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Parte 26
Partamos de la base de que todos somos capaces de lograr lo que nos proponemos por muy difícil que parezca, siempre y cuando pongamos el empeño y el esfuerzo suficiente para conseguirlo. ¿Cómo lograremos esto? En realidad pareciere que no es muy difícil de hacerlo, ya que tenemos en nuestro cuerpo el más sofisticado y perfecto mecanismo jamás conocido, ese mecanismo que nos permite hacer de nosotros unos verdaderos y auténticos triunfadores y unos verdaderos seres humanos naturales y espirituales en todos los aspectos de nuestra vida; o por el contrario, nos puede convertir en unas personas sin grandes aspiraciones, lo cual nos conducirá a ser conformistas, y que sin duda nos mantendrán más que a muchos en el filo de lo bueno y de lo malo, o peor aún, puede convertirnos en unas personas carentes de todos los valores humanos naturales y espirituales, es decir, valores morales, familiares, sociales, éticos, religiosos, afectivos, etc. convirtiéndonos en unas personas negativas y egoístas que solo pensamos en nosotros mismos como merecedores de todo lo bueno, y no como los verdaderos responsables de lo negativo que nos pasa, y esto se da por nuestro descuido e ignorancia espiritual con respecto a ese maravilloso mecanismo que es el cerebro. Así es, nuestro cerebro es tal vez la parte más importante de nuestro organismo, ya que nuestro cuerpo responde a todas y cada una de las órdenes emitidas por él, de tal manera que no es posible hacer nada bueno o malo si nuestro cerebro no nos trasmite la orden de hacerlo, ya que nuestro cerebro es el receptor del cual nuestra mente en el alma se vale para transmitir todo lo que ésta disponga de acuerdo a su condición tradicional y materialista, por lo consiguiente, nos da la capacidad de pensar, de razonar, de analizar, de definir y de realizar cualquier cosa buena o mala, dependiendo de lo que dicte nuestra conciencia natural, esa que nos dice del bien que debemos hacer y el mal que debemos evitar pero sin tomar muy en serio el poco o mucho sentido o conocimiento que creemos tener de Dios.
Para actuar siempre en forma positiva, necesitamos por fuerza que aprender a cultivar en nuestros surcos cerebrales, a través de nuestra mente, la semilla del árbol de los Dones y el Fruto del Espíritu formado por el amor, la fe, la paciencia, la prudencia, la esperanza, la templanza, la inteligencia, la sabiduría, la obediencia, etc., y mucho más que nos será otorgado a través del discernimiento espiritual bíblico, regando esa semilla con el agua fresca del perdón otorgado a nuestros semejantes, y el perdón solicitado con sincero arrepentimiento. Esta semilla deberá ser abonada, regada y cultivada con amor, esmero y dedicación para que brote ese bello árbol con hermosísimas flores de mil colores y estas puedan dar el Fruto precioso en abundancia y podamos cosechar y compartir a su debido tiempo, los beneficios que nos pertenecen por derecho propio, que a través del esfuerzo, trabajo y dedicación le hayamos puesto a esa siembra espiritual, lo que nos permitirá también poco a poco, abrir la puerta de la Mente de la Sabiduría de Dios para aprender en forma conveniente a guardar y a enseñar a cumplir lo que Jesucristo nos manda como la voluntad de Dios.
Como ya vimos, el ser humano tiene una percepción de su trinidad de una manera tradicional que podría no ser la más adecuada por lo limitado o confuso de lo espiritual, por lo que se hace necesario permitirle a nuestra voluntad, abrir la puerta del conocimiento de Dios para estar en las reales condiciones de darles la importancia debida a las semejanzas que el hombre tiene con Dios, Veamos:
YO SOY DIOS:
PADRE,
HIJO,
ESPÍRITU SANTO.
Ser Humano en el Reino de Dios:
Espíritu.
Alma.
Cuerpo.
Ser Humano en el mundo material:
Cuerpo.
Alma.
Espíritu.
Como podemos ver, el hombre fue hecho originalmente un ser trinito natural en el mundo donde reina lo espiritual, y que por razón de su desobediencia después fue enviado en su ser trinito natural a un mundo en donde reina lo material, así que tendremos que reflexionar en cada una de esas particularidades del ser humano en su condición espiritual y material para tratar de llegar al conocimiento que nos permitirá separar lo espiritual de lo material y posteriormente se unan rítmica y armoniosamente para poder reencontrar el camino al Reino de Dios en este mundo cumpliendo su orden y propósito en nosotros.
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From: Porque77 (Original message)
EL NUEVO PACTO. Jesús nos reveló que la Ley del Evangelio es la Ley que realmente fue dada a Moisés.
La verdadera Ley que Dios había dado a Moisés no fue abolida, porque aquella Ley era la Ley que Jesucristo nos reveló en el Evangelio. Las leyes del viejo testamento que fueron abolidas por Jesucristo, no eran la verdadera Ley que Dios había dado, sino que sólo eran preceptos de hombres, pues la Ley había sido cambiada por los escribas, como nos dice el profeta Jeremías:
"...mi pueblo no conoce el juicio de Yavé. ¿Cómo decís: Nosotros somos sabios, y la ley de Yavé está con nosotros? Ciertamente la ha cambiado en mentira la pluma mentirosa de los escribas" (Jeremías 8:7-9).
Por eso el Pacto de Dios fue invalidado, porque los escribas había ncambiado la Ley. Entonces, el profeta Jeremías anunció que Dios haría un Nuevo Pacto, y lo que muchos no comprenden es que la Ley del Nuevo Pacto (la Ley que Jesucristo nos enseña en el Evangelio) es la Ley que realmente había dado Dios a Moisés. Entonces, en el Nuevo Pacto, lo que cambia no es la Ley, la verdadera Ley que Dios había dado a Moisés, que es la Ley que Jesucristo nos reveló en el Evangelio. Lo que cambia en el Nuevo Pacto es el lugar donde Dios escribiría su Ley: En el Nuevo Pacto, Dios no escribiría su Ley en tablas de piedra, pues la Ley que fue escrita en tablas de piedra fue cambiada por los escribas, y, por tanto, los hombres invalidaron el Antiguo Pacto, como nos dice el profeta Jeremías: "He aquí que vienen días, dice Yavé, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Yavé". En el Nuevo Pacto, Dios daría su Ley en la mente de sus hijos y la escribiría en el corazón de ellos. Ahí nadie podría cambiar su Ley: "Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Yavé: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Yavé; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Yavé". (Jeremías 31,31-33). Como vemos, Jeremías no nos dice que Dios diera una nueva Ley, sino que nos dice que Dios daría SU LEY en la mente de sus hijos y la escribiría en el corazón de ellos. La Ley que Dios había dado realmente en su Antiguo Pacto no eran las leyes del viejo testamento que Jesucristo abolió (leyes de penas de muerte, de guerras, de esclavitud y de sacrificios). Esas leyes eran sólo preceptos de hombres, preceptos que invalidaron el Pacto de Dios y por eso fueron abolidas por Jesucristo. Jesucristo había advertido que Él no había venido a abolir la Ley y los profetas para que comprendiéramos que todo lo que Él dejaba abolido del viejo testamento no era verdadera Ley de Dios. Jesucristo nos dio a conocer en el Evangelio que la Ley que realmente había dado Dios a Moisés es la Ley que Jesucristo nos reveló en el Evangelio, porque Él mismo dijo que ésta es la Ley y los profetas: "todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque ésta es la ley y los profetas". (Mateo 7:12)
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