MEDITACIONES ACERCA DE LOS AVATARES - II
PROF. G. VENKATARAMAN
Como ya lo saben, en marzo del 2008
hemos inciado una nueva serie acerca de los
"Avatares" o Encarnaciones Divinas.
Los artículos de esta serie son en verdad adaptaciones
de las charlas dictadas recientemente por Radio Sai por el
Prof. G. Venkataraman que se basan en su libro
"El Mensaje del Señor" publicado hace algunos años.
Un afectuoso Sai Ram y saludos desde Prasanthi Nilayam. En el último artículo les entregué una visión de conjunto de los diez Avatares del Señor Vishnu y también les narré como Jayan y Vijayan, los dos guardias de la Morada del Señor en Vaikunta, tomaron la opción de tres nacimientos como villanos en lugar de diez como hombres virtuosos. Expliqué que ambos sintieron que de esta manera, retornarían más rápidamente junto al Señor. Debido a la opción que tomaran, encarnaron en el Sathya Yuga como los demonios Hiranyaksha e Hirankashyapu y fueron aniquilados por el Señor, quien encarnara, respectivamente, como el Avatar Varaha, para rescatar a la Tierra, y el Avatar Narasimha, para salvar a Prahalada.
La Historia de Rama
Había comenzado el Threta Yuga y ya era tiempo para que Jayan y Vijayan nacieran de nuevo, lo que hicieron como los demoníacos hermanos Ravana y Kumbhakarna, pertenecientes al clan de los Rakshasas (demonios). Propiciando a Brahma con intensas penitencias y Tapas, Ravana se ganó el favor de estar libre de morir a manos de Devas, Asuras, Rakshasas (ángeles, demonios etc.). Curiosamente, omitió a los humanos de su lista de exenciones, sintiendo tal vez que los humanos eran demasiado débiles como para representar algún peligro - ¡era evidentemente el juego del Señor para dejarse abierta una excusa!
Siendo perverso por naturaleza, Ravana no estaba de ánimo para hacer uso de los varios poderes ganados por medio de la penitencia, para hacer el bien; en cambio, se lanzó a una campaña de ataques y pronto se convirtió en gobernante muy temido. Incapaces de tolerar el acoso que sufrían en los tres mundos, los devas o semidioses, recurrieron al Señor Narayana en busca de protección. Cediendo a sus ruegos, Narayana decidió salir una vez más de Su morada, Vaikuntam. A diferencia de lo anterior, cuando Sus encarnaciones eran breves y apuntaban claramente a un fin determinado, esta vez Su visita a la tierra iba a ser más relajada. Descendería en forma humana, en verdad como el hombre perfecto, y Su agenda iba a ser más amplia que el meramente liberarse de Jayan y Viyajan nacidos ahora como demonios.
El Rey es bendecido con un Budin Divino - El Divinamente Auspicioso Nacimiento
Cuando encarna, el Señor siempre elige el momento y el lugar adecuados para Su propósito. Esta vez eligió nacer como hijo del Emperador Dasaratha de Ayodhya. Dasaratha pertenecía al clan de los Ikshvaku, descendientes directos del Sol. Era un buen monarca querido por todos y tenía todo lo que un rey podría llegar a desear, excepto progenie. Por consejo de su preceptor en Sabio Vasishta, Dasaratha decidió llevar a cabo un sacrificio ceremonial especial o Yajna, que le otorgara progenie.
Cuando los ritos religiosos llegaban a su culminación, emergió del fuego sagrado al que se ofrendaban las oblaciones, una forma que llevaba un recipiente de oro. Dirigiéndose a Dasaratha, la forma dijo, "Señor, te traigo las bendiciones de Brahma y te ofrezco el sagrado Payasam (budin) en este recipiente como Prasadam. Distribúyelo entre tus esposas y pronto te darán hijos." Dasaratha hizo como le fuera indicado y a su debido tiempo, cuatro hijos nacieron de sus tres esposas. Rama de la mayor Kausalya, Lakshmana y Shatrughna de la segunda Sumitra y Bharatha de la tercera, Kaikeyi.
Luego del feliz acontecimiento, todos estaban dichosos, desde el Emperador hasta el último de sus súbditos. Los príncipes eran encantadores y queridos por todos, en especial el mayor, Rama. Entre los hermanos, Lakshmana desarrolló un vínculo especial con Rama, y también Bharatha y Shatrughna eran especialmente unidos entre ambos. No obstante, esto no significaba que se hubieran formado dos grupos : todos se querían entrañablemente y los tres menores, sin excepción, eran muy devotos de Rama.
