por debajo de los diez
dólares el barril y actualmente (al igual que en tiempos de Chávez)
supera los cien: aunque bien es verdad que dicho dato debe ser tenido en
cuenta, por sí solo, no explica el cambio de actitud mediática
internacional.
¿Qué es, entonces, lo que lo explica? Pues,
fundamentalmente, una variable político/simbólica: en Venezuela, hacia
1989, gobernaba una oligarquía condescendiente con unas políticas de
ajuste (y con unos criterios de reparto de la renta petrolera) que, diez
años después, fueron completamente redefinidos por un renovado grupo
dirigente. Eso hizo de Venezuela un mal ejemplo para los países occidentales y puso a la nomenclatura chavista (sin distinciones) tan en la mira que el país terminó mediáticamente sobreexpuesto.
Una vez desaparecido Chávez, las cosas siguen casi igual. Eso, empero,
no debe llevar a confundir planos: el hecho de que el actual grupo
dirigente no sea de la misma extracción política y socioeconómica que el
anterior y de que se encuentre bajo ‘vigilancia mediática’ no quiere
decir ni que sus políticas públicas sean necesariamente tan
transformadoras ni que ese sea el motivo de fondo que explique el Golpe Suave.
Significa tan solo que, en Venezuela, tirios y troyanos se aprovechan
de una atención mediática con la que, otros países, no cuentan. Juan Agulló Rebelión
El médico, el uranio empobrecido y los niños que mueren es un galardonado documental producido para la televisión alemana por Freider Wagner y Valentin Thurn.
La película expone el uso e impacto de las armas radioactivas durante la guerra contra Irak. La historia es contada por los ciudadanos de muchas naciones.
El Dr. Siegwart-Horst Gunther, un antiguo colega de Albert Schweitzer y Tedd Weyman del centro de investigación médica uranio (UMRC) viajan a Irak, procedentes de Alemania y Canadá respectivamente, para evaluar la contaminación con uranio en Irak tras la invasión estadounidense de 2003. El Dr. Siegwart-Horst Gunther, que fue el primero en alertarnos sobre los efectos de la munición radiactiva , visita el hospital pediátrico de Basora donde Doctora Yatan Asan Janan le guía a través de las salas de niños con cáncer y le muestra algunas de las malformaciones detectadas. Conocí a ambos en el congreso de Hamburgo sobre las armas de uranio en octubre 2003 cuando Gunther ya tenía cáncer. Gunther cuenta como fue encarcelado en Alemania por llevar casquillos radiactivos con los que jugaban los niños en Irak a las universidades para su análisis y como sufrió un intento de asesinato. El químico alemán profesor Albrecht Schot que conocí años antes en un congreso en la república Checa también estuvo en Hamburgo exponiendo los resultados de sus investigaciones genéticas. Encontró un asombroso número de mutaciones genéticas en los veteranos afectados por el síndrome del golfo. Uno de ellos era Kenny Duncan que da su testimonio en el reportaje junto con otra veterana británica Jenny Moore, describen su exposición a la radiactividad de las armas de uranio y las anormalidades congénitas de sus hijos que les fueron ocultadas. El profesor y coronel médico experto en radiactividad Assaf Durakovic del ejército norteamericano, cuyos trabajos hemos publicado reiteradamente, explica como encontró contaminación de uranio en los veteranos del ejército USA tras la primera guerra del Golfo de 1991. La contaminación fue revelada utilizando métodos científicos incuestionables (mediante espectrometría de masas). Cuenta como fué amenazado cuando hizo este hallazgo, tuvo que huir del país y creó el centro de investigación médica sobre el uranio (UMRC) en Canadá. Parte del reportaje está rodado también en Yugoslavia donde el Dr. Slavko Sdrale explica los incrementos de cáncer observados tras la guerra en Bosnia y en Kosovo. Incluye también testimonios de afectados y del Coronel Predrag Manojovic que explica las medidas de descontaminación aunque reconoce que " se queda para siempre". El reportaje demuestra mediante el análisis de los residuos las bombas de precisión guiadas por láser que destruyeron el edificio de la TV de Bagadad también tenían uranio radioactivo. Esto es importante porque los misiles contienen cantidades mucho mayores que las municiones de aviones y tanques que reconocidamente utilizan uranio y porque el uranio de sus cabezas se volatiliza en aerosoles al 100%. Lo mismo también se demostró en Afganistán durante los bombardeos de 2001. Sin duda lo mas importante del reportaje se encuentra en el minuto 48:58 Los análisis de espectrometría de masas de las muestras tomadas sobre el terreno de tierra, agua, y orina de los residentes por Tedd Weyman revelan que no se trata de uranio empobrecido. Todas las muestras contienen U236 que no lo es: El uranio mal llamado empobrecido es uranio natural al que se le ha extraído la mayor parte del isótopo U235 y está compuesto además de U238 y U234. El Dr. Axel Gerdes, geólogo que hizo los análisis con un equipo ultra sensible demostró que: "las muestras contenían además un uranio altamente radioactivo, el uranio 236 que no está en el uranio natural ni en el empobrecido. Encontramos uranio 236 en todas partes que no aparece en la naturaleza. Es un isótopo hecho por el hombre. Este uranio ha sido creado por el hombre, ha sido producido en un reactor nuclear. Pero el uranio de las plantas de reprocesamiento también contiene trazas de plutonio y posiblemente de otros actínidos que son por supuesto radiactivos, e impactan mucho mas efectivamente en el cuerpo y las células humanas. El plutonio es la sustancia más tóxica de la tierra. Mil veces más que el uranio empobrecido. Desde aquí, el viento lleva las invisibles partículas de polvo de uranio y plutonio a los países vecinos."
Lejos de concernir solo a los irakies y afganos, investigaciones que hemos publicado anteriormente demuestran que nos concierne a todos. Las partículas radiactivas del bombardeo de Bagdad con misiles radiactivos solo tardaron en llegar a Europa una semana. Ahora que la OMS acaba de declarar cínicamente que no existe ningún problema de aumento de cáncer ni de malformaciones en Irak pretendiendo engañarnos a todos, es particularmente oportuno que veas este reportaje.
Documental frances donde revela y pone al descubierto las llamadas "revoluciones de colores" o "el golpe suave" promovido por estados unidos para derrocar a gobiernos que no son de su agrado en donde cuando se habla de golpes de estado se nos viene a la mente lo ocurrido en chile en 1973 o en honduras en 2008 ahora estados unidos ha perfeccionado los metodos para derrocar gobiernos
Este documental analiza críticamente las consecuencias nocivas, tanto de la ocupación de Irak como la continuación de la guerra, para los niños iraquíes