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Lugares de Poder: ULURU, EN EL TIEMPO DEL SUEÑO
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De: Thenard  (Mensaje original) Enviado: 29/06/2010 22:12
ULURU, EN EL TIEMPO DEL SUEÑO
s/a

Referencias en Temakel y
Paraísos



Parece salido de la nada. Tras recorrer kilómetros de desierto, en el corazón de Australia se alza el montículo de arenisca rojiza de Uluru como si acabara de emerger de las profundidades del magma terrestre. Es el centro de lo que los aborígenes australianos llamaron Dreamtime (el Tiempo del Sueño), la época en que todo comenzó. Relacionado también con el Mito de la Creación de los Anangu, el pueblo aborigen que se considera guardián de la misteriosa roca que quiebra la soledad y la plana amplitud del desierto.

Uluru, también conocido como Ayers Rock, es el mayor monolito del mundo. Con un perímetro de 9,4 km y 348 metros de altura. Con forma oval, de 3,6 Km de largo y 2 Km de ancho alcanza su mayor esplendor en las salidas y puestas de sol, adquiriendo gran espectacularidad por los cambios de color e iluminación. Representa el cruce de caminos de los senderos del Tiempo del Sueño aborigen. A 32 kms de Uluru, se encuentra también el Monte Olga, otra formación rocosa sagrada para los nativos.

En 1873, mientras exploraba el árido territorio del norte de Australia, el comisionado William Gosse descubrió una hilera de montículos rocosos al sur de Alice Springs. El más impresionante de todos fue un enorme monolito rojo, al que bautizó como Ayers Rock en honor del Primer Ministro australiano, sir Henry Ayers. Pero Gosse ignoraba que la roca de vivos colores ya llevaba el nombre que le había sido dado por los nativos: Uluru.

Descubrió también otros dos accidentes más: los Montes Conner y Olga -este último, llamado Katatjuta o muchas cabezas por los indígenas, dado que parece mostrar una serie de caras mirando al cielo. Los tres son de arenisca roja, los tres son muy distintos entre sí pero, para los herederos de los hombres-animal, los tres son lugares cargados de múltiples significados, a muchos de los cuales es imposible acceder desde la mentalidad contemporánea.

Uluru es el hogar de los pueblos Pitjantjatjara y Yankunytjatjara, conocidos como los Anangu, y les fue devuelta su propiedad en 1985. La zona contiene gran cantidad de cuevas y pinturas de los aborígenes y son lugares sagrados, muchos de ellos cerrados al público. Todas las marcas geofísicas en la mole de Uluru adquieren su significado a través de un relato, una fábula o una canción. En los pliegues superpuestos de la roca, los aborígenes ven por ejemplo al lagarto Kandju, que llegó hasta aquí buscando su bumerang perdido.

Cada grieta, cada recoveco, cada saledizo, cada cueva, cada mancha de Uluru quiere decir algo para los aborígenes desde hace miles de años. Las manchas de humedad de los lados eran sangre de los venenosos hombres-serpiente, derrotados en la famosa batalla del Tiempo del Sueño. Los orificios de la roca simbolizaban los ojos de un enemigo ya muerto; un saliente representaba la nariz de un antepasado sumido en profundo sueño; y cada cavidad en la base de la roca cumplía una determinada función en los rituales propios de los aborígenes.

Por medio de ceremonias rituales, danzas y cánticos, pinturas en el cuerpo y en la piedra, estampado de manos y dibujos grabados en la roca, todas las complicadas historias del pasado fueron transmitidas generación tras generación hasta llegar a los descendientes actuales de los hombres-serpiente y los hombres-canguro, la Pitón Sagrada, el Gran Lagarto benigno Kandju y sus enemigos, el Demonio Dingo y los hombres-víbora.

En 1995 el nombre del parque cambió de Ayers Rock - Monte Olga, por el de Parque Nacional Uluru - Kata Tjuta en reconocimiento a la propiedad del pueblo Anangu de esas tierras. A 335 km al sudoeste de Alice Springs, en los territorios del norte de Australia, cuenta con 132.566 hectáreas y esta en la lista de Lugares Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.
TJUKURPA

La cultura del pueblo Anangu se basa en las relaciones entre las gentes, las plantas y los animales, así como en las estructuras físicas del paisaje. Las complejas relaciones entre estos elementos y como mantenerlas se explican a partir de la tradición religiosa denominada Tjukurpa, conjunto de leyes tradicionales que explica la existencia de las cosas y de las gentes, y que sirve además como guía en la vida cotidiana. Como las demás religiones del mundo, el Tjukurpa da respuesta a cuestiones importantes, como se creó el mundo y los seres vivos, y por quién. Es la clave para comprender la vida pasada, presente y futura. Y este se expresa de manera muy real a través del paisaje, que transmite la sabiduría de los antepasados.