Una astuta solicitud
Un buen día, cuando los príncipes ya eran adolescentes, llegó a la corte el Sabio Viswamitra, famoso por sus rigurosas penitencias, y fue recibido con todos los honores y cortesía debidos. Terminada la bienvenida, Dasaratha preguntó respetuosamente en qué forma podía servir al venerable sabio - Viswamitra no tenía más que pedir y sus deseos serían órdenes para Dasaratha. Complacido, Viswamitra dijo, "Oh Rey, estoy en la mitad de la celebración de algunos importantes Yajnas (austeridades) en mi ermita Siddhashram. Lamentablemente, he sido obstaculizado por varios demonios, en especial por Subahu y Maricha. Creo que pueden ser mantenidos
a raya por sus hijos Rama y Lakshmana. Por favor, mándelos conmigo y ayúdeme a completar los rituales."
Dasaratha quedó atónito y confuso. Le fue difícil sacar la voz, pero djo, "Oh venerable Sabio, es justo que busque protección para su Yajna. Le ofrezco mi ejército con este propósito. En verdad, iré personalmente y supervisaré la protección. ¿Qué podrían hacer dos muchachos en comparación a un ejército? Le ruego que no los involucre." Viswamitra sacudió la cabeza, "Dasaratha, ni tu ni tu ejército serán necesarios; Rama y Lakshmana solos bastarán." Dudoso, Dasaratha arguyó una vez más, "Pero Sabio, ¡los príncipes son meros adolescemtes! Por favor, permíteme que los substituya." Viswamitra replicó, "Comprendo tu inquietud, pero no temas, porque Rama no es otro que el Señor Mismo y Lakshmana es Adishesha personificada (Adishesha es la serpiente de mil cabezas sobre la cual reposa Narayana mientras está en Su morada celestial de Vaikuntam). Mas Dasaratha no quiso escuchar y nuevamente dio argumentos aseverando que Rama y Lakshmana eran inadecuados para la tarea que les esperaba.
Viswamitra se enojó y, levantando la voz, dijo, "Dasaratha, pensé que eras un hombre de honor que nunca desconocería la palabra dada. Prometiste hacer todo lo que yo quisiera, mas cuando te lo pido, comienzas a retractarte. Eres una degracia para el ilustre clan de Ikshvaku." Viendo que el asunto estaba saliéndose algo de manos, intervino el Sabio Vasishta y persuadió a Dasaratha para cumplir su palabra. Por último, Viswamitra partió llevando consigo a los dos jóvenes Príncipes.
El Rol de Rama - Defender a los Virtuosos
Viswamitra había acumulado tal poder gracias a su penitencia (Tapas), que podía muy bien haber reducido a cenizas a los demonios que le molestaban; pero eligió no hacerlo. En cambio, consciente del juego planeado por el Señor, se contentaba con desempeñar un papel secundario. El Señor había descendido para destruir a Ravana y esto involucraba un elaborado preámbulo que no podía ser evadido.
Aunque Viswamitra sabía perfectamente bien quien era Rama realmente, Rama mantuvo las apariencias de ser un príncipe común y acosó con preguntas al sabio mientras hacían el viaje hasta su ermita. El sabio sonreía y se dijo para sí mismo, "Aquí está el Señor que lo sabe todo y que, no obstante, me hace preguntas como si no supiera nada. Bueno, supongo que tengo que seguir esta charada." Pensando así, Viswamitra relató muchos cuentos, incluyendo uno acerca de cómo él mismo fuera transformado de rey en sabio. (Incidentalmente, se podría mencionar que Swami ha comentado : El hombre no sabe nada y, sin embargo, actúa como si lo supiera todo, en tanto que Dios lo sabe todo, ¡mas pretende no saber nada!)
Para cuando el grupo llegara al Siddhashrama, había oscurecido y los demonios de la vecindad comenzaron a salir a sus correrías haciendo horrendos ruidos. Viswamitra se sintió repentínamente preocupado. "¡Mi Dios!" dijo para sí mismo, "Han salido los demonios para cometer sus fechorías y yo tengo conmigo a estos dos tiernos príncipes. ¿Qué sucederá si les pasa algo malo?" Pensando en esto, le enseñó a Rama y a Lakshmana algunos Mantras especiales que les servirían de protección.
