Introducción a los cuencos y campanas tibetanos
A lo largo de la geografía de Gaia, nuestra Madre Tierra, allí donde
dirijamos la mirada, veremos que la vida posee vibración. No importa en
qué cultura nos encontramos, por poco que nos esforcemos en observar,
podremos comprobar que la vibración, el sonido, el ritmo o la música,
están siempre presentes. Desde las campanas o los cuencos tibetanos,
hasta las tribus de Australia, pasando por las cortezas de árbol del
continente africano, el sonido aparece continuamente ante nuestros
sentidos. Sólo nos hace falta observar un poco las tradiciones
folklóricas o religiosas de cada cultura, para darnos cuenta de la
importancia que tiene el ritmo y el sonido en nuestras vidas.
Algunos sonidos nos llevan a la paz más profunda. Otros nos conducen a
estados mentales de ensoñación o trance. Por supuesto, no faltan sonidos
para alegrarnos o entristecernos. ¿Cuál es el motivo? La respuesta es
muy simple: somos vibración y como tal, tenemos la capacidad de
alterarnos a partir de la audición y percepción de otra vibración o
sonido.
Sin lugar a dudas, cerrando los ojos y poniendo un poco de voluntad,
todos somos capaces de evadirnos escuchando sonidos, simplemente, porque
la vibración es una fuente primitiva de vida. Dejarnos llevar por el
rugir de las olas del mar en la orilla de una playa; sentir en nuestro
interior el canto del grillo o la cigarra; percibir el repiqueteo de una
gota de agua que cae al suelo en lo más profundo de una oscura
caverna... Éstos no son más que algunos sencillos ejemplos de sonidos
que, bien trabajados, pueden obrar rápidos y profundos cambios en
nuestro interior.
En ocasiones las melodías proceden de un instrumento construido a partir
de elementos cedidos por la Madre Naturaleza. A veces, el productor del
sonido es elaborado de forma totalmente artificial a través de la
moderna informática. Por otro lado, una antigua tradición afirma que el
Universo nos canta a cada nuevo día, hoy sabemos que hay una vibración
estelar, un "ruido" más allá de las fronteras de nuestro planeta.
Los sonidos nos ayudan a convivir con ese todo invisible que nos rodea.
Pero si, además, el sonido procede de un elemento sagrado como puede ser
un gong, una campana o un cuenco tibetano, la fuerza es todavía mayor.
Trabajando y conociendo elementos como los mencionados, iremos viendo, a
través de las páginas de este libro, las grandes ventajas que supone el
sonido.
Aprenderemos a relajarnos, a rebajar las tensiones, a enardecer ciertos
sentidos y a despertar la parte dormida de nuestro subconsciente que
contiene un gran poder energético y que todos llevamos dentro.
Mediante la simple lectura y práctica de los ejercicios descritos en
esta obra, veremos que podemos proyectarnos más allá de nuestra
conciencia, lograr sueños agradables y encauzar de forma correcta una
meditación o visualización. Pero también aprenderemos a limpiar y
purificar un ambiente enrarecido después de una discusión, sabremos de
qué forma tenemos que energetizar una casa, un templo o un espacio para
que luego éste sea sagrado.
Por supuesto, para que todo ello funcione mucho mejor, precisaremos de
la buena disposición y fluidez mental del operador o lector de este
libro. Ya que, como en tantas otras cosas, cuando el corazón y la mente
no caminan unidos de la mano, los resultados no suelen ser los
previstos.
La historia del sonido sagrado
De los cinco sentidos que posee el ser humano más el sexto que nos
remite a la intuición, el del oído es el que probablemente nos conecta
con mayor eficacia a estadios cerebrales elevados.
Se ha demostrado que el hombre, en estado fetal, tiene capacidad para
recibir los estímulos externos al claustro materno a través de los
sonidos amortiguados que le llegan del exterior, de este mundo que, en
un corto espacio de tiempo, será el suyo.
De todos es sabido que existen varios tipos de memoria y la auditiva es
una de las más eficaces y enraizadas. Estudios científicos demuestran
que una vez el bebé es dado a luz, éste tiene capacidad para reconocer
la voz de la madre que lo llevó en su seno. Es precisamente esta voz la
que establecerá un puente entre ambos universos, el intimo, cálido y
privado de la gestación y el que en lo sucesivo será su espacio de
desarrollo: el ruidoso, agresivo y hoy por hoy desnaturalizado planeta
Tierra.
De todo lo dicho podemos deducir que la voz de la madre es uno de los
primeros "sonidos sagrados" con capacidad de influir tanto en las
emociones como en la psique profunda.
Pero la vibración de esta voz tan querida no es la única vibración que
puede aportarnos equilibrio y bienestar. A medida que el bebé entra en
las diferentes etapas de madurez, va descubriendo distintos sonidos, en
cierta forma sustitutivos, que le pueden transportar a unos estados
físicamente hablando muy satisfactorios y a unos estadios mucho más
elevados de conciencia.
En lugares alejados de los núcleos urbanos, podemos encontrar sonidos
sagrados en la Naturaleza. El ruido de la lluvia, el rumor de las olas
del mar, el manar de una fuente, el derroche de agua de una cascada, el
retumbar de un trueno o el rugir de un volcán, pueden ayudarnos a
relajar nuestras células cerebrales y pensamientos, potenciando la
introspección y la paz interna.
Tampoco debemos olvidar que el hombre puede realizar sonidos que se
pueden acercar a la sacralización de los anteriores: mantras, cantos
rituales o sagrados como los gregorianos, música clásica,
vocalizaciones, sonidos guturales..., etc., pueden despertar al ángel
que anida adormecido en nuestro interior y nos concede la capacidad de
sanación y transmutación.