Tjukurpa es la interpretación religiosa del entorno natural, el aspecto más importante que une al pueblo Anangu entre sí y con la tierra que habitan. Piranypa o los hombres blancos han traducido siempre el Tjukurpa como El Sueño o El Tiempo de los Sueños. Al pueblo Anangu le disgusta esta referencia. El Tjukurpa nada tiene que ver con el acto de soñar según lo entendemos en la cultura occidental, algo que realizamos durante un estado inconsciente, algo irreal o imaginario. En ningún lugar el Tjukurpa implica acciones o acontecimientos inexistentes, quiméricos o falsos siempre que se refiera a los pueblos de Pitjantjatjara, Yankunytjatjara o cualquiera de los que habitan en los desiertos centrales australianos.




El Tjukurpa habla en términos de pasado y presente. Toda la tierra, incluyendo todo lo que hay y todo lo que vive sobre ella, fue creada durante el Tjukurpa y por el Tjukurpa. Ninguna montaña, valle, llanura, corriente de agua, existía anterior al Tjukurpa. Durante aquel tiempo, seres ancestrales en forma de humanos, animales y plantas viajaron a lo largo y ancho de la tierra y perpetraron hechos remarcables de creación y destrucción. Los viajes de aquellos seres son recordados y celebrados hoy, donde quiera que fueran. La memoria de sus actividades existe hoy en día en la forma de accidentes geográficos. Para el pueblo Anangu, este recuerdo provee el relato histórico de cómo la tierra se convirtió en lo que hoy es, y la prueba religiosa de lo que la tierra significa.
MITO DE LA CREACION DE LOS ANANGU

Hasta llegar a la pubertad, los jóvenes aborígenes desconocen los secretos mayores de sus ancestros. Pero llega un día cuando los jovencitos se reúnen y mutuamente decoran su cuerpo con figuras totémicas en ocre rojizo, tiza blanca y carbón. Se preparan para la ceremonia del Demonio de la Montaña, Kandju, representado por un lagarto de feroz aspecto. A través de una precisa mímica, los jóvenes narran como pájaros y lagartos se reunieron para una fiesta, cómo los sorprendió un gran incendio y cómo, desde entonces, el cuerpo de uno y otros aparece con manchas de distinto color y tamaño. Poco después, esos jovencitos son separados de sus madres y entran en el largo período de iniciación, durante el cual una noche serán cubiertos con sangre humana, otra se les arrancará un diente y después se les cubrirá el pecho con brazas.

Terminado el tiempo de iniciación, sólo entonces podrán conocer los grandes relatos del Tiempo del Sueño. Sabrán del Tjukurpa. Sabrán que ciertos orificios de a roca son los ojos de un enemigo muerto por la Pitón Sagrada y que una saliente es la nariz de un ancestro entregado al sueño eterno. También, que las diversas cavernas son para los hombres o para las mujeres, y que no es posible infringir impunemente la regla, pues sólo mirar las pinturas realizadas en la caverna del sexo opuesto puede acarrear terribles castigos por parte de Kandju, el Gran Lagarto.

El Tjukurpa fue la época en que la Tierra era aún maleable y estaba en proceso de formación. En aquel tiempo, héroes a medias humanos y a medias animales llevaron a cabo viajes y hazañas, dejando a sus descendientes una red de sendas y caminos a través de los vastos desiertos australianos. En sus viajes encontraron, y también crearon pozos y manantiales. La supervivencia de los nativos del desierto dependía de que supieran encontrar estos lugares con agua situados a lo largo de las rutas Tjukurpa. Este conocimiento les fue trasmitido oralmente por sus antepasados en forma de canciones y ceremonias rituales. Pero el Tjukurpa es mucho más complicado: sus misterios y su magia están integrados en el pensamiento y en las emociones de los aborígenes.

Uluru es el punto crucial en la intrincada red de rutas del Tjukurpa, que se extiende a lo largo del continente. Allí tenían su morada los Pitjantjatjara u hombres-canguro, que vivían en la zona norte, y los Yankuntjatjara u hombres-serpiente, que habitaban en el lado sur, extraños seres ambos mitad hombre mitad animal. En las proximidades de Uluru se libraron dos grandes batallas, que aún son rememoradas en cantos y ceremonias de los aborígenes actuales.

Durante el Tjukurpa llegó, procedente del sur, una feroz tribu de hombres-serpiente venenosos con la intención de exterminar a los hombres-serpiente de Uluru; pero Bulari, la madre tierra y heroína de los hombres-serpiente no venenosos, se enfrentó a los atacantes, exhalando una nube letal de enfermedad y muerte que acabó con los invasores. Algunos de los cuerpos de los hombres-serpiente venenosos permanecieron formando parte de Uluru. Los supervivientes volvieron hacia el sur para atacar a otras tribus de hombres-serpiente no venenosos y acabaron corriendo la misma suerte.

También los hombres-canguro que vivían en la zona norte tuvieron que enfrentarse al ataque de otro enemigo, un terrorífico demonio Dingo, creado mediante cantos mágicos por una tribu hostil, la cual había dotado al monstruo de maldad y salvajismo antes de dejarlo suelto. Los hombres-canguro lograron escapar gracias a sus fantásticos saltos, y aún se pueden ver las huellas de su frenética huida en una serie de cavidades que rodean la base de Uluru. Finalmente, consiguieron ponerse a salvo cuando quitaron a la bestia el tótem que llevaba en la boca y que era la fuente de su poder.

En las cuevas y grutas de Uluru, abundan los grabados. Estos dibujos son considerados de origen divino. Muchos de ellos se relacionan con la fertilidad y la iniciación. El grabado del árbol que representamos, es una de esas imágenes divinas, procedente del Tiempo del Sueño. Todas las marcas geofísicas en la mole de Uluru adquieren su significado a través de un relato, una fábula o una canción.

En la cara norte hay unas célebres marcas que los no nativos llaman La Calavera, debido a que el dibujo de los surcos semeja un cráneo humano. La roca es un filtro natural de agua. Alrededor de su base, unos once pozos y manantiales proporcionan el líquido vital a los habitantes, los animales y a una franja de vegetación. Asimismo se ven en la pared de la roca múltiples pinturas rupestres de carácter sagrado, algunas exclusivas para los hombres y otras para las mujeres. Ninguno de los dos sexos puede ni siquiera mirar en dirección a las cuevas del otro, y tienen que apartar sus ojos al pasar por lugares prohibidos. En 1978, una europea que se acercó a un punto tabú para las mujeres fue amenazada de muerte si volvía a cometer tal trasgresión.




La cueva de los hombres-canguro de Mala, actualmente prohibida para los no nativos, es el paraje donde reciben su iniciación los muchachos de las tribus locales. Las paredes rocosas de este túnel están cubiertas de extrañas marcas e inscripciones, de las que se dice que son obra de los iniciados del Tjukurpa y sus primeros sucesores. A la entrada de la cueva hay una gran piedra plana, sobre la que se tiende a los muchachos para pintarlos de ocre; y junto a esta mesa natural se levanta una roca que representa a un antepasado del Tjukurpa mientras dormía. Los nativos describen la cueva de Mala como un lugar plenamente feliz, y los iniciados que regresan después de un viaje lloran de alegría, recordando sus propios ritos de iniciación.

LA SENDA DE LOS MALA






Mala es el nombre de un pequeño marsupial de roca, el wallaby de roca, que a su vez da nombre a un pueblo. Todo el borde norte de Uluru tiene que ver con la historia de los Mala.

En el principio de los tiempos, los hombres, mujeres y niños Mala viajaron desde el oeste por largo tiempo para encontrar Uluru. Cuando llegaron, acamparon en lugares diferentes los hombres viejos, los hombres jóvenes y las mujeres jóvenes y solteras así como en en otro lugar, las mujeres casadas y las más viejas. Lo hacían para preparar una ceremonia religiosa llamada Inma. Algunos hombres Mala, venidos del oeste, portaban el poste ceremonial llamado Ngaltawata. Treparon rápidamente a la cumbre de Uluru y colocaron el bastón ceremonial en el extremo norte de la montaña, dando así comienzo al Inma.

Desde este momento, todo lo que se hacía, hasta las cosas más cotidianas como la caza, la aguada o la preparación de la comida, hablar a la gente o simplemente descansar se hacía de la manera adecuada a la importante ceremonia. Esta es la Ley para hombres, mujeres y niños desde entonces.

Súbitamente llegaron otras gentes desde el Oeste, que invitaron a los Mala a participar en otra Inma, lo que los Mala rechazaron al haber empezado ya su propia ceremonia. Las gentes del Oeste retornaron a sus hogares furiosos y dolidos por el desprecio, pergeñando una terrible venganza contra el pueblo Mala: en efecto, poco después apareció una terrible criatura en las llanuras, con la forma de un espantoso gran perro negro llamado Kurpany, que había sido creado por el pueblo del Oeste para destruir a los Mala y su ceremonial. Luunpa, el pájaro kookaburra, gritó para avisara los Mala, pero estos ignoraron el aviso y Kurpany les atacó matando a niños, mujeres y hombres. Los Mala huyeron hacia el sur, perseguidos por Kurpany. Hoy en día se pueden apreciar los lugares donde los Mala preparaban sus ceremonias en las cavidades y sendas que rodean Uluru. Allí se puede sentir el Tjukurpa de los Mala.

Los principales hitos de esta historia se aprecian en el camino a la cima (si bien los Anangu permiten el ascenso, no comprenden la pasión de otros hombres por alcanzar la cima sagrada a la que ellos no suben, y a los que suben a la cima en fila por la senda de los Mala les llaman Minga, las hormigas), y en la senda que rodea la Roca.

GEOLOGÍA

Para nosotros los minga (las hormigas), como así llaman los Anangu a los visitantes, la roca cuenta una historia no menos interesante: hace unos 550 millones de años, en el período Cámbrico, se produjo la emersión y plegamiento de los materiales que afloran actualmente la cuenca del lago Amadeus (cuenca endorreica australiana denominada así en honor del por breve tiempo rey de España, Amadeo de Saboya).

Este episodio, denominado la Orogenia Petermann, desencadenó importantes procesos erosivos (recordemos que aún no existía la vegetación continental y los procesos erosivos eran tremendamente violentos). Las areniscas arcósicas de color rojizo y los conglomerados que en el futuro serían Uluru y el monte Olga, se depositaron en inmensos y gruesos abanicos aluviales. Con el paso del tiempo, las montañas fueron completamente arrasadas por la erosión y la región fue cubierta por un mar somero, que depositó arcillas y fangos sobre las areniscas. Estos sedimentos, ricos en fósiles y en materia orgánica, son el origen de los campos petrolíferos de Meerenie y Palm Valley, un importante recurso energético para los territorios del norte de Australia.

Hace 400 millones de años comenzó un nuevo período de plegamiento, fracturación y elevación: la Orogenia de Alice Springs. Se prolonga por unos 100 millones de años, y mientras dura, las areniscas y conglomerados que formaron los antiguos abanicos aluviales se plegaron y fracturaron fuertemente, de manera que los estratos originalmente horizontales, adquirieron una nueva disposición casi vertical. La elevación del conjunto del continente australiano favoreció los procesos de erosión, eliminando poco a poco las rocas que cubrían los conglomerados y las arcosas. Al ser estos más resistentes a la erosión, al aflorar adquieren, por erosión diferencial, mayor altura que el entorno, y la estratificación vertical controla estructuralmente los procesos de meteorización y erosión. En geología se denominan Montes Isla a estas estructuras y Uluru es el ejemplo más famoso.

En todas partes hallamos carteles con el mismo ruego aborigen: El lugar que va a escalar es un símbolo sagrado para nosotros. No debería hacerlo. No es lo más importante. Lo realmente auténtico es detenerse y oír. Estar atento a todo lo que le rodea. Escuchar y comprender. ¿Por qué tenemos que decirle que se vaya de aquí y que no suba? Sólo deseamos que lo comprenda y nos comprenda. ¡No suba! Quizás le haga sentir tristeza, pero es lo que debemos decirle. ¡Estamos obligados a decírselo! Y así a los turistas se les encenderá una luz y dirán... ¡Ahora lo veo claro! Este es el camino correcto. ¡No escalar Uluru!.

Uluru es un centro de gran significación para los aborígenes australianos. Los Anangu recomiendan a los visitantes que no suban a la roca, ya que para ellos es sagrada. La decisión de subir o no a la roca debería estar basada en la propia salud y en el respeto cultural a un lugar sagrado. De los 400.000 visitantes al año, tan solo un 10 % suben a la roca, si bien existe un elevado numero de infartos, por lo que se pueden tomar otras alternativas como rodear la roca. Ese trayecto es de 9,4 km, así que es aconsejable que comience la caminata antes de que el sol caliente. Caminando alrededor de la roca, se pueden ver sus numerosas pinturas aborígenes, que están señaladas con carteles explicativos sobre las mismas. Algunas zonas de la roca son sagradas y existe la petición del pueblo Anangu que no se tomen fotografías ni se entren en ellas.


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