Ahalya se redime a los Pies de Loto del Señor Rama
Swami dice que Viswamitra era un sabio (Jnani) por lo cual pudo ver al Señor en Rama, cuando Le viera por primera vez en la corte de Dasaratha. No obstante, su conocimiento (Jnana) aparentemente se había vuelto algo nebuloso, ¡puesto que ahora vió a Rama como un mero príncipe que requería de protección! Si un hombre supremamente sabio como Viswamitra podía ser obnubilado por el Ajnana (ignorancia), ¡qué podría pasarle a los mortales inferiores!
Luego después de llegar a la ermita, Viswamitra comenzó con sus ritos sacrificiales o Yajna. Cuando se acercaba a su culminación, los demonios llegaron por oleadas a perturbar los procedimientos, pero Rama y Lakshmana dieron rápidamente cuenta de ellos. Al final aparecieron Subahu y Maricha; mientras se le dio muerte a Subahu, Maricha alcanzó a escapar herido, lo cual, por supuesto, formaba parte del plan Divino, ya que Maricha había de desempeñar un rol importante más adelante.
El Yajna se finalizó con éxito; un muy complacido Viswamitra condujo entonces a los príncipes hasta la ciudad de Mithila, la capital del reino del Emperador Janaka. Por el camino, Viswamitra siguió narrando una cantidad de historias, en especial acerca de los ancestros de Rama. Cuidó también de hacer que Rama subiera a una roca en particular, que quedaba en el camino. Una vez que la roca quedó en contacto con los Pies de Loto de Rama, se transformó de inmediato en una encantadora mujer que se presentó a sí misma como Ahalya, la esposa del sabio Gautama, quien se transformara en piedra por una maldición, debido a que había tenido una conducta poco casta anteriormente.
Viswamitra les explicó entonces a los príncipes que iban hacia Mithila. Les dijo que Janaka era un Raja-Rishi, queriendo decir que aunque cumplía funciones como rey, gobernaba con absoluto desapego y que por este motivo era como un Rishi o sabio (incidentalmente, esta es también la razón por la cual Krishna alababa a Janaka). El Emperador tenía una hija adoptiva llamada Sita (llamada también Janaki o Mythili). Sita fue encontrada, siendo bebé, por Janaka en un campo. Y era en realidad una hija de la Madre Tierra
Rama conquista la mano de Sita
Guardado en el palacio de Janaka se encontraba un poderoso arco que había pertenecido a Siva. Nadie
lo había podido levantar siquiera, y sin embargo, un buen día, cuando era aún una muchachita, Sita sin mayor
esfuerzo levantó la caja en que estaba guardado, para poder recuperar una bolita de cristal que había rodado bajo ella. El Rey Janaka quedó asombrado y resolvió que cuando Sita llegara a la edad casadera, él le concedería su mano solamente a la persona que pudiera levantar el arco y tensarlo. Se había arreglado para entonces un torneo, para elegir al indicado entre los diferentes aspirantes, lo que fuera el motivo por el cual el Sabio estaba llevando a los Prínciopes a Mithila.
El Señor Rama quiebra sin mayor esfuerzo el arco invencible
Llegando a la corte, el grupo vio que había empezado el torneo. Uno tras otro, los pretendientes intentaban levantar el arco, pero todos fracasaban miserablemente. Suavemente empujado por Viswamitra, Rama se aproximó a la caja, levantó el arco con facilidad e imperturbable, lo tensó. Una encantada Sita le puso una guirnalda a Rama, señalando así su disposición para casarse con Él. Janaka no cabía en sí de alegría., mas Rama aclaró que no se casaría sin el consentimiento de sus padres. Por lo tanto se mandó a mensajeros a caballo hasta Ayodhya para comunicarle las felices noticias a Dasaratha y para invitarlo a la boda.
Dasaratha se regocijó. Cuando los jóvenes príncipes partieron a la floresta, lo consumía la angustia, mas ahora que todo había terminado bien, no había una persona más feliz sobre la tierra. Poco después, partió de Ayodhya con sus tres reinas y sus cortesanos, acompañado también por un número considerable de la población de la ciudad. (A veces, Swami entona una hermosa canción describiendo esta escena) En Mithila, no sólo se celebraron los esponsales de Rama con Sita, sino que el resto de los hermanos formaron parejas con las hijas de Janaka.
Una vez terminadas las ceremonias nupciales, Dasaratha y su séquito retornaron a Ayodhya con las cuatro nuevas recién casadas como miembros adicionales. Poco después, Dasaratha consultó con el preceptor Vasishta y otros ancianos su deseo de dejar el trono y de traspasarle la tarea de reinar a Rama. Todos se regocijaron, mas la alegría fue de corta duración. La tercera mujer de Dasaratha, Kaikeyi, fue una de las que se sintiera feliz al comienzo, pero pronto sus pensamientos fueron envenenados por Manthara, una jorobada que era su sirviente.
Rama es enviado al exilio
La jorobada le recordó a su ama que años antes el Emperador le había otorgado dos favores que Kaikeyi nunca había hecho cumplir; ahora era el momento de hacerlo. Debía pedir primero que su hijo Bharatha fuera coronado como rey en lugar de Rama; y, en segundo lugar, Rama había de ser enviado a la floresta por catorce años. Kaikeyi sucumbió al malvado consejo. Entretanto Dasaratha llegó hasta los aposentos de Kaikeyi, para comunicarle personalmente las nuevas acerca de la inminente coronación de Rama. Para su sorpresa, encontró a su hermosa reina desaliñadamente vestida y en un estado de profundo enojo. Preocupado, preguntó qué podía hacer para agradarla y hacerla feliz. Aprovechando la oportunidad, Kaikeyi exigió prontamente que el Emperador cumpliera las dos promesas que le había hecho antes, y prosiguió planteando sus exigencias tal como se lo había indicado Manthara.
Dasaratha se sintió como si le hubiera caído un rayo encima. Primero, no quería creer lo que estaba oyendo y luego se sintió aturdido por el impacto de lo que había escuchado. Razonó con Kaikeyi y le rogó que desistiera de sus irracionales exigencias, pero ella fue inflexible; le echó en cara al Rey que no quería cumplir su palabra. Dasaratha se desmayó. Entretanto, Kaikeyi mandó llamar a Rama y cuando éste llegó, Le habló de las promesas que se le habían hecho, insistiendo en que Bharatha había de ser coronado y Él, Rama, había de partir a la floresta por catorce años. Rama, quien había estado alistándose para la coronación, accedió sin pensarlo dos veces, en partir a la floresta como se le ordenaba.
Rama, Sita y Lakshmana abandonan Ayodhya
y parten al exilio siguiendo las órdenes de su padre
Las noticias del exilio de Rama se extendieron como un reguero de pólvora. No fueron pocos los que Le se lo desaconsejaron, empezando por Dasaratha y Kausalya. Esta escena en el Ramayana (como se titula la Historia de Rama) es muy conmovedora y también iluminadora, al mostrar como lo hace, la amplia diferencia entre el pensamiento humano y el punto de vista de la Divinidad. Los variados argumentos que se plantean para disuadir a Rama de partir a la floresta aparecen muy convincentes (para nosotros), pero Rama los va desechando hábilmente.
Para usar el lenguaje de Swami, mientras todos los demás aplican la discriminación individual para llegar a sus respectivos argumentos, Rama emplea una discriminación fundamental, vale decir, basada en el Conocimiento del Atma. Declara firmemente que el Rey había dado su palabra en cuanto a que Bharatha sería coronado y que Rama había de partir a la floresta. Era deber de todos los súbditos el defender la decisión del Rey. Si la orden del Rey fuera burlada por su propio hijo, ¿cómo podría esperar uno que los ciudadanos en general obedecieran al Rey? El cumplir con el deber de uno es aquello de lo que trata el Dharma.
Apenas unas horas antes se estaba preparando para la coronación y ahora, sin pensarlo dos veces, partía hacia la floresta, vestido como un ermitaño (precisamente como lo quería Kaikeyi). Aunque era solamente Rama el que fuera desterrado, Lakshmana y Sita Le siguieron movidos por su devoción.
¿Y qué pasó con Bharatha, el beneficiado sorpresa? En los momentos en que se desarrollaba todo este
drama, él junto a Shatrughna estaban ausentes en la casa del abuelo, alegremente ignorantes de las intrigas de su madre y de la injusticia que se le hacía a Rama. Entretanto, luego de la partida de Rama, Dasaratha moría con el corazón destrozado. Por lo tanto se enviaron rápidos mensajeros para traer de vuelta a Bharatha, sin inquietarlo ni dándole las malas noticias.
Bharatha se rehusa a gobernar
Cuando Bharatha regresó a Ayodhya, recibió una tremenda impresión. Rama había sido desterrado y su padre había muerto, todo debido a su intrigante madre. Furioso, despotricó y rabió en contra de ella, mientras ella débilmente trataba de decirle que lo había hecho todo por amor a él. Entretanto, Vasishta le aconsejó a Bharatha que debía llevar a cabo los ritos por el alma que partiera, lo que este hizo casi cegado por sus lágrimas. Sin embargo, una vez finalizadas las ceremonias de las exequias, cuando Vasishta le indicó a Bharatha que se dejara coronar, éste se negó de plano. En cambio, acompañado por los ministros de la corte y una gran cantidad de los ciudadanos de Ayodhya, partió a la floresta en búsqueda de Rama, para persuadirle que retornara.
"Estas 'padukas' (sandalias) regirán el reino hasta Tu regreso, querido Rama" - Bharatha
Entretanto, Rama había establecido una residencia temporal en la floresta, y un día, poco después, oyeron una gran conmoción a distancia. Subiendo a un árbol, Lakshmana vio a Bharatha acercándose, seguido por una multitud. Bajando apresuradamente, le dio la noticia a Rama y luego procedió a condenar derechamente a Bharatha, no sólo por ser tan vil como para hacerse de la corona, sino para seguir a Rama a la floresta para atacarle y matarlo. Rama, quien conocía mejor a Bharatha, hizo callar a Lakshmana y le dijo ¡que Bharatha venía en realidad para convencerle de retornar! Y así era, en verdad.
Derramando lágrimas, Bharatha recurrió a todos los argumentos posibles para rogarle a Rama que regresara, mas este último se mantuvo firme en su determinación de adherir al Dharma. Finalmente, Bharatha tuvo que inclinarse ante la decisión de Rama de seguir en el exilio, mas al mismo tiempo se rehusó tenazmente a ser coronado en el lugar de Rama. Bharatha le dijo a Rama, "Por favor dame Tus padukas y yo las coronaré en Tu lugar (Paduka Pattabhishekam). Me quedaré en la aldea de Nandigram en los suburbios de Ayodhya y viviré como un ermitaño, tal como lo haces Tu. Extrayendo autoridad de Tus padukas, gobernaré el reino en Tu nombre durante Tu ausencia; por exactamente catorce años y ni un día más. Estaré esperando ansiosamente Tu regreso. Si no regresaras luego del período estipulado, le pondré fin a mi vida" - Ese era al gran Bharatha : se le ofrecía en bandeja un poderoso imperio, pero se rehusó a aceptarlo.
Luego de la partida de Bharatha, Rama y los suyos se adentraron profundamente en la floresta, visitando muchas ermitas en el camino y hablando con muchos sabios. Finalmente llegaron a las riberas del sagrado Rio Godavari, se construyeron una pequeña choza en donde comenzaron a vivir. Un día llegó hasta las cercanías de la cabaña una grotesca fémina llamada Surpanakha, la hermana de Ravana. Cautivada por la belleza de Rama, se acercó a Él y ¡le pidió que la tomara como esposa!
Sintiéndose de buen ánimo, Rama bromeó con ella, diciendo, "Lo siento tanto, no puedo aceptar, estoy casado y, de hecho, la dama que ve allá es mi mujer. ¿Por qué no le pregunta a mi hermano Lakshmana? Él es menor que yo, y lo que es más importante, a diferencia mía, es soltero. ¡Sería una pareja ideal!" Creyendo en lo dicho por Rama, Surpanakha se acercó a Lakshmana y se le declaró.
Presintiendo el juego de Rama, Lakshmana decidió seguir la broma. "Señora - dijo - no soy más que un esclavo de mi hermano. ¿Quiere ser la mujer del Amo o del esclavo? Piénselo." Tomando en serio a Lakshmana, Surpanakha volvió junto a Rama y renovó su proposición de matrimonio, haciendo al mismo tiempo algunas observaciones denigrantes acerca de Sita. Ahora, Rama se enojó, y decidiendo que la broma iba demasiado lejos, le ordenó a Lakshmana cortar la nariz y las orejas de Surpanakha en castigo por sus afrentas.
Lakshmana castiga a Supanakha - Ravana incuba su malvado plan.
Desfigurada, sangrando y gritando, Surpanakha corrió donde sus hermanos Karan y Dushan, rogándoles vengar su mutilación. Los hermanos llegaron con un numeroso ejército para atacar a Rama, pero éste los aniquiló a todos rápidamente sin ayuda alguna. Frustrada en sus ansias de venganza, Surpanakha se apresuró a viajar a Lanka en donde era monarca su hermano mayor, Ravana. Postrándose a los pies de Ravana, narró su historia y le rogó a su hermano de darles una lección apropiada a los Príncipes de Ayodhya. Y, como cebo, agregó una cautivadora descripción de la exquisita belleza de Sita.
Habiendo sembrado las semillas de la lujuria, Ravana decidió que debía poseer a Sita. Para elaborar un plan para ello, voló a visitar a Marisha, su tio. Habiéndose enmendado después de su encuentro con Rama, Marisha llevaba ahora una vida piadosa, y por ello, advirtió seriamente a Ravana que abandonara sus malvados planes. Mas, ebrio como estaba con sus lascivos deseos, Ravana no estaba de ánimo para recibir consejos; enojándose, amenazó con matar a Maricha si no le ayudaba. Maricha cedió, prefiriendo morir a manos de Rama que del malvado Ravana.
Así fue que se incubó un plan para secuestrar a Sita. Según éste, Maricha asumiría la forma de un ciervo dorado e iría a retozar en las cercanías de la morada de Rama, como para atraer la atención de Sita. Queriendo al ciervo como mascota, ella le pediría a Rama que lo capturara. Entonces aprovecharía Marisha para hacer que Rama se internara en lo profundo de la floresta y, sería el momento para que Ravana llegara hasta la
cabaña, cogiera a Sita y se alejara volando.
El plan fue debidamente puesto en marcha y, fue así que Sita cayó en la trampa y le rogó a Rama que capturara al ciervo para ella. Rama advirtió que había algo extraño y antinatural en el ciervo, porque no había nada como un animal de oro en la creación de Dios. Pero, puesto que Sita insistiera, Rama cedió a sus deseos y partió tras el ciervo. No obstante, antes de salir a la caza de este, tomó la precaución de dejar a Lakshmana de guardia, indicándole enfáticamente de no dejar sola a Sita bajo ninguna circunstancia. Siguiendo al ciervo, Rama se internó en la floresta, aunque sabía que era en realidad Maricha disfrazado, de modo que, para acabar con él, disparó una flecha. Cuando la flecha atravesó su cuerpo, Maricha cayó, pero, imitando la voz de Rama, gritó, "¡Sita, Lakshmana, estoy muriendo!"
Tanto Sita como Lakshmana oyeron el grito, mas mientras Sita fue engañada, Lakshmana no. Sabía que nadie podía matar a Rama, pero Sita no tenía esta confianza. Muy agitada, le rogó a Lakshmana que fuera de inmediato a investigar. Lakshmana le aseguró que ningún daño le podría ocurrir a Rama, pero Sita no quiso convencerse. Viendo que Lakshmana no se movería ni una pulgada, se enojó y ¡acusó a Lakshmana de querer que Rama muriera para que él pudiera tener a Sita! Para el pobre Lakshmana estas palabras fueron como puñales de fuego, incapaz de soportar las injustas acusaciones, finalmente se internó en la floresta, dejando sola a Sita.
Aprovechando la oportunidad, Ravana quien se disfrazara como un Sannyasi o renunciante, se aproximó a Sita mendigando alimento, la cogió, la puso en su carro volador, y se alejó volando. Dándose cuenta finalmente de la trampa que se le había tendido, Sita se lamentó y le rogó a Ravana que la dejara libre; y cuando éste se rehusó, ella comenzó a gritar pidiendo ayuda.
Swami dice que el significado interno del secuestro de Sita es el siguiente : Sita representa al Jiva, o alma encarnada. Sita estaba bien protegida mientras su atención estaba focalizada en Rama (quien representa al Atma), más cuando se desvía hacia el ciervo de oro (atracción mundana ilusoria), se metió en problemas. De igual manera, el Jiva no enfrentará problemas en tanto se mantenga apegado al Atma, mas si se deja tentar por los placeres transitorios del mundo externo, es inevitable que sufra dolor.
