Yo Juan… vi… a uno semejante al Hijo del Hombre. Apocalipsis 1:9-13.
La visión del Hijo del Hombre
“Vi siete candeleros de oro, y… a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies” (Apocalipsis 1:12-13). Ya no lleva la ropa de siervo, ceñido a la cintura, sino la del Amo. “Y ceñido por el pecho con un cinto de oro” (v. 13). El dulce lugar en que Juan recostaba la cabeza ahora está cubierto por el cinto de oro, símbolo de la gloria, pero también de la perfecta justicia divina. “Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve” (v. 14). La pureza, la santidad y justicia personales son la garantía de un juicio justo. “Sus ojos como llama de fuego” (v. 14). Nada ni nadie escapa de su mirada que discierne los pensamientos más profundos. “Y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno” (v. 15). Sus pies de bronce le permiten ir adonde se halla el mal para juzgarlo y condenarlo mediante el fuego. “Y su voz como estruendo de muchas aguas” (v. 15). Aquí es la voz del Todopoderoso. “Tenía en su diestra siete estrellas” (v. 16). Tiene en su mano: sostén poderoso de la Iglesia vista en las siete estrellas: sus respresentantes místicos (v. 20), responsables de las misiones que recibieron. “De su boca salía una espada aguda de dos filos” (v. 16). El Hijo del Hombre ejercerá su juicio conforme a la Palabra de Dios. “Y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza” (v. 16): autoridad, dominación y luz supremas establecidas.
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