Pero también objetos materiales realizados por la mano del hombre pueden
contribuir a alcanzar este estadio ansiado de equilibrio. Cuencos,
campanas, cimbals, van a ayudarnos a sincronizar nuestra propia
vibración energética interior con la música de las esferas y los cuerpos
celestes. Serán de suma ayuda a la hora de despejar de energías
nefastas tanto el domicilio particular, como el centro de trabajo e
incluso, en caso de enfermedad, serán de gran ayuda a la hora de
potenciar la sanación tanto el cuerpo como el espíritu.
Una bella historia
"Izar era un asceta que, renunciando a las riquezas del mundo y decidido
a encontrarse a si mismo, se instaló con un cuenco de madera, una
cuchara y una vieja túnica en las montañas de la cordillera del Himalaya
Allí, en una árida explanada, cerraba los ojos escuchando los cantos de
los pájaros, el sonido de los vientos y el rugir de las aguas de una
cascada cercana. Así pasó meses, incluso años. En silencio escuchaba y
meditaba las palabras invisibles de los elementos.
Cierto día, Iza, habiendo alcanzado un alto grado de concentración y
llegando a la integración con todos los sonidos que le rodeaban, sintió
que su corazón crecía en lo más profundo de su plexo solar. Sentía una
presión que le era agradable pero dolorosa al mismo tiempo, tanto que,
no pudiendo resistirlo, abrió la boca para gritar, más su garganta no
emitió sonido alguno. La presión seguía creciendo y cuando el dolor era
casi insoportable vio frente a sí un gran dragón amarillo que emergía de
la tierra Iza, paralizado por el miedo no se movió. El dragón lanzó
fuego sobre el cuenco de madera que Izu empleaba para beber y comer,
llenándolo de un fluido dorado y convirtiéndolo en un recipiente de
pulido metal.
Finalmente el Dragón le dijo a Iza: "Tú eres la persona que mejor ha
sabido guardar en su interior los sonidos de la vida y la muerte, del
odio y el amor, de la oscuridad y la luz. Por ello, en nombre de los
dioses del conocimiento, te hago entrega de este objeto capaz de
transmitir las sensaciones más increíbles, capaz de estremecer tu alma y
también tu corazón"
Según cuenta la leyenda, así nacieron los cuencos tibetanos y, desde
hace milenios han sido utilizados, como práctica habitual, en todos los
Monasterios y Lamaserías del Tíbet, Nepal y la India.
Originariamente, los cuencos estaban hechos de forma absolutamente
artesanal. Su aleación era la combinación de siete metales: oro, plata,
cobre, cinc, níquel, hierro y antimonio. Tras la fundición de los
citados metales, extendían la aleación y le iban dando forma circular a
base de delicados golpes pero precisos hasta que iba tomaban la forma
con la que les conocemos. Por este motivo, los cuencos originales, éstas
preciadas obras de arte dignas del mejor de los museos, presentan un
aspecto rudimentario en el que se pueden apreciar las hendiduras y el
trabajo del hombre.
En la actualidad, los cuencos tibetanos ya no salen de manos de los
lamas. A pesar de que la industrialización en su fabricación es
prácticamente nula, artesanos especializados, menos sacros y
espirituales que los originarios orfebres, se ocupan de su elaboración,
siguiendo las antiguas tradiciones.
Hoy día, para la creación de un cuenco tibetano se utilizan sólo tres
metales: cobre, hierro y bronce. También, de forma mucho más escasa y
selectiva, se realizan vertiendo silicio sobre cuencos de vidrio
incoloro y muy transparente.
Como es de todos conocido, existen cuencos de diferentes tamaños y
grosores. Cuanto más fina sea la pared más intenso será el sonido que
desprenda, no obstante, la calidad del sonido dependerá de la conjunción
y magia que se pueda crear entre nuestra propia calidad vibracional y
la del cuenco.
En la época actual, los monjes, emulando al eremita de la leyenda, se
siguen valiendo del sonido sagrado de los cuencos para alcanzar estados
meditativos que les lleven a lograr el equilibrio de la polaridad de sus
hemisferios cerebrales, mediante la emisión de ondas Alfa.
El sagrado sonido de sus amados cuencos tibetanos, también les es de
suma ayuda a la hora de reequilibrar los complejos procesos celulares,
potenciando la sanación y la consecución de la armonía entre el cuerpo
físico y los cuerpos o energías sutiles.
Los cuencos tibetanos, las campanas, los cimbals, los gongs y demás
instrumentos musicales de gran poder, están siendo los grandes aliados
en todo tipo de terapias vibracionales y energéticas, siendo
incorporados, como elementos sumamente útiles, en las prácticas
terapéuticas dispensadas por profesionales de la medicina holistica.
Los primeros pasos
Ya hemos conocido un poco de historia sobre el cuenco y las campanas. A
estas alturas, sin lugar a dudas, el lector estará deseoso de comenzar a
practicar con ellas. Es buen momento, pero recordemos que la
precipitación retrasa los acontecimientos y que en ocasiones, es mejor
asimilar y comprender ciertos conceptos teóricos antes de pasar a la
práctica.
A lo largo de este capítulo tomaremos contacto con los cuencos y
campanas. Como vamos pues a trabajar con elementos que van a ayudarnos
en nuestra canalización y vibración energéticas, estamos en la gran
obligación de acercarnos a ellos poco a poco, y sin miedo ni temor. E1
peor error sería tomar un cuenco entre las manos sin más y golpearlo sin
sentido, sin saber, sin prepararnos íntimamente para este acto de
comunicación con la vibración del sonido.
Seguidamente, veremos qué manera es la mejor para trabajar con el
cuenco, cómo hay que tomarlo entre las manos y nos prepararemos para
"sentir" su poder, su vibración y su energía.
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