Ravana disfrazado de Sannyasi - Jatayu arriesga su vida para salvar a Sita
Volviendo a la historia, el pedido de auxilio de Sita es escuchado por Jatayu, el rey de las águilas y también un viejo amigo de Dasaratha. Lanzándose al rescate; Jatayu atacó fieramente a Ravana, mas éste se mostró más fuerte y le infligió heridas mortales al ave. Dejando moribundo a Jatayu, Ravana emprendió nuevamente el vuelo a Lanka. Entretando, Sita arrancó un trozo de su sari y envolvió en él algunas de sus joyas, lanzando luego al atado hacia abajo con la esperanza que Rama y Lakshmana lo verían al buscar por ella, y tal vez les daría alguna indicación de la dirección en que era llevada.
Mientras tanto en la floresta, Lakshmana alcanzó a Rama y descubrió, como lo había sospechando desde un comienzo, que el grito de muerte era una cruel imitación. Sorprendido al ver a Lakshmana, Rama le preguntó con severidad por qué había dejado sola y desprotegida a Sita. Lakshmana intentó explicar débilmente las circunstancias que le habían empujado a desobedecer las órdenes de Rama. Era patente ahora que todo el episodio, comenzando por la misteriosa aparición del extraño ciervo, era parte de un plan siniestro. Temiendo por la seguridad de Sita, los hermanos corrieron hacia la cabaña, sólo para encontrarla vacía.
Rama cuida de Jatayu como lo habría hecho por su padre -
La búsqueda de Rama para rescatar a Sita
Rama se mostró deprimido e inconsolablemente apesadumbrado. (Todo era una actuación sin duda, aunque lo notable es que el Señor la representó por entero, ¡aunque se encontraba solo en la floresta, con sólo Su Adishesha a Su lado!). Lamentando la pérdida de Sita, los hermanos salieron en su busca y, al hacerlo, se encontraron con el moribundo Jatayu, de quien se enteraron que era un gran amigo de su padre. Aunque estaba muy débil, Jatayu les hizo una gráfica descripción de su intento por rescatar a Sita y luego, lanzó su último suspiro. Rama y Lakshmana despidieron llorando al ave, llevando a cabo Rama todos los últimos ritos, tal como lo habría hecho el propio hijo de Jatayu.
Luego los hermanos partieron en la dirección general que Jatayu les había indicado como la tomada por Ravana, y después de cruzar varios ríos, arroyos, montes y valles, llegaron un buen día a un ashram o ermita que ocupara una vez el sabio Matanga. El sabio había fallecido, mas ocupaba el ashram una antigua sirviente suya, una tribeña llamada Sabari. Justo antes de partir hacia su morada eterna, Matanga le dijo a Sabari, "Espera aquí. Un día vendrá el Señor y te dará Darshan. Después de eso quedarás liberada."
Sabari esperó pacientemente por ese día, manteniendo siempre los senderos limpios y libres de espinas, puesto que no sabía cuando vendría el Señor; y también mantenía una cantidad de frutas y bayas frescas para atender al Señor cuando viniera. Sabari no tenía la menor idea de cómo luciría el Señor y, sin embargo, cuando Rama entró al Ashram, ¡de inmediato supo que era Él! Rebosante de alegría recibió al Señor y le ofreció amorosamente las frutas que había recogido.
La devoción de Sabari es un permanente ejemplo de esa devoción pura de la que Krishna habla con tanto cariño en el Gita. Una simple mujer de tribu, totalmente analfabeta, que nada conocía de sabiduría, meditación y el resto de todas esas cosas rimbombantes. Mas sentía un inmenso amor por el Señor, un amor
desinteresado, ¡lo cual, al fin de cuentas es lo único que vale!
Encuentro de Hanuman con el Señor Rama
Continuando su viaje al sur, porque era la dirección que había tomado Ravana, Rama y Lakshmana llegaron a Kishkinda, el territorio de los Vanaras (monos). Aquí se encontraron con Sugriva y Hanuman (conocidos también como Maruti y Anjaneya). Supieron que Sugriva estaba exiliado, porque había sido expulsado por su hermano mayor y más poderoso, Vali, como resultado de un malentendido. Vali era el actual gobernante de Kishkinda, no obstante, no podía llegar hasta el lugar en donde se ocultaba Sugriva, debido a una maldición. De hecho, cuando los angustiados príncipes se acercaban, Sugriva dudando si podían o no ser agentes de Vali disfrazados, envió a investigar a Hanuman su leal ministro; y fue entonces que Hanuman se encontró por primera vez con Rama.
Hanuman, el Devoto Ideal, reconoce instantáneamente a su Maestro
La entrada de Hanuman en la historia de Rama es algo tardía, pero este lo compensa desempeñando un rol conmovedor e inolvidable en las últimas partes. Lo que es más importante, sería recordado para siempre como el supremo ejemplo de un Rama Bhakta o devoto de Rama y un servidor ideal del Señor.
Respecto de la relación entre un maestro y un servidor, Swami dice que la hay de tres tipos. El primero entiende presisamente todo lo que su maestro quiere y un mero gesto basta; no hay necesidad de elaboradas instrucciones, de supervisión constante, de recordatorios etc. El segundo tipo es el calculador que no hace sino justo lo que se le dice; no hay sentido de anticipación ni un ápice más de servicio que el que se haya indicado. El tercer tipo es demoníaco y, pensando que entiende a su maestro, hace justamente lo contrario de lo que se supone que haga. Hanuman, agrega Swami, pertenecía a la primera categoría.
Después de cerciorarse de quienes eran, Hanuman les condujo hasta Sugriva. A este le explicaron que iban en búsqueda de Sita la que había sido secuestrada por Ravana. Escuchando la triste historia, Sugriva dijo, " "Un día vimos a un demonio que pasó volando en un carro en el que llevaba a una mujer raptada. Ella lloraba todo el tiempo y, mientras el carro volaba por sobre nosotros, lanzó un atado conteniendo joyas."
Sugriva trajo el atado que mencionaba y mostró las joyas. Reconociéndolas como pertenecientes a Sita, la angustia de Rama se acentuó, en vista de lo cual Sugriva prometió tuda su ayuda para localizar a Sita y rescatarla. Rama, por su parte, prometió eliminar a Vali. Así fue que se juraron un lazo de amistad entre ambos, con el fuego como testigo.
Poco después, Rama mató a Vali y Sugriva fue establecido como jefe de Kishkinda. Entretanto había comenzado la estación de lluvias y la búsqueda de Sita hubo de ser pospuesta hasta la retirada del monzón. Ello sucedió cuatro meses después y Rama ya estaba impaciente por reanudar la búsqueda. No obstante, Sugriva quien había ofrecido antes su ayuda, se había sumido ahora en los placeres de su realeza y olvidó lo prometido. Mas, luego de una severa admonición de Lakshmana, Sugriva reconoció sus responsabilidades. Se organizó entonces a cuatro partidas de búsqueda de Vanaras, con instrucciones de investigar hacia los cuatro puntos cardinales - Hanuman integraba el grupo que se dirigiría hacia el sur. Llegaron hasta la costa y no habían encontrado señales de Sita. Entonces se toparon con Sampati, el hermano de Jatayu, el cual con su aguda visión, le dijo a los buscadores que Sita se encontraba en la lejana isla de Lanka. Cien Yojanas (se calcula que un Yojana equivale a unos diez kilómetros) separaban a Lanka de Bharath y la interrogante surgía ahora de cómo llegar hasta Lanka y continuar la búsqueda.
El Poderoso Hanuman, con el poder del Todopoderoso
En estos momentos, un oso ya mayor que formaba parte del grupo y llamado Jambavan, le recordó a Hanuman sus extraordinarias capacidades, y le pidió que saltara por sobre el océano para buscar a Sita. Aceptando la responsabilidad, Hanuman meditó por unos instantes, asumió una forma gigantesca y dio el salto, entonando constantemente el nombre de Rama. Se encontró con varios obstáculos en el camino, pero todos ellos se desvanecieron como la niebla ante el sol naciente - un recuerdo para todos nosotros en cuanto a que pueden surgir obstáculos incluso en la tarea del Señor, pero pueden ser superados, invariablemente, al confiar por entero en Él.
Esto es todo por el momento y vendrá más la próxima vez. Entretanto, espero que hayan disfrutado de la historia. Rogando que Dios nos bendiga a todos, me despido.
Jai Sai Ram
- - - - - - - - - - - - - - - - - - -
Publicado en H2H
Traducción de Herta Pfeifer
Santiago, mayo 2008