LA REPETICIÓN SUFÍ DEL SONIDO DIVINO
El sufismo es el ala mística del islam. Como toda mística, su propósito
esencial es la fusión del místico con la divinidad venerada e invocada.
Una forma privilegiada de invocación de lo divino para los sufíes es la
repetición de la oración «No hay más dios que Dios" un cierto número de
veces diarias: 5.000 o 10.000, incluso más, pues el muríd, el adepto
sufí, cree que "su corazón, como las demás partes de su cuerpo, está
sometida a la herrumbre de los átomos. Cuando la lengua pronuncia esta
fórmula de negación-afirmación, el corazón se purifica de la herrumbre y
alcanza el estado de vigilancia y, más allá, el de la contemplación de
Dios". En este momento de Temakel, sobre Músicas de Viaje Sonoros y el
poder del sonido, le presentamos un comentario sobre la técnica mística
del dikr, la repetición de la invocación divina, antes mencionada. Un
nuevo ejemplo de las potencias del sonido, de su capacidad para acercar
al humano hacia la sutil médula del ser y lo trascendente.
. ..Todo el camino es dikr. La realización no consiste, en efecto, en
producir o en efectuar algo que no hubiese existido antes: la
realización es, muy al contrario, adquirir conciencia de lo que siempre
ha existido y que nunca ha dejado de existir a pesar de la ilusión y el
olvido. La realización no es otra cosa que una anámnesis, un volver a
recordar aquello de lo que éramos conscientes a raíz del pacto
primordial, un retorno a nuestro origen espiritual primero. A partir de
ahí, todo lo que favorece o suscita este volver a recordar es igualmente
dikr: la lectura o la recitación del Corán, con mayor razón si es
meditada, es dikr por excelencia, puesto que es verdaderamente comunión
con el Verbo divino revelado; la meditación de la doctrina que emana de
ello y de las enseñanzas de los maestros espirituales es dikr, igual que
la meditación sobre la muerte o sobre los demás signos-símbolos de
Dios; la búsqueda de la propia realidad íntima es también dikr, pues,
según un hadiit: «Quien se conoce a sí mismo conoce a su Señor...».
Sin embargo, una práctica propia de los sufíes se designa más
específicamente con ese nombre de dikr. Conforme a la exhortación
coránica: "¡Acordaos de Mí, Yo me acordaré de vosotros!» (cor. 2:152),
todos los musulmanes tienen la costumbre de citar frecuentemente la
sahada o fórmulas de glorificación y de alabanzas, o también de recitar
letanias (awrad) llenando así su vida de un recuerdo de Dios constante.
mente renovado. El sufí, por su parte, quiere alcanzar un dikr
permanente y va, pues, a esforzarse en practicar una constante mención
de un nombre divino -las más de las veces Alá- o de la sahada.
Esta mención, este dikr y propio del sufí, se hace ante todo con la
lengua, pero esto no es sino una etapa, pues el dikr debe llegar a
impregnar el ser hasta el punto de que el corazón pueda mantenerlo sin
cesar, cualquiera que sea la actividad practicada e incluso durante el
sueño.
Una técnica del dikr
Para alcanzar el estadio de la muraqaba, el muríd debe pronunciar con la
lengua la fórmula de negación-afirmación: «No hay más dios que Dios,
cierto número de veces diarias: 5.000 o 10.000, incluso más, pues su
corazón como las demás partes de su cuerpo, está sometida a la herrumbre
de los átomos. Cuando la lengua pronuncia esta fórmula de
negación-afirmación, el corazón se purifica de la herrumbre y alcanza el
estado de vigilancia y, más allá, el de la contemplación de Dios. Al
pronunciar la fórmula de negación-afirmación, el muríd debe dirigir sus
pensamientos hacia la noble sentencia siguiente: «Oh Dios, tú eres el
objeto de mis aspiraciones y tu satisfacción es lo que yo deseo», porque
estas palabras refuerzan la significación de la fórmula
negativa-afirmativa y conceden al corazón del que realiza el dikr el
misterio de la unicidad de Dios, hasta el punto de que en su mirada
desaparece la existencia del mundo y no subsiste más que la existencia
de Dios Unico.
Durante el dikr, el muríd debe conservar en su corazón la comprensión
exacta de la significación de la fórmula negativa-afirmativa, pues si el
corazón está enteramente lleno de ella, podrían penetrar en él
pensamientos exteriores, y entonces el corazón no alcanzaría el fin del
dikr, a saber, su comunión con el objeto del dikr. La protección del
contra todo pensamiento exterior, aunque fuese durante una hora, es una
gran acción para los adeptos de la tariqa. Durante el dikr, la retención
de la respiración debe preservar la presencia de Dios en el corazón del
adepto. Algunos piensan que el muríd debe mantener la presencia en su
corazón en todo tiempo, pero esto corresponde al estadio de la muraqaba.
El murid debe detenerse de vez en cuando e intentar conocer qué momento
ha pasado en presencia y qué otro en el olvido. Cuando el olvido llega,
debe apartarlo diciendo: " Perdóname, oh Dios", y debe volver sus
pensamientos hacia Dios y concentrarse en El. La vida de un hombre que
no observa sus obligaciones en lo referente al dikr de Dios y el
cumplimiento de las plegarias resulta insignificante y se hunde en los
pecados y el olvido. El conocimiento de los momentos del tiempo y su
preservación de todo lo contrario a Dios y la constancia en el
cumplimiento de las plegarias, están entre las más altas cualidades de
un murid.
Durante el dikr el murid debe retener su aliento y pronuncia la fórmula
negativa-afirmativa un número impar de veces: tres, cinco, siete, etc.,
hasta veintiuna, durante cada respiración. Cuando el rnuríd alcance el
estadio en que pueda pronunciar un número impar dado de la fórmula en un
solo aliento, debe considerar el resultado. Si obtiene algún resultado,
tanto mejor, pero si no obtiene resultado alguno, entonces es a causa
de algunas faltas a las reglas. El murid debe volver a empezar,
esforzándose por observar rigurosamente todas las reglas escritas.
Del mismo modo, el que penetra en este camino debe observar su corazón
durante el dikr a fin de protegerlo del olvido y de los pensamientos
exteriores, pues mientras que subsiste en él un pensamiento exterior, el
corazón no puede presentarse ante el objeto del recuerdo (Dios),
incluso aunque se acuerde de Dios durante toda la vida. Mientras que si
el murid vigila su corazón y lo dirige enteramente hacia el Único,
entonces se realiza en él el aniquilamiento de sí mismo en Dios; alcanza
entonces el estadio en el que no siente ni su propia existencia ni la
existencia de cualquier otro salvo del Creador, y cuando haya alcanzado
este estadio, entonces todo se habrá cumplido. (*)
(*) Fuente: Christian Bonaud, Introducción al sufismo, El Tasawwuf y la
espiritualidad islámica, Barcelona, Paidos, pp.48-52.
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