Que las fuerzas sanadoras del sol, la luna y las estrellas y los planetas en su movimiento, fluyan a través de mi, fluyan a través de mi, y como un río cargado con las lluvias devuelve las aguas al mar, pueda yo devolver a quienes no lo tienen el camino adecuado para la profunda comprensión de la unidad de la energía, que baila en todas sus formas, desde el átomo más pequeño hasta la galaxia más grande. Y que durante un segundo, pueda yo ver desplegarse lo infinito dentro de mí y así ser libre.
Que el poder curador del aire que todos respiramos, muestre cómo compartimos y cómo, con todas y cada respiración, equilibramos vida y muerte.
Que el poder curador del agua me haga crecer, que aprenda a dejar ser y vivir cada momento en ese flujo.
Que el poder curador de la tierra me haga renacer, que pueda yo ver el valor idéntico de todas las diferentes formas de vida, y así, dentro de mí, acabar con la discordia.
Que el poder curador del fuego, encienda el verdadero anhelo de mi corazón y me lleve más alto.
Que el poder curador de la luz haga mi visión luminosa para que en mí la aparente oposición se unifique y pueda ir más allá de lo bueno y de lo malo y no vea más la vida en blanco y negro.
Que el poder curador del sonido fluya por mi voz y se extienda y afine mi oído a todo lo que oigo para que mi mente se vuelva clara y yo pueda estar libre de esperanza y miedo.
En el silencio sin centro, que yo pueda ver la gracia curadora del brillante y luminoso espacio vacío, que sea la esencia de mi propia mente y así pueda ir más allá de los conceptos limitados de nacimiento y muerte y trascienda falsas visiones del tiempo.
Que por el poder invocado en este canto nos sea dado a mí y a cuantos sufren tornarnos fuertes, y a los corazones alcanzar la paz que anhelan.
(John Shane 1